martes, 7 de julio de 2020

1976-CARRIE – Brian De Palma


“Carrie” (1974) fue la novela de debut de Stephen King así como su primera obra adaptada a la gran pantalla del más del centenar que hasta hoy han seguido ese camino. El escritor tenía 26 años entonces y aceptó la rídicula suma de 2.500 dólares por los derechos del film. A primera vista no fue un buen trato y probablemente la bisoñez e inseguridad del escritor le impidió valorar más a esta hija de su imaginación. Pero lo que sí fue aquel desigual intercambio fue una buena inversión de futuro. Porque, de hecho, podría decirse que el éxito de la película de “Carrie” contribuyó en no poca medida a cimentar la reputación de King, ayudándole a impulsar de forma decisiva su carrera hasta convertirse en el titán que es hoy.



Carrie White (Sissy Spacek), la hija adolescente de una religiosa fanática (Piper Laurie) obsesionada por el pecado sexual, sufre su primer periodo menstrual en las duchas del gimnasio del instituto. Es tal su ignorancia respecto de la sexualidad femenina que cree que se está desangrando e, histérica, pide ayuda a sus compañeras. Éstas, en cambio, se burlan de ella y le arrojan tampones y compresas antes de que una profesora ponga orden y las castigue.

Poco después, dos compañeras de Carrie deciden tomar cartas en el asunto, cada una de ellas en un sentido diferente. Sue Snell (Amy Irving) se siente culpable y para compensar a Carrie le pide a su propio novio, Tommy Ross (William Katt), que la invite a ir al baile del instituto como su pareja. Por otro lado, Chris
Hargensen quiere vengarse de Carrie por haber recibido un merecido castigo y convence a su novio Billy (John Travolta) para que la ayude a amañar la elección de la reina del baile de tal forma que el objeto de su odio salga elegida y, cuando esté en el escenario, reciba un cubo de sangre de cerdo en la cabeza colocado estratégicamente en el andamiaje la noche anterior. Sin embargo, ninguno de ellos había contado con los nacientes poderes telekinéticos de Carrie, que emergen en momentos de estrés y que canalizan su furia y frustración.

En 1976, con treinta y seis años, Brian De Palma ya no era un jovencito entusiasta, pero goza
ba de la misma energía y osadía que un recién llegado, si bien con la experiencia que ya le brindaba su trayectoria previa. Había empezado su carrera en la década de los sesenta con comedias independientes como “Saludos” (1968), “The Wedding Party” (1969), “Hola Mama” (1970) o “Beeman, el Magnífico” (1972) antes de llamar la atención como director de género con el retorcido psico-thriller “Hermanas” y la opera rock paródica “El Fantasma del Paraíso”. Después de “Carrie”, De Palma se haría con una reputación de realizador polémico dentro del suspense gracias a una serie de personales thrillers muy influidos por Hitchcock como “Fascinación” (1976), “Vestida para Matar” (1980), “Impacto” (1981) o “Doble Cuerpo” (1984). Desde mediados de los ochenta y salvo algunas excepciones, De Palma abandonó el cine de género.

En esta primera etapa de su carrera, De Palma demostró ser un adepto a la extravagancia visual. Sus películas rebosan de efectos estilísticos y narrativos como pantallas divididas, cámara lenta, secuencias efectistas que resultan ser sueños o fantasías u homenajes y pastiches de Hitchcock. “Carrie” es quizá el mejor ejemplo de esta aproximación visual y también se encuentra entre los más conseguidos –sino el que más- de sus incursiones en el cine de género.

Stephen King había basado a Carrie White en dos chicas que había conocido en el instituto, ambas parias sociales provenientes de familias muy religiosas y que murieron jóvenes. Otras partes de la novela las modeló a partir de sus propias experiencias como profesor en Maine y optó por un enfoque realista, casi periodístico,
en el que alternaba la narración desde diferentes puntos de vista con pseudoentrevistas. Por el contrario, el guión de Lawrence Cohen, que inicialmente se había ajustado fielmente a la novela, acabó distanciándose de la misma al abandonar su sobriedad y verosimilitud para construir algo mucho más tórrido y melodramático. Hay incluso momentos en los que la película se aproxima al camp y a los tópicos del cine de instituto.

