jueves, 5 de marzo de 2020

1988- LA RUTA DE ARMILIA – Schuiten y Peeters


Tras “La Torre” (1987), François Schuiten y Benoit Peeters continúan profundizando en su universo de “Las Ciudades Oscuras” con una nueva entrega, “La Ruta de Armilia”, en la que se presentan varias ciudades nuevas y donde se pasa del formato de comic tradicional a uno más cercano al cuento infantil.



La historia comienza con una secuencia de dos páginas con un formato de comic tradicional. En la ciudad industrial de Mylos, el inspector Helmut acude a una fábrica para investigar las anomalías en las cifras de producción. Le acompaña el capataz, Rainer. Pero, a continuación, la narración cambia de formato a uno dominado por el texto con letras de considerable tamaño que ocupa dos tercios de la página estando el resto destinado a una ilustración que se extiende horizontalmente a lo ancho de aquélla. Esta disposición variará algo en las siguientes planchas, con ilustraciones a página completa acompañadas de texto en la opuesta, o bien dibujos a doble página.

Ese cambio acompaña al que se produce en el propio argumento ya que éste pasa a contar las aventuras que tienen lugar durante un viaje aéreo en dirigible desde Mylos hasta la ciudad de Armilia, situada en el polo norte. El capitán de la aeronave es un niño, Ferdinand, el único que conoce la fórmula que permitirá a Armilia despertar del periodo de hibernación que está sufriendo. Ya al principio del viaje, Ferdinand descubre a una polizonte de su edad, Hella, a la
que invita a acompañarle en una travesía que pasa o se detiene por ciudades como Brüsel, Bayreuth o Kobenhavn antes de cruzar el mar y llegar a tierras árticas.

En “La Ruta de Armilia”, Peeters rinde homenaje, por supuesto, a los Viajes Extraordinarios del gran Julio Verne, especialmente a “Cinco Semanas en Globo” (1863), en la que tres ingleses recorrían el continente africano a bordo de un aeróstato; pero también a “Las Aventuras del Capitán Hatteras” (1865), sobre una peligrosa expedición marítima al Polo Norte. En la parte final, los dos niños encuentran a un hombre llamado Pym, obvia referencia a la novela de Edgar Allan Poe, “La Narración de Arthur Gordon Pym” (1838), otro clásico de la literatura de viajes. Y como en entregas anteriores de “Las Ciudades Oscuras”, “La Ruta de Armilia” incluye muchos elementos poco claros, envueltos en el misterio, implícitos y dejados a la imaginación del lector. No se explica la razón por la que se encomendó la misión a Ferdinand o cómo éste adquirió la fórmula que pondrá en funcionamiento de nuevo a Armilia, así como la naturaleza de ese lugar. La meta final del viaje por los territorios norteños de ese mundo imaginario hacia el Círculo Ártico tampoco queda demasiado clara, aunque parece
estar relacionada con el restablecimiento del equilibrio en un mundo amenazado.

Los autores, por tanto, dejan muchas cosas abiertas a la interpretación de cada cual. Ni siquiera las páginas de comic propiamente dicho que abren y cierran la historia aclaran gran cosa. De hecho, al final se apunta la posibilidad de que todo lo narrado no sea sino producto de la imaginación de un niño esclavo de Mylos, por lo que estaríamos ante una suerte de engaño, de fantasía a la que el lector ha sido maliciosamente atraído por los autores. Es una posibilidad que cobra fuerza por cuanto este periplo tiene mucho de cuento fantástico para jóvenes. Al fin y al cabo, Ferdinand no tiene que preocuparse de “minucias” propias del mundo real como la logística, la organización, el pago de suministros y salarios…

Ese final, con la inspección de la fábrica en Mylos, además de una poco sutil crítica al sistema de producción actual, bien podría ser una reflexión sobre la relación que el alienado individuo del mundo industrializado establece entre la realidad y la ficción, siendo ésta una necesaria puerta para escapar de aquélla, aunque la tenga que crear uno mismo. Ese niño esclavizado cruelmente por el sistema económico, con su perspectiva limitada, escasa experiencia del mundo y erróneo sistema de interpretación de lo que existe fuera de su minúsculo entorno inmediato, es capaz de transformar sus vivencias en una narración mucho más seductora para él mismo y que le permite mantener la mente activa.

Como ya habían hecho en “El Archivista” (1987), Schuiten y Peeters decidieron jugar con el formato gráfico y prescindir mayormente del comic tradicional. Así, la historia cuenta con 60 páginas, de las cuales sólo 8 tienen el panelado clásico en viñetas. Por supuesto, las imágenes que crea Schuiten son magníficas, tanto por la imaginación de los paisajes y máquinas que retrata como por la meticulosidad con la que están realizadas y esa cualidad suavemente onírica que las impregna. El artista realiza aquí sus dibujos a lápiz, luego los colorea con lapiceros –añadiendo posiblemente toques de pintura- y finalmente los
perfila y termina con la tinta. Esta técnica crea una textura suave, delicada y amable que sin embargo no pierde su tono realista. Las ilustraciones a página completa nos ofrecen nuevas aproximaciones a algunas Ciudades Oscuras, como las puertas de Porrentruy, los rascacielos de Muhka, algunos edificios de Brüsel, el microclima de Kobenhaven… También podemos ver el interior del dirigible: su salón de baile, la estructura metálica, las vistas desde el comedor…

Hay que decir que, al menos en parte, esta obra es una especie de “patchwork” elaborado a partir de retazos reciclados que originalmente habían tenido otros fines. Así, la montaña de hielo de la página 54, había sido un anuncio para la compañía cristalera AGC Glass. O el colosal mecanismo de la página 63, que se utilizó como parte de una campaña para un fabricante de relojes. La ilustración de la página 35 es un dibujo realizado para el Festival de Wagner en Bayreuth. Y la escalinata de la 33 es la del edificio modernista que alberga el Museo del Comic de Bruselas.

La actual edición de “La Ruta de Armilia” se completa con otras tres historias menores y sólo periféricamente conectadas con Las Ciudades Oscuras, cuyos temas y narración están, a decir de los autores, más orientados a un lector juvenil. Tienen, además, formatos diferentes: “Mary La Inclinada” (1995, presagiando el álbum “La Chica Inclinada”, 1996) es un cuento ilustrado; “Los Caballos de la Luna”, un comic mudo; y “La Perla” (una variación sobre el cuento de Andersen “La Princesa y el Guisante”), un híbrido de los dos formatos anteriores, con viñetas y texto pero sin diálogos.

Tengo sin embargo mis dudas al respecto de que el supuesto público objetivo pueda apreciar estos trabajos. La evocadora atmósfera de las historias, su grado de sofisticación gráfica y conceptual, el espíritu poético o incluso el color, probablemente no van a conectar bien con un niño moderno de gustos convencionales. Y aunque un adulto sin duda pueda apreciar esas mismas características, encontrará las historias en sí una lectura en exceso ligera y cuyos temas no llegan a desarrollarse lo suficiente.

Es de agradecer el cambio de paso y formato que los autores acometen en la serie con esta
entrega, pero por desgracia la historia de “La Ruta de Armilia” no es gran cosa. No ocurre mucho, no hay conflictos, la trama es superficial, los personajes no están bien perfilados, los misterios no se aclaran, el final es algo decepcionante y no ofrece ningún suspense. Además, la prosa de Peeters no es lo suficientemente buena como para crear magia literaria. Sus descripciones carecen de la capacidad de evocación de que sí gozan las ilustraciones que las acompañan. Y es que para disfrutar de los méritos de este álbum hay que leerlo como lo que en el fondo es: una excusa para exhibir el talento de Schuiten a la hora de representar arquitecturas imaginarias, maravillosas y fascinantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario