sábado, 8 de julio de 2023

2021- BARRENDEROS ESPACIALES – Jo Sung-Hee

 


 

Hay muchas películas de CF que se han atrevido a abordar cuestiones relacionadas con la desigualdad y la injusticia, insertándolas dentro del molde de la aventura o el thriller futuristas de gran presupuesto. Sin embargo, esos intentos suelen saldarse en fracasos, completos o parciales. Y ello no necesariamente por falta de ideas, talento o dinero. Sencillamente, son temas complejos que no son fáciles de desarrollar en un par de horas, menos aún si se encajan entre persecuciones, combates y efectos especiales. Todo suele acabar reduciéndose al mínimo común múltiplo, tópicos que el gran público pueda digerir sin pensar demasiado y sin incomodarse en exceso.

 

Todo esto es lo que pasa también con “Barrenderos Espaciales”, una superproducción coreana que intentó competir internacionalmente con los blockbusters norteamericanos de CF. A tal fin no sólo incorporó diálogos tanto en coreano como en inglés –así como otros idiomas-, reflejando la diversidad étnica y cultural de los expatriados espaciales, sino que contrató como villano al actor británico Richard Armitage, conocido sobre todo por haber encarnado a Thorin en los films de “El Hobbit”. La película está dirigida y coescrita por el director surcoreano Jo Sung-hee, que ya había transitado por el cine de género desde su primer film en 2010 (hasta donde yo se, su filmografía no ha tenido distribución en nuestro país), desde los thrillers de apocalipsis e historias de hombres lobos a investigaciones policiacas y asesinos en serie.

 

En el año 2092, la Tierra se encuentra terriblemente polucionada. La corporación UTS ha creado un hábitat orbital privado que ofrece unas condiciones de vida paradisiacas sólo para aquellos que pueden permitírselo, mientras que el resto, la mayoría, queda abandonada en una superficie planetaria cada vez más inhabitable.

 

Entre el cielo y el infierno, Tae-ho (Song Joon-ki) trabaja como basurero espacial a bordo de la nave Victoria, comandada por la capitana Jang (Kim Tae-n) y “remendada” continuamente por el ingeniero Tiger Park (Jin Seon-kyu) y el temperamental androide Bubs (Yoo Hae-jin). Este es uno de los muchos grupos autónomos que vuelan por la órbita entre estaciones espaciales recogiendo detritos peligrosos para naves y satélites y ganándose la vida vendiendo lo que aún pueda aprovecharse. Dada la cantidad de naves y estaciones espaciales que hay en ese futuro, el volumen de esa basura es muy importante, pero también lo es la competencia entre los basureros, que rivalizan agresivamente por hacerse con esos restos.

 

No hay demasiado amor entre estos tripulantes de la Victoria. Tampoco es su culpa. Todos ellos tienen sus propios sueños, preocupaciones, miedos y propósitos, cargados además de un pasado turbulento del que prefieren no hablar. Jang fue una ingeniera de mente privilegiada que renegó de la UTS; Park había sido un violento y buscado mafioso en la Tierra; y Tae-ho, un soldado de las crueles milicias privadas de la UTS que salvó de una nave de ilegales a una niña refugiada haciéndose cargo de ella, sólo para verla morir años después en un accidente de descompresión. Atormentado por la culpa (piensa que su muerte fue debido a que no le prestó la debida atención), su objetivo ahora es ganar el suficiente dinero como para pagar a una empresa especializada y localizar el cuerpo de la niña, que todavía está en algún lugar de la órbita.

 

Involuntariamente, los basureros de la Victoria acaban cobijando a una niña, Dorothy (Park Ye-rin), que aparece en todos los medios como buscada por ser un androide terrorista armado con un artefacto nuclear. Inicialmente, piensan entregarla al mejor postor, porque tanto el grupo terrorista de los Zorros Negros como el presidente de la UTS, James Sullivan (Richard Armitage) la están buscando desesperadamente por muy diferentes motivos. Este último, en concreto, se presenta a sus 150 años de edad (aunque no los aparente) como el salvador de la Humanidad y está preparándose para trasladar a “sus” ciudadanos a Marte, haciendo caso omiso de las acusaciones de esquilmar los recursos de la Tierra para terraformar ese otro planeta y convertirlo en un coto privado. Queda claro que se trae algo muy siniestro entre manos cuando afirma que el Hombre es una especie sucia, que necesita ser sometida a un cuidadoso proceso de selección y limpieza. En su mente, se ve a sí mismo como el autonombrado dios de una utopía, decidido a regalar a sus súbditos un nuevo comienzo… en sus propios términos, por supuesto. 

