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miércoles, 30 de octubre de 2019
2015- EL DESTINO DE JÚPITER – Hermanas Wachowski
Las Hermanas Wachowski –originalmente conocidas como Hermanos Wachowski hasta que Larry se cambió el sexo para convertirse en Lana y su hermano Andy hizo lo propio poco después de estrenarse el film que ahora comento- son realizadoras de culto sobre todo gracias a su influyente “Matrix” (1999). Su aureola mística viene potenciada por su aversión a la publicidad de ningún tipo, hasta el punto de que sus contratos estipulan que no participarán en la promoción de ninguna de sus películas.
Por otra parte, hay cierto consenso entre los críticos en el sentido de que son cineastas de un solo éxito. Sus dos secuelas de Matrix decepcionaron a muchos de los que habían alabado con entusiasmo la primera entrega. Más allá de esa saga, su trayectoria ha sido irregular en cuanto a recaudación y crítica. Su exuberante adaptación a imagen “real” del anime “Speed Racer” (2008) fue un fracaso en todos los sentidos; la ambiciosa “El Atlas de las Nubes” (2012) dividió a público y crítica y sus resultados económicos fueron mediocres. Mejor le fue a la serie televisiva que apadrinaron, “Sense8” (2015-2018). “V de Vendetta” (2006), que produjeron y escribieron, está bien considerada aunque la dinámica “Ninja Assassin” (2009), también producida por ellos, sólo mereció malas críticas. Esta tendencia no se invirtió con “El Destino de Júpiter”, que registró un pobre recorrido en taquilla y comentarios que iban de lo moderadamente entusiasta al desprecio más absoluto.
Jupiter Jones (Mila Kunis) nació mientras su madre viajaba a bordo de un carguero huyendo de la policía secreta rusa que había asesinado a su marido. Ahora vive en Chicago y trabaja como limpiadora. Su novio Vasiliy (Jeremy Swift) la ha convencido para que venda sus óvulos y obtenga así dinero que pueda prestarle a él. Acude a una clínica de fertilidad dando el nombre de su amiga Katherine Dunlevy (Vanessa Kirby). Este acto hace que su ADN llame la atención de unos cazarrecompensas galácticos y ya en el trance de someterse a la operación, un rival de aquellos, Caine Wise (Channing Tatum) la rescata cuando los alienígenas, que han tomado la forma de unos médicos, van a matarla. Caine escapa con ella utilizando unas botas jet mientras sus adversarios los persiguen por los cielos de la ciudad. Caine le explica que su ADN la señala como la reencarnación de la matriarca de la galáctica Casa de Abrasax, lo que a su vez la convierte en la Reina de la Tierra, una afirmación que Júpiter encuentra ridícula habida de cuenta de su humilde extracción social.
Caine –que resulta ser un híbrido genético de humano y lobo- la lleva hasta la base oculta en la Mancha Roja de Júpiter y la presenta a los más eminentes científicos del millar de especies que pueblan la galaxia. En el centro de todo el entramado político se encuentra la milenaria Casa de Abraxas, que mucho tiempo atrás sembró las semillas del hombre en la Tierra. La aparición de Júpiter desata las maquinaciones entre los tres hijos de la matriarca. Cada uno de ellos posee grandes sectores de la galaxia y buscan ampliar su poder haciéndose con la herencia de la joven. Lo que ésta ignora es que la longevidad de su pueblo se basa en el continuo rejuvenecimiento de sus cuerpos con un suero que se extrae de los humanos y que la Tierra ha sido poblada con tan solo un propósito: dejar que aquéllos se reproduzcan masivamente y así tener una enorme reserva del valioso producto. Y el momento de la cosecha ha llegado ahora. Para evitarlo, Júpiter tiene que reclamar la Tierra como parte de su herencia, evitando que caiga en manos del malvado Balen Abraxas (Eddie Redmayne).
