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jueves, 6 de diciembre de 2018
1951-TALES OF TOMORROW
En los años cincuenta, la creciente fascinación de la sociedad norteamericana por el Espacio y el simultáneo temor a la guerra nuclear global hallaron ambos reflejo en las ventas de las revistas pulp de ciencia ficción. Hacia 1953, los quioscos ofrecían una amplia variedad de treinta y cinco cabeceras dedicadas en mayor o menor medida a la CF, publicadas en papel barato y adornadas con llamativas portadas en color. Fue también aquel el momento en el que el ambiente propicio a ficciones del futuro facilitó su edición directa en libros en rústica sin la hasta entonces acostumbrada serialización en revista. Y, por supuesto, este éxito en el medio impreso no pasó desapercibido para los productores de Hollywood, que a partir de 1950, sacaron a la CF del congelador en el que la habían colocado tras los fracasos de los años treinta y empezaron a otorgarle financiación. La radio también tenía programas como “Dimension X” (1950-1951) y “X-Minus One” (1955-58). Y luego estaba la recién llegada al mundo del entretenimiento, la televisión.
En la década de los cincuenta, el fluido eléctrico llegó a muchos más hogares estadounidenses y numerosas familias pudieron permitirse comprar neveras, congeladores, tostadoras e incluso lavavajillas. Las lavadoras, las máquinas de coser o la radio cambiaron radicalmente la forma de vivir. El que tantas familias pudieran permitirse tener en sus cocinas y salones electrodomésticos tan maravillosos como esos hicieron pensar a muchos que la ciencia y la tecnología podían conseguirlo todo. La llegada de la televisión como icono del progreso tecnológico norteamericano jugó su propio papel en la popularidad que experimentó la CF en estos años. Poder ver naves espaciales, astronautas y el espacio exterior, aunque fuera en aquellas pequeñas pantallas en blanco y negro, espoleó la imaginación de muchos y el deseo de ganar la Carrera Espacial. Aunque sin duda fueron los niños los que más hondo experimentaron aquel bombardeo visual de ideas y posibilidades, este periodo inicial de la ciencia ficción televisiva distó de estar marcada por productos exclusivamente infantiles al estilo de “Captain Video and his Videorangers” (1949).
Bebiendo de programas anteriores que tocaban el tema del misterio y lo sobrenatural como el radiofónico “Lights Out” (1946-52) o el televisivo “Out There” (1950-51), “Tales of Tomorrow” fue creado por Mort Abrahamson y el escritor de CF Theodore Sturgeon. Éste último quizá no era muy conocido por el gran público pero sí por los aficionados a la literatura de CF, que en ese momento tenía su formato restringido a las revistas pulp. Gran parte de su obra, sobre todo cuentos, había sido publicada por cabeceras como “Astounding Science Fiction”, “Unknown”, “Weird Tales” o “Planet Stories”. Sus historias solían abordar la psicología y naturaleza humana, introduciendo a menudo giros absurdos y enarbolando el estandarte del pensamiento crítico. A veces llegó incluso a colar en sus relatos -de forma muy sutil, claro- el tema de la homosexualidad. En años posteriores, publicaría quizá su mejor novela, “Más que Humano” (1953) y escribiría dos conocidos episodios para “Star Trek”, “El Permiso” (1966) y “Tiempo de Amok” (1967).
Emitido por la ABC, “Tales of Tomorrow” estaba compuesto de episodios de media hora interpretados en directo (algo habitual en la televisión de la época). Sus guiones iban alternando adaptaciones de obras clásicas con la presentación de otras nuevas, una estrategia exactamente igual a la seguida por el pionero Hugo Gernsback cuando empezó a editar allá por 1926 la primera revista de CF, “Amazing Stories”. De esta forma, la serie se apoyaba en autores consolidados y muy populares –además de libres de pago de derechos- para poder ir además presentando a nuevos autores de interés. Así, junto a “20.000 Leguas de Viaje Submarino” de Verne, “El Huevo de Cristal” de H.G.Wells, “El Retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde o “Frankenstein” de Mary Shelley, encontramos adaptaciones de historias escritas por el propio Sturgeon, Fredric Brown, Arthur C.Clarke, Henry Kuttner, Frederik Pohl, Ray Bradbury, A.E.Van Vogt, Stanley G.Weinbaum, C.M.Kornbluth, Philip Wylie o William Tenn. Ello fue posible gracias a la cooperación de la Science Fiction League of America, que permitió a los productores escoger de entre las más de 2.000 historias registradas en esa organización.
