En su encarnación original de los años ochenta del siglo pasado, los Hombres Omega fueron presentados en la colección de “Green Lantern” antes de conseguir seria propia en 1983, una estimable colección firmada por Roger Slifer y Keith Giffen en la que se mezclaba la space opera más clásica con el género de los superhéroes en una épica que narraba la lucha de unos variopintos rebeldes del sistema Vega contra un poderoso y maligno imperio, la Ciudadela.
Era este un argumento no muy original derivado claramente del éxito de “Star Wars” y con el añadido de superpoderes y uniformes llamativos, pero a la postre entretenido y con buenos personajes. Tras su cancelación en 1985 y salvo cameos puntuales en colecciones como la de “Green Lantern” o la “Legión de Superhéroes”, los Omega Men permanecieron en el limbo editorial durante muchos años hasta que el guionista Tom King recuperó del olvido esa colección y sus personajes para magnificar y desarrollar lo que había sido el tema central de aquélla: el origen, sentido y consecuencias de la rebeldía política. Tratándose de unos personajes ninguneados por la editorial y los lectores, ajenos a los grandes eventos y la continuidad general del universo DC y desconocidos para las nuevas generaciones, King en esta maxiserie de doce números gozó de una inusual libertad para hacer con ellos lo que quisiera. Esta es la tercera encarnación de este grupo de combatientes por la libertad y quizá la primera en alcanzar todo su potencial.
El sistema Vega, compuesto por media docena de planetas, está habitado por una multitud de especies que conviven en una cultura mixta y profesan la misma religión, una especie de culto a las fuerzas de la Vida y la Muerte, el Alfa y el Omega. Por desgracia, ese sistema es rico en un elemento extraordinariamente demandado en toda la galaxia: el estelarium. Tras la destrucción del planeta Krypton, se descubrió que los desequilibrios climáticos provocados por el desarrollo tecnológico podían acabar aniquilando un planeta y que el estelarium tiene la capacidad neutralizar ese proceso ecodegenerativo. El Consejo Galáctico acudió entonces a la Ciudadela, una suerte de consorcio empresarial, para que se ocupara de recolectar y suministrar el preciado elemento. El problema era que su extracción convertía al planeta en cuestión en inhabitable, por lo que era necesario obligar a sus habitantes a evacuar su mundo… o aniquilarlos si ello resulta inviable o complicado.
La Ciudadela, a través de su cabeza visible, el Virrey, instauró en el sistema Vega una tiranía de miedo, sumisión y crueldad absolutos. En los diferentes mundos surgieron rebeldes, los Omega Men, que se enfrentaron a las fuerzas opresoras. Pero por cada soldado u oficial que matan los rebeldes o sus aliados. La Ciudadela asesina como respuesta a cientos de inocentes del planeta en el que haya tenido lugar el ataque. Este comportamiento se justifica hipócritamente como un acto religioso dedicado a la deidad conocida como Alfa.
En ese contexto llega al sistema Vega un antiguo Green Lantern, Kyle Rayner, personaje creado inicialmente para sustituir a Hal Jordan –el Lantern original de la Tierra- y que, de hecho, actuó como tal durante la década de los noventa y principios de los dosmiles. Recibió un anillo blanco y participó en la colección “Nuevos Guardianes”, pero desde la cancelación de ésta, había permanecido en el limbo hasta ser recuperado por King para esta miniserie. El caso es que Rayner, atormentado por sus propios fantasmas, tiene la autoimpuesta misión de mediar entre las partes y conseguir un acuerdo de paz. Los Green Lantern Corps firmaron hace mucho tiempo un tratado de no interferencia con esos mundos, así que Rayner no tiene otra opción que entregar su anillo de poder al Virrey si quiere intervenir. Pero sus buenas intenciones no tardan en verse frustradas cuando es secuestrado por los Omega Men, cuyo núcleo lo conforman Primus, Tigorr, Doc, Broot, Kalissta y Scrapps (todos ellos miembros de la formación original a excepción de la última, que creó Tom King inspirándose en su propia hija). La intención de éstos es mostrarle a Rayner las atrocidades cometidas por la Ciudadela y reclutarle para su causa, de grado o, si ello no es posible, por la fuerza. Las convicciones pacifistas de Rayner son puestas a prueba en una situación en la que parece que la violencia es la única respuesta posible y justa a una opresión sin concesiones.