Lo que hace de “Carrie” una película diferente es que está basada en un mundo físico y espiritual claramente identificable. Su madre, Margaret, es una fanática religiosa que trata de borrar toda traza de pecado de su vida…excepto Carrie, prueba viviente de su relación sexual, elemento que la atormenta
continuamente y sobre la que vuelca todo su odio. Por otra parte y dejando de lado el mundo espiritual, tenemos el instituto, lleno de mezquindad, prejuicios y pasiones. No encontramos aquí esos atractivos muchachitos de teleseries juveniles expertos en lucir magníficos y sin más preocupaciones que mostrar su mejor perfil a la cámara y conseguir el siguiente encuentro sexual. Carrie es el epítome de la marginación y la víctima del abuso escolar. Desde el mismo comienzo vemos cómo sus compañeras se burlan de ella en clase de gimnasia y, durante los títulos de crédito, la cámara va recorriendo lentamente los vestuarios mostrando a las chicas riendo, jugando y vistiéndose…hasta que por último se detiene en Carrie, la última en salir de la ducha. Mientras está bajo el chorro de agua, consciente de los cambios sexuales que se están produciendo en su cuerpo adolescente, tiene su primer periodo menstrual –algo de lo que no le había hablado en absoluto su madre- y entra en pánico provocando la mofa de sus compañeras.

Inesperadamente, tras esta presentación De Palma mantiene la sangre fuera de escena hasta el clímax. La mayor parte de la película transcurre desarrollando temas y personajes, algo poco usual en las películas actuales de terror: el despertar sexual y telekinético de Carrie, los intentos de su profesora de gimnasia
por protegerla y guiarla; la tormentosa relación con su inestable madre; los remordimientos de Sue y el deseo de venganza de Chris... Una venganza, por cierto, ciega y basada sólo en el puro odio ya que Carrie nunca hizo nada y fueron los propios actos y actitud arrogante de aquélla los que la hicieron merecedora del castigo.

Todo ese explosivo caldero emocional llega a su violenta conclusión en el baile, cuando Sue y Billy dejan caer el cubo de sangre sobre Carrie. Si este momento hubiera pertenecido a, digamos, “Sé Lo que Hiciésteis el Último Verano”, habría durado segundos, tan sólo un rápido plano. De Palma lo convierte en toda una ópera en la que encontramos un elaborado
plano secuencia en el que la cámara serpentea por el gimnasio resaltando todos los elementos que van a participar en el drama y que costó todo un día de rodaje, cámara lenta y pantalla partida y en el que la música se silencia excepto por unas espeluznantes notas de fondo.

Durante unos momentos, mientras recibe los aplausos de los concurrentes, De Palma deja que Carrie disfrute de su momento de transición a mujer. Y entonces, cae la sangre, sumiendo a la protagonista en la confusión, el horror, la humillación y la locura, desatando todo el potencial de sus terribles poderes. La
sangre que la cubre la asemeja a una criatura recién salida del útero, un ser que acaba de nacer. Mientras siembra la muerte y aniquila a todos los asistentes, su rostro transmite odio y demencia a partes iguales, alguien consumido tanto por sus pasiones como por su enorme poder.

El director utiliza además abundante imaginería religiosa construyendo escenas al tiempo impactantes y hermosas, como esa en la que Carrie y su madre se sientan en penumbra en una habitación en la que las velas iluminan fantasmagóricamente un gran cuadro de la Última Cena que domina la habitación.

De Palma, como suele ser habitual en su cine, peca de poco sutil en las metáforas. Ahí tenemos
ese terrorífico Cristo crucificado atravesado por flechas que aguarda a Carrie cuando su madre la encierra en el guardarropa, anticipando la manera en que morirá víctima de los poderes de su hija; o el descenso final de la casa a un infierno llameante. Hay también momentos puramente efectistas carentes de sentido narrativo, especialmente el giro final, otro de esos remates engañosos tan apreciados por De Palma y que no tiene más objeto que manipular al público para que reciba un último susto. Con todo, no se puede negar que es efectivo y que raramente se olvida una vez vista la película. Ese tipo de sobresaltos en el epílogo han sido desde entonces mil veces copiados, como por ejemplo en “Viernes 13” (1980).