 

Ahora bien, los basureros no tardan en poner en duda la naturaleza robótica de la niña y descubrir que es el centro de una intriga de poder que puede cambiar por completo el destino de la especie humana. La tripulación de la Victoria se ve enfrentada a un dilema ético: entregar a la pequeña Dorothy y conseguir así dinero para solucionar sus propios problemas e incluso alcanzar sus sueños, o protegerla junto a sus últimos resquicios de decencia.

 

La primera y última media hora de “Barrenderos Espaciales” ofrecen algunas de las mejores escenas de acción en el espacio de los últimos tiempos. El problema es que, entremedias, hay otra hora y pico de película que no consigue decidir el camino que quiere seguir hasta que es casi demasiado tarde. Tras un arranque explosivo, la película echa el freno y ralentiza el ritmo para ir mostrando con calma su mundo del futuro. Aunque empieza como una historia admonitoria sobre los peligros de la basura espacial que la Humanidad ha empezado ya a diseminar por la órbita y que en unas décadas podría convertirse en una seria amenaza, el auténtico mensaje no gira alrededor de esa premisa.

 

Lo que el guion articula a lo largo de toda la extensa parte central de la película es un sorprendentemente lúgubre comentario económico-social expuesto mediante el contraste entre el aparentemente noble Sullivan y los codiciosos, individualistas basureros de la Victoria. La gran cuestión es: en una sociedad dividida entre ricos y desposeídos, ¿qué poder ejerce el dinero sobre las personas? ¿Por qué tendemos a culpar a gente pobre y desesperada por las decisiones que toman cuando en realidad no tienen opción alguna?

 

Sullivan, el villano, es quien mejor ejemplifica esa mentalidad. En dos ocasiones, obliga a un tercero a elegir una de dos opciones; y en ambas manipula la situación para “demostrar” que cuando esa persona elige el camino moralmente reprobable, demuestra ser esencialmente corrupto e irredimible. Es su forma de liberarse a sí mismo de culpa, de racionalizar la pésima situación en la que se encuentra la especie humana culpando a la mayoría de sus miembros y negándoles –porque a sus ojos no lo merecen- la ayuda. Tae-ho reflexiona también sobre estas cuestiones al comienzo de la película mientras carroñea con sus compañeros por entre los restos desechados de la sociedad aristocrática patrocinada por Sullivan, preguntándose si son “malos” porque son pobres. Sin embargo, cuando su pasado personal se desvela, queda claro que no es la miseria lo que hace mala a una persona; simplemente, le arrebata cualquier opción “honorable”. 

 

Hay una escena en particular que resulta muy inteligente y representativa de la forma en que mienten los apologetas del capitalismo darwiniano. Cuando Tae-ho va a reclamar su paga por la basura recolectada en la última salida, se siente esperanzado dado que el equipo hizo una buena captura. A los barrenderos espaciales se les paga por el volumen de basura recogida. A primera vista, el sistema parece el camino perfecto hacia la autonomía financiera, puede que incluso a la riqueza, dado que se cobra por resultados y no por horas trabajadas. Cuanto más trabajes, más rico te harás. De ti depende todo. Si no te enriqueces, la culpa es tuya. Pero resulta que las regulaciones injustas y los impuestos sitúan a la Victoria en una situación financiera todavia más delicada que antes.

 

En este sentido, la película es una crítica a las perversidades del sistema puramente capitalista, en el que unas cuantas corporaciones de inmenso tamaño y poder controlan los gobiernos y las leyes que éstos aprueban. Esa es la razón por la que la brecha entre los más ricos y los más desfavorecidos no hace sino crecer. Como los basureros espaciales de la película, la mayor parte de la población se mantiene en una banda intermedia de la que es muy dificil salir en dirección a los niveles superiores y en la que se encuentra condenada  a prestar servicio a quienes económica y socialmente se sitúan en la cima.

