Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) fue un escritor cuya influencia en el género de terror ha sido inmensa, llegando hasta nuestros días con mayor vigor aún si cabe. Fue un personaje extraño que llevó una vida de reclusión voluntaria. Sólo viajó una vez en su vida fuera de su ciudad natal, Providence (Rhode Island). Publicó sus cuentos y novelas en revistas pulp, pero sin ganar demasiado dinero con ello y en vida no recibió apenas reconocimiento más allá del reducido y dedicado círculo de aficionados a la literatura pulp. Vivió durante muchos años a costa de una herencia hasta que, incapaz de trabajar, quedó reducido a la pobreza. Fue un reaccionario que odiaba profundamente el siglo XX y su proceso industrializador; y un destacado anglófilo con claras inclinaciones racistas. A pesar de todo ello –o quizá gracias a ello- su obra fue considerable: unos 60 cuentos y novelas cortas, cuatro novelas, poemas diversos y un gran volumen de correspondencia con otros autores, algunos de los cuales asumieron o se inspiraron en sus ideas y mitos. La fama y reconocimiento que ha logrado Lovecraft en nuestros días es, principalmente, producto de los esfuerzos de su amigo August Derleth, que fundó la editorial Arkham House y compiló, ordenó y reeditó todo su trabajo.
Las obras por las que Lovecraft es hoy más conocido, su ciclo de Cthulhu, se caracteriza por un intenso sentimiento de miedo a lo desconocido pero percibido o intuido más allá del mundo de nuestros sentidos. Sus relatos están protagonizados por científicos e intelectuales que buscan o se topan con conocimientos prohibidos relacionados con antiguas civilizaciones de origen extraterrestre establecidas en la Tierra, extintas pero no muertas; o grupos humanos degenerados que provienen de la mezcla de sus antepasados con criaturas no humanas. Estos horrores, narrados en primera persona, desafían nuestra comprensión y sumen en la locura a quienes entran en contacto con ellos.
Lovecraft imaginó como marco de todas estas historias un lugar ficticio de Nueva Inglaterra, una zona apartada con ciudades en diverso grado de decadencia como Dunwich, Arkham, Innsmouth o Miskatonic; localizaciones que han cautivado a generaciones de lectores y autores, quienes los incorporaron a sus propios relatos en forma de referencias. La contribución más importante de Lovecraft fue su panteón de deidades, los Antiguos y Primigenios, con nombres tan llamativos como Yog-Sothoth, Nyarlathotep y, sobre todo, Cthulhu; así como una sensación de horror cósmico por la insignificancia de la Tierra en el Universo y del Hombre ante unas criaturas de poder inmenso, las cuales, ignoradas por casi todo el mundo, dormitan mientras esperan a ser llamadas por sus fieles, unos seres cuya mera contemplación puede conducir a la locura. Su trabajo es tan potente, tan evocador, que ha sido incorporado, versioneado o parodiado por innumerables autores como Robert Bloch, Neil Gaiman, Alan Moore o Stephen King, por nombrar solo algunos de los más famosos.
Casi todas las adaptaciones cinematográficas, directas o indirectas, confesas o no, de la obra de Lovecraft, olvidan o prescinden de su característica principal: el horror cósmico, esquivando la dificultad de representar en pantalla ese concepto tan abstracto y optando, en cambio, por el gore, sobre todo a raíz del éxito de “Reanimator” (1985). Esta película estableció un determinado estilo, empapado en sangre y frecuentado por criaturas horrendas y grimosas, que luego seguirían muchos otros adaptadores de la obra del escritor. Todavía anterior es “La Cosa” (1982) que, siendo el remake de una película de los cincuenta, muchos han calificado como la –por ahora- mejor adaptación de la novela “En Las Montañas de la Locura” (1936).
Pero el caso es que este enfoque es la antítesis del espíritu de las narraciones de Lovecraft, cuyo terror no era algo burdamente evidente sino algo sugerido por la atmósfera e indescriptible con nuestro vocabulario ordinario. De hecho, las pocas películas que comprenden y reflejan esa esencia no han sido adaptaciones sino homenajes, como “En la Boca del Miedo” (1994), de John Carpenter; o “The Void (El Vacío)” (2016), de Jeremy Gillespie y Steven Kostanski.