La crítica generalista nunca ha sido demasiado amable con los/las Wachowski. Pero en honor a la verdad hay que admitir que tampoco lo han sido con la ciencia ficción como género cinematográfico. Sus análisis pecan a menudo de simplistas, condescendientes o ignorantes de los presupuestos y conceptos sobre los que se apoyan las historias del género. Y aunque esto es asimismo cierto en lo que respecta a los films de los Wachowski, también lo es que los avances de “El Destino de Júpiter” que pudieron verse previos al estreno no invitaban al optimismo. El tráiler mostraba a Channing Tatum con unas orejas de elfo y un maquillaje andrógino que le hacía parecer más ridículo que misterioso. Por otra parte, el estreno del film fue retrasado de julio de 2014 a febrero de 2015, una fecha habitualmente árida en las agendas de lanzamientos de los estudios; decisión que fue interpretada por muchos como muestra de la poca fe que Warner Brothers tenía en la película de los Wachowski. Y efectivamente, cuando se estrenó, la reacción general de crítica y público fue de tibia a negativa.
Los Wachowski se caracterizan por coger subgéneros populares –las artes marciales, la realidad virtual, animes de los sesenta, ninjas- y reinventarlos llevando las escenas de acción y los efectos visuales a niveles nunca antes vistos al mismo tiempo que incluyen conceptos e ideas ambiciosos. En el caso de “El Destino de Júpiter” el subgénero elegido es la space opera, lo cual fue en sí mismo una apuesta arriesgada en una época en la que este tipo de proyectos se abordan con muchas reticencias si no vienen incluidos en una franquicia ya bien establecida o suponen un reboot de algún éxito pasado. La película bien podría haber acabado siendo uno más de los muchos clones de “Star Wars”. De hecho, la trama se diría concebida tras el visionado del serial de “Flash Gordon” de 1936 o su remake cinematográfico de 1980, aumentando el tono melodramático en lo que se refiere al protagonismo de un mortal inmerso en una aventura galáctica en la que se enfrenta a un monarca supremo (o, en este caso, una dinastía real.
Como en el universo de Flash Gordon (y también el de Star Wars), encontramos aquí una galaxia poblada por multitud de especies pintorescas; la heroína titular está acompañada por un híbrido de humano y animal, Caine, que en un momento determinado dice que tiene más en común con un perro que con un hombre. Se trata de un personaje que no habría desentonado junto a los Hombres Halcón, Hombres León u Hombres Tiburón que aparecían en los comics y películas de Flash Gordon. La historia de ambas obras se centra en los maquiavélicos planes del villano supremo para casarse con la heroína (la cual, por cierto, lleva un nombre que quizá sea un guiño de los Wachowski a la serie de novelas de “Los Tres Investigadores”, uno de cuyos adolescentes protagonistas se llamaba igual).
Otro de los rasgos creativos de los Wachowski es que en sus películas ponen el listón muy alto en lo que se refiere a la concepción de sus universos ficticios. Compárense, por ejemplo, “El Destino de Júpiter” con las precuelas de “Star Wars”. Ambos films exhiben una gran imaginación y talento a la hora de diseñar los decorados, naves y artefactos, pero en el caso de George Lucas la sensación es que ha trabajado poco en lo que se refiere a la sociología, las culturas y la forma de funcionar de los mundos que presenta. Los Wachowski, por su parte, disfrutan racionalizando –aunque sea de forma extravagante- el trasfondo de las historias que imaginan y en esta ocasión nos presentan un panorama razonablemente original en el que la Tierra no es más que un criadero establecido por otra especie de humanoides cuya existencia precede incluso a la de los dinosaurios; en el que las alocadas mezclas de seres que veíamos en Flash Gordon son aquí explicadas como cruces genéticos para uso militar; la idea de que la reencarnación no es más que una secuencia genética que se replica a sí misma tras cierto número de recombinaciones; que el fenómeno de la Mancha Roja joviana no es más que una pantalla que esconde una base alienígena; y la creación de una compleja serie de maquinaciones y rivalidades políticas que recogen el espíritu de “Dune” (1965), de Frank Herbert.