En los últimos años, Tom King se ha ganado rápidamente el prestigio de ser uno de los guionistas más interesantes del comic norteamericano. En su haber tiene títulos como “La Visión”, “El Sheriff de Babilonia” o “Batman”. En “Omega Men”, teje una narración en varias capas que va saltando de planeta en planeta del sistema Vega, planteando dilemas morales, políticos, económicos y religiosos, pero sobre todo y por encima de eso, filosóficos. Dilemas por cierto, que carecen de respuesta clara, contundente y definitiva y que vienen subrayados por las citas del filósofo William James que cierran cada capítulo.
Como suele suceder en la ciencia ficción, los temas que se abordan pertenecen en realidad a nuestro propio mundo y época y “Omega Men”, esconde tras su pátina de aventura y thriller político una clara alegoría. El estelarium bien podría ser un recurso natural como el coltan o el petróleo, que son arrebatados a países pobres o, como mínimo, indefensos ante el poder e influencia de las multinacionales de la energía. Su explotación implica la destrucción de ecosistemas, culturas e incluso poblaciones o, en el peor de los casos, desequilibrios graves en esas naciones. Por otra parte, quienes se rebelan contra las tiranías totales o parciales, políticas o económicas, a menudo son tachados de terroristas, individuos u organizaciones violentos que pretenden sabotear el sistema y el bienestar de la mayoría; ellos, por su parte, se ven a sí mismos como luchadores por la libertad –o por la forma de vida o sociedad en la que creen-, dispuestos a pagar cualquier precio, incluida su propia vida, por la causa.
Así que no es difícil ver en la lucha que libran la Ciudadela y los Omega Men el enquistado conflicto de Oriente Próximo, algo que no sorprende si recordamos que Tom King sirvió como agente de la CIA en Irak en 2003. Esto nos queda claro desde la primera página, una recreación de los tristemente famosos vídeos de asesinatos de rehenes distribuidos por el ISIS o Al Quaeda, solo que en esta ocasión el papel de la víctima lo asume Rayner y el de sus verdugos los Omega Men. Destaca también la forma en que se utiliza la fe del pueblo para manipular sus pensamientos y actos. El Virrey viste ropajes papales y la jerarquía eclesial del planeta Changralyn engaña a sus pacíficos fieles aliándose con el enemigo con tal de medrar y conservar su posición de poder.
Este comic no resulta una lectura cómoda. En un género (ya sea el de la space opera o el de superhéroes) en el que abundan las historias construidas a base de principios morales absolutos y gruesos brochazos de gris, “Omega Men” ofrece personajes más oscuros de lo habitual. A King le interesa explorar las zonas moralmente ambiguas de las guerras y los conflictos religiosos y para ello retuerce la nobleza y heroísmo que de partida se les supone a los protagonistas y difumina considerablemente el maniqueísmo reinante en las aventuras de los Omega Men originales. Tanto es así, que éstos pueden ser básicamente considerados como un ISIS del espacio. Asesinan sin escrúpulos porque entienden que esas muertes están justificadas, bien por las experiencias que ellos han vivido, bien por sus creencias religiosas. Resulta difícil, por ejemplo, justificar la mayor parte de las acciones de Kalista, una atractiva y carismática princesa, tan inteligente y diestra con las armas como despiadada a la hora de matar. Es problemático calificar nada de lo que hacen ella o Tigorr como netamente heroico. Incluso, el líder del grupo, Primus, procede de una facción política que comenzó con resistencias pasivas y pacíficas pero que, al no obtener ningún resultado se decantó por la violencia…en nombre de la paz. Y, sin embargo, con todas las aristas y rincones oscuros que tienen estos personajes, el guión consigue que el lector simpatice hasta cierto punto con ellos. Se nos cuentan las razones por las que todos los Omega Men han acabado eligiendo el camino de la violencia contra la Ciudadela, razones bien fundadas que son fáciles de entender y hasta compartir.
