La serie televisiva de Robocop fue el intento de Hollywood de recuperar y exprimir todavía más a un personaje que se había ido deteriorando progresivamente en su franquicia cinematográfica.
El policía ciborg debutó en la pantalla grande en 1987
de la mano del director Paul Verhoeven y con un reparto que incluía a Peter
Weller, Nancy Allen y Dan O'Herlihy. La película fue un gran éxito, recaudando
53 millones de dólares solo en los EE. UU. Le siguió en 1990 una secuela
dirigida por Irvin Kershner y también protagonizada por Weller y Allen. El
guion de esta segunda parte seguía siendo muy crudo, mostrando una acción
visceralmente violenta de acuerdo al guion de Frank Miller (ya una leyenda en
el mundo del comic) y Walon Green. Pero los resultados creativos y económicos
no fueron tan satisfactorios como en la primera entrega, recaudando “solo” 45
millones en los EE. UU. En 1993, Robocop regresó por tercera vez, pero ya sin
Weller, quien no quería quedar para siempre asociado al personaje. Robert John
Burke asumió el papel protagonista y las labores de dirección recayeron en Fred
Dekker, quien volvió a elegir a Frank Miller para ayudarle a escribir el guion.
En esta ocasión, la acogida fue aun peor y solo se contabilizaron 10 millones
de dólares de recaudación en los Estados Unidos.
Estaba claro que el personaje, por el momento, ya no
tenía más recorrido en el cine ¿Qué más se podía hacer con él? La respuesta
obvia fue la de trasladarlo a la televisión. Ya en 1988 se había emitido una
serie de animación de doce episodios producida por Marvel y que, como era de
esperar, nada tenía que ver con el espíritu original de Robocop. En 1994, fue
la productora canadiense Skyvision Entertainment, la que pagó medio millón de
dólares a Orion Pictures –propietaria de los derechos- para hacer una serie,
esta vez de acción real.
El salto de la gran a la pequeña pantalla siempre ha
tenido resultados dispares. Títulos exitosos de la CF cinematográfica como
"La Fuga de Logan" (1976), "El Planeta de los Simios"
(1968), "Timecop" (1994) o "Starman" (1984) tuvieron sus
respectivas continuaciones televisivas y nunca llegaron a pasar de la primera
temporada. También es verdad que hubo otros ejemplos de éxito que supieron
abrir nuevos caminos y seducir a los aficionados, como las series de “La Zona
Muerta" (1983) y "Stargate" (1994). Para esta nueva encarnación
de Robocop, la productora decidió asegurar el tiro lo máximo posible y contrató
a los dos guionistas creadores del personaje para el cine, Ed Neumeier y Michael
Miner, para que recuperaran y adaptaran para el episodio piloto el guion que
ambos escribieron en su día para la
secuela (y que acabó, como he dicho, escrita por Frank Miller).
En el proceso de reestructuración de la historia, se llevaron
a cabo algunos ajustes. El propósito principal del programa pretendió ser la
sátira social y, para enfatizar este aspecto, los guionistas inventaron dos
presentadores de noticias, Bo Harlan (Dan Duran) y Rocky Crenshaw (Erica Ehm),
quienes en cada episodio daban boletines sobre algún tema de actualidad conectado
directamente con la trama a desarrollar y en un tono absurdamente disparatado. Su
eslogan era "¡Danos tres minutos y
te daremos el mundo!".
La serie se rodó en Toronto, así que para estos dos
papeles se eligió a un par de populares presentadores locales de un canal por
cable de videoclips, “Much”. Más tarde, Erica Ehm recordaría lo divertido que
le resultó participar en la serie: "Parte
de lo que nos hacía troncharnos de risa era la hilarante "noticia"
satírica que teníamos que leer con cara completamente seria. La otra parte fue
el personaje increíblemente insípido que yo interpretaba. Rocky, la
presentadora de noticias, estaba tan desprovista de inteligencia que
reaccionaba de manera inapropiada a las desastrosas noticias que leía, algo que
sucede muchas veces en la televisión actual. Seamos realistas, ¿cuántos
presentadores de noticias saben de lo que están hablando mientras leen el teleprompter?