Lo que hizo especial a “Tales of Tomorrow” fue no sólo la calidad de los nombres y obras implicados sino su propósito de apelar a un público adulto tocando tomas complejos. Un detalle que nos demuestra tales intenciones es que los guionistas recibieron instrucciones de evitar ciertos clichés del género, como los monstruos alienígenas, y ambientar las historias en entornos contemporáneos –algo que, claro está, también obedecía a los ajustados presupuestos con los que debían trabajar-.
Mientras que muchos episodios son bastante convencionales, otros resultan inquietantes incluso para el espectador moderno. A pesar de un hábil trabajo de cámara y edición, la factura visual de los programas quedaba muy limitada tanto por el bajo presupuesto como por la emisión en directo desde un estudio, lo que impedía utilizar efectos especiales o decorados muy elaborados. Por eso los capítulos que mejor funcionaban eran aquellos cuya historia dependía poco o nada de los efectos visuales, con tramas de corte íntimo o claustrofóbico y un reparto reducido. Así, uno de los mejores episodios fue “A Child is Crying”, sobre una niña con un coeficiente intelectual tan alto que puede predecir el futuro. Sin embargo, se niega a revelar a los militares estadounidenses cuándo y desde dónde va a producirse un inminente ataque contra el país, ya que ella teme que Norteamérica ataque primero y desencadene una guerra nuclear global. La protagonista estaba interpretada con una madurez extraordinaria por Robin Morgan, entonces con diez años, que en el futuro se convertiría en una importante poetisa, ensayista y activista política.
Otro episodio en el que la imaginación suple los recursos visuales es “What You Need”, sobre un periodista que encuentra una pequeña tienda cuyo dependiente ha inventado una máquina con la que ver el futuro, de tal forma que sólo le vende a los clientes lo que van a necesitar sin decirles por qué. Le salva la vida al periodista vendiéndole unas tijeras pero entonces éste le chantajea para obtener beneficios. Es un episodio bien dirigido y rodado, con una atmósfera muy conseguida y un trabajo notable por parte de actores desconocidos.
“The Children´s Room” es un capítulo terrorífico acerca de un padre que encuentra a su hijo leyendo un libro en un idioma desconocido que, sin embargo, puede comprender pese a no haberlo visto ni escuchado antes. El muchacho, Bill, dice que lo consiguió en la sección infantil de la biblioteca científica, donde, afirma el padre, no hay libros para niños. Cuando visita el lugar, se encuentra con que puede ver una puerta que nadie más percibe y al cruzarla se topa con una extraña bibliotecaria que le dice que su hijo es un mutante, miembro de una nueva raza que conquistará el mundo. También el padre es mutante –por eso podía ver la puerta-, pero sus capacidades son mucho menores y los futuros gobernantes no lo necesitan. Bill deberá decidir si permanecer con su familia o abandonarla para servir a la causa de su raza.
No tan sutiles pero igualmente eficaces son “Plague from Space” y “The Red Dust”, ambos capítulos sobre virus mortales procedentes del espacio. En el primero, una nave alienígena se estrella cerca de una base militar. Al inspeccionarla, encuentran en su interior un extraterrestre muerto y pronto todo el personal humano empieza a morir. Un capitán alcohólico debe entonces elegir entre salvarse u ordenar un ataque nuclear contra las instalaciones en las que él mismo se encuentra para salvar al resto de la especie humana. Por su parte, “The Red Dust” tiene lugar en una nave que está regresando a la Tierra procedente de otro planeta en el que toda la civilización ha sido misteriosamente borrada de la existencia. Pronto se dan cuenta los tripulantes de que transportan con ellos un polvo rojo que se extiende y no sólo va llenando la nave sino que su radioactividad los está matando lentamente. Se dan cuenta de que si aterrizan en la Tierra el polvo se dispersará por todo el planeta, sellando su destino. Estallan entonces las discusiones entre quienes opinan que, con todo, deberían volver a casa, donde aún podrían vivir algunos años más mientras los científicos quizá encuentren una cura, y aquellos que opinan que deben morir en el espacio para salvar al resto de la humanidad.
Otra aventura espacial fue “Appointment on Mars”, en el que tres exploradores de Marte encuentran uranio y empiezan a delimitar el yacimiento. Sin embargo, unas extrañas fuerzas provocan en ellos un comportamiento suspicaz hasta la paranoia y lo que podría haber sido una expedición que les convertiría en hombres ricos de por vida termina en un baño de sangre. La potente historia viene lastrada por unos muy pobres decorados, pero la edición y la dirección permiten que la historia discurra con total fluidez de localización en localización, saltando en el tiempo y pasando del día a la noche (recordemos que se emitía en directo).