Y en 2019, aparece tras un largo periodo de gestación, la película que ahora nos ocupa y que, esta vez sí, opta por un estilo y un planteamiento más fieles al espíritu original de Lovecraft.
Aunque no fue exactamente su debut en la realización (antes, en 1985, había dirigido el film postapocalíptico “Incidents in an Expanding Universe”), el thriller ciberpunk “Hardware: Programado para Matar” bien podría considerarse el film de Richard Stanley que le granjeó la atención de los aficionados a la CF gracias a la inventiva que demostró haciendo uso de un presupuesto minúsculo. Desgraciadamente, fue un arranque prometedor que nunca llegó a consolidarse. Su siguiente película fue otro thriller, este de asesinos en serie sobrenaturales, “El Demonio del Desierto” (1992), torpedeado por la interferencia del distribuidor y, consecuentemente, visto por muy pocos. Pareció que su siguiente proyecto iba a proporcionarle mayor exposición: “La Isla del Doctor Moreau” (1996), adaptación de la novela homónima de H.G.Wells y film de gran presupuesto. Una vez más, el estudio se inmiscuyó y acabó despedido y sustituido por John Frankenheimer. De esta película, la ordalía de su rodaje y la debacle de su estreno ya hablé en su respectiva entrada.
Y entonces, casi un cuarto de siglo después, llega su siguiente película, “Colour Out of Space”. Aunque en su promoción se dijo que Stanley había estado ausente del mundo del cine todo ese tiempo, no es una afirmación del todo cierta. Aunque durante ese largo periodo anunció –con cierto dramatismo vacío- varios proyectos, éstos nunca cuajaron y los únicos largometrajes que dirigió fueron dos documentales: “The Secret Glory” (2001), sobre la obsesión nazi por el Santo Grial; y “The White Darkness” (2002), sobre el mundo del vudú. Regresó a la ficción de género con el capítulo “Mother of the Toads”, dentro de la antología de terror “The Theatre Bizarre” (2011); y también coguionizó la historia de fantasmas “Los Abandonados” (2006) y la película de terror “Replace” (2017).
“El Color del Espacio Exterior” (1927) es un cuento de Lovecraft de algo más de 12.000 palabras. Se ha llevado al cine varias veces, como en “El Monstruo del Terror” (1965), con Boris Karloff como el patriarca familiar; o la muy mediocre y terriblemente ochentera “Granja Maldita” (1987), protagonizada por Will Wheaton, que saturó la historia de baratos efectos especiales. En tiempos más recientes se han podido ver un par de producciones independientes: “Colour Out of the Dark” (2008) y “The Color” (2010).
Stanley, según él mismo declaró, tenía una relación muy especial con la obra de Lovecraft. Su madre era una gran aficionada al escritor de Providence y desde que era pequeño le leía a su hijo sus relatos. Cuando ella enfermó de cáncer, fue Stanley quien pasó a ejercer de narrador, leyéndole aquellas historias mientras estaba en cama. Y ya convertido en profesional del cine y dispuesto a llevar a la pantalla una adaptación digna de Lovecraft, se enfrentó a los mismos problemas que siempre habían lastrado su carrera, los financieros.
A lo largo de los años, Richard Stanley ha escrito literalmente docenas de proyectos que no consiguieron atraer dinero alguno. Uno de ellos fue esta adaptación del cuento de Lovecraft, que anunció en 2013. Durante años, paseó la propuesta por diferentes estudios y productoras sin interesar a nadie…hasta que, en 2015, dio con la compañía de Elijah Wood, Spectrevision, donde el socio de Wood, Josh C.Waller, la asumió como un empeño personal (aparece, además, interpretando el papel del sheriff). Siendo Stanley un director maldito, no podía ser una producción fácil y los retrasos se acumularon hasta que por fin vio la luz en enero de 2020, justo a tiempo para la pandemia de Covid-19. El batacazo de taquilla era inevitable: de un presupuesto de 6 millones de dólares, sólo se han recuperado hasta la fecha poco más de 1 millón, un resultado a mi juicio injusto para una película honesta que, sin ser revolucionaria, sí respeta al espíritu de Lovecraft.
