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jueves, 20 de diciembre de 2018
2014- EL AMANECER DEL PLANETA DE LOS SIMIOS – Matt Reeves
Bastante antes de que “Star Wars” (1977) cambiara para siempre la ciencia ficción y su fandom, antes de las inundaciones masivas de merchandising derivado de franquicias cinematográficas, antes siquiera de acuñarse el término “universo expandido”, existió “El Planeta de los Simios”.
La primera película, de 1968, fue un éxito colosal que su estudio, la 20th Century Fox, quiso prolongar con una secuela, “Regreso al Planeta de los Simios” (1970), con la que se pretendía poner punto final definitivo a la historia. Pero cuando de nuevo este film obtuvo otro gran éxito, los ejecutivos no vieron razón para matar a la gallina de los huevos de oro cuando podían seguir exprimiéndola, así que ese binomio inicial se expandió hasta convertirse en saga con otras tres precuelas, “Huida del Planeta de los Simios” (1971), “La Conquista del Planeta de los Simios” (1972) y “Batalla por el Planeta de los Simios” (1973), en las que se explicaba el proceso histórico que había llevado a la degeneración de la civilización y raza humanas a favor de las simias. Los guionistas de todas estas películas crearon de esta forma una Historia del Futuro que pocas series han podido igualar en cuanto a amplitud y originalidad conceptual. La popularidad de la franquicia llevó a la aparición de otros productos ajenos a la continuidad fijada en las películas y de calidad variable, como una serie de acción real (1974), otra de dibujos animados (1975), diversas novelizaciones y una recomendable serie de comics editados por Marvel (1974-77).
Durante la expansión que experimentó la ciencia ficción en las pantallas cinematográficas y televisivas de los ochenta y noventa, en buen medida gracias al empuje de “Star Wars”, la saga del Planeta de los Simios acabó muy arrinconada en el corazón de los aficionados hasta que Tim Burton decidió recuperarla con su remake del año 2001. Aunque no se puede decir ni mucho menos que fuera un desastre en taquilla, su versión no satisfizo a casi nadie y ha quedado como un producto muy fallido. Tras esto, la franquicia volvió al limbo hasta que prácticamente de la nada aparece en 2011 “El Origen del Planeta de los Simios”, cinta que registró un gran éxito a pesar de las reticencias y pocas expectativas iniciales. Aunque no se promocionó como tal, esta película bien podría haber sido una precuela a la de Tim Burton o bien un reinicio completo de la saga. La decisión que se tomó fue la de seguir la cronología interna de la misma a partir de “La Conquista del Planeta de los Simios”, donde se explicaba cómo éstos aumentaban su inteligencia y empezaban a derribar la civilización humana. Tres años más tarde, llega su secuela, “El Amanecer del Planeta de los Simios”.
Han pasado diez años desde la diseminación del virus que aumentó la inteligencia de los simios y encendió la chispa de su rebelión contra los humanos. El microorganismo ha diezmado trágicamente a la población humana y, por tanto, destruido la civilización moderna. Sólo grupos aislados de personas inmunes han sobrevivido precariamente entre los restos de las antiguas ciudades. Por su parte, César (Andy Serkis) lidera un nutrido grupo de simios que han edificado su propia sociedad en los bosques del norte de California. Es la suya una vida pacífica y armoniosa que un día llega a un abrupto final con la llegada de un equipo de humanos. Tras un incidente violento fruto de un malentendido, éstos son expulsados del lugar por César pero, comprendiendo que el encuentro entre las dos especies es inevitable y deseando dejar claras sus intenciones, encabeza una expedición hasta las puertas del campamento humano en las ruinas de San Francisco. Allí anuncia que los simios no desean la violencia, avisándoles de que si los dejan en paz, ellos harán lo propio. Al fin y al cabo, César todavía echa de menos de vez en cuando a su antigua familia humana y no quiere que su hijo, Ojos Azules (Nick Thurston) crezca odiando a la especie que les dotó de inteligencia.