En todo caso, los presentadores, moderadores y otros comunicadores se están
volviendo más insulsos conforme pasan los años. En un futuro cercano, predigo
que se utilizarán más presentadores ciborg para leer las noticias".
La cultura corporativa y el mundo exageradamente
hiperconsumista de finales de los 80 también fue blanco de la sátira de la
serie, mostrando por ejemplo un nefasto sistema asistencial cibernético,
orfanatos patrocinados y agua tan valiosa como el petróleo. También hay breves
anuncios de dibujos animados protagonizados por el Comandante Efectivo, defensor
del capitalismo y el consumismo.
Pero a pesar de estos momentos cómicos, articulados también a través de ingeniosos diálogos y villanos estrambóticos, "Robocop" era básicamente una serie de acción, con acrobacias, explosiones, tiroteos, pinturas mate y efectos especiales generados por ordenador. El formato de acción y aventura fue, obviamente, diseñado para atraer sobre todo a un espectador masculino y juvenil.
En el año 2025, las corporaciones más codiciosas y despiadadas
dominan el entorno político-económico de Delta City, la antigua Detroit. El patrullero
Alex Murphy (Richard Eden) y su compañera reciben un aviso para acudir a la
ruinosa parte vieja de la ciudad. Murphy resulta seriamente herido y es dejado
por muerto tras un tiroteo por unos atracadores particularmente sádicos. Sin
embargo, un proyecto secreto orquestado por la corporación OCP (Omni-Consumer
Products), salva su vida encerrando lo que queda de su cuerpo en una brillante
armadura plateada y conectándole implantes cibernéticos. El precio es la
pérdida de sus recuerdos y emociones.
El ciborg resultante es bautizado como "Robocop",
el mejor policía que el mundo ha visto jamás. Gracias a la sofisticada
tecnología que incorporaba, contaba con visión infrarroja, podía discernir si
alguien mentía por el latido de su corazón, grababa en audio y video todo lo
que veía, era un excelente tirador y podía soportar sin inmutarse una lluvia de
balas. No era rápido ni ágil sino un tanque imparable e inteligente. Debajo del
exterior metálico se escondían los restos de un ser humano cuyo pasado, poco a
poco, regresaba a su memoria, inspirándolo y atormentándolo por igual mientras intentaba
encontrar una nueva vida apartado de su esposa e hijo, quienes lo creían muerto
en acto de servicio. Al tiempo víctima y héroe, Robocop/Murphy es un observador
impasible de un futuro estridente, retorcido y mortal en el que la nueva, brillante
y corrupta Delta City domina los restos del viejo Detroit.
La detective Lisa Madigan (Yvette Nipar) –quien esencialmente
desempeñaba idéntico papel y función que la oficial Lewis en la película-, era
la amiga y compañera leal del protagonista. De vez en cuando, intentaba convencer
a Murphy para que le revelara a su esposa e hijo que estaba vivo, que era él
quien se escondía bajo la identidad y cuerpo de Robocop, pero éste siempre se
negaba por no querer apesadumbrarles. El sargento Parks (Blu Mankuma) estaba al
cargo de la comisaría de Metro South y, por tanto era el jefe de Madigan. La
huérfana (y luego hija adoptiva de Parks), Gadget (Sarah Campbell), solía
meterse en problemas pero también era una chica inteligente que gracias a su
dominio de la tecnología y su facilidad para desenvolverse
en las calles, solía
encontrar la pista o la información esencial para que los policías resolvieran
algún caso. Gadget era, a todos los efectos, una suerte de sidekick juvenil del
héroe con el que los espectadores más jóvenes podían identificarse, un estereotipo
ineludible en las series televisivas de acción de la época.