Eso sí, no todo son aciertos, como sucede con esa escena en la que las abejas obedecen a Júpiter o ciertos alienígenas que van salpicando la trama, pero en general, la película sale airosa en este aspecto. Además, plantean muchas preguntas que dejan sin resolver e ideas a las que les falta desarrollo. Hay todo un universo de relaciones comerciales y clases sociales para el que no se nos aporta contexto. Los humanos se pueden mezclar genéticamente con animales, sí, pero ¿todo tipo de animales? ¿Cuántos de su clase hay y para qué se utilizan? ¿Y los ciborgs? ¿Dónde encajan en el sistema de clases galáctico? ¿Siempre fueron ciborgs? ¿Cómo empezó y cómo funciona el negocio del suero de la inmortalidad? La familia Abraxas parece ostentar el poder pero no el gobierno, así que, ¿cómo se organiza ese sistema? Son todas estas cuestiones que quedan en el aire y que hubieran dado contenido para una saga de películas o una serie televisiva.
De todas las películas de los Wachowski hasta entonces, “El Destino de Júpiter” es la menos preocupada por introducir conceptos filosóficos y la más inclinada a ofrecer un entretenimiento sin pretensiones. Hay incluso una mayor dosis de humor de lo que suele ser habitual en su filmografía, con algunas escenas demasiado alargadas sobre la familia rusa de Júpiter; o esa secuencia en la que la heroína tiene que someterse a un enervante calvario burocrático para reclamar oficialmente su herencia. Se trata este último pasaje de un nada disimulado homenaje al clásico “Brazil” (1985) subrayado por la intervención en pantalla del propio Terry Gilliam (aunque irreconocible tras el maquillaje). Por desgracia, es un momento que por su tono y ritmo no encaja con el resto de la película y diluye la sensación de urgencia que se había planteado justo antes.
También y como suele ser norma en las producciones del dúo, destacan los espectaculares diseños de naves, vehículos, armas, vestuario, maquinaria y edificios extraterrestres. Lo mismo puede decirse de las dinámicas e inventivas escenas de acción, para las que los técnicos crearon nuevos sistemas de filmación, varios niveles por encima de las de otras películas contemporáneas, como cuando Cain sale de la clínica de fertilidad para caer en una emboscada de otros mercenarios que degenera en una ensalada de disparos de rayos antes de que aquél active sus botas jet antigravedad y vuele rozando las fachadas de los edificios desviando los disparos con su campo de fuerza portátil. Unos pocos minutos más tarde, él y Júpiter surcan a toda velocidad los cielos de Chicago, primero utilizando las botas de él y luego una nave enemiga, en una huida enloquecida donde salvan todo tipo de obstáculos imaginables rivalizando con lo mejor que han ofrecido las películas de George Lucas. Para completar esta secuencia, Mila Kunis y Channing Tatum tuvieron que rodar fragmentos de la misma todos los días durante seis meses. Los efectos especiales son asimismo sobresalientes, con algunas tomas pensadas para dejar con la boca abierta al espectador de las salas con proyectores 3D, ya sea por su belleza (las naves emergiendo de las nubes de Júpiter o atravesando los anillos de Saturno) o su fuerza (la batalla del clímax, repleta de destrucción masiva, gente peleando al borde de superestructuras que se vienen abajo y bolas de fuego inmensas).
El problema es que todo ese sofisticado y apabullante aparato visual, el potencial dramático del entramado político-familiar de fondo y las ideas y conceptos puntualmente interesantes no logran mejorar lo que en el fondo es una historia ya muy vista, por mucho que los directores afirmaran que el guión contaba nada menos que con 600 páginas: el/la adolescente de orígenes humildes que descubre su herencia regia, que accede a un mundo nuevo y maravilloso bajo la guía y protección de un mentor y que debe luchar por alcanzar su destino contra un terrible villano ganándose por el camino y gracias a su nobleza y valentía aliados y enemigos. Es el clásico “Camino del Héroe” que hemos visto en miles de obras de ficción (de “Star Wars” a “El Señor de los Anillos” pasando por la propia “Matrix”) y del que aquí el guión se desvía muy poco. A ello se añade el toque romántico según el esquema de la Bella y la Bestia (Júpiter y Cain).
