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martes, 27 de febrero de 2018
2002- SEÑALES – M.Night Shyamalan
Tras el inesperado éxito de su tercera película, “El Sexto Sentido” (1999), M.Night Shyamalan se convirtió en uno de los principales directores de cine de género. Su siguiente cinta fue “El Protegido” (2000), una historia sobre superhéroes que dividió a los espectadores. “Señales”, su tercera película de género, trata sobre invasiones extraterrestres.
Graham Hess (Mel Gibson) es un ex sacerdote que perdió la fe tras la muerte de su esposa en un accidente de tráfico. Vive en una granja en una apartada zona rural de Pensilvania en compañía de sus dos hijos, Morgan (Rory Culkin) y Bo (Abigail Breslin) y su hermano menor, Merrill (Joaquin Phoenix), quien se ha trasladado allí temporalmente para ayudar en ese momento de crisis familiar y espiritual. Graham descubre un día una serie de formas claramente artificiales en sus campos de maíz. Inicialmente, piensa que son obra de una familia rival, pero cuando por la televisión ven que formas como esa aparecen por todo el planeta y que resultan ser obra de unos extraterrestres cuyas naves llegan a los cielos de multitud de ciudades del mundo, se dan cuenta de la verdad. El miedo y la inseguridad se adueñan de ellos y los alienígenas empiezan a acecharlos en su aislada granja.
Lo que más sorprendió del éxito de Shyamalan es que mientras que sus colegas en el cine de ciencia ficción, terror y fantástico se obsesionaban con la épica de corte más espectacular y los efectos especiales, sus películas se apoyaban en enfatizar la cotidianeidad. Compárese, por ejemplo, “El Protegido” y su “superhéroe” ordinario y anónimo con, digamos, las maravillosas hazañas que por aquel mismo tiempo podían verse en “X-Men” (2000) o “Spiderman” (2002); o bien, ya dentro del subgénero de invasiones alienígenas, “Señales” con el espectáculo que orquestaba “Independence Day” (1996). En una época en la que muchos directores y productores confunden el volumen atronador y el temblor de cámara con la acción, Shyamalan opta por hacer películas tranquilas e íntimas en las que rechaza caer en el exceso visual a favor de narrar los dramas morales de sus protagonistas. Cuando otros realizadores hacen de la acción incesante un estilo, él anima al espectador a saborear la atmósfera de sus imágenes y fijarse en los detalles más sutiles.
En “Señales”, Shyamalan contrató para los efectos especiales a Industrial Light and Magic, la empresa puntera del gremio, pero su labor se redujo a bien poca cosa, limitándose al parecer a colocar unas cuantas luces