Nathan Gardner (Nicolas Cage), su esposa Theresa (Joely Richardson) y sus tres hijos, Lavinia (Madeleine Arthur), Benny (Brendan Meyer) y Jack (Julian Hilliard), se han mudado de la ciudad a una aislada granja rodeada de espesos bosques al oeste de Arkham. Una noche, un meteorito que emite un extraño color cae en el patio delantero, aunque desaparece misteriosamente poco después. Pronto, la familia empieza a manifestar extraños síntomas y unos insectos y plantas de inusuales formas y colores empiezan a aparecer alrededor de la granja.
Ward Phillips (Elliot Knight), un joven hidrólogo que se halla por la zona estudiando los acuíferos de cara a la próxima construcción de una presa, averigua que el agua está contaminada y trata de comunicarle a la familia que dejen de beber del pozo de la granja, donde probablemente se ha filtrado el meteorito. A partirde ese momento, se suceden todo tipo de horrores y mutaciones, producto de la influencia alienígena.
El cuento de Lovecraft transcurría en el siglo XIX, en una granja en la que había caído un meteorito que envenenaba el agua y emitía un color desconocido en la Tierra (dada la dificultad visual de inventar un color nuevo, Stanley opta por un neblinoso resplandor rosado-púrpura). El director (que además coguioniza junto a Scarlett Amaris, colaboradora suya en un par de proyectos anteriores) actualiza la historia ambientándola en el presente, les da a los personajes nombres más modernos (en el cuento original el granjero era Nahum Gardner y su hijo Thaddeus) y reduce el periodo temporal de unos seis meses a unos pocos días. Todo lo demás es sorprendentemente fiel al relato.
Teniendo en cuenta lo que había hecho años antes en “Hardware: Programado para Matar” y “El Demonio del Desierto”, “Colour Out of Space” desafía las expectativas que pudieran tener muchos espectadores. Aquellas cintas rebosaban de energía visual y sentido de lo maravilloso. Por el contrario, todo arranca en esta ocasión con una línea muy realista y cotidiana, el retrato de una familia normal, sus costumbres y personalidades y las relaciones que existen entre ellos. Lo único, digamos, inusual, es la presentación de la adolescente Lavinia, realizando rituales mágicos en la escena de apertura (en el cuento, esto no aparecía y su origen sin duda está en el propio Stanley, él mismo practicante de magia). No hay nada aquí que nos haga pensar que vamos a asistir a algo diferente a un drama familiar y una película romántica.
Y es que la película engarza la historia de Lovecraft con un par de subtextos posmodernos que, a su manera, son tan terroríficos como el ser caído del espacio que todo lo contamina y que, conservando la dinámica esencial del cuento original, amplía los mismos miedos y ansiedades básicas a otro plano.
El primero es el familiar. Así, tenemos a Nelson Gardner, un hombre antaño enérgico y creativo que se ha convertido en una sombra de lo que fue y que arrastra a su debilitada mujer y a sus hijos a una vida en la que no acaban de encajar. Tras la narración en off que abre la película, la primera escena, ya lo he dicho, es la de Lavinia celebrando un ritual neopagano wicca suplicando “Sacadme de aquí” a algún poder superior. “Colour Out of Space” sugiere que el auténtico terror consiste en ser devorado por la propia familia, literal o figuradamente. Conforme el fenómeno extraterrestre va haciéndose más patente, ese horror se manifiesta en la disolución de fronteras, con las criaturas y las personas fundiéndose unas con otras.
Nathan quedó marcado por los abusos emocionales de su propio padre y se esfuerza visiblemente para comportarse de manera diferente con su familia. Pero el caso es que, a pesar de que tuvo una juventud rebelde, ha acabado regresando al hogar familiar, a la granja de su padre, aun cuando, tal y como él mismo admite, es algo que juró que nunca haría. Theresa reconoce que al tomar esa decisión “es la primera vez que él habría estado orgulloso de ti”. En varias ocasiones a lo largo de la historia, los niños se descubren comportándose como sus padres, especialmente tras el accidente de la madre y la marcha de sus padres al hospital, cuando Lavinia y Ben se quedan al cargo de la granja.
