"Star Trek: Enterprise" o "Enterprise", como se estrenó de una forma desconcertante al comienzo de la serie, no fue la primera ocasión en la que los cerebros tras la franquicia daban con la idea de una precuela de la serie original. De hecho, el concepto se remonta nada menos que a finales de la década de los 60, cuando Gene Roddenberry planteó el proyecto de una película que narrara la primera reunión de Kirk, Spock y McCoy a bordo de la Enterprise. Aunque aquellos planes jamás llegaron a concretarse hasta la reinvención dirigida por J.J.Abrams en 2009, el productor ejecutivo Rick Berman, que había supervisado la creación y desarrollo de cada serie de “Star Trek” desde “La Nueva Generación”, decidió que el nuevo programa de la franquicia narraría el primer viaje de la Enterprise.
Pero no sería la primera misión del capitán Kirk, ni siquiera de la de Christopher Pike. Haciendo caso omiso del canon, que previamente, en el episodio final de la serie de animación titulado "El Incidente Contrarreloj" (1974) había establecido a Robert April como el primer capitán al frente de la legendaria nave estelar, se decidió que el hasta entonces desconocido Jonathan Archer sería quien ocupase el asiento central del puente de la primera nave insignia de la Flota Estelar. Esta fue sólo la primera de las muchas decisiones un tanto desconcertantes que se tomaron ya en el mismo origen de la serie.
Pero retrocedamos hasta el principio.
Cuando empezó a gestarse este proyecto, a la altura de la sexta temporada de “Voyager” y un año antes de su finalización, el responsable de la United Paramount Network (UPN), Dean Valentine, se mostró contrario a lanzar inmediatamente otra serie, la quinta, de Star Trek. No podía obviar el incómodo hecho de que los ratings de audiencia de “Voyager” no habían hecho sino caer continuadamente a lo largo de todo su recorrido. Como ya apunté en la serie de entradas que le dediqué a esa serie, la falta de dirección y osadía conceptual y narrativa fueron probablemente la causa del abandono lento pero imparable de muchos espectadores.
Esta era una opinión que compartía Rick Berman, que pensaba que lo más aconsejable era dejar descansar la franquicia unos cuantos años y esperar hasta que volviera percibirse una auténtica demanda por parte de los fans. Una apreciación con la que, sin embargo, no estaba de acuerdo el presidente de Paramount Television, Kerry McCluggage, cuyo rango ejecutivo superaba al de todos los demás y que, habiendo asistido tiempo atrás al lucrativo éxito de “La Nueva Generación”, se resistía a abandonar la idea de repetirlo. Tanta prisa tenía que instó a Berman a arrancar la nueva serie antes incluso de que finalizara “Voyager”, movimiento poco sensato que finalmente se desechó.
Pero una vez recibido el encargo, Berman se encontró con la incógnita de qué rumbo darle a la franquicia, cómo encontrar un concepto diferente. La solución que se le ocurrió fue cambiar el marco temporal y ambientar la nueva serie entre lo narrado en la película “Primer Contacto” (1996) y la época de Kirk. Para ayudarle en la tarea, recurrió a un viejo conocido de la franquicia, el guionista y productor Brannon Braga, que en ese momento, tras finalizar la sexta temporada de “Star Trek: Voyager”, cansado y un tanto harto, estaba dispuesto a hacer un cambio en su carrera lejos de naves espaciales y alienígenas. Sin embargo, la propuesta de Berman le interesó y ambos empezaron a darle forma. Nunca llegaron a considerar otra opción. Pensaron que ambientar la acción en un futuro más próximo al nuestro, permitiría al espectador conectar mejor con los personajes y atraer a una audiencia nueva que no hubiera de estar necesariamente muy familiarizada con el Universo Trekkie.
Nadie sabía qué había sucedido entre “Primer Contacto” y los viajes de la Enterprise de Kirk y Spock, cien años después. El canon de Star Trek no explicaba cómo la Tierra había evolucionado de pesadilla post-apocalíptica a utopía interestelar. Así que Berman y Braga decidieron escoger una época intermedia en la que el viaje espacial estaba en pañales, los humanos empezaban a dar sus primeros pasos en naves con tecnología warp y comenzaban sus exploraciones con una cautela muy alejada de la seguridad con la que Kirk y su tripulación se movían por toda la galaxia.