Aunque no mucho, también hubo cierto espacio para la comedia y la ironía, como en “The Great Silence”, en el que una irritante pareja de ancianos que vive en el bosque se topa con un ovni que deja mudos a todos los americanos y el único diálogo que se escucha en el capítulo es el que sale de la radio; o ese otro en el que un inventor crea una máquina del tiempo y retrocede al pasado para tratar de vender –en vano- la fórmula de la penicilina hasta que, tras contraer unas fiebres letales, un doctor tira a la basura el medicamento por no creer en su utilidad.
Algunos críticos se mostraron descontentos con lo que el programa ofrecía, en especial en lo que se refiere a las adaptaciones forzosamente modificadas y recortadas de novelas de grandes nombres de la literatura como Wells, Verne o Mary Shelley. Sin embargo, la capacidad que demostraron los productores a la hora de trabajar bajo los estrechos límites presupuestarios, técnicos y de formato propios de la televisión de comienzos de los cincuenta demostró la fe que tenían las cadenas en las raíces literarias del género; su popularidad e imitadores pusieron de manifiesto el potencial de la CF para atraer a una amplia audiencia. Es más, la adaptación que realizó el programa en 1952 del “Frankenstein” de Shelley, protagonizada por Lon Chaney Jr como el monstruo, apunta a la cercanía existente entre la televisión y sus predecesores cinematográficos. De hecho, no fueron pocos los actores de la gran pantalla que desfilaron por este programa, una disposición que sólo se explica porque “Tales of Tomorrow” era considerado como un drama adulto: el mencionado Lon Chaney Jr, Boris Karloff, Lee J.Cobb, Eva Gabor, Thomas Mitchell, Burgess Meredith, Paul Lukas o Veronica Lake. Otros actores que con el tiempo se harían famosos daban aquí sus primeros pasos como Leslie Nielsen, Rod Steiger, James Dean o Paul Newman. Entre los nombres conocidos figura también el de un director invitado de uno de los capítulos, Franklin J.Schaffner, que un día dirigiría “El Planeta de los Simios” (1968).
Ciertamente, no es una serie recuperable para el espectador moderno, acostumbrado a una mayor sofisticación visual. La emisión en directo hacía que fuera imposible tapar los errores que inevitablemente tenían lugar. Pero a pesar de tener a actores que pifiaban sus líneas o elementos de atrezzo que no se comportaban como debían, este tipo de problemas eran menos frecuentes de lo que cabría pensar. No es nada fácil coordinar a los cámaras, los responsables de sonido e iluminación, el director, los responsables de atrezzo y los actores para crear sobre la marcha un drama televisivo en el que se cambia de localización y marco temporal.
La serie duró dos temporadas, de 1951 a 1953, con un total de 85 episodios de 25 minutos de duración. Los programas en directo de los años cincuenta se perdieron en muchos casos inmediatamente tras su emisión. En aquella época no había forma de grabar en cinta los programas mientras se realizaban. Lo que se ha conservado fueron grabaciones en 16 o 35 mm de la emisión por televisión, básicamente poniendo la cámara delante de un aparato que emitía en ese momento el programa. Era un procedimiento tosco que implicaba irremediablemente pérdida de calidad de imagen, pero era la única manera de preservarlo para la posteridad. Hoy, no todos los capítulos de esta serie pionera han sobrevivido para el disfrute doméstico pero más o menos la mitad, con una calidad aceptable, fueron editados en DVD hace ya algunos años.
Aunque totalmente olvidada en la actualidad, “Tales of Tomorrow”, no fue la primera serie antológica para adultos en introducir la ciencia ficción, pero sí la que se centró exclusivamente en ella. Presentó historias inteligentes narradas con un tono desasosegante que demostraron que el género, si se presentaba en un formato adecuado, podía atraer tanto a papa y mama como al infante más joven de la familia. Fue, por tanto, un precedente clave en los siguientes, más longevos y exitosos “Science Fiction Theatre” (1955-57) “La Dimensión Desconocida” (1959-64) o “Más Allá del Límite” (1963.-64).
Estaríamos hablando de la serie tatarabuela de Black Mirror, está última ya considerada la dimensión desconocida de la ers streaming
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