Nathan y Theresa fueron hippies consumidores de LSD en sus años mozos, pero ahora él tiene una bodega de vinos exclusivos en el sótano y ella trabaja por internet en el mercado financiero internacional. Se han vendido, han abrazado exactamente el tipo de vida contra el que una vez se rebelaron. Se han convertido en sus padres. El idealismo y los viajes lisérgigos de los sesenta se han corrompido y deformado para transformar sus vidas en la pesadilla de su juventud. Y al hacerlo, han atrapado en ella a sus hijos. En este sentido, “Colour Out of Space” incluye también una crítica al cínico abandono del utopismo de los sesenta en favor de las comodidades y la hipocresía de la clase media convencional.
El segundo plano al que hacía referencia más arriba es el de la parábola medioambiental. La historia se abre y se cierra con una voz en off perteneciente a Ward Phillips, el joven científico que trabaja para la compañía hidroeléctrica que va a construir una presa en la zona. A su voz acompañan largos y atmosféricos planos de los bosques de Nueva Inglaterra, masas de árboles que parecen extenderse hasta el infinito y engullir a cualquiera lo suficientemente estúpido como para internarse en ellos y mucho menos desafiarlos.
Los Gardner han llegado a la región esperando labrarse una vida nueva en un mundo diferente y vivir de la tierra. Extraen toda su agua del pozo de la propiedad, cultivan sus verduras y hortalizas e incluso crían alpacas para aprovechar su leche y, suponemos, su lana. Que su hija le recuerde a Nathan que nadie come carne de alpaca no detiene los delirios pocos realistas de éste.
Por supuesto, esta dependencia de los recursos naturales es una fuente de tensiones. Nathan se niega a vender su finca a las autoridades locales, que la necesitan como parte del terreno anegable por la construcción de la presa. Se repite en varias ocasiones que la tierra se ha corrompido. El hijo menor, Jack, afirma que puede oír al hombre que vive en el fondo del pozo. El agua adquiere un desagradable tono parduzco y provoca alucinaciones quizá relacionadas con la radiación. Nathan descubre en el huerto extraños tomates gigantes que resultan ser incomibles.
Como toda ficción de terror medioambiental, “Colour Out of Space” sugiere que la Tierra se está vengando en la familia Gardner. Es más, se subraya en varias ocasiones su incapacidad para percibir los rápidos y antinaturales cambios que están produciéndose a su alrededor. Esto es terrorífico en sí mismo –ver cómo los personajes se transforman en sintonía con el aberrante entorno-, pero también funciona a nivel metafórico, aludiendo a lo ciegos que estamos los hombres respecto al daño que causamos al medioambiente del que dependemos.
Nicolas Cage, antaño un nombre de prestigio en Hollywood, ha visto su carrera navegar un tanto a la deriva en la segunda década del presente siglo. Da la impresión de que ya no le ofrecen con tanta frecuencia participar en películas de gran presupuesto y no ha tenido más remedio que intervenir en material menos llamativo que otros actores rechazan. Como era de esperar, esto le ha llevado a ver su nombre asociado a películas realmente mediocres o ridiculamente malas, como “Desaparecidos sin Rastro” (2014), “La Noche de los Desaparecidos” (2015), “El Agente” (2017) o “Jiu Jitsu” (2020). También ha conseguido aparecer en algunos films pequeños que le permitían regodearse en su histrionismo, como “Mamá y Papá” (2017), “El Portal del Más Allá” (2018), “Mandy” (2018) o “Pig” (2021).
La sorpresa es que en “Colour Out of Space”, Cage consigue interpretar a un padre normal y corriente de mediana edad con tanta contención como convencional es la dirección de Stanley. Puede vislumbrarse su frustración burbujeando tras la fachada de forzada integración en su nuevo entorno rural y la difícil situación que ha pasado su esposa. Al menos, durante los primeros cuarenta minutos, momento a partir del cual la pelicula empieza a deslizarse hacia lo extraño primero y lo terrorífico después, empezando por la aparición de flora y fauna bastante inquietante y siguiendo por esa desasosegante escena en la que Theresa se rebana dos dedos mientras corta zanahorias en la cocina y levanta la mano para anunciar con total normalidad que la cena está lista. Es la señal de salida para Cage, cuyo personaje pierde los papeles y le permite introducir esos excesos tan suyos que rozan lo cómico.