Por otra parte, el presidente de la OCP (que aquí en lugar de ser un ejecutivo pérfido es simplemente un inepto), se esforzaba por ser amigo de Robocop y, hasta cierto punto, pasaba a ser una suerte de figura paternal, pero entre ellos se interponían muchos proyectos de la corporación a menudo supervisados por empresarios codiciosos y sin escrúpulos. El peor adversario de Robocop y su mayor dolor de cabeza era el retorcido "Pudface" Morgan (James Kidnie), un hombre obsesionado con vengarse de él a raíz de las cicatrices físicas que sufrió cuando, durante un tiroteo con el ciborg, cayó en un tanque lleno de químicos muy tóxicos (un incidente que pudo verse en la película original de Verhoeven).
En el piloto de la serie, "El Futuro de las
Fuerzas del Orden", dirigido por Paul Lynch, Delta City se enfrentaba al
potencialmente letal plan de "Pudface" Morgan, un científico corrupto
y su lacayo corporativo que consistía en crear e instalar un programa capaz de
controlar cada aspecto de la ciudad, desde el suministro de energía hasta los
sistemas informáticos. Este prodigio tecnológico, al que bautizaron como NeuroBrain,
sería su pasaporte al poder a través del chantaje. Pero resulta que, para
funcionar, NeuroBrain necesitaba, literalmente, un cerebro humano. El Dr. Cray
Mallardo y su compinche Chip Chayken, lo encontraron en su hermosa ayudante,
Diana Powers, a la que asesinan. Ella termina convertida en un holograma con
acceso directo a casi cualquier cosa en Delta City. A lo largo de la serie,
Diana, que serí
a una especie de alma gemela y socia secreta de Robocop, capaz
de intervenir en la infraestructura electrónica de la ciudad, lo ayudó todo lo
posible en su lucha contra el crimen. Sólo otra persona tenía conocimiento de
su existencia: el presidente del OCP.
La historia del episodio piloto fue valiente, violenta
y próxima a los temas y tono de la película de Verhoeven. Sus guionistas,
Neumier y Miner, como ya dije, adaptaron el guion que habían escrito para la
primera secuela y su intención, así como la de aquellos que se unieron al
proyecto en sus inicios, fue la de mantenerse fiel al espíritu del personaje.
Pero trabajar para la televisión es algo muy diferente que hacerlo para el cine
y toda la producción acabó muy recortada y reorientada hacia algo mucho menos
oscuro y realista con el fin de satisfacer a posibles compradores del mercado
sindicado, poco proclives a emitir programas susceptibles de atraer polémicas
que pudieran ahuyentar a los anunciantes. El productor Robert Wertheimer
declararía: "Ninguno de nosotros
había firmado para hacer un espacio ligero de sábado por la tarde. Todos
queríamos un programa comercial más duro, similar a la primera película. Al
final, lo que tuvimos que hacer fue algo mucho más suave y ninguno de nosotros
estaba contento con ello".
La libertad de que hoy gozan las plataformas de streaming
era impensable entonces y todo el mundo entendía que que una propiedad como “Robocop”,
clasificada en el cine para un público adulto, estuviera sujeta a los límites
que la televisión abierta imponía entonces a sus contenidos dramáticos. De
hecho, antes de terminar de rodar el piloto, los productores ya tenían muy
claro lo que no iban a poder hacer. Wertheimer recordaría: “Esto fue justo cuando estábamos terminando
los preparativos para un gran enfrentamiento con “Pudface” Morgan”. Se
trataba de una secuencia en la que el villano y su banda provocaban una serie
de incendios para atraer a Robocop. “Una
gran escena con coches, grandes barricadas y motocicletas atravesando anillos
de fuego. Y entonces, se tomó la decision de que no podíamos matar a nadie. Fue
algo que nos ordenaron los propietarios de la productora, que básicamente
cedieron a las presiones de los compradores, quienes dijeron: “Tendréis
problemas con el mercado alemán si es demasiado violento””.
Así, a diferencia del tono que Verhoeven impuso en su película, en la que Robocop apuntaba y disparaba con infalible puntería contra los cuerpos de los criminales, ahora utilizaba su ordenador interno para calcular la trayectoria de la bala y, por ejemplo, cortar con ella el cable que sostenía una lámpara, que se desplomaría empujando una librería que, a su vez, caería sobre el villano.