“Carrie” no habría llegado a alcanzar la categoría de clásico de no ser por el talento de sus
actrices y la convicción con la que interpretaron sus papeles. Tanto Sissy Spacek como Piper Laurie fueron nominadas al Oscar. Esta última, que llevaba retirada del cine desde comienzos de los sesenta, desechó la versión de King de una baptista reprimida y circunspecta y optó por una fiera pelirroja que atosiga a sus vecinas y que, incapaz de superar el abandono de su marido, vuelca sobre su hija su obsesión malsana por el pecado de carácter sexual.

Laurie se hubiera apoderado del film si no fuera por la emotiva interpretación de Sissy Spacek,
que experimenta una auténtica transformación digna de “El Patito Feo” –una analogía a la que De Palma no era ajeno, transformando la secuencia del baile en algo sacado de un cuento de hadas, iluminado con lucecitas parpadeantes como si fuera la cueva de Aladino-. Spacek nunca volvió a brillar tanto en el resto de su carrera.

Pero la película sirvió además de plataforma de lanzamiento para otros actores. Nancy Allen (que se casaría tres años después con De Palma y que intervendría en otras tres de sus películas) bien podría haber sido nominada también por su papel de la perversa Chris. Un joven y entonces desconocido John Travolta da vida al chico malo del instituto, un perfil que
recuperaría – edulcorado- para “Grease”. William Katt participaría luego en “El Gran Miércoles” (1978) y llegó a ser considerado para encarnar a Luke Skywalker en “Star Wars” (1977), si bien donde mayor popularidad alcanzaría fue en la teleserie “El Gran Héroe Americano” (1981-83).

La película fue un gran éxito para United Artists, que sobre una inversión de 1,8 millones de dólares obtuvo más de 33 millones en los Estados Unidos. En 1999, se realizaría una secuela, “La Ira”, en la que intervino de nuevo Amy Irving. A su vez, la novela de King tuvo otras dos adaptaciones: una miniserie televisiva de tres episodios en 2002 con Angela Bettis y Patricia Clarkson en los papeles de Carrie y su madre; y un remake en el cine en 2013 con Chloë Grace Moretz y Julianne Moore.
Aunque no carentes del todo de aspectos de interés, en general son productos mediocres. Se estrenó asimismo un musical en Broadway en 1988, escrito por el mismo guionista que la película de 1976, Lawrence D.Cohen, aunque la iniciativa terminó en un fracaso total, cancelándose tras solo cinco funciones y con una pérdida de siete millones de dólares que la convirtió en uno de los peores batacazos teatrales de la historia (en 2012, con cambios en libreto y música, volvió a estrenarse con mejores resultados).

Por su parte, Brian De Palma volvería al tema de los poderes psíquicos en “La Furia” (1978) y anunció su intención de dirigir una adaptación de la novela de Alfred Bester “El Hombre Demolido” (1953), sobre un futuro en el que la telepatía impide teóricamente cometer crímenes. Aunque es una obra que por su propio estilo narrativo y estilístico es muy difícil de llevar al cine, sin duda hubiera sido interesante ver qué podía hacer De Palma con ella.

“Carrie” fue una de las primeras películas de terror moderno, pionera de una era, la actual, en
la que se puede mostrar en pantalla prácticamente cualquier cosa. Esta libertad ha disminuido el poder del género para sorprender e impactar, pero “Carrie” sigue manteniendo su interés gracias a que su historia va más allá del mero susto o la última carnicería gore. Las mejores películas de terror son aquellas que utilizan los recursos del género, la fantasía o los lados más oscuros de nuestra naturaleza, para esconder lo que verdaderamente nos asusta de la vida real. Así, más que el poder y violencia desatados por la protagonista en el climax, lo que causa auténtico y profundo miedo es el fanatismo religioso de su madre y la tiranía y represión que con él ejerce sobre su hija; los abusos que sufren los más débiles en el instituto a causa de su inseguridad; y los prejuicios e impulsos agresivos de quienes se sienten superiores. Y eso, desgraciadamente, ni ha cambiado desde los años setenta ni tiene visos de hacerlo.




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