(Viene de la entrada anterior)
Las primeras páginas, que describen las rutinas a bordo de la Ringmaster, sorprenden por la cantidad de espacio y detalle que se dedica a describir la vida sexual de la tripulación. También hay cambios de pareja y, con excepción de dos mellizas clónicas, Abril y Agosto, que mantienen una hermética relación incestuosa, todas las mujeres han mantenido relaciones sexuales con todos los hombres de abordo; hay lesbianismo aunque no sexo homosexual entre varones (después de todo, esto es una visión heterosexual de la liberación sexual). La mayoría del sexo es consensuado (siempre que consideremos como tal el motivado por un desórden postraumático) y el único violador que aparece es reducido por sus víctimas y catárticamente expulsado de la trama. Aunque ésta podría haber prescindido sin problemas de este momento particularmente desasosegante, al menos está relacionado con uno de los grandes temas de la novela: el consentimiento y la libertad.
Lo fácil sería explicar la importante presencia del sexo a lo largo de la narración como proyección de una fantasía del propio autor, pero en mi opinión no es algo tan burdo. Probablemente, este énfasis en lo carnal pueda interpretarse como parte del viento de liberación sexual que venía soplando en las sociedades occidentales desde hacía diez años –y que en los 80 experimentaría un frenazo con la eclosión del sida-. Al fin y al cabo, Varley, que había empezado a estudiar Física y luego Lengua Inglesa, abandonó la universidad a los 20 años para establecerse en el barrio de Haight-Ashbury de San Francisco justo en el momento en el que el movimiento hippy llegaba a su paroxismo, en el “Verano del Amor” de 1967. “Titán” se escribió diez años después, cuando el sexo explícito en la ciencia ficción era más arriesgado de lo que lo es hoy en día y probablemente Varley esperaba reflejar así con mayor realismo la forma en que la gente reacciona bajo estrés.
Por otra parte, aunque el propio Varley no hubiera admitido la fuerte influencia que sobre su trabajo tuvo la CF y la visión del mundo de Robert A.Heinlein, ésta se hubiera manifestado en algunas de sus creaciones, como los Heinleiners, un grupo de libertarios que aparecían en “Playa de Acero” (1992) y “El Globo de Oro” (1998). Sin duda, la desprejuiciada libertad sexual que se describía en “Forastero en Tierra Extraña” (1961), de Heinlein, dejó en él una huella que trató de replicar en obras como “Y Mañana Serán Clones” (1977) o la que ahora nos ocupa.
Pero es que, además, la importancia del sexo también tiene sentido en el propio contexto de la novela. La tripulación de la Ringmaster está embarcada en una expedición muy larga en distancia y tiempo y es natural que sus miembros no se comprometan con la abstinencia sino que busquen la cercanía física de otros, realizando las permutaciones necesarias hasta dar con quien mayor estabilidad aporte a cada cual. Por otra parte, las relaciones que se establecen a bordo tienen también un sentido dramático dado que de ellas derivarán consecuencias en los conflictos interpersonales que surgen en el interior de Titán.
Toda la historia está narrada desde el punto de vista de Cirocco –aunque no en primera persona- así que, naturalmente, es su personaje el mejor perfilado. Cirocco eligió la profesión de astronauta y exploradora porque era la que mejor se adecuaba a su temperamento independiente y curioso y el espacio era el único territorio todavía desconocido. Cuando se ve transportada al hábitat, decide iniciar un viaje muy largo y peligroso para tratar de encontrar y contactar con la inteligencia gobernante. Esto es coherente con su misión exploradora, pero también con su frustración. El argumento que utiliza ante sus protectores titánidos y sus camaradas –esto es, que quiere servir de intermediaria ante Gea para detener la guerra con los ángeles- no es más que una excusa. Ha perdido la nave y su tripulación se ha disgregado sin que ella pudiera hacer nada al respecto. Quiere encararse con el responsable para saber por qué y exigir justicia.
El desarrollo del resto de personajes es más difícil de valorar porque apenas conocemos sus nombres cuando ya son capturados para “renacer” dentro de Gea, momento en el cual, como he dicho, experimentan cambios y transformaciones. La camarada, amiga y amante de Cirocco, Gaby, es la que mejor parada sale, aunque su poco justificada dependencia emocional de Cirocco puede llegar a resultar cargante. Los otros tripulantes quedan mucho más difuminados. Calvin es básicamente un mero transmisor de información sobre lo que se extiende más allá de la vista de las dos protagonistas; Bill, al haber quedado amnésico, tiene poco que aportar; las dos clones apenas tienen participación en la trama y Gene parece estar incluido en la historia con el único propósito de crear un momento particularmente turbio (además, mal justificado. Sus actos no quedan bien explicados, como tampoco que sus víctimas prefieran culpar al planeta). Por otro lado, resulta quizá demasiado conveniente que, al renacer en Gea, todos los tripulantes de la Ringmaster adquieran ciertos poderes –uno de ellos incluso se transforma física y mentalmente en una criatura nativa- que les van a ser de gran utilidad en un momento u otro de la trama.