Esto implicaba, además, un replanteamiento visual y conceptual dado que habrían de desarrollar tecnologías que no debían ser más avanzadas que otras que ya se habían visto en la serie de los años 60, pero que en la cronología interna de la franquicia transcurrían muchas décadas después, por ejemplo, en la época de Kirk. El ordenador sobre el escritorio de la capitana Janeway era más voluminoso que aquellos con los que los guionistas ya trabajaban. Nuestros teléfonos móviles del siglo XXI son mucho más compactos que los comunicadores que usaba el Capitán Kirk en el siglo XXIII. Tampoco podrían contar con las tecnologías de la holocubierta o los transportadores. Por el momento, lo único que podrían teletransportar serían objetos inanimados.
Era una labor delicada en términos de diseño, especialmente teniendo en cuenta lo quisquillosos con la continuidad que son los fans más entregados. De hecho, muchos de ellos expresaron su descontento respecto a ciertos elementos que, pensaban, se encontraban fuera del canon de Star Trek. Pero en general, resultó divertido para el aficionado ver muchos elementos propios de ese universo en sus etapas primigenias, como los mencionados transportadores, los láseres, los campos de fuerza o los rayos tractores.
Igualmente, era necesario prestar atención a la continuidad argumental. Los Vulcanos habían asumido el papel de “mentores” de los humanos, pero mostrándose siempre reticentes a dar más conocimiento del que estimaban conveniente por considerarnos demasiado emotivos e impredecibles. La Flota Estelar existe, pero no la Federación de Planetas. Los Romulanos debían estar ausentes porque no fue hasta la serie original que un humano vio por primera vez a un representante de esa especie. A cambio, se produjeron primeros contactos con otras muchas especies de las que nadie había oído hablar antes… lo que también generaba preguntas de difícil respuesta como: si presentas a una especie como los Sulibanes, problemáticos y conocidos por muchas otras civilizaciones, ¿por qué nunca fueron mencionados en la etapa de Kirk y Spock?
Berman y Braga presentaron la idea al estudio y éste no se mostró demasiado entusiasmado. Sí, querían otra serie de Star Trek, preferiblemente con un planteamiento nuevo, pero no veían claro que una precuela fuera a tener éxito. Pensaban que Star Trek consistía en viajar hacia el futuro, no hacia el pasado. Con todo, los promotores del proyecto defendieron su idea con los argumentos adecuados. Si se revisa la serie original, lo más frecuente es que Kirk y su tripulación no sean los primeros en llegar a tal o cual planeta o contactar con tal o cual especie. Alguien más había hecho el auténtico trabajo de exploración mientras que en demasiadas ocasiones la Enterprise parecía el equipo de limpieza: algo marchaba mal, acudían, desentrañaban el misterio y resolvían el problema. Pero en la nueva serie, los protagonistas sí serían los primeros humanos en salir a explorar lo desconocido.
Finalmente, Paramount dio luz verde, aunque con limitaciones respecto a los deseos de Braga. Tras quince años al frente de la franquicia, Berman se mostraba aún más conservador de lo habitual y esto generaba frustración entre algunos guionistas dispuestos a asumir mayores riesgos. Por ejemplo, Braga quería que toda la primera temporada transcurriera en la Tierra mientras se finalizaba la nave Enterprise, culminando ese primer año con el inicio del viaje propiamente dicho. Esto hubiera permitido explorar lo sucedido en las épocas más oscuras de la Tierra y descubrir cómo había conseguido superarse una larguísima etapa de severa depresión global. Pero el estudio no podía concebir que una serie con las palabras “Star Trek” en su título no saliera de la Tierra en toda una temporada, así que obligó a que la Enterprise se pusiera en servicio ya en el episodio piloto. Braga no quería utilizar el transportador hasta la segunda o tercera temporada. Misma reacción por parte de los ejecutivos…
Por otra parte, aunque se consideró el licenciar la serie desde el principio al mercado sindicado, finalmente se optó por producirla y emitirla en el canal propio de Paramount, UPN, con el fin de conservar el control sobre la misma y garantizar que no fuera cancelada de forma precipitada.
Como siempre ocurre cuando se está preparando una nueva serie de Star Trek, la elección de personajes y los actores que les darán vida es crucial. Al frente de la tripulación estaría, ya lo he indicado, el capitán Jonathan Archer, interpretado por Scott Bakula. Anteriormente, el actor había destacado por su papel en otro programa clásico de CF, “A Través del Tiempo” (“Quantum Leap”), encarnando al científico viajero en el tiempo Sam Beckett. Como en cada episodio Beckett “saltaba” a otra época ocupando el cuerpo de alguien y viviendo brevemente su vida, Bakula pudo demostrar ampliamente su versatilidad.