"Estoy
seguro de que el distribuidor del mercado sindicado fue quien transmitió la ansiedad respecto a la sensibilidad de los
mercados extranjeros hacia la violencia. Es un problema habitual en la
industria", diría Wertheimer, utilizando una analogía para describir
su relación con los distribuidores: "Tenemos
que hacer un tomate, diseñamos un tomate y estamos preparando un tomate, y
ellos dicen: "Caramba, lo que quería de verdad era una sandía...".
Bueno, no es una sandía. "¡Eso es lo que realmente quiero!". ¡Pero tú
pediste un tomate!" Ese es un ejemplo clásico de cómo se cercenaron
creativamente las tripas y extremidades de la serie".
A pesar de eso, los guionistas y productores trataron
de hacer un producto lo más realista y entretenido posible dadas las
limitaciones con las que tenían que trabajar. Y eso que los rodajes distaron de
ser sencillos. No fueron pocos los episodios cuyas escenas exteriores hubieron
de grabarse en mitad del invierno de Toronto, y el actor protagonista y su
doble, con temperaturas de diez y quince grados bajo cero y encerrados en un
armazón metálico, eran incapaces de pronunciar las líneas de diálogo por tener
los labios literalmente congelados. A lo largo de la serie, los técnicos tuvieron
que volar unos cuantos edificios y soportar jornadas de 20 y 21 horas diarias.
Por otra parte, Richard Eden se veía muy limitado no
solo en lo que podía hacer físicamente sino en el rango emocional que podía
aportar a su personaje. Mientras que él deseaba aplicar su talento en ese
aspecto, los productores se lo impedían arguyendo que el protagonisto era
alguien al que la cirugía había privado de emociones. Obviamente, esa
diferencia de criterio tuvo como consecuencia la continua frustración del
actor.
El equipo consiguió ofrecer algunos momentos entretenidos, escenas de acción bien rodadas y cierto sabor satírico heredado de la primera película. Algunos de los argumentos eran interesantes y Richard Eden no hizo un mal trabajo, pero, en general, la serie no ha resistido bien el paso del tiempo y ni siquiera en su momento logró cautivar a la audiencia. Los villanos, tanto los recurrentes como los puntuales, no tenían interés alguno, limitándose a ser tan codiciosos como estúpidos e ingenuos; los efectos generados por ordenador han quedado completamente obsoletos; el humor estaba claramente dirigido a un público infantil-juvenil; y el empeño en esquivar la violencia que evidentemente formaba parte fundamental del futuro que describían, resultaba ridículo y forzado.
“Robocop” tuvo el final que podía preveerse. Pese al
dinero invertido (1,5 millones de dólares por episodio, sobre todo en
decorados, efectos especiales y escenas de acción), los guiones se habían hecho
de forma apresurada y sin convencimiento; y el productor ejecutivo, Steve
Downing, no fue capaz de crear un producto acorde a su propia visión del
personaje y se vio sofocado por las presiones para hacer algo a la vez creativo
y comercial. De nuevo según Wertheimer: “No
creo que fuera un concepto adecuado para la televisión comercial. Se ajusta
bien a una, dos o tres buenas películas en las que se pueda ser tan afilado u
oscuro como se quiera. En televisión se convirtió más en un programa juvenil.
No es Robocop. Es otra cosa. Mi sensación es la de potencial desaprovechado”.
Al final de la temporada, ninguno de los involucrados tenía ya la energía necesaria para continuar. No fue un problema porque, como he apuntado antes, tampoco la serie consiguió reunir la suficiente audiencia como para ser renovada tras veintiun episodios de 60 minutos y el piloto de 120. Al menos, los guionistas tuvieron noticia de la cancelación con el tiempo suficiente como para terminar la primera temporada cerrando muchas de las subtramas por lo que, en cierto modo, bien puede ser considerada una suerte de miniserie involuntaria. Una serie, en fin, que solo merece recuperarse (y puede que ni eso) si se creció viéndola y uno quiere disfrutar de una dosis de nostalgia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario