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martes, 31 de marzo de 2020
2009- PUSH – Paul McGuigan
En 1978, el gobierno estadounidense estableció en Fort Meade, Marylane, una unidad secreta cuyo propósito, como fusión y última encarnación de proyectos anteriores desarrollados por otras agencias como la CIA, era investigar el potencial que los fenómenos psíquicos podían tener para uso militar y doméstico. Conocido a partir de 1991 como “Proyecto Stargate” y nunca demasiado bien considerado ni dotado de fondos y personal, trabajaba sobre todo con la “visión remota”, la supuesta capacidad para “ver” lugares, personas o información situado a gran distancia. Aquella descabellada iniciativa llegó a su término y fue desclasificada en 1995 cuando la CIA concluyó que todos los informes y datos compilados durante años eran vagos, irrelevantes y erróneos, no pudiéndose extraer de ellos provecho alguno.
Pero claro, aquella historia real (que rue recogida en la divertida película de 2009, “Los Hombres que Miraban Fijamente a las Cabras”) era demasiado buena como para que la ciencia ficción la pasara por alto. En realidad y como sucede en muchas ocasiones, había sido la CF la que se había adelantado al mundo real. Porque para cuando el Proyecto Stargate llegó al conocimiento público, el subgénero de poderes mentales ya hacía tiempo que había hecho un cliché de la situación de individuos dotados de capacidades psíquicas que son perseguidos por alguna siniestra organización gubernamental o privada que quiere eliminarlos o controlarlos. Como muestra ahí están películas como “La Furia” (1978) o “Scanners” (1981) –por no hablar de otros productos como los "X-Men”, que en su versión de comic llevaba desde 1963 narrando las desventuras de unos mutantes perseguidos por la sociedad y los gobiernos-.
Pues bien, “Push” es una vuelta de tuerca más a ese subgénero. Vino dirigida por el escocés Paul McGuigan, que ya se había adentrado en el cine de género con su primera película, “The Acid House” (1998) antes de ser absorbido por el mainstream norteamericano con títulos como “Obsesión” (2004) o “El Caso Slevin” (2006). Esta última, un thriller al estilo Tarantino, suscitó críticas encontradas. Hubo quien la consideró un triunfo del estilo sobre la sustancia pero como mínimo mostraba el potencial del director. Éste, con “Push”, su siguiente película, se internó por primera vez en la ciencia ficción con un guión firmado por David Bourla, que ya había trabajado en películas de bajo presupuesto del género como los telefilms “Yesterday´s Target” (1996), “Cuando se Agote el Tiempo” (1997) y “Alerta Total” (1997) antes de saltar al cine con un par de películas poco destacables.
Desde que se realizaron ciertos experimentos durante la Segunda Guerra Mundial, han existido individuos con diversos poderes psíquicos: videntes que pueden predecir el futuro; telekinéticos que pueden mover objetos y “Pushers”, capaces de poner pensamientos y recuerdos en la mente de terceros. Nick Gant (Chris Evans) es un telekinético americano que se esconde en Hong Kong de la División, una agencia gubernamental estadounidense que persigue a este tipo de personas para reclutarlos como agentes…o bien, si se niegan, para reducirlos y recluirlos con el fin de evitar que caigan en manos de organizaciones extranjeras.
La precaria vida de Gant se ve perturbada cuando recibe la visita de la adolescente Cassie Holmes (Dakota Fanning), una vidente que le anticipa lo que está por venir y le pide ayuda para encontrar una maleta que contiene seis millones de dólares. Ese objeto es crucial para salvar la vida de su madre, otra vidente que se encuentra prisionera por la División. Inmediatamente, ambos pasan a estar perseguidos por agentes de ésta dirigidos por el poderoso Henry Carver (Djimon Hounsou), quien mató al padre de Nick. Pero también los buscan operativos chinos con el mismo fin.
Ni Gant ni Cassie controlan bien sus poderes. El primero lleva huyendo desde niño y ha carecido del debido adiestramiento, limitándose a utilizar su telekinesis en los juegos de azar y no siempre saliendo bien parado. Por su parte, Cassie es muy joven y todavía trata de entender cómo deben interpretarse los fogonazos del futuro que acuden a su mente. En cualquier caso, la clave en las visiones de Cassie es Kira Hudson (Camilla Belle), otra psíquica (y exnovia de Nick) que escapó de las garras de la División y a la que todos buscan. Conforme Nick va dando forma a un elaborado plan que permita proteger a Kira y obtener la maleta, las visiones del futuro que atormentan a Cassie siguen confirmando ineludiblemente que todos ellos morirán.
