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lunes, 30 de abril de 2018
2007- JOURNEYMAN - VIAJERO EN EL TIEMPO
La primera vez que la televisión abordó el tema del viaje en el tiempo fue en 1959, dentro de “La Dimensión Desconocida”. Desde entonces, la pequeña pantalla ha ofrecido multitud de aventuras basadas en saltos temporales, algunas con planteamientos interesantes y otras no tanto. Entre las primeras se cuentan varios episodios de la mencionada antología dirigida por Rod Serling, el “Doctor Who” (1963- ), “Viajeros” (1982-83), “Quantum Leap” (1989-93) o “Life on Mars” (2006-07). Entre las segundas podemos mencionar “El Túnel del Tiempo” (1966-67), la serie de animación de “Regreso al Futuro” (1991), “Misión en el Tiempo” (1993-94), la serie de “Timecop” (1997) o “Do Over” (2002). El programa que ahora comento, “Viajero en el Tiempo” (“Journeyman” en su título original) nunca llegó a definirse como dentro de una u otra categoría. No le dejaron. Como tantas series, murió antes de poder indicar el camino que iba a seguir y hacerse con su público.
Dan Vasser (Kevin McKidd) es un periodista de San Francisco que trata de arreglar su reciente crisis matrimonial al tiempo que ajustarse a las exigencias laborales de un sector en crisis. Un día, sin previo aviso, desaparece de nuestro presente y se encuentra transportado a los años ochenta, donde conoce a un individuo del que leyó una noticia en el periódico y que, a su vez, está experimentando problemas conyugales. En los siguientes días, Dan sufre repetidamente el mismo proceso, viéndose trasladado al pasado, a diferentes momentos en la vida de esa misma persona. Como se descubre al final del capítulo, sus intervenciones cambiaron para bien la corriente temporal no sólo de aquel individuo sino de otros muchos en el futuro.
Esa será su vida a partir de entonces. Al comienzo de cada episodio, ni Dan ni los espectadores saben en qué consistirá su nueva misión. Es él quien mediante la observación y su instinto de periodista debe averiguar con qué fin ha sido enviado al pasado. Puede ser para enderezar una vida abocada a la autodestrucción, o para evitar un crimen o ayudar en un nacimiento. Cualquier desviación de su misión será invariablemente corregida por el Tiempo –por ejemplo, tratar de evitar un terremoto avisando a las autoridades, o salvar a alguien que no era el designado- y dejada sin efecto. Tampoco tiene control sobre sus apariciones y desapariciones y el único aviso será un intenso dolor de cabeza previo a su salto temporal.
Sin embargo y como era de esperar, sus súbitas desapariciones le acarrean serios problemas familiares. Incapaz de explicar lo que le ocurre de forma mínimamente plausible, su esposa Katie (Gretchen Egoll) piensa que tiene algún tipo de aventura extramatrimonial. Para complicar aún más las cosas, en uno de sus saltos al pasado se encuentra con Livia (Moon Bloodgood), su antigua prometida a la que creía muerta en un accidente de aviación pero que en realidad, como él, resulta que puede viajar por el tiempo bajo los designios de algún tipo de misteriosa autoridad. Tampoco su hermano Jack (Reed Diamond) se lo pone fácil. Inspector de policía, rompieron su relación años atrás cuando Katie, entonces su novia, acabó casándose con Dan tras la muerte de Livia. Así, se forma un tenso doble triángulo amoroso cuyos vértices los ocupan Dan, Katie, Livia y Jack (al que luego se añadirá una nueva novia de éste, Theresa (Lisa Sheridan).
Esta serie, creada por Kevin Falls (“El Ala Oeste de la Casa Blanca”) para la Fox y emitida por la NBC, ha sido a menudo comparada con “Quantum Leap”, pero a pesar de sus obvias similitudes, la premisa es diferente. Ambas series tratan sobre viajes en el tiempo para ayudar a alguien, sí, pero en sus viajes Dan no habita el cuerpo de nadie sino que mantiene el suyo propio, siempre corre el riesgo de encontrarse con su antiguo yo (lo cual podría tener consecuencias funestas) y, sobre todo, “Viajero en el Tiempo” tiene un núcleo emocional y una atención al desarrollo de personajes del que quizá carecía la serie de los noventa.
No hay estudios filosóficos ni lecturas de ciencia ficción que ayuden al espectador a aclarar las paradojas y cuestiones existenciales que suscita un tratamiento del viaje temporal como el aquí planteado (por ejemplo, la naturaleza del yo y de la propia realidad, el continuo espacio-temporal, la pervivencia de la memoria, la existencia de una inteligencia superior, el retorcimiento de las leyes físicas conocidas, las realidades alternativas…), así que la serie opta por el camino más sencillo: ignorarlas. Aunque a lo largo de los episodios Dan sí trata de averiguar cómo y por qué razón ocurren sus desplazamientos temporales, en general no se atormenta con estas preguntas más intelectuales que prácticas. Entre viaje y viaje, encuentra seguridad en brazos de una comprensiva aunque confusa esposa, intenta que su hijo guarde el secreto y trata de entender la nueva relación que puede y debe mantener con su antiguo amor nunca olvidado, Livia (cuyo marco temporal de origen, por cierto, es 1948. A diferencia de Dan, ella no viaja hacia el pasado, sino hacia el futuro).
La factura de la serie es buena, cuenta con una fotografía elegante (la intro está muy bien conseguida) y escasos efectos especiales (el tránsito entre el presente y el pasado y viceversa se hace con un simple fundido), prefiriendo jugar con la ambientación a la hora de recrear el pasado (ropa, publicidad, programas televisivos, electrodomésticos y gadgets...) y el choque cultural. Dan nunca retrocede demasiado, limitándose en su barrera inferior a los años setenta, algo que resulta no sólo más cómodo y económico a la hora de poder recrear la atmósfera y estilo visual de esas décadas, sino que permite una mejor identificación con los espectadores que si, por ejemplo, el protagonista acabara en el siglo XVII. Así, el protagonista deberá hacer frente a problemas como los de llevar siempre encima moneda antigua con la que poder comprar lo que necesite o cargadores para los móviles antiguos. Por otra parte, el que transcurra en San Francisco, proporciona unas vistas y ambiente urbano diferente del de otras series cuya acción transcurre en Nueva York o Los Ángeles.
Kevin McKidd comparte con sus compatriotas escoceses Daniel Craig y Sean Connery ese aspecto de tipo duro y algo distante. Pero aquí hace un buen trabajo a la hora de encarnar con verosimilitud a un hombre preso del estrés y cuya familia está siempre al borde de la crisis. Ni él ni su esposa ni su hermano han olvidado que no hace tanto tiempo fue un adicto al juego, a la bebida y a las drogas. McKidd transmite con sutileza y sin caer en el histrionismo la tensión y frustración que le provocan los saltos en el tiempo, la carga que supone para su familia y la difícil situación laboral que vive. Por desgracia, el resto del reparto principal (Egoll, Diamond, Moongod) no están ni mucho menos a su altura por mucho que se esfuercen, limitándose a servir básicamente de caras bonitas. Sólo muy puntualmente consiguen reflejar la misma intensidad de McKidd en sus interpretaciones.
Dejando aparte el trabajo globalmente mejorable del reparto, la serie se desarrolla a varios niveles: por una parte, los viajes en el tiempo de Dan y la misión que debe acometer en cada uno de ellos; por otra parte, sus pesquisas en el mundo de la física avanzada para averiguar el mecanismo que le hace avanzar en el tiempo; y, por último, el plano sentimental, que incluye la crisis con su esposa, la intromisión de su hermano Jack y la reencontrada tensión sexual teñida de melancolía con Livia.
