La Segunda Guerra Mundial marcó un antes y un después en el desarrollo de la Ciencia Ficción. Con las consabidas excepciones, antes del conflicto, lo que abundaba en el género eran las aventuras pulp protagonizadas por héroes varoniles e imbatibles cuyas peripecias bien podrían haber transcurrido en el Antiguo Oeste cambiando simplemente los alienígenas por indios, las pistolas láser por los colts y las naves por caballos. Pero una vez terminada la guerra y en buena medida gracias a editores visionarios como John W.Campbell Jr., los conceptos científico-tecnológicos pasaron a ocupar el centro, de tal manera que se aceptó como norma que cualquier historia que pudiera contarse prescindiendo de los elementos propios de la CF, no era auténtica CF. Este cambio pudo sentirse tanto en la literatura como en el cine y los comics.
En el mundo de las viñetas, por ejemplo, los comics de CF más populares antes de la guerra fueron los protagonizados en los periódicos por héroes espaciales como Buck Rogers y Flash Gordon. Aunque estos personajes siguieron gozando del favor del público (en buena medida gracias a los artistas que los dibujaban), a partir de finales de los 40, empezaron a menudear comics con otro tono. A veces, reflejando la nueva Era Espacial que estaban propiciando los desarrollos de cohetes diseñados para llevar al hombre más allá de la atmósfera terrestre y rumbo a las estrellas; y, a veces, con una aproximación más social que trataba de especular sobre el tipo de cultura a que darían lugar los avances científicos y tecnológicos.
Este último fue el caso de “Tierras Gemelas”, producto de la colaboración del ex editor de Dell Comics, Oskar Lebeck, y el veterano dibujante Alden McWilliams, que además de una amplia carrera en la industria de los comic-books había trabajado como ayudante de Lyman Young en la tira de “Tim Tyler´s Luck” (“Jorge y Fernando” en español) y de John Prentice en “Rip Kirby”. Con distribución a cargo del United Feature Syndicate (que también comercializaba "Peanuts“ o “Li´l Abner” entre otros grandes éxitos del comic de prensa), la serie debutó el 16 de junio de 1952 como tira diaria, agregándose una página dominical el 1 de marzo del año siguiente.
"Tierras Gemelas” se basaba en una premisa familiar entonces para los aficionados a la CF. Ya en la antigua Grecia, pitagóricos como Filolao, postularon la existencia de un planeta llamado Antichton, o Antitierra. Según esta teoría, el Antichton se ubicaba en el punto diametralmente opuesto a la Tierra respecto a un fuego central que, creían, era la fuente de calor y luz en el cosmos. Se pensaba que este planeta era invisible porque la Tierra rotaba constantemente, ocultándolo a la vista de los griegos. Aunque la idea se abandonó con la aceptación del modelo heliocéntrico, la Contra-Tierra reapareció en la ficción desde finales del siglo XIX, representada bien como similar a la Tierra, bien como un lugar muy diferente, sirviendo a menudo como vehículo para la sátira.
Por supuesto, la astronomía moderna, capaz de detectar cualquier objeto de ese tamaño a partir de las perturbaciones gravitatorias que provocaría en las órbitas de los planetas que sí podemos ver (así fue como se descubrieron Neptuno y Plutón), ha hecho que esta idea pase de especulación a fantasía. Pero todo buen aficionado a la CF debería estar dispuesto a pasar por alto algunas imprecisiones científicas “menores” en aras de disfrutar de una buena historia.
“Tierras Gemelas” nos desvelaba la existencia de un planeta llamado Terra, idéntico a la Tierra en todos los aspectos y ubicado simétricamente en el lado opuesto del Sol. La civilización humana que allí había prosperado estaba un siglo por delante de la nuestra. Habiendo dominado los viajes espaciales, los exploradores de ese mundo, volando en naves con forma de platillo, descubrieron la Tierra en 1903. Nosotros, por nuestra parte, empezamos a detectarlos unas décadas después, cuando los "platillos volantes" empezaron a ser motivo de noticias. Recordemos que fueron aquellos años en los que explotó la fiebre de los ovnis. En 1950, se publicaron tres libros influyentes sobre el tema y se comenzaron a organizar clubs locales de aficionados a los ovnis inspirados en los clubs de fans de la ciencia ficción de los años 30 y 40, alcanzando algunos de ellos prominencia nacional e internacional en el curso de la década.
