miércoles, 8 de febrero de 2023

1995- STAR TREK: VOYAGER (10)

 


(Viene de la entrada anterior)

 

Durante la quinta temporada de “Voyager”, su hermana de franquicia, “Espacio Profundo Nueve”, llegó al final de su andadura. Paramount decidió no lanzar otra serie de Star Trek para llenar ese vacío en su programación, lo que lanzó una clara señal de que las cosas no iban bien. Cuando “La Nueva Generación” terminó a mediados de los 90, una eufórica Paramount se había comprometido a tener en parrilla otras dos series de la franquicia al mismo tiempo y menos de un año después impulsó al reparto y equipo técnico de aquélla a la gran pantalla con “Star Trek: Generaciones”.

 

Por el contrario, el silencio que siguió al final de “Espacio Profundo Nueve” fue muy elocuente. Tras la decepción de crítica y público que supuso la película “Star Trek: Insurrección” (1998), se necesitarían cuatro años antes de que el reparto de la “Nueva Generación” volviera a la carga en “Némesis” (2002). Al mismo tiempo, preocupaban las decrecientes cifras de audiencia y la aceptación de la franquicia tanto entre la comunidad de aficionados como entre el público generalista. Ya existían planes para la serie que un día se convertiría en “Star Trek: Enterprise”, pero se decidió no lanzarla antes de que “Voyager” llegara al final de su andadura. El resultado fue que “Voyager” nunca antes había estado tan sola como en su sexto año en antena.

 

Un sexto año, por otra parte, bastante tumultuoso. La temporada comenzó con buenos augurios gracias a la llegada de Ronald D.Moore desde “Espacio Profundo Nueve”. Moore había sido uno de los mejores guionistas que habían pasado por la franquicia en toda su historia, un profesional de ideas ambiciosas e innovadoras que contribuyeron decisivamente al éxito arrollador de “La Nueva Generación”, firmando algunos de sus episodios más seminales. Había sido también uno de los principales colaboradores de otro guionista fundamental de Star Trek, Brannon Braga, que se unió al equipo de escritores menos de un año después de Moore. Juntos harían algunos de los capítulos más recordados, como el que puso el punto final a la serie, “Todas las Cosas Buenas” así como el guion de “Star Trek: Primer Contacto” (1996).

 

Sin embargo, cuando “La Nueva Generación” llegó a su final, ambos guionistas se separaron, un movimiento lógico para el estudio: cada uno de sus jóvenes talentos debía apoyar una serie distinta. Y así, en “Espacio Profundo Nueve”, Moore trabajó con Ira Steven Behr, quien le había influido mucho durante su etapa de aprendizaje en “La Nueva Generación”. “Espacio Profundo Nueve” le permitió a Moore crecer y evolucionar como guionista, explorando los límites y expectativas de la franquicia en algunos episodios clásicos como “Casa de Quark”, “La Suerte está Echada”, “Nuestro Hombre Bashir”, “El Doctor Bashir, ¿supongo?”, “Soldados del Imperio”, “Rocas y Arena”, “Tendencia”, “Viviendo con Ello”, “Una Vez Más en la Brecha”, “Es Sólo una Luna de Papel” o “Mirando Hacia el Viento”.

 

Brannon Braga, por su parte, fue destinado a “Voyager”, donde se estableció como uno de los más sólidos y fiables guionistas de la serie. Incluso cuando ésta luchaba por encontrar su camino, Braga supo dar con ideas intrigantes que mantenían el interés de los aficionados. Como en el caso de Moore en “EPN”, los intereses y estilo de Braga definieron la serie, en especial orientándola hacia cierta sensibilidad blockbuster con capítulos dobles como “El Fin del Futuro”, “Escorpión”, “El Año Infernal” o “El Juego Asesino”.

 

Aunque Moore siempre ejerció una gran influencia en “EPN”, nunca llegó a alcanzar el peso que sí logró Braga en “Voyager”. Mientras que “EPN” mantuvo su dirección gracias a la firmeza y claridad de miras de Ira Steven Behr tras asumir el puesto de productor cuando Michael Piller se marchó a “Voyager”, esta última fue dando bandazos creativos durante sus primeras temporadas. Jeri Taylor y Michael Piller forcejearon por imponer sus respectivos criterios durante los dos primeros años, al término de los cuales Piller fue despedido ante la amenaza de buena parte del equipo de marcharse si él no lo hacía. Taylor, por su parte, se apartó al final de la cuarta temporada para dejar paso a Brannon Braga.