Y es que King adopta el punto de vista de los terroristas para mostrarnos cómo el sufrimiento personal, la pérdida de todo lo que es querido y el ambiente asfixiante de abusos y opresión, pueden acabar empujando incluso a los más nobles al asesinato a sangre fría, la aniquilación de inocentes o el martirio. Kalista es una mujer inteligente y seductora pero también violenta y despiadada; Primus ha caído en el tormento espiritual al verse obligado a traicionar sus ideales pacifistas; la rabia inextinguible de Tigorr proviene del arrepentimiento por traicionar a su pueblo y matar a su padre; la pesadumbre de Groot tiene su origen en el descubrimiento de que la religión en la que él creía profundamente está siendo utilizada por la casta sacerdotal en su propio beneficio; Scrapps es la última superviviente del genocidio que aniquiló a toda su especie… Podemos comprender el origen del dolor de todos ellos, pero la cuestión sujeta a debate es si ello justifica su intolerancia y sus brutales actos como rebeldes.
Y, para colmo, el final es tremendamente desesperanzador (ATENCIÓN: SPOILER) Todo el sufrimiento y sacrificio experimentados e infligidos no parece haber servido de mucho. El bucle no se ha roto y si uno tenía dudas acerca de la naturaleza de los Omega Men como combatientes por la libertad, sus sospechas se ven confirmadas en el epílogo. Algunos se han convertido ellos mismos en tiranos y otros no han sabido ajustarse a una vida sin conflicto y han caído en el delito o las vendettas (FIN SPOILER). Por esta razón, se me hace difícil imaginar de qué manera puede DC aprovechar estos personajes tan poco heroicos e integrarlos en su universo canónico, al menos respetando la versión que de ellos nos ha dado Tom King.
Kyle Rayner es también el Green Lantern perfecto para esta amarga historia. Siempre fue el menos popular de los Lantern de la Tierra, el héroe que no encajaba entre sus compañeros y que tuvo una incorporación en el cuerpo estelar poco ortodoxa. Su arco, desde prisionero a guerrero y terminando como embajador, es quizá el más interesante de la serie. Alfa y Omega, Vida y Muerte, como he dicho, son los dos conceptos religiosos adorados como dioses en el sistema de Vega. Los creyentes en uno u otro ven el mundo de una forma muy simplista y absoluta: o estás con ellos o contra ellos. En cambio, Rayner, transformado en el Linterna Blanco por haber conseguido dominar todo el espectro emocional, tiene una visión mucho más sofisticada y tolerante aun cuando no carezca de creencias religiosas propias. Su intención fue siempre la de detener el conflicto y salvar a todos o, al menos, tantos como pudiera, lo que le otorga la calificación de único héroe en esta historia. Es un firme creyente en la tercera vía, la forma no violenta de resolver conflictos. Pero a veces la no beligerancia no funciona, como en esta ocasión. Su mente, su espíritu, sus convicciones, son puestas a prueba por la guerra. Hay un momento en el que Rayner lanza su discurso inspirador, esa arenga que el lector espera que cambie los acontecimientos y reúna en torno a sí y su ideología al resto de personajes…pero ese instante es brutalmente interrumpido por un cruel acto de terrorismo que deja al Green Lantern en estado de shock y depresión. Está acostumbrado a ser el líder, a actuar de salvador, pero en esta guerra de odio enquistada y sin concesiones, nadie está dispuesto a escuchar la voz de la razón.
En el otro extremo y durante buena parte de la serie, el Virrey actúa como villano de manual…al menos hasta la conclusión de la historia. Porque es entonces cuando se descubre que fueron precisamente sus esfuerzos por implementar la tercera vía lo que acabó desencadenando la guerra. Como Kyle, el Virrey tiene sus propias motivaciones y, en cierto modo, es el héroe de su propia historia. Y en medio de ambos, los Omega Men, muy lejos de ser héroes por mucho que sus razones sean justas. De hecho, aunque estén publicados por DC e intervenga un Green Lantern en la historia, difícilmente pueden calificarse estos comics como una historia de superhéroes.