Los personajes principales de la tira diaria eran Vana, una espía terrana que vivía en la Tierra para vigilar nuestra evolución tecnológica y asegurarse de que no nos convirtiéramos en una amenaza para su planeta; Garry Verth, un agente del FBI ante el que Vana se descubre ya en la secuencia de apertura; y la coronel Zena Alotera, oficial al mando del Servicio Secreto Terrano. Al principio, Vana pensaba que Zena estaba tratando de matarla debido a la simpatía que estaba desarrollando por los terrestres, siendo su auténtica intención conquistar y colonizar este planeta. Sin embargo, resultó que estaba equivocada y sus perseguidores eran agentes comunistas encubiertos (recordemos que entonces se libraba la Guerra Fría), tratando de reemplazarla con una doble para infiltrarse entre los terranos.
Pero aparte de esa trama inicial de espionaje en su mayoría se trataba de observaciones con un punto paródico de las costumbres terrestres en contraste con la fría racionalidad que dominaba la cultura terrana, compuesta en un 92% por mujeres (todas, sin excepción, unas bellezas), que, por tanto, eran las que ostentaban los puestos de autoridad. Los escasos varones son tratados como ciudadanos de segunda clase sin ningún derecho, aunque valorados como sementales (o, como se explica con mayor elegancia en la tira, garantes de la continuidad de la especie).
Pero pronto la tira viró hacia líneas más acordes con el melodrama y el culebrón, introduciendo una relación entre el apuesto y elegante Garry Verth, y Vana, que se enamoró perdidamente de él demostrando así que la fría lógica terrana tenía sus límites después de todo. Más tarde, los terranos incluso ayudarían a las fuerzas de la ley y el orden terrestres a erradicar el crimen utilizando sus superiores armamento y métodos.
Por su parte, la página dominical, en vez de vincularse a la continuidad de la tira diaria o presentar otros aspectos de la historia con los mismos personajes, optó por introducir una línea narrativa completamente independiente. Comenzó con un jovencito tejano llamado Punch colándose a bordo de un platillo terrestre justo antes de que despegara de vuelta hacia Terra. A diferencia del agente Garry, al que le encantaba verse rodeado de bellas mujeres, Punch no tiene aún edad de apreciarlas y por eso se siente aliviado cuando, después de unos tres meses, conoce a otro adolescente, el Príncipe Torro, uno de los escasos varones terranos. Torro es parte de un linaje familiar que fue en el pasado la realeza del planeta y que sigue siendo tratada con respeto…hasta cierto punto, porque se ha labrado fama de atolondrado que no causa más que problemas. Las aventuras de Punch y Torro –a los que luego se añadió una jovencita de Terra, Lahna- eran reciclajes de “Los Viajes de Gulliver”, “Los Robinsones Suizos” o “La Isla del Tesoro”.
Las narraciones se desarrollaban a un ritmo bastante lento, con largos intervalos expositivos donde se describían artilugios y armas futuristas. Los pulidos dibujos de McWilliams (que también se hizo cargo de los guiones cuando Lebeck se jubiló en 1957, aunque su nombre siguió figurando en la tira y la página dominical) hicieron que "Tierras Gemelas" mantuviera su interés durante más tiempo del que a priori hubiera podido esperarse, pero, a pesar de ir presentando otros planetas y personajes, la falta de ideas con las que renovar la premisa inicial desembocó en su cancelación en 1963 (la dominical lo había hecho en 1958), tan sólo unas semanas antes de que la cosmonauta rusa Valentina Tereshkova se convirtiera en la primera mujer en el espacio.
A pesar de que presentaba una interesante versión del fenómeno de los ovnis, lo cierto es que “Tierras Gemelas” no consiguió dar el salto al cine o la televisión y fue rápidamente olvidada una vez llegó a su final. Hoy, sin ser un clásico imprescindible, sí puede considerarse un comic con cierto grado de originalidad y representante del giro que la CF estaba experimentando en aquellos años de transición.
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