Sin embargo, los recursos de la ciudad están agotándose hasta el punto de que sólo tienen reservas para unos cuantos días. Su única esperanza es poner en funcionamiento la presa hidroeléctrica que se encuentra cerca del enclave simio. Malcolm (Jason Clarke), el líder del equipo inicial que se encontró con los simios de César, regresa junto a varios compañeros para negociar con ellos. No sin problemas, consigue llegar a un frágil acuerdo para tener acceso a los generadores del embalse y restablecer la corriente eléctrica de San Francisco. Esta concesión, sin embargo, cuenta con la oposición de Koba (Toby Kebbell), un simio resentido por el maltrato que recibió de los humanos cuando experimentaban con él en laboratorios. Koba y algunos partidarios suyos se cuelan en la ciudad y roban un cargamento de armas de un almacén del ejército. Luego, dispara a César e incendia su aldea, culpando de todo ello a los humanos. Con la tregua entre ambas especies rota, Koba toma el control de los simios, saquea el arsenal de San Francisco y declara la guerra a los hombres.
De la misma manera que “Origen…” era una reformulación de “La Conquista del Planeta de los Simios”, “Amanecer…” lo es de “Batalla por el Planeta de los Simios”. Como el film de los setenta, está ambientada años después de la revolución simia que provocó el colapso de la sociedad humana y estableció una débil tregua entre ambas especies. La película moderna tiene también personajes equivalentes a los de la antigua, como César, el sabio líder que apoya el camino de la paz; Koba –transposición de Aldo- promueve la guerra y no duda en asesinar a otros simios para hacer estallar la chispa; tenemos también al inteligente orangután Maurice (Virgil en la original), aliado y consejero de César…
Lo que no se traslada de la versión antigua a la moderna son los mutantes, personajes que en “Batalla…” se recuperaban de la segunda película. Los mutantes cumplían el papel de catalizador de la unión entre simios y humanos ante la más grave amenaza de un enemigo común. “Amanecer”, por el contrario, opta por no añadir un tercer bando al conflicto. Humanos y simios bastan para plantear un enfrentamiento bélico. También se introduce la ley “simio no mata a simio”, que se había podido ver por primera vez en “Regreso…” y que en “Batalla…” había formado parte integral de la trama. Algunos de los personajes secundarios en “Amanecer” son bautizados como homenaje a otros intervinientes de la saga clásica: Maurice lleva el nombre de Maurice Evans, el actor que interpretó al doctor Zaius; la esposa de César se llama Cornelia, quizá como referencia al personaje interpretado por Roddy McDowall; y el hijo de ambos es “Ojos Azules”, un mote que Zira puso a Taylor (Charlton Heston) en la primera entrega de la saga.
La silla de director está ocupada por Matt Reeves, que anteriormente se había encargado de “Monstruoso” (2008), la cinta de monstruos gigantes producida por J.J.Abrams, y la versión americana de la historia vampírica sueca “Déjame Entrar” (2010). “Amanecer” es sin duda la mejor película de estas tres. Además de conseguir, como he dicho antes, que el espectador corriente no reniegue del amplio uso de subtítulos, el talento visual y narrativo de Reeves le permite poner en escena momentos muy dramáticos e ir aumentando la tensión en los encuentros entre simios y humanos –desde la dramática llegada de César a San Francisco para proclamar sus deseos de paz a la progresiva escalada de hostilidades hasta llegar al largo y explosivo clímax. Las escenas de guerra están bien desarrolladas, aunque creo que el derrumbe del rascacielos y la pelea final son una innecesaria concesión a la espectacularidad visual.
El guión, sin ser verdaderamente original y resultar en exceso previsible respecto a la deriva que tomará la trama y el destino que seguirán los personajes principales, funciona en general bastante bien. Como muchas películas que versan sobre el encuentro-choque entre culturas distintas, el mensaje que contiene es claro y rotundo: la guerra no beneficia a ningún bando y cualquier individuo que se atrinchere en una ideología que contemple al Otro como enemigo, puede acabar destruyendo a propios y extraños. Por otra parte, se dota a todos los personajes de su propia entidad, de sus virtudes y defectos, de tal manera que no hay aquí blancos y negros claros. Para ello, la acción va alternando el mundo de los simios y el de los humanos, mostrándonos las divisiones que existen en ambos bandos.
Tanto Malcolm como César desean la paz, pero ambos deben enfrentarse en sus propias filas a líderes carismáticos que abogan por la guerra. En el caso del primero, es Dreyfus (Gary Oldman), un antiguo militar que no es mala persona pero que, como líder de una comunidad al borde de la extinción, siente tal angustia por la responsabilidad que recae sobre sus hombros que acaba tomando decisiones desesperadas en la dirección de la respuesta armada. Por su parte, César, ya lo dije más arriba, ha de vérselas con Koba. Éste resulta un personaje tan creíble como Dreyfus porque nadie puede negar que tiene buenas razones para odiar a los humanos. Tanto entre los simios como entre los humanos, por tanto, se encuentran individuos que reúnen en sí lo mejor o lo peor de nuestras especies: la generosidad, la nobleza, la comprensión del prójimo, el amor por sus semejantes.. o el ansia de poder, la violencia, el egoísmo y el odio. Algunos humanos se comportan como simios y algunos simios como humanos. Si las dos especies se miran con recelo es porque, al fin y a la postre, se parecen más de lo que les gusta reconocer.
La película tiene un tono inmensamente triste y pesimista. Y no sólo por su ambientación postapocalíptica en la que la civilización que conocemos, sus instituciones, relaciones y valores, han sido barridas por una gran catástrofe; sino por su convencimiento de que la guerra es casi un imperativo genético de los homínidos. Cuando los simios cogen las armas como si fuera lo más natural del mundo, es como contemplar el descarrilamiento de una utopía apenas rozada. Puede que el simio contagiara al hombre el virus letal de la gripe, pero éste le pasó al simio algo igualmente mortal: la maldición del odio y la guerra.
Ya comenté como punto negativo del guión su previsibilidad. Hay que añadir al debe algunos momentos con una edición cuestionable y diálogos algo torpes aquí y allá. Existe también un desequilibrio en el carisma, interpretación y profundidad de los personajes simios y los humanos, siendo estos considerablemente menos interesantes que aquéllos. Así, la relación de Malcolm con su hijo Alexander (Kobi Smit-McPhee)–que se pasa la mayoría de su tiempo en pantalla leyendo comics- es algo postiza y tampoco su relación sentimental con la epidemióloga Ellie tiene química.
Y es que hasta el reinicio de la franquicia, las películas del Planeta de los Simios tenían un punto de falsedad en lo que se refiere a la estilización de sus criaturas, que más que simios reales evolucionados funcionaban como evidentes alegorías con las que ilustrar lo que nos hace humanos y lo que constituye el núcleo de nuestra vida en sociedad. Además, la parte, digamos, “humana” tenía un peso considerable. Charlton Heston, Ricardo Montalban, Austin Stoker o incluso James Franco habían tenido un papel protagonista y sus peripecias importaban tanto o más que las de los simios. Pero eso cambia en “Amanecer”. Los simios han ganado y los humanos, en comparación con ellos, son bastante más aburridos.
Ninguno de los actores que encarnan a humanos lo hace mal. Gary Oldman, Keri Russell, Jason Clarke… todos hacen exactamente lo que se les pide, esto es, orquestar para los simios un gran conflicto moral sobre el que discutir y pelear: ¿Qué hacer con los estúpidos y destructivos humanos y sus tendencias violentas? Eso es lo que importa de verdad en la película. La caída de la civilización humana se despacha en los créditos de apertura e inmediatamente después se pasa a mostrarnos el mundo de los simios sin que los hombres tengan un peso de cierta relevancia hasta ya entrada la trama.