En general, los episodios cuentan con un buen ritmo y los cuarenta minutos de duración no se hacen pesados. El problema es que la serie pronto se asentó en la repetición de una cómoda y conservadora fórmula que podía ser tan aburrida y predecible como la de tantas series procedimentales: el protagonista se traslada al pasado para ayudar a alguien sobre quien lee en el presente y con la misión de modificar la corriente temporal y cambiar el destino de esa persona. Dan es el héroe honrado, capaz y modesto cuya esposa no le abandonará nunca y al que no despedirán de su lucrativo trabajo de periodista local aun cuando un reportero que sólo puede viajar al pasado no tiene demasiado valor para un periódico moderno, más interesado en los escándalos del presente. Todas estos convencionalismos acaban rebajando la tensión dramática de algunos episodios cuyo planteamiento y resolución no reservan ninguna sorpresa.
No obstante, una subtrama introducida en los últimos episodios viene a plantear algo más novedoso y prometedor: que ni la muerte ni el pasado son lo que parecen. Poco a poco y conforme Dan viajaba atrás en el tiempo, cambiaba su propio pasado –y, por lo tanto, el presente- de forma sutil, despertando las sospechas de propios y extraños. Y, por último, los personajes iban adquiriendo mayor complejidad y matices. Eran todas estas ideas que podían liberar a la serie de las limitaciones de la fórmula en la que Kevin Falls y su equipo de guionistas se habían encasillado inicialmente. Pero no tuvieron tiempo de hacerlo.
“Viajero en el Tiempo” fue una de las series afectadas por la huelga de guionistas de 2007 y que dejó paralizados muchos programas de aquel momento. Pero cuando aquélla terminó y a pesar de que la tendencia de los guiones era de clara mejora, la NBC decidió no reanudarla, probablemente porque los ratings de audiencia iniciales no acompañaron. El misterio tras los viajes de Dan, por qué fue elegido para tal misión, por quién y como parte de qué plan, el papel que juega en todo ello Lidia... todas esas incógnitas quedaron pendientes de resolución.
Dado su abrupto final, es de suponer que muchos aficionados que no vieron la serie en su momento no tengan demasiado interés en invertir su tiempo en revisar una historia cuyo arco subyacente no va a resolverse. En su favor se puede aducir que se trata de tan sólo trece episodios, que son razonablemente entretenidos y cuya historia central, al ser autoconclusiva, es perfectamente comprensible y adecuada para un rato ligero en el que no se quiera invertir mucha atención ni compromiso a largo plazo con la continuidad.
hola, no esta mal el argumento, quizas se podria reflotar ahora que a la gente le gustan mas las series y con mas presupuesto, mejores guiones y mejores actores podria andar bien, pero antes eran muy light las series y no tomaban en serio al espectador, asi que segun el rating iban cambiando cosas, las de ahora se hacen a largo plazo como una pelicula muy larga y compleja y con mas recursos por eso son mejores, antes se agotaban en un capitulo y se iban repitiendo con pequeñas variaciones, ahora el espectador cambio y no le gusta que le den siempre lo mismo como antes, saludos.
ResponderEliminarSi solamente hubieran jugado un poco con la premisa desde un principio. O hacer que el protagonista viajara al futuro al ser el un periodista... Hay miles de ideas que podrían utilizar los guionista.
ResponderEliminarEl tema del viaje al futuro podría haber sido complicado desde el punto de vista del presupuesto. Para plasmar el futuro en pantalla son necesarios diseñadores, técnicos en efectos especiales, maquetistas, informáticos... Las series de TV, a menos que sean superproducciones, suelen mirar mucho el presupuesto de cada episodio. De todas maneras y como digo al final del artículo, parece que se empezaban a desarrollar ideas interesantes para las cuales tampoco hacían falta muchos efectos visuales. ya nunca lo sabremos, aunque hay por internet alguna entrevista a Kevin Falls donde desvelaba sus planes para la serie si ésta hubiera continuado.
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