 

La llegada de Ronald Moore debería, por tanto, haber sido algo digno de celebrar: la reunión de un apreciado guionista de la franquicia con uno de sus viejos amigos y más eficaces colaboradores. Sin embargo, las cosas se torcieron casi inmediatamente. Moore se enfrentó con sus nuevos colegas por cuenta del guion de “Equinoccio Parte II”, el episodio de apertura de la temporada. A decir de Braga, Moore quería eliminar el “botón de reinicio” e introducir continuidad. Por ejemplo, si en un episodio la nave acababa dañada, en el siguiente los desperfectos deberían seguir siendo visibles y causar problemas a bordo. Pero el estudio no quería ni oír hablar de ello porque la serie se vendía bien en el mercado sindicado, siempre más receptivo a programas con episodios autonómos disfrutables por un público esporádico. De hecho, no sería hasta la tercera temporada de “Enterprise” que el estudio accedió a la narración serializada y ello sólo porque la serie necesitaba un revulsivo.

 

Las razones de Moore para entrar en el equipo de “Voyager” eran varias pero ninguna con auténtico peso: se lo había pedido su amigo Brannon, ganaba mucho dinero, amaba Star Trek y se sentía cómodo en una franquicia en la que llevaba inmerso diez años además de haber sido su primer trabajo profesional como guionista. Pero cuando se incorporó a “Voyager”, lo hizo queriendo solucionar los problemas que él detectaba con nitidez y ello le llevó a chocar con Brannon, que estaba sometido a una gran presión, tanto por Rick Berman y el estudio como por su propio y obsesivo método de trabajo. Brannon, además, tenía miedo de que Moore acabara por ocupar su puesto de “showrunner” –un juego al que, a decir del también guionista Bryan Fuller, les empujó Berman, queriendo fomentar la competencia pero en realidad avivando los celos e inseguridades de ambos-.

 

El Brannon Braga que se encontró Moore al llegar a “Voyager” no fue el mismo colega algo más inexperto y sumiso que había conocido en “La Nueva Generación”. Moore opinaba que Braga había acabado sometiéndose a la visión conservadora de Berman y abandonado cualquier espíritu de lucha por cambiar y mejorar el programa. Seguía teniendo ese toque tan personal suyo a la hora de imaginar y reformular conceptos propios de la CF, pero el trabajo de caracterización dejaba mucho que desear. Moore le sugirió muchas ideas que más adelante acabarían en “Battlestar Galactica”, pero ninguna fue aceptada. Por ejemplo, propuso que el Voyager se encontrara con una flota alienígena y se uniera a ella como protector. Era el mismo concepto de la “Battlestar Galáctica” original, pero sobre ello imaginó un desarrollo más complejo en el que los civiles a bordo del resto de naves no querían que Janeway estuviera siempre al mando.

 

En relación con esto, propuso también cambiar la cultura interna de la nave. Al fin y al cabo, sus tripulantes estaban inmersos en un viaje previsiblemente larguísimo. ¿Por qué, en un momento u otro, no sometían a votación el liderazgo? ¿Iba a ser Janeway la capitana hasta que muriera de vieja? ¿No deberían pensar a largo plazo teniendo en cuenta que no llegarían a su destino hasta pasados ochenta años? ¿Qué ocurriría si empezaran a descuidar su higiénico aspecto, a decidir que los viernes no vestirán de uniforme? ¿Y un cambio de decoración de los camarotes y pasillos? Después de todo, la Voyager llevaba camino de convertirse en una nave generacional…

 

Pero Braga no estaba en absoluto receptivo a estas ideas rompedoras pero coherentes con la premisa de la serie. Opinaba que no eran propias de Star Trek, que no era lo que el público quería ver. Moore seguía insistiendo, tratando de hacerles ver que “Voyager” distaba de ser una buena serie, que era necesario efectuar cambios. La consecuencia fue que Moore se encontró de pronto excluido de las reuniones del staff de guionistas, un rechazo del que Braga declararía tiempo después sentirse arrepentido, reconociendo que debería haber apoyado más a su compañero.

 

La situación explotó cuando Moore, a las pocas semanas, se enteró de que los guionistas se reunían sin avisarle para desarrollar los argumentos y que se les habían dado instrucciones de mantenerlo al margen. Inmediatamente, entró en el despacho de Berman presentó su dimisión. Su renuncia puso punto y final a su larga y fructífera relación con la franquicia, a la que había amado desde su infancia. Fue una noticia que cayó como un jarro de agua fría incluso antes de que Moore empezara a hablar en entrevistas acerca del tóxico ambiente laboral que había sufrido. No le costó encontrar trabajo y a no mucho tardar crearía otra serie seminal del género: el revival de “Battlestar Galáctica” (2004), donde pudo dar forma a la visión que había concebido originalmente para “Voyager”.

 

La marcha de Moore hirió gravemente a la serie, hasta el punto de que los productores se vieron obligados a volver a contratar a Kenneth Biller, que había sido muy crítico con el conservadurismo del productor Rick Berman, en un intento de contener el caos y recuperar el gran retraso acumulado. Biller se había marchado al final de la quinta temporada decepcionado por no haber sido él la primera opción del estudio para el puesto que vino a ocupar Ronald Moore. No lo tuvo fácil para encontrar otro trabajo y no se lo pensó mucho para regresar cuando le propusieron un ascenso a productor ejecutivo y le prometieron el puesto de Braga para la séptima temporada.