Decir hoy de los efectos especiales de una película de ciencia ficción moderna que son “asombrosos” o “realistas” es subrayar lo obvio. Pero en “Amanecer” –como también lo fue en “Origen”-, el realismo visual de los simios es algo esencial no sólo a la hora de dar peso al guión, los personajes y el mensaje, sino para que el espectador acepte y se sumerja en una película en la que sus personajes no son exactamente de carne y hueso. Los simios son seres reales de nuestro mundo, lo que implica que un film cuyos protagonistas son individuos de esas especies aunque muy inteligentes, ha de tener una factura impecable. Y lo consigue de pleno.
Ya “El Origen del Planeta de los Simios” hizo un excelente trabajo a la hora de sustituir los sofisticados maquillajes de simio que se habían utilizado en todos los films anteriores por efectos digitales y tecnología de captura de movimientos en entornos reales –no en estudios especialmente preparados-. Ello permitió crear unos simios que se comportaban, movían y parecían infinitamente más reales. Pues bien, en “Amanecer”, ese salto se multiplica por diez. Los espectaculares primeros minutos de la película nos trasladan a un mundo totalmente diferente del nuestro en el que vemos docenas de simios saltando entre los árboles, cabalgando, cazando, enfrentándose a un oso… y viviendo en sociedad, una sociedad bien pensada y plasmada en la pantalla. Tanto es así que seguramente a muchos espectadores poco amigos de las películas extranjeras en versión original subtitulada se les escape el nada despreciable detalle de que, siendo una superproducción con distribución mundial, buena parte de ella se articula a través de un lenguaje de signos para cuya interpretación se requieren subtítulos.
En lo que se refiere a la creación de los simios, Weta Digital –que había liderado la revolución en tecnología de captura de movimientos en películas como “El Señor de los Anillos: Las Dos Torres” (2002) o “King Kong” (2005), ambas contando también con Andy Serkis- vuelve a destacar en excelencia con esta segunda entrega de la franquicia simia. Los simios tienen un aspecto absolutamente realista, con infinidad de detalles que dan a cada personaje rasgos distintivos, haciendo además que cada uno tenga un lenguaje gestual y facial diferente a la hora de interactuar con el resto. El ejército de artistas CGI (acompañados en todo momento por los innegables talento e instinto de Serkis) consiguen momentos verdaderamente asombrosos con César. Algunas de sus expresiones, como la cascada de emociones que atraviesan su rostro cuando ve el vídeo casero de su antiguo amo, Will (James Franco), son sencillamente insuperables.
Que el resultado de este esfuerzo conjunto pueda ser considerado en mayor medida como animación o interpretación actoral, es algo todavía sujeto a debate, pero no se puede discutir que sus logros superan a lo que cada una de esas técnicas podría obtener individualmente. De hecho, el éxito de la película radica menos en las escenas de acción que en los momentos más reflexivos en los que brillan por mérito propio las sutilezas en la actuación de los simios: las conversaciones entre César y Maurice, la ternura con la que Alexander trata de enseñar a leer a Maurice; el juego de los humanos con un bebé chimpancé; la inocencia perdida y el dolor que transmite Ojos Azules al descubrir la verdadera maldad de Koba; o la forma en que éste engaña a dos soldados humanos haciéndose el simio “tonto” antes de, abruptamente, arrebatarles las armas y asesinarlos. Por mucho que tras estos momentos exista un elaborado trabajo digital, el papel del actor resulta absolutamente fundamental. De hecho y en buena medida, el retoque digital que se hace sobre sus cuerpos y rostros no deja de ser “solamente” un sofisticado maquillaje.
“Amanecer en el Planeta de los Simios” es una película en la que gracias a la perfecta fusión entre actores y efectos especiales, se atrapa al espectador aun cuando sus mejores personajes ni son humanos ni hablan nuestro idioma, lo cual constituye un logro notable. Más aún si tenemos en cuenta su poco reconfortante visión de la naturaleza humana. Aunque siempre hay algún personaje que deja un resquicio a la esperanza, el propio título ya da pistas de que no será suficiente para impedir la degeneración de nuestra especie, sospecha que se hará realidad en la tercera película de la saga, “La Guerra del Planeta de los Simios” (2017).
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