Además de incluir muchas ideas que ya habían aparecido en los “X-Men” viñeteros, el concepto general de “Push” recuerda bastante al que en ese mismo momento podía verse en la serie televisiva “Héroes” (2006-10), al menos en la primera temporada, antes de que el programa naufragase estrepitosamente. “Héroes” presentaba a un grupo de personajes dotados de distintos superpoderes e iba narrando sus dramas personales hasta terminar reuniéndose para encarar la gran amenaza. Como “Héroes”, “Push” es una historia de individuos con poderes, pero de la que se eliminan los clichés propios del género superheroico más, digamos, luminoso, como los uniformes, las identidades secretas y la nitidez moral. De hecho, el de “Push” es un mundo violento habitado por personajes amorales, egoístas, asustados, atormentados y que o bien reniegan de sus poderes, o los usan en propio beneficio o tratan de pasar completamente desapercibidos.
Una de las cosas más disfrutables de “Push” es la forma en la que juega con el espectador arrojándolo bruscamente a un escenario cuyas piezas debe juntar. También destaca la aproximación realista y nada extravagante respecto a cómo operan y se combinan los diferentes poderes, a los cuales se ve actuar de formas muy interesantes: los rastreadores de la División aparecen en el apartamento de Nick habiendo seguido su rastro a partir de un cepillo de dientes que utilizó de pequeño y luego leyendo toda la historia que ha quedado “impresa” en un vaso de cristal; o la escena en la que el agente Mack (Corey Stoll) es manipulado mentalmente por Kira, que le implanta el recuerdo de que Carver mató a su hermana, algo cuya falsedad no se hace del todo evidente hasta que poco después éste le recuerda que ni siquiera ha tenido jamás una hermana; considerando que ya no es de fiar, Carver le “convence” para que se ponga la pistola en la boca y apriete el gatillo sin miedo puesto que ha quitado las balas…
Cuando Nick pone en marcha su plan para usar una combinación de todos los poderes de sus aliados (crear ilusiones, borrar recuerdos, ver el futuro, mover objetos) haciendo que todos ellos tengan que abrir a cada momento sobres cerrados con notas preescritas para que así sea imposible por parte de los videntes enemigos preveer su curso de actuación, la historia introduce un punto muy ingenioso aunque también complicado. Hay otra intrigantes escena cerca del final en la que Kira le revela inesperadamente a Nick que le manipuló la mente cuando se conocieron pocas horas antes haciéndole creer que habían tenido una intensa relación años atrás. Es un momento que cambia por completo lo que el espectador creía saber y le deja indeciso acerca de si tal revelación es o no cierta.
Es cierto, no obstante, que el guión deja varios aspectos sin explicar satisfactoriamente, como las razones que alimentan la guerra entre los dos grupos de psíquicos; o el tipo de experimentos que está llevando a cabo la División. Si el objetivo es convertir a los individuos en armas, las capacidades que de estos vemos en acción (detener balas con las manos desnudas, hacer que los enemigos se maten entre sí o a sí mismos, predecir los movimientos del contrario…) ya parecen lo suficientemente útiles y terribles. Hay temas de gran potencial, como el desarrollo conjunto de los poderes de Nick y Cassie o las consecuencias que sobre el mundo podría tener la existencia de seres tan fenomenales, que son ignorados a favor de una trama progresivamente más retorcida en la que todo acaba confluyendo en el típico enfrentamiento entre los representantes del Bien y del Mal. La maleta tras la cual anda todo el mundo es un obvio e insatisfactorio McGuffin. La desconcertante revelación de que en realidad contiene un suero ya desarrollado por la División deja al espectador preguntándose cómo o por qué ese producto –que ya está en uso- puede cambiar el orden mundial.
Por otra parte, el guión malogra algunas de las buenas ideas de las que él mismo se había dotado. Como he dicho, los poderes de los diferentes personajes están retratados con originalidad, coherencia y lógica en pantalla, pero en los últimos treinta minutos el guionista rompe las mismas reglas sobre ellos que había establecido al comienzo. Por no hablar de que, otra vez, hay cuestiones al respecto que nunca se aclaran o que se muestran de forma contradictoria: ¿Los “Pushers” crean recuerdos y motivaciones en la mente de la gente o simplemente controlan éstas? ¿Los Videntes ven futuros potenciales o también el presente? ¿Cuánto daño exactamente puede causar un Aullador? ¿Y por qué algunos Videntes son más exactos que otros?
Paul McGuigan acertó al rodar el film con un mínimo de efectos CGI y optando en cambio por trucos visuales más tradicionales, lo que hace de esta propuesta algo diferente a los títulos de superhéroes al uso y ofreciendo más visceralidad que artificialidad. Ahí está ese momento, por ejemplo, en el que Nick va al encuentro de Carver en un restaurante y discretamente hace levitar dos pistolas a la altura del techo para protegerse…antes de que el guardaespaldas de aquél haga girar las armas contra él y se inice un fenomenal tiroteo. Los únicos momentos en los que se utilizaron pantallas verdes fueron en las persecuciones de coches, ya que el denso tráfico de Hong-Kong dificultaba el rodaje en vivo de las mismas.
Y es que, efectivamente, la película se rodó en Hong Kong, a decir del director porque consideraba a esa ciudad asiática el equivalente a la Casablanca de la película del mismo nombre, un lugar en el que las personas pueden desaparecer fácilmente entre los márgenes de la sociedad. Sea como fuere, esa elección fue un acierto porque el director de fotografía Peter Sova satura de contraste y color las imágenes que muestran la arquitectura, calles, neones e interiores de la densa urbe, aportando una textura y atmósfera que respetan el aspecto ajado, húmedo, vivo y agobiante que en realidad tiene esa ciudad y que le viene muy bien a la historia. Dadas las dificultades de filmar en unas calles siempre atiborradas de gente, McGuigan decidió en bastantes ocasiones ocultar las cámaras en furgonetas y rodar a los actores través de pequeños agujeros en el chasis, debiendo éstos solventar la escena en una sola toma. Una solución guerrillera que le añadió un grado extra de realismo y “suciedad”.
Como protagonista figura Chris Evans, que ya había interpretado a un superhéroe en “Los Cuatro Fantásticos” (2005 y 2007) y que luego saltaría al estrellato del género encarnando al Capitán América en el universo cinematográfico Marvel. Aquí interpreta su personaje con ese carisma varonil con unas gotas de chulería y tormento que ya presagiaba su ascenso al estrellato. Junto a él, la niña actriz Dakota Fanning, con quince años, aporta inteligencia y emoción a su personaje. Evans y Fanning tienen chispa en pantalla y su extraña y dispar relación punteada de pullas y momentos divertidos resulta, contra todo pronóstico, creíble.
Camilla Belle también resulta satisfactoria como mujer comprensiblemente neurótica, angustiada y atemorizada. De todas formas, esta es una historia en la que prevalece la trama y la intriga sobre la caracterización, que en bastantes casos cae en lo ramplón. Las motivaciones de personajes como Hook Waters (Cliff Curtis) o Ming Na (Emily Wu) nunca se explican convenientemente y su intervención en la trama va y viene intermintentemente según le viene bien al guionista para continuar con una historia que se complica más allá de lo necesario. Djimon Hounsou tiene una imponente presencia física en pantalla, pero ésta queda desaprovechada por un personaje que no sale del más gastado cliché villanesco.
“Push” es una película que no acaba de saber bien en qué campo quiere estar y termina cayendo en una especie de tierra de nadie en la que se mezcla el thriller adulto, la acción violenta (hay asesinatos y sangre en abundancia, aunque sin llegar al gore más flagrante) y el producto ligero para adolescentes con gotas de comedia, romance y efectismo. Está claro que esta indefinición molestó a muchos espectadores y críticos y dificultó la tarea del estudio a la hora de venderla claramente a un determinado público objetivo. El cliffhanger con el que finaliza la película está claramente orientado a enlazar con una posible segunda parte, pero la tibia acogida dispensada, el mediocre recorrido comercial (aunque recaudó más de lo invertido, fue menos de lo esperado y sólo gracias al taquillaje internacional) y el compromiso de Evans con Marvel y el incremento de su caché, hicieron ya imposible la continuación.
“Push” es una película que tiene conceptos intrigantes y escenas intensas, pero que no alcanza el potencial que promete en su arranque y cuyo resultado queda empañado por demasiadas incoherencias y agujeros de guión además de por un clímax totalmente centrado en la violencia y la acción que no está a la altura de la propuesta inicial. No creo, sin embargo, que sea una película tan detestablemente mala como para no encontrar en ella un rato de entretenimiento y un puñado de buenas ideas. Que sus virtudes superen a sus defectos, o a la inversa, dependerá, como siempre, del criterio y gusto del espectador.
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