Una fórmula, en fin, que lleva muchísimo tiempo funcionando para un perfil de espectadores preadolescentes y adolescentes por una razón muy simple: les ofrece identificación con un protagonista que se siente infeliz y alienado en su entorno, que recibe la ayuda de un adulto sabio y comprensivo, que descubre un mundo lleno de posibilidades en el que está destinado a jugar un gran papel y en el que se reconocerá su valía y donde, por si fuera poco, encuentra el Amor. Si a ello añadimos actores jóvenes y atractivos, tenemos un producto que, independientemente del lujo visual con el que venga envuelto, tiene un público objetivo muy claro.
Y ya que sale a colación el apartado actoral, no puedo destacar mucho al respecto. Mila Kunis le da a su papel lo poco que éste necesita. Mejor trabajo hace Channing Tatum, cuyo ridículo maquillaje podría haber hecho de su interpretación algo risible pero que, en cambio, le aporta a su personaje más dignidad –e incluso energía sexual- de lo que cabría esperar (pensemos el resultado que habrían dado encarnando a Caine con esa misma caracterización otros actores a priori más identificados con la acción, como Bruce Willis o Jason Statham). Buena parte de la película se rodó en Inglaterra y los Wachowski decidieron darle a los personajes pertenecientes a la realeza galáctica el tópico acento de las clases altas británicas. Entre ellos destaca Eddie Redmayne, del que entonces se hablaba mucho por su reciente Oscar gracias a “La Teoría del Todo” (2014) y que encarna a un villano repulsivo por su lánguida arrogancia y cuya intensidad –en la versión original- queda estropeada por la decisión del actor de utilizar una voz siseante que le hace parecer estúpido. Sean Bean, en el papel de Stinger Apini, es otro nombre a resaltar, siempre una presencia bienvenida aunque su personaje no esté a la altura de su capacidad interpretativa.
Los tropiezos del film no se quedan en el simplón argumento. Hay trazas evidentes de un pésimo trabajo de edición. Los personajes hacen frecuentes alusiones a momentos de la trama de los que supuestamente ya hemos visto pero que no han aparecido por ninguna parte. El “romance” entre Júpiter y Caine está poco fundado, como si algunas escenas clave de su naciente relación hubieran sido recortadas; otros momentos de gran intensidad emocional han quedado mutilados de forma caprichosa y el ritmo se tambalea en toda la segunda parte…
Pero los problemas de “El Destino de Júpiter” van más allá de la capacidad de un editor para solucionarlos. Por ejemplo, su protagonista, una muchacha con tan baja autoestima que se deja convencer por su grimoso primo para vender sus ovarios y darle a él la mayor parte del dinero y luego pasarse la mayor parte de la trama a la espera de que la rescaten, algunas veces debido a sus malas decisiones. Resulta difícil de creer no solo que alguien de carácter tan débil y dependiente del auxilio externo se convierta en una heroína de talla galáctica en el plazo de sólo unos días, sino que asuma con total naturalidad el codearse con la monarquía interestelar, vestir atuendos increíbles, recibir propuestas matrimoniales y, en general, aceptar la categoría nobiliaria que de repente cae sobre ella. Otro ejemplo de fallos en la edición y/o guión es el plantear una urgencia extrema (la decisión de Balen de cosechar la Tierra en un plazo de 24 horas si Jüpiter no reclama antes sus derechos sobre el planeta) que debería conducir al clímax… para luego olvidarse de tal amenaza inminente, como si el villano sólo hubiera hablado retóricamente.
