En 1976, cuando Marvel Comics llegó a un acuerdo para publicar la adaptación al comic del próximo estreno cinematográfico de “Star Wars”, George Lucas incluyó en el trato dos exigencias. La primera, que para maximizar el impacto publicitario, los dos primeros episodios de la nueva colección debían estar disponibles en los puntos de venta antes de de la fecha de estreno. Y, segundo, el artista encargado de dibujar el comic debía ser Howard Chaykin.
Deseo concedido. Chaykin dibujó los números 1 al 6 de la colección, en los que se adaptaba la película, y luego continuó hasta el 10, colaborando en los guiones de tres de ellos. Fueron los primeros comics en explorar el “Universo Expandido” de la franquicia y a no mucho tardar y gracias al éxito de la película, “Star Wars”, el comic, se convirtió, con más de un millón de ejemplares vendidos, en el título triunfal de la industria, superando en cuatro veces al siguiente de la lista, “Amazing Spider-Man”.
¿Y por qué esta petición tan específica por parte de Lucas? Pues porque le había gustado mucho un oscuro personaje de corta vida creado por Chaykin unos años antes, el cual el cineasta pensaba que representaba perfectamente el espíritu que él quería llevar a la pantalla grande: IronWolf.
IronWolf fue la primera creación de Howard Chaykin, cuando todavía era un recién llegado a la industria del comic-book y, aunque aún no era consciente de ello, miembro de una nueva generación destinada a transformarla por completo. Ser un profesional del comic era lo que más ambicionaba desde la adolescencia y su talento y empeño fueron tales que, efectivamente, acabó siendo uno de los autores más personales y reconocidos del medio.
Puede que en ese ese punto de su incipiente carrera, su currículo sólo contuviera periodos de aprendizaje con algunos grandes (Gil Kane, Neal Adams y Gray Morrow) y un puñado de comic-books de segunda fila para DC; y que sus habilidades como dibujante todavía estuvieran por pulir; pero aprendía rápido los trucos del oficio de narrar con imágenes y cada uno de sus trabajos era superior al anterior. De hecho, algunos de sus también jóvenes compañeros creativos supieron ver en él desde el principio un gran potencial y profesionalismo, como Denny O´Neil, quien se dio cuenta enseguida que Chaykin no sólo tenía una especial aptitud para el género fantástico sino que el comic no era para él una estación de tránsito hacia otros estratos del arte gráfico sino una profesión a la que quería dedicarse a tiempo completo y a largo plazo.
Chaykin había trabajado con Denny O´Neil en la colección “Sword of Sorcery”, un título de Fantasía de DC surgido a la sombra del éxito que a comienzos de la década estaba cosechando Marvel con “Conan el Bárbaro”, el personaje creado para la literatura por Robert E.Howard. Denny O´Neil se fijó en la excelente labor de adaptación que estaba llevando a cabo Roy Thomas con el bárbaro cimerio y convenció a Carmine Infantino, el editor jefe de DC, para que adquiriera los derechos de otros dos héroes de espada y brujería muy diferentes, estos creados también para el mundo del pulp por Fritz Leiber: Fafhrd y el Ratonero Gris, un gigantón bárbaro del norte y su escurridizo camarada cetrino, que robaban, peleaban, viajaban y vendían sus servicios por todo lo ancho y largo del mundo de Newhon.
Se pretendió inicialmente que el propio Leiber colaborara en la adaptación al comic pero no estaba disponible y fue Denny O´Neil quien finalmente se encargó de escribir los guiones, algunos de ellos historias originales no extraídas de los cuentos y novelas de la pareja de pícaros. El proyecto interesó a Chaykin desde el principio, dado que desde su infancia había sido un amante de la literatura pulp, así que se ofreció a dibujarlo. Se había seleccionado previamente ya otro artista por lo que O´Neil les pidió a ambos que realizaran unas muestras. Chaykin se esforzó más y ganó la competición. “Sword and Sorcery” nº 1 apareció con fecha de portada de febrero-marzo de 1973.
Por desgracia, su inexperiencia se cobró su precio y enseguida se vio en dificultades para entregar el trabajo en las fechas previstas. Su mentor Neal Adams y sus socios de la editorial Continuity acudieron al rescate completando y entintando sus páginas bajo el seudónimo colectivo “The Crusty Bunkers”. Con todo, la colección nunca llegó a cuajar y fue cancelada en su número 5 (nov-dic 1973), justo el mismo mes en el que otro personaje, este creado enteramente por Chaykin y bautizado Ironwolf, hacía su debut en “Weird Worlds” nº 8.
En 1972, DC Comics adquirió los derechos de Tarzán, al que concedió su propia colección (aunque asumiendo la numeración de las que previamente habían publicado Dell y Gold Key, empezándola por el nº 207). Dado que la negociación con los propietarios de los derechos, ERB Inc, había incluido también a otros personajes creados por Edgar Rice Burroughs, como Pellucidar, Carson de Venus, Korak, David Innes o John Carter de Marte, se lanzó una nueva colección para publicar sus aventuras. Su título fue “Weird Worlds”.
Ahora bien, los acuerdos para adquirir este tipo de licencias no eran a menudo tan rentables como las editoriales habían proyectado inicialmente dado que la parte del león de los beneficios iba a los propietarios de las mismas. Tarzán se vendió lo suficiente bien como para mantener viva su propia serie regular pero los otros personajes no atrajeron al público necesario y DC optó por renegociar a la baja el trato desechando aquéllos. La marcha de Pellucidar y John Carter creó un vacío en la colección de “Weird Worlds” que era necesario cubrir con nuevo material. Y ahí es donde entra IronWolf.
Este nuevo personaje encajaba bien tanto en el espíritu de la colección, que se había centrado en la ciencia ficción de Burroughs, como en el de otros autores contemporáneos que venían revolucionando el género con planteamientos más atrevidos, como Michael Moorcock. Se trataba de una space opera de manual (aventuras en el espacio, imperios galácticos, rebeldes y piratas, intrigas cortesanas, corrupción y dramas shakespearianos) que supo elevar el nivel de la CF en viñetas que se estilaba en la industria norteamericana en ese momento.
IronWolf es un príncipe de Illium, un planeta de un futuro muy lejano en el que crecen árboles de madera antigravitatoria, el componente clave en la construcción de naves espaciales. Pero la emperatriz Erika Klein-Hernandez cree que el servicio que presta IronWolf al Imperio Galaktika incluye poner a su servicio todos los recursos de su mundo y le ordena a su súbdito compartir la milagrosa madera con unos alienígenas “bárbaros” para atraerlos a su bando en la guerra que está por venir. Sin embargo, IronWolf cree que ello sólo colocará al Imperio en un peligro todavía mayor ante un posible ataque de los bárbaros. La emperatriz trata de ganarse la cooperación del noble pero ni el amor ni el dinero lo convencen, así que recurre a medios menos pacíficos.
Este es básicamente todo el trasfondo astropolítico que nos ofrece el serial. No se revela quién es el enemigo de esa inminente guerra que tanto preocupa a la emperatriz y, de hecho, ya no se vuelve a mencionar tras este episodio. Lo mismo ocurre con los “bárbaros”, que desaparecen por completo del serial en los números restantes.
La impresión que transmite esta primera entrega es la de haber sido concebida como historia de complemento para alguna otra antología, porque tiene una estructura de secuencias de siete planchas que impulsa la acción a toda velocidad. En la página 2, IronWolf ya ha abofeteado a la Emperatriz por tratar de seducirle con el fin de conseguir la madera antigravitatoria; en la página 4, la actriz de un grupo de mimos que está actuando en el palacio salva la vida de IronWolf y huye con él; en la 7, la tripulación del protagonista se reúne en torno a él convertidos ya en forajidos, derribando cazas imperiales; en la 8, el Jocoso Libertino ya está plenamente inmerso en actividades de piratería, atacando la flota de guerra imperial y sus naves de suministros; en la 13, el hermano de IronWolf, Tyrone, resulta ser un traidor que entrega los árboles a los vampiros que componen la Legión Sangre, un cuerpo de élite leal a la Emperatriz (se sugiere un origen científico para estos seres, aunque tienen los mismos poderes y limitaciones que los vampiros tradicionales); en la 19, IronWolf salva la vida de una revolucionaria que lucha por el derrocamiento del corrupto imperio y la instauración de la democracia y que responde al improbable nombre de Shebaba O´Neal; en la 20, decide pasar de forajido a revolucionario y se une a las filas de los rebeldes. El ritmo es, por tanto, rapidísimo, incluso atropellado. En manos de otro guionista todo lo aquí narrado habría dado para al menos tres números (los siguientes dos episodios, no obstante, ralentizan un tanto la acción).
El personaje que Chaykin nos presenta en este número (y en el que se encarga de escribir el argumento y dibujar mientras que Denny O´Neil firma el guión definitivo) está cortado por el patrón de los héroes espaciales que menudearon por la space ópera de la literatura pulp desde los años 30 a los 50. Los hombres son varoniles, las mujeres atractivas y la historia rebosa acción y melodrama. Como no mucho después haría George Lucas en “Star Wars”, Chaykin y O´Neil sugieren un futuro complejo y gastado, pero sin aportar textos expositivos o un trasfondo detallado. Como era habitual entonces, O´Neil utiliza una prosa pomposa propia del pulp: “Sí, ellos (los hombres de IronWolf) están por todas partes… y siempre liderados por un hombre con un semblante adusto, coraje ilimitado e increíble fuerza: ¡Lord IronWolf!”
Aunque lo que aquí nos ofrecen Chaykin y O´Neil es una lectura rápida y entretenida, se echa de menos algo menos de velocidad y algo más de caracterización. ¿Qué tipo de personaje decide traicionar su juramento de fidelidad al Imperio en tan solo una página? La actriz que ayuda a IronWolf a escapar del palacio imperial ni siquiera recibe un nombre hasta el segundo episodio. Esta urgencia por correr hacia delante tiene también efectos negativos sobre la claridad narrativa. Por ejemplo, cuando un asesino ataca a IronWolf en una taberna de un planeta fronterizo, el lector sólo sabe de esa localización gracias al cuadro de texto de O´Neil: en una secuencia de cinco viñetas, sólo una cuenta con un fondo que permite situar la acción. Aún así, Chaykin ya da muestras de ser un gran narrador capaz de guiar el ojo del lector a través de una página atiborrada de figuras y detalles.
Ya por entonces, los comic books solían incluir una página de correo de los lectores, pero dado que los personajes de Burroughs habían abandonado “Weird Worlds”, no parecía oportuno publicar cartas haciendo referencia a ellos; y, naturalmente, no se habían recibido todavía misivas referidas al nuevo héroe espacial. Así que se pidió al editor del título, Denny O´Neil, que en lugar de esa sección escribiera una página de texto. Se suele citar a O´Neil como pionero del comic adulto gracias a la huella que dejaron sus colaboraciones con el dibujante Neal Adams en “GreenLantern-Green Arrow” y “Batman” a comienzos de los 70, así que resulta apropiado que en ese escrito mencionara que cuando Chaykin, Carmine Infantino y él mismo se encontraban planificando IronWolf, esperaban que, a pesar de todo su componente fantástico, ofreciera una lectura con mensaje.
“Desde hace unas semanas, nos hemos ido enterando de que hombres en los que confiábamos, hombres en los que creíamos, nos han traicionado. Hay un omnipresente aroma a corrupción emanando de lugares que la mayoría de los norteamericanos jamás hubieran sospechado”, escribió O´Neil. “Hemos perdido, quizá para siempre, una porción de la fe con la que vivíamos”. Conforme iba desarrollándose el escándalo Watergate incubado por la administración del presidente Richard Nixon, quedó claro que IronWolf se encontraba en una situación similar. “Considérese la ironía”, continuaba O´Neil, “un trio de autores de comics tratando de hacer una historia totalmente imaginativa, se encuentran, en cambio, creando una parábola. Un cuento moralizante. Una obra relevante”.
El segundo y tercer capítulo tienen una narrativa más pausada. Cada uno de ellos cuenta una historia de catorce páginas en las que suceden menos cosas que en las siete planchas del primero. En el caso del segundo episodio, ese cambio funciona: IronWolf y Missy (la actriz por fin no anónima), aún a la fuga, regresan a la Tierra para infiltrarse en la corte de la Emperatriz haciéndose pasar por actores de un grupo que va a representar la obra de Hamlet. Naturalmente, el plan no funciona o de lo contrario la serie acabaría aquí. La treta es fácilmente descubierta por la Emperatriz; Missy, a la que IronWolf había cogido un cariño especial, muere, lo que le lleva a enfrentarse al vampiro Lord Omikel, de la Legión Sangre, un duelo del que sólo escapa vivo gracias a Shebaba. Se trata de una historia entretenida que sigue los parámetros de los relatos de capa y espada de, por ejemplo, Rafael Sabatini. Eso sí, la muerte de Missy se antoja demasiado repentina y cruel y se echa también de menos que, aparte de Shebaba, alguien a bordo del Jocoso Libertino tuviera nombre y personalidad.
Aquel número incluyó también la primera de las dos historias de complemento que completarían el corto recorrido de IronWolf en DC, “Tales from the House of IronWolf”, que retrocedía en el tiempo un par de milenios para narrarnos un episodio de los antepasados del actual aventurero y en cuyos créditos figuraban como guionistas Howard Chaykin (aunque su participación debió ser mínima) y John Warner y como dibujante Vicente Alcázar. En una era en la que la tecnología y la civilización habían experimentado tal retroceso que el viaje interplanetario se había olvidado, los hermanos Patrick Obrian Keats y Burton Scott Keats, señores del Bosque, compiten por los afectos de Lady Vanessa Dubiel Shelly. En un cuadro de texto se nos dice que “dos mil años después, sus descendientes serán enemigos jurados: IronWolf y la Emperatriz Erika”. Son historias mejor dibujadas que escritas, aunque de lectura amena, y que se centran en la atmósfera más que en la acción. Tampoco podían hacer más disponiendo los autores tan sólo de seis páginas por número.
Y de nuevo, como este comic se realizó antes de que el anterior hubiera siquiera llegado a los puntos de venta, se sustituyó la sección de cartas de los lectores por un texto de O´Neil, que en esta ocasión explicaba: “La idea es que cualquier interesado en Lord IronWolf debería también estarlo en sus ancestros y los acontecimientos que llevaron a su lucha mortal contra la Emperatriz y su detestable secuaz Omikel”.
(Finaliza en la siguiente entrega)
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