 

Se ha dicho por parte de algunos comentaristas que “Barrenderos Espaciales” no es más que un sucedáneo de otros blockbusters norteamericanos, como “Guardianes de la Galaxia”. Como apuntaré más adelante, es cierto que abundan los precedentes sobre los que se alza esta cinta coreana; y que el núcleo protagonista es un puñado de pícaros desahuciados de pasados turbios que se ven obligados a colaborar a bordo de una nave y que acaban convirtiéndose en héroes populares. Pero a diferencia de la película de Disney-Marvel, Jo Sung-hee sí se atreve a tocar temas de actualidad y hacerlo, además, adoptando un estilo de “realismo sucio”.

 

Aún más, en “Barrenderos Espaciales” podemos ver una película que culturalmente aspra a un mayor internacionalismo que las producciones de Hollywood. Que se presente un entorno en el que individuos de todas las culturas y nacionalidades se relacionan con normalidad (hablando sus respectivos idiomas, lo cual contrasta con el dominio incontestable del inglés en las ficciones norteamericanas) y se escoja a un villano de raza caucásica, posiblemente hizo sentirse incómodos a muchos comentaristas occidentales que se habían pasado décadas asumiendo con naturalidad cómo infinitas películas de factoría americana colocaban en ese rol a orientales.

 

El elemento que saca a la luz las auténticas virtudes y valores de la tripulación de la Victoria es Dorothy. Esta niña con inclinación a las flatulencias, de infinita paciencia con los desplantes que le hacen sus involuntarios cuidadores, inasequible a la tristeza, el mal humor o la desesperación, conquista el corazón de todos ellos, robot incluido. Es la irrupción de esta niña en sus vidas lo que agita sus conciencias y les devuelve a su pasado: cada uno de ellos trató en su día de escapar de o destruir al régimen que Sullivan ha creado y fueron castigados por su negativa a participar en él.

 

Dorothy es el catalizador de la revuelta contra Sullivan y el factor que saca a la luz los terroríficos planes del mismo, propios de un egomaniaco genocida. La tripulación de la Victory, antes hastiada de sí misma y del trabajo, cínica e individualista, se une poco a poco alrededor de la niña. Aunque todo este segmento tiene un ritmo más lento de lo que sería deseable, es también el más interesante en cuanto a su contenido humano y su cuestionamiento de la moralidad atribuida a los diferentes bandos en liza.

 

Pero en el tercer acto, tras introducir los giros en los que se revela la solución al misterio principal concerniente a Dorothy y su relación con Sullivan, el constructo moral edificado pieza a pieza durante la hora anterior se abandona en favor de una aventura de acción espacial directa y predecible en la que los personajes pierden parte del trabajo de caracterización realizado, especialmente cuando el guionista-director se empeña en “limpiarlos” desvelando hechos de sus respectivos pasados que suavizan la imagen que el espectador se había construido de ellos. Todo el clímax, con sus actos heroicos, sacrificios por amor y llamada a la solidaridad de todos los desposeídos frente a la injusticia, envuelto todo ello por tropos clásicos de la CF, transforman el film en un cuento poco sutil y casi de carácter familiar sobre la lucha entre el Bien y el Mal.

 

Por otra parte, aunque durante buena parte de su metraje “Barrenderos Espaciales” plantee dilemas éticos interesantes y cuestiones de gran calado, también es cierto que, como decía al principio, no es capaz de escapar de los lugares comunes y los desarrollos predecibles. Muchos de los elementos de la historia resultarán más que familiares para cualquier aficionado a la CF. El anime “Planetes” (2003-2004) ya ofrecía un escenario de grandes corporaciones operando desde estaciones orbitales y grupos de basureros espaciales retratados como la clase más baja de la nueva sociedad extra-terrestre. En un tono cómico, también la serie “Quark, La Escoba Espacial” (1977-78) estaba protagonizada por un equipo de barrenderos espaciales. La separación entre los ricos que viven en paraísos orbitales y los pobres que agonizan en una Tierra depauperada se había podido ver en, por ejemplo, “Alita” (tanto el anime televisivo de 1993 como la superproducción en imagen “real” de 2019) o “Elysium” (2013). La tripulación de individuos cínicos que se quejan constantemente de su paga y condiciones de trabajo, recuerda a “Alien” (1979) o “Space Truckers” (1996).