En mi opinión, no obstante, los detractores de Nicolas Cage que además sean amantes del cine fantástico no deberían perderse esta pelicula porque lo que sí consigue el director es transmitir esa sensación de que una zona boscosa natural está experimentando una transformación en algo no terrestre y horrible, con extraños saltos temporales, cosas monstruosas que acechan entre la fronda y desde el interior del establo, una presencia ominosa en el fondo del pozo y los miembros de la familia Gardner mutando de formas harto desagradables. Ante semejante sucesión de horrores, el espectador ya no sabe qué se va a sacar de la manga Stanley a continuación. El momento más impactante es cuando el “color” fusiona los cuerpos de Theresa y su hijo pequeño, Jack, en una sola entidad, absorbiéndo gradualmente aquélla a éste en su espalda. Son escenas hipnóticamente terroríficas, que causan tanta lástima como repulsión.
En lo que se queda corto “Colour Out of Space” es en el presupuesto, claramente insuficiente, sobre todo en los efectos de maquillaje. Algunas de las escenas con las alpacas fusionadas y el ser arácnido en el que se transforma Theresa claramente necesitan mayor tiempo y dinero y Stanley, consciente de las limitaciones con las que opera, se ve obligado a hacer un montaje a base de planos muy rápidos y en penumbra. Por una parte y como consuelo, al menos se respeta el espíritu original de Lovecraft, cuyos horrores él siempre calificaba como “indescriptibles” o, lo que es lo mismo, dejados a la imaginación del lector-espectador. Por otra, podría especularse lo que podría haber hecho Stanley –quizá incluso un pequeño clásico- de haber contado con los recursos de John Carpenter en “La Cosa”. Mucho mejor están los efectos puramente visuales (diseño conceptual y de color, posproducción digital), a cargo de la compañía española USER T38
Con todos los problemas que tuvo que afrontar Stanley en la producción y estreno en tiempos muy difíciles y las limitaciones del presupuesto asignado, ha sido uno de los pocos directores que ha sabido comprender y reflejar la esencia de la ficción de Lovecraft. Así lo han reconocido muchos críticos (tiene un 86% de aprobación en Rotten Tomatoes), lo que ha llevado al director a y la productora Spectrevision a anunciar la próxima adaptación de otro clásico de Lovecraft, más sugerente incluso que “El Color que Cayó del Espacio"” “El Horror de Dunwich” (1929). Confiemos en que, esta vez, el proyecto salga adelante y el público le de su apoyo. Lovecraft y Stanley se lo merecen.
Yo no la he visto por Cage y porque ni me parece un relato cinematográfico ni que necesite actualizarse. Entiendo que sí el público que ve este tipo de pelis pero entonces tienes que Cage repele al público no friki del terror de bajo presupuesto. Da pena su fracaso pero es que estaba cantado con esos mimbres. Lo de Dunwich me atrae más porque hay experiencia previa y es una historia mucho más cinematográfica.
ResponderEliminarVi este film hace un tiempo, y me parece que va en la dirección correcta para mostrar el perturbador mundo de Lovecraft.
ResponderEliminarSuena interesante pero las imágenes son bastante feas. Tendremos que seguir esperando que un gran estudio se atreva con Lovecraft.
ResponderEliminarSí, siento lo de las imágenes pero son las que he podido encontrar. Es una película oscura, como corresponde, pero tiene mejor factura visual de lo que estas fotos hacen suponer.
EliminarNo me expresé bien. Lo feo no son las imágenes en sí mismas sino lo que muestran. El vestuario y los peinados de los personajes. Aunque cada vez es más "normal" lucir desaliñado.
EliminarNo conocía esta adaptación de H.P.L. Una pena que esté Cage de por medio. Lleva varios fracasos y tantas malas actuaciones que su presencia desmotiva bastante el querer verla.
ResponderEliminarDe todas formas gracias por darla a conocer, al menos a mí.
Saludos,
J.