Las dos principales inspiraciones de esta historia fueron la “Odisea” de Homero y “El Mago de Oz”, siendo la primera más un predecesor espiritual y la segunda la herramienta narrativa práctica. Júpiter, como Dorothy en la novela de Frank L.Baum, se ve transportada a un entorno no de fantasía sino de space opera. Y sí, Caine hace el papel del perrito Toto (por muy absurdo que parezca, los Wachowski lo confirmaron). La idea era retorcer el tópico del héroe espacial masculino, estoico y duro, y transformarlo en una mujer que trata de salir del apuro recurriendo a la empatía y la inteligencia (aunque, como he comentado más arriba, su éxito es más que dudoso).
“El Destino de Júpiter” es también y hasta cierto punto el reverso de “Matrix”. En ésta, Neo descubría que el mundo que conocía no era más que una ilusión diseñada para hurtarle la horrible verdad: que vivía en un mundo postapocalíptico en el que los humanos eran “cultivados” por las inteligencias artificiales para servirles de energía. El secreto en el núcleo de “El Destino de Júpiter” es igualmente terrible, pero esta vez, en lugar de descubrir un mundo oscuro y decrépito, la protagonista llega a uno maravilloso, sofisticado y hermoso. Los Wachowski, por tanto, sustituyen la desasosegante narrativa postapocalíptica de “Matrix” por una fantasía de “Cenicienta”. En sí, este enfoque tiene bastante potencial como herramienta para criticar nuestras fantasías de acceder a un mundo de riqueza y poder en una realidad en la que un puñado de potentados explotan y manipulan al resto de la población. También abre la puerta a plantear cuestiones interesantes sobre la identidad y el carácter sirviéndose de un personaje que de limpiar baños pasa sin solución de continuidad a ser reverenciada como una reina galáctica. Lo que necesita una película así para entretener al tiempo que llamar a la reflexión, es foco argumental y honestidad emocional.
Por desgracia, ese potencial queda desaprovechado por una historia, como he dicho, poco ambiciosa y un planteamiento que da más peso a lo visual que a lo argumental, a la cáscara que a la pulpa. “El Destino de Júpiter” no es una película lo suficientemente alocada y frenética como para disfrutarse como un producto extravagante y divertido; pero tampoco tiene el coraje de abordar a fondo los temas más complejos y oscuros que se sugieren. Es posible que si en lugar de una película se hubiera planteado como una miniserie que permitiera explorar más a fondo la riqueza y complejidad de ese universo aquí sólo sugerida, el resultado hubiera sido más satisfactorio. Dejando al margen al público adolescente que comenté más arriba, si se quiere sacar algo de esta space opera es mejor no albergar demasiadas expectativas y dejarse seducir por las potentes imágenes que ofrece.
Estimado Manuel la verdad que estos hermanos dejaron de ser creativos Matrix fue el robo más grande a Philip K Dick y a Gibson, en fin, lo único que le haría una corrección. Nadie puede cambiar de sexo. Si de género. Seguirán siendo hombres aún cuando se autoperciban mujer o perro. La ciencia ficción ha dado esa explicación XX=mujer. XY=hombre. Saludos
ResponderEliminarSerá macho y hembra porque hombre y mujer son constructos socioculturales como demuestra que un hombre y una mujer no son lo mismo en Europa que en África, o que en España no es lo mismo ser mujer en el XVI que en el XXI. No confundamos cultura con biología.
ResponderEliminarPor lo visto para algunos es lo mismo ser mujer que ser un perro...
ResponderEliminarDespreciable el primer comentario la verdad.
En cuanto a la película, flojísima a mi gusto.
Entre las influencias que se comentan, creo que falta una que, al menos visualmente, es muy importante: Jack Kirby. La influencia de Kirby está detrás de muchas películas, pero esta en concreto me parece la puesta en escena del universo gráfico kirbyano, sobre todo de Nuevos Dioses o Cuarto Mundo, desde luego de mejor manera que en los Eternos de Disney. Al menos en espiritu, esta pelicula me parece absolutamente kirbiana!
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