 

Si el escenario de fondo es poco original, tampoco la trama puede presumir de imaginativa. De hecho, resulta muy predecible desde el momento en que aparece la niña, aun cuando esta haga un papel sorprendentemente bueno para su edad. Ahí están todos los clichés: el hombre frío y espiritualmente roto; el fuerte de corazón blando; la mujer carismática que los mantiene a todos unidos; y la niña que conquista el corazón de quienes la conocen. Todo ello se ha visto en muchas otras películas antes y no exclusivamente de CF. Más interesante que las personalidades individuales de los protagonistas es la interacción entre ellos y cómo evoluciona a raíz de los desafíos que deben enfrentar. La parte más innecesaria y absurda es la de convertir a Sullivan en un villano tópico hasta la náusea y, para colmo e inexplicablemente, mutante, que abandona sus maledicencias de despacho para lanzarse de lleno a la acción física en la secuencia del clímax.

 

Aunque no sea el ejemplo más sobresaliente de robot temperamental en la CF, quizá el personaje más divertido del reparto principal sea Bubs. Y es que aunque se le representa como un robot “varón”, con voz de hombre y proporciones corporales propias del género masculino, se nos dice que en realidad está ahorrando para pagarse un cuerpo femenino. Algo que la pequeña Dorothy entiende instintivamente, llamándola desde el principio “señora” sin que nadie la haya informado del particular y ganándose así el cariño de Bubs. Más que una representación trans, es una alegoría (no hay personajes transgéneros en el reparto, un paso que quizá el guionista consideró demasiado arriesgado pero que ya dio, a su cómica manera, la mencionada serie “Quark, la Escoba Espacial”, en los años 70), pero en cuanto a tal, el arco de Bubs funciona bien. Durante el acto final lleva un sueter rosa y practica con el maquillaje humano –con torpes resultados- en la cara de Dorothy. Pero, sobre todo, nadie le/la trata con condescendencia, lástima o distancia por ser quién es.

 

Con los problemas apuntados, hay que admitir que “Barrenderos Espaciales” es también una película muy disfrutable, una aventura espacial dinámica y emocionante, dirigida con brío y apoyada en unos efectos visuales de gran calidad que no tienen nada que envidiar a los producidos en Hollywood. Las naves, tanto por fuera como por dentro, y las escenas en las que éstas evolucionan por el vacío así como las distintas estaciones espaciales en las que se localiza la acción, tienen un considerable grado de detalle. El climax en particular, es un abrumador despliegue de acción, velocidad y violencia, con momentos tan intensos como ese en el que Jang, a proa de la Victoria, trata desesperadamente de destruir con su arma un enjambre de misiles mientras Bubs, agarrado a un largo cable, va de una nave enemiga a otra atravesándolas con una javalina, “terminando” con la suicida maniobra de Tae-ho, zambullendo a la Victoria a toda velocidad en la atmósfera terrestre. Unas escenas, en fin, con más carácter y originalidad que todas las que ha ofrecido la saga “Star Wars” en sus últimas películas. 

 

Siendo una película muy larga (roza las dos horas y cuarto) y que dedica tanto tiempo a retratar con toda meticulosidad la suciedad y desesperanza que rodea a los personajes, el brusco giro hacia la aventura espacial ligera y temáticamente superficial hace que parezcan dos films muy diferentes o, al menos, dos miniseries distintas ambientadas en el mismo futuro. En lugar de decidirse por un tono u otro, Jo Sung-Hee intenta venderle ambos al espectador sin importar el excesivo metraje que ello va a conllevar.

 

“Barrenderos espaciales” es una película que amerita un visionado para cualquiera al que le guste el cine de CF más mainstream. No es particularmente original ni sabe escapar de los clichés, pero técnicamente es muy impresionante, ofrece dosis de humor, crueldad y dulzura, un subtexto moral digno de reflexión y un final esperanzador. Pero también transmite la sensación de ser un film que podría haber llegado mucho más lejos de no pecar de ambicioso empeñándose en encajar dos películas distintas en una sola.

 


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