Este comic exige del lector más atención en su lectura de lo habitual, tanto por su dibujo como por su texto y narrativa. King articula una trama bastante sólida pero que comienza sin preparación ni información alguna y que pide al desconcertado lector que vaya atando cabos y completando paulatinamente el rompecabezas. Ni siquiera el conocer la antigua serie ayuda demasiado a la hora de enfrentarse a esta historia. El guión introduce suficientes giros y revelaciones sobre los personajes como para mantener la trama en continuo movimiento y consigue ir dosificando la información necesaria para dar forma y personalidad propias a los seis mundos de Vega y caracterizar a los personajes principales.
Sin embargo, la historia no está exenta de problemas. Para empezar y aunque el arranque con el asesinato televisado del Green Lantern resulta muy impactante, nunca queda muy claro el por qué de tal acto. ¿Qué interés tienen los Omega Men en aparecer más crueles de lo que en realidad son? ¿Para dar más miedo? ¿Para hacer creer que Lantern está realmente muerto cuando poco tiempo después todo el mundo va a saber que no es así? Y al fin y al cabo, ¿para qué necesitan a Kyle Rayner? ¿Para qué dar el gran espectáculo fingiendo su muerte y luego pasar tanto tiempo tratando de reclutarlo? Sí, su anillo es un artefacto enormemente poderoso pero una vez que empieza la pelea final, no parece que lo necesiten demasiado.
El poco conocido artista indonesio Barnaby Bargenda dibuja la mayoría del comic con un estilo suelto que no descuida el detalle, mientras que el color de Romulo Fajardo Jr, aplicado directamente sobre el lápiz, plasma efectos lumínicos realistas que añaden profundidad a las viñetas pero que resta parte del grado de detalle con el que Bargenda trabaja cada escena. King ajusta su guión para que el dibujo pueda cumplir su papel narrativo sin ayuda de palabras innecesarias, lo que significa que el lector debe fijarse en las viñetas más de lo habitual porque es la imagen la que transmite buena parte de la historia.
Como hizo Dave Gibbons en “Watchmen”, Bargenda adopta como principal composición de página una rejilla de nueve viñetas bastante estricta que le da a la historia su propia personalidad y ritmo. De hecho, transmite una sensación de extraña monotonía que llama especialmente la atención en las escenas de violencia, que en el comic convencional suelen plasmarse rompiendo la página y adoptando composiciones de viñeta más dinámicas. La elección de Bargenda, un recién llegado, funciona tan bien que cuando el dibujante invitado, Toby Cypress,, cambia esa estructura en el número 4, da la impresión de que la narración sufre una especie de traspiés. A destacar también los juegos con la tipografía: cada personaje cuenta con una fuente de letra distinta o un perfil diferente en el bocadillo de texto.
“Omega Men” no tuvo un gran recorrido en ventas, pero ello no quiere decir ni mucho menos que carezca de méritos. Todo lo contrario, es un comic ambicioso, apasionado, inteligente y épico. En raras ocasiones sucede que un reboot sorprenda tanto y sea creativamente tan completo. Ofreciendo un nivel de lectura ligero en el que predomina la aventura y aunque a veces la alegoría que contiene resulta poco sutil, nunca llega a caer en el infantilismo o el maniqueísmo absolutos. Es, también, una historia adulta y poco reconfortante sobre cómo el poder (económico, religioso, político) corrompe; sobre las difusas fronteras entre las causas justas y el fanatismo; la resbaladiza línea entre el patriotismo y el terrorismo; si el fin justifica los medios y si éstos condicionan aquél; o si el pacifismo puede ser una respuesta eficaz ante la crueldad absoluta. En definitiva, es un comic cuyos temas y mensajes pueden resumirse, como los diez mandamientos, en uno solo: las respuestas a los problemas que nosotros mismos provocamos nunca son fáciles y lo mejor que uno puede hacer es tratar de encontrarlas por sí mismo.
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