 

Su primera aportación a este sexto año sería el quinto capítulo, “Alice”, directamente inspirado en el “Christine” (1983) de John Carpenter. Entretanto, Brannon Braga reconoció que se sentía vacío de ideas y encorsetado por los clichés de la franquicia, un cansancio que se reflejó en lo que deberían haber sido grandes momentos de la temporada, como “El Diente del Dragón” o “Furia”. Su energía creativa volvería a florecer en “Enterprise”, pero en este punto había perdido ya interés por continuar en “Voyager”.

 

La sexta temporada, no obstante, contó con un puñado de buenos episodios. “Pensador, tenor, doctor y espía” es una divertida variación de “La Vida Secreta de Walter Mitty” (1947) que se centraba en las fantasías del Doctor. “Juego de Niños” es una inesperadamente aguda crítica a la narrativa propia de “Voyager” y su perfil conservador. “El Monumento” es un bienvenido complemento a otros episodios anteriores relacionados con el Holocausto, como “Recuerda” o “Testigo Viviente”, introduciendo temas habituales de la serie como la Historia y el Recuerdo.

 

Pero en su mayoría, los episodios que componen esta sexta temporada son genéricos, predecibles e incluso sosos. Por ejemplo, “Acertijos”, una historia de fondo de armario en la que el ataque de un alienígena despoja a Tuvok de sus barreras emocionales. En “El Virtuoso”, el Doctor es acogido por una cultura que desconoce la música y queda hechizada por su canto operístico. “El Buen Pastor” cuenta cómo Janeway decide tutelar personalmente a un grupo de problemáticos y alienados miembros de la tripulación. Ninguno de estos episodios tuvo consecuencias a largo plazo sobre la serie, contentándose con ofrecer una historia autoconclusiva de cuarenta minutos sin auténtica introspección ni ambiciones temáticas o conceptuales.

 

Esta sexta temporada tiene también un sabor oscuro, incluso fúnebre, impregnando todo su recorrido. “La Barcaza de los Muertos” lleva a B´Elanna Torres al infierno klingon. “El Diente del Dragón” transcurre entre las ruinas de una resurrecta sociedad alienígena. “Un Pequeño Paso” cuenta cómo la tripulación descubre una reliquia perdida flotando en el vacío y que resulta ser la tumba de un antiguo astronauta humano. En “El Monumento”, los protagonistas se ven bombardeados mentalmente por visiones de una masacre brutal. “El Colectivo” tiene como premisa un Cubo Borg muerto. “De cenizas a cenizas” presenta a unos alienígenas que se reproducen utilizando cadáveres que encuentran en el vacío espacial. En “Furia”, una recuperada Kes ha de enfrentarse a su mortalidad. Y Lewis Zimmerman, creador del holograma médico, contrae una enfermedad terminal en “Enlace Vital”.

 

Como vemos, existe una especie de obsesión mórbida por la mortalidad y la pérdida. Una y otra vez, encontramos en esta temporada historias que reflexionan sobre el precio que se cobra el paso del tiempo, a veces escenificado tan dramáticamente como en “En un Abrir y Cerrar de Ojos”, en el que la Voyager contempla, en tan solo unas horas, la evolución de siglos de toda una civilización. La entropía y la decadencia son conceptos relevantes en este conjunto de capítulos, enfatizando repetidamente cómo la Voyager parece existir fuera del flujo temporal.

 

La cultura planetaria presentada en “En Un Abrir y Cerrar de Ojos” está sujeta a los caprichos del Tiempo, la mayoría de los personajes de ese episodio mueren antes de los créditos finales; y la vida de uno de los principales, Gotana-Retz, transcurre por entero fuera de plano. “Furia” muestra cómo el Tiempo ha alcanzado y hecho mella en Kes una vez decidió abandonar el Voyager en el episodio “El Obsequio”, en la cuarta temporada. Como el Tiempo no parece transcurrir para los tripulantes de la nave titular, sus tripulantes se ahorran los sufrimientos experimentados por algunos de los seres que se encuentran en su camino. Es como si la Voyager se encontrara congelada en un perpetuo presente. Cuando Barclay modela holográficamente a la tripulación en “El Explorador”, dos años después de que la Flota Estelar contactara con ellos brevemente en “Mensaje en la Botella” y cinco después de que desapareciera del Cuadrante Alfa, sus imágenes son muy similares a los personajes de carne y hueso que los espectadores veían cada semana en sus televisores. El Tiempo, en cambio, sí ha tenido efecto sobre Barclay, que ya no sirve a bordo de la Enterprise y que tiene que luchar contra una adicción persistente. Janeway y los suyos, por el contrario, parecen haber quedado olvidados por el flujo temporal. 

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 


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