Para diferenciarlo de otros capitanes, era importante tener ahora a uno que no necesariamente se sintiera en todo momento seguro del camino a tomar o de la acción necesaria para solucionar un problema. Kirk, Picard o Janeway se sentían cómodos en sus naves viajando a warp cinco o siete y saliendo al encuentro de nuevos alienígenas cada semana. En esta ocasión se trataba de tener a un capitán que daba sus primeros pasos –personalmente y en nombre de toda la especie humana- fuera del Sistema Solar para descubrir la galaxia así que carecía de experiencia. Solamente el paso del tiempo, sus éxitos y sus fracasos le permitirían ir ganando confianza. Al mismo tiempo, debía ser alguien movido por el entusiasmo y la curiosidad, una especie de historiador y un líder carismático.
Quizá en un intento de recuperar la chispa de la relación Kirk-Spock y replicar la sensualidad de Siete de Nueve en “Voyager”, se escogió como oficial científico a una escultural vulcana que respondía al nombre de T´Pol, interpretada por Jolene Blalock, más conocida entonces por sus trabajos de modelo, aunque había participado en diversas series de televisión.
La elección de un vulcano respondía a la propia naturaleza de esta raza, diferente de los humanos en su manera de entender y relacionarse con el universo y, por tanto, con un buen potencial dramático. Pero en el concepto inicial, esa segunda de a bordo iba a ser T´Pau, una versión más joven del personaje interpretado por Celia Lovsky en "La Época de Amok" (1967), un episodio muy recordado y apreciado de la serie original. Al enterarse, los aficionados de línea dura pusieron el grito en el cielo, pensando que reemplazar a la distinguida y majestuosa matriarca vulcana por el previsible bombón escultural de turno era estirar demasiado la cuerda.
Aunque Jolene Blalock hizo un buen papel como la primera de su especie en vivir entre humanos, lo cierto es que tuvo severas diferencias públicas con los guionistas, y Brannon Braga, en particular respecto a la dirección que le daban a su personaje o las contradicciones en las que incurría de un episodio a otro, como cuando se establece que los vulcanos no tocan comida con las manos y más tarde la vemos comiendo palomitas en el cine.
El Jefe de Ingenieros de la Enterprise y mejor amigo de Archer es Charles “Trip” Tucker, interpretado por Connor Trinneer, un veterano de la televisión que, después de “Enterprise”, aparecería en varios episodios de “Stargate: Atlantis”. Junto a Archer y T´Pol, completa el triunvirato principal de personajes. Trip es el hombre sureño, directo, sincero y poco dotado para interactuar con otras especies. T´Pol, por el contrario, sabe cómo desenvolverse entre las diferentes culturas que pueblan la galaxia y en más de una ocasión desoír sus consejos lleva casi al desastre.
Anthony Montgomery fue escogido para dar vida al alférez Travis Mayweather (más adelante sería ascendido a sargento). Los responsables del reparto querían, además de un afroamericano que continuara con la tradición multirracial de la serie, alguien joven con el que pudiera empatizar la audiencia en torno a la adolescencia. Al mismo propósito obedece el personaje de la oficial de comunicaciones es la alférez Hoshi Sato, interpretada por la asiática Linda Park. Su función se limita, por desgracia, a ser la equivalente de Uhura en la serie original: abrir canales de comunicación. Pero también es una lingüista de talento casi sobrehumano, lo cual la hace, claro está, muy valiosa en un viaje de descubrimiento y primer contacto con otras especies. Por otra parte, tiene claustrofobia y tiene miedo a viajar por el espacio, dos vulnerabilidades rara vez vistas en Star Trek.
El experto en armamento y táctica es el teniente Malcolm Reed, interpretado por el actor británico Dominic Keating. Y, por supuesto, como obligado tripulante de raza alienígena (si excluimos a la vulcana) se encuentra el doctor Phlox, un denobulano que forma parte de un programa de intercambio de profesionales médicos entre especies.
Como la mayoría de las series de “Star Trek” –a excepción de “Espacio Profundo Nueve”- no se puso demasiado énfasis en presentar personajes recurrentes. La única excepción reseñable es la de Jeffrey Combs, que había encarnado al memorable Weyoun en “Espacio Profundo Nueve” y que aquí daba vida con su innegable talento al andoriano Shran. El versátil Combs, que ya se había convertido en multitud de alienígenas en las series anteriores, fue considerado para convertirse en personaje fijo en caso de que “Enterprise” se renovara para una quinta temporada (circunstancia que finalmente no se dio).
(Continúa en la siguiente entrada)
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