En la parte negativa, hay que citar también momentos en los que la historia se antoja en exceso infantil, teatral y algo cursi. No es un libro para quien espere una historia de CF dura sobre primer contacto porque amplias partes de la misma encajan mejor, como ya apunté, en una narrativa fantástica. En una página hay una descripción o un diálogo muy técnico y en la siguiente las protagonistas están sorprendiéndose del tamaño del pene de un centauro. Aunque hay ciencia más que suficiente para satisfacer al aficionado, éste debe tener en cuenta que, al jugar con la idea de las deidades, su volubilidad y la relación con sus creaciones, Varley se sirve de abundantes elementos de fantasía mítica y unos chorritos de humor absurdo.
“Titán” es un libro que fusiona ciencia ficción y fantasía, una especie de híbrido entre “El Mundo de los Niveles” de Philip José Farmer y “El Mago de Oz” de Frank L.Baum y que, como suele ocurrir en algunas obras de Arthur C.Clarke, pone el énfasis no tanto en la trama o los personajes como en la exploración y el sentido de lo maravilloso que despierta el descubrimiento de lo verdaderamente ajeno a nosotros. En su historia encontramos hilados con mucha imaginación aventura, épica e incluso filosofía.
Aunque “Titán” puede leerse de forma autónoma y llega a una conclusión satisfactoria, en realidad es la primera entrega de una trilogía titulada “Gea”. La segunda parte, “Hechicera” (1980), transcurre setenta y cinco años después de lo narrado en la primera y se centra en dos personajes nuevos: una bruja llamada Robin la NueveDedos, que proviene de un aquelarre residente en una estación orbital; y Chris, un frágil terrestre. Ambos padecen enfermedades: Robin unos incontrolables ataques de epilepsia y Chris “apagones” durante los cuales se apodera de él otra personalidad violenta cuyos actos no recuerda al volver en sí. Ambos peregrinan a Gea en la esperanza de hallar una cura, pero el gran hábitat inteligente, aburrido por no encontrar nuevos desafíos, tiene ganas de héroes y les conmina a viajar por su mundo. Si son capaces de realizar hazañas heroicas con las que superar los obstáculos que ella les interpondrá, se compromete a curar a todos aquellos que padezcan de sus particulares males y que peregrinen hasta allí. Y así, Chris, Robin, Cirocco, Gaby y cuatro titánidas emprenden la aventura.
Por otra parte, la Hechicera (Cirocco) y Gaby gozan ahora de juventud eterna gracias a Gea. La primera la disfruta en función de su “cargo” pero Gaby debe ganarse la inmortalidad una y otra vez realizando misiones para Gea, como la supervisión de infraestructuras por todo el hábitat. A lo largo de todos estos años, ambas han ido desilusionándose con su vida allí. Cirocco en particular, ha caído en el alcoholismo debido a la responsabilidad inherente a su tarea (la supervivencia de toda una especie). Así que ambas planean fomentar una revolución entre las doce regiones de Gea con el fin de derrocar al cerebro principal.
La expedición se irá enfrentando a diversas amenazas y perdiendo varios de sus componentes, entre ellos Gaby. Al final, Cirocco desafiará a Gea, asesinando su “cuerpo” físico; pero, dado que ésta es una inteligencia que mora dispersa por todo el hábitat, tal acto no es más que un símbolo de su renuncia. A partir de ese momento dejará de ser la “Hechicera” para pasar a ser conocida como el “Demonio”, un enemigo de Gea al que perseguir y abatir.
El tercer y último volumen de la serie se titula, precisamente, “Demonio” (1984) y en él se nos cuenta cómo una Gea todavía aburrida se ha reconstruido adoptando la forma de una Marilyn Monroe de quince metros de altura. Ha creado nuevas criaturas diseñadas para servirla como personal de un estudio cinematográfico, viajando por todo el hábitat para encontrar localizaciones, construir decorados, etc. Pequeños seres llamados Bolexes y Panaflexes filman lo que sucede sobre la marcha. Gea, ahora ya completamente loca, se ha reconvertido por tanto en un gigantesco y autoconsciente estudio cinematográfico. Entre las criaturas más grotescas que ha creado se encuentran unos zombis religiosos y muy agresivos
Entretanto, la Tierra está en trance de sucumbir a una guerra nuclear, probablemente instigada por la propia Gea, que lo que quiere es ofrecer su ayuda en la evacuación de humanos y luego utilizarlos en el hábitat para sus propósitos. Cirocco se ha convertido en enemiga de Gea y vive como una fugitiva, siempre escondiéndose y viajando de un lugar a otro, recabando alianzas entre diferentes especies, como las Titánidas, una de las cuales mantiene una relación romántica con Chris, quien a su vez está mutando él mismo en un centauro. Robin, que había regresado a su aquelarre, vuelve a Gea en compañía de una hija adulta (cuyo padre es Chris) y un bebé. A través de un truco genético, Gea había conseguido que Chris fuera también el padre de ese niño, Adam. Por otra parte, el espíritu de Gaby se alinea también con Cirocco en su guerra contra Gea y ambas reúnen un ejército formado por los humanos refugiados de la Tierra.
Después de estas breves sinopsis, creo que queda claro que John Varley no tenía miedo a los conceptos de altos vuelos, a las ideas atrevidas y a la fusión de géneros. Cuando su nombre emergió a finales de los 70, su imaginación, la vitalidad de sus personajes y la extravagancia de sus argumentos trajeron un soplo de aire fresco a un género que estaba quedándose estancado.
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