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lunes, 10 de septiembre de 2018
2012- MS 1: MÁXIMA SEGURIDAD – James Mather y Stephen St.Leger
El cine francés comprendió hace tiempo que esta industria no puede mantenerse a base de películas de autor por muchos premios que reciban en los festivales. Son necesarias producciones de géneros populares que atraigan masivamente al público a las salas de cine. La recaudación de estas películas más, digamos, “mainstream” es lo que luego financiará productos más personales. Y en este sentido, Luc Besson es un tesoro nacional para el país galo. Besson se labró una reputación dirigiendo películas de acción con mucho estilo y éxito como “Nikita” (1990) o “León el Profesional” (1994) y, ya dentro de la CF, esa extravagancia que es “El Quinto Elemento” (1997) o, más recientemente, “Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas” (2018). Besson se ha convertido en una especie de marca de fábrica, sobre todo en lo que a películas de acción, thriller y CF se refiere. Produce, apoya y apadrina a otros realizadores de menos empaque aportando también ideas o incluso colaborando en los guiones. Ese fue el caso de la película que ahora me ocupa, ““MS1: Máxima Seguridad”, dirigida por los otros dos coguionistas de la misma, los noveles James Mather y Stephen Saint Leger, y rodada exprofeso en inglés para tener mejor acceso al mercado anglosajón, algo que consiguió con un grado razonable de éxito.
Washington DC, año 2079. El agente de la CIA Snow (Guy Pearce) es arrestado a consecuencia de una investigación sobre una operación en la que su compañero, Frank Armstrong, resultó muerto. Sus interrogadores le muestran pruebas visuales de que él lo asesinó, pero Snow lo niega. Finalmente, es sentenciado a treinta años en criogenización en la prisión MS 1, una gran instalación orbital.
Mientras tanto, la hija del presidente estadounidense, Emilie Warnock (Maggie Grace) está de visita en la prisión como parte de una organización benéfica que está tratando de determinar si los reclusos son tratados correctamente. Para ello, se entrevista con Hydell (Joseph Gilgun), un psicópata muy trastornado que logra apoderarse de la pistola que, contraviniendo las normas, escondía el agente del servicio secreto que escolta a la joven. Una vez libre, Hydell saca del estado de hibernación a todos los presos y los libera. Éstos no tardan en tomar la estación bajo el liderazgo del inteligente hermano de Hydell, Alex (Vincent Regan), que se hace cargo de la situación y toma como rehenes a los funcionarios de la prisión.
Dada su localización, armamento y características, la MS 1 es muy difícil de tomar por parte de una fuerza de asalto y se le propone a Snow que se infiltre en solitario y en secreto para encontrar a Emilie. A cambio, se le otorgará el perdón. Sin muchas alternativas, accede y empieza así una operación que le enfrentará a centenares de los criminales más peligrosos del planeta. Por supuesto, las cosas no tardan en torcerse.
El antecesor más directo y evidente de “MS1” es “1997: Rescate en Nueva York” (1981), de John Carpenter. En ella, Kurt Russell encarnaba a Serpiente Plissken, un criminal convicto a punto de ser enviado a la enorme prisión en la que se había convertido la isla de Manhattan. En el último momento, le ofrecen el indulto si viaja allí en solitario, evita ser asesinado por los miles de criminales que campan a sus anchas por la isla, y rescata al presidente de los Estados Unidos, cuyo avión se ha estrellado en la ciudad. De hecho, “MS1” se parece aún más a la secuela de la anterior, “2013: Rescate en Los Ángeles” (1996), también de Carpenter, en la que el mismo actor/personaje cumple idéntica misión, pero en esta ocasión en la ciudad del título y en la persona de la rebelde hija del presidente. Tan similar es el planteamiento que “MS1” podría tranquilamente haber cambiado el nombre del protagonista para titularse “2079: Rescate en Órbita” o algo por el estilo. (de hecho, Carpenter estuvo dándole vueltas a la posibilidad de hacer una tercera película de su saga, precisamente en el espacio).
En los últimos tiempos hemos visto varias películas que rendían cumplido homenaje a “1997: Rescate en Nueva York”, como por ejemplo “Doomsday: El Día del Juicio” (2008), de Neil Marshall. El propio Luc Besson había producido y escrito en 2009 otro sosias titulado “Distrito 13: Ultimatum” (2009), ambientada en un barrio parisino rodeado y aislado por muros. La idea de la fuga de una peligrosa prisión orbital ya había podido verse en “Fortaleza Infernal 2” (2000) –en 2015, John Carpenter demandó a la productora de Besson, Europacorp, por infringir su copyright, pleito que ganó el director americano-.
Como “Star Wars” (1977), “MS1” está escrita como un encadenamiento de “homenajes” que muchos espectadores de cierta edad reconocerán sin dificultad. Snow responde al arquetipo de héroe de acción solitario, duro y cínico, tan indestructible como inagotables son sus frases lapidarias; un arquetipo modelado por el propio Serpiente Plissken o tantos y tantos personajes a los que han dado vida gente como Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Steven Seagal, Jean Claude Van Damme y otros. Los chiflados psicópatas y agentes gubernamentales de pocos escrúpulos son tópicos inevitables en este tipo de películas.
Los guionistas pretenden aumentar la complejidad de la historia encajando una subtrama relacionada con una maleta oculta cuyo contenido podría probar la inocencia de Snow. Resulta que en la M1 está encarcelado el único que conoce el paradero del dichoso objeto y la intención del agente es, mientras cumple su misión, encontrar a ese individuo entre el caos reinante en la prisión y hacerle hablar. Pero esa intriga está llevada con tal desgana e indefinición que nunca llega a cuajar y la maleta acaba siendo tan solo un McGuffin, una excusa tonta para plantear la historia y hacerla avanzar pero que realmente no interesa a nadie. Resulta obvia la forma en que van añadiéndose elementos a la trama que más tarde jugarán un más que previsible papel en la misma.
James Mather y Stephen St.Leger dirigen la cinta ajustándose a todos los lugares comunes del subgénero, convirtiéndola en un vehículo para mostrar escenas de violencia casi ridícula, al estilo de lo que en los ochenta nos ofreció Arnold Schwarzenegger en títulos como “Comando” (1985) o “Perseguido” (1987). Hay un montón de gente acribillada a tiros y asesinada brutalmente, pero sin que se vea demasiada sangre ni mutilaciones. Las motivaciones de los personajes y la preparación argumental de cada escena son muy sencillas y el apaleado pero invencible Snow siempre está ahí para rematar con una de sus ingeniosas réplicas. Las secuencias de acción no son particularmente emocionantes u originales, pero todo el conjunto está montado de forma que resulta entretenido y dinámico.
No estoy muy seguro de que Guy Pearce sea el actor idóneo para el papel de héroe de acción duro y solitario. Aunque se ha puesto en forma física para dar verosimilitud a su personaje, Pearce es por naturaleza un actor mucho más introvertido e intelectual. Normalmente su aspecto físico es más esbelto y contenido, adecuado para papeles de alguien más severo e introspectivo. El personaje de Snow parece escrito para actores como Schwarzenegger, Stallone, Willis o, ya más moderno, Jason Statham, todos ellos capaces de dominar la escena con su presencia imponente o su humor sarcástico. Guy Pearce trata de amoldarse a ese arquetipo y, siendo como es un buen actor, solventa el papel con eficacia, pero al mismo tiempo parece algo fuera de lugar, como si su espíritu no sintonizara del todo con el de Snow.
Y es que, después de todo, no es que Pearce tuviera mucho con lo que trabajar. Snow es un personaje muy plano, modelado, como he dicho, a base de tópicos sobados. Sus diálogos parecen sacados de una comedia televisiva. Cada vez que abre la boca es para soltar una gracia o una réplica supuestamente ingeniosa y hasta su relación con Emilie –una vez la rescata y le salva la vida- es previsible, desde su planteamiento, su tormentoso desarrollo y su inverosímil pseudoconclusión.
En lo que se refiere a interpretación el que más destaca es el villano interpretado por el actor británico Vincent Regan, que encarna al inteligente y peligroso Alex en un estilo que recuerda mucho al de Gerald Butler. Joseph Gilgun se pone en la tatuada piel de su hermano psicópata Hydell y queda claro que cada vez que aparece en escena se lo pasa en grande poniendo muecas, abriendo los ojos como un auténtico chalado y haciendo aspavientos histriónicos.
A diferencia de la película de CF emblemática de Luc Besson, “El Quinto Elemento” –con la que, por otra parte, guarda varias similitudes temáticas y argumentales-, “MS 1” no despliega en pantalla un extravagante, original y multicolor futuro, meticulosamente pensado y elegantemente puesto en escena. Este mundo de 2079 no parece muy distinto del presente, con automóviles y habitaciones de hotel que en nada se diferencian de las que hoy tenemos. La prisión orbital parece una fábrica soviética de los años cincuenta y los efectos especiales y el nivel de producción son claramente de segunda fila (no hay más que ver la persecución en moto, que parece sacada de un antiguo videojuego, y algún que otro croma algo bochornoso). El rápido ritmo de la película y la utilización de una lente que “ensucia” la fotografía son recursos de manual cuando lo que se busca es enmascarar las fallas en los efectos especiales. Está claro que los productores confiaron en que el carisma del protagonista y la continua sucesión de tiroteos, persecuciones y asesinatos harían olvidar el poco presupuesto dedicado al aspecto visual.
El único cambio social que se nos indica es que los criminales son ahora llevados a una estación orbital, una idea que ya se había planteado, por ejemplo, en “Demolition Man” (1993). Por otra parte, es un concepto sobre cuya factibilidad albergo serias dudas. La idea de encerrar a los criminales más peligrosos en algún lugar lo más remoto posible responde, primero, al deseo de evitar que continúen siendo un peligro para la sociedad; segundo, hacerles pagar por sus actos en términos de tiempo de condena; y, tercero, aunque esto parece estar desapareciendo del sistema penal norteamericano y de otros países, para ofrecer la posibilidad de rehabilitación. Conforme el sistema penal pase a ser una forma de hacer pagar lo más amargamente posible a los criminales por parte de gente que se sienta personal o moralmente agraviada, la criogenización les parecería a éstos una burla. Al fin y al cabo, el criminal se despertaría treinta años después sin haber envejecido un ápice, sin haber sufrido y sin haberse arrepentido.
“MS1: Máxima Seguridad” es una película que probablemente funcionará para el tipo de espectador a quien va dirigido. No hay que esperar nada original en ningún sentido y, simplemente, dejarse llevar por la acción y abandonar la lógica y el sentido común ante los enormes agujeros de guión e implausibilidades (como el irrisorio final). Si los propios guionistas-directores no se toman en serio su propia película, ¿por qué debería hacerlo el espectador? Por otra parte, quizá haya una generación de jóvenes aficionados que aún no hayan visto las cintas de John Carpenter y esta producción de Luc Besson les parezca un sucedáneo aceptable gracias a sus excesos y ritmo narrativo más acordes con estos tiempos dominados por la cámara en mano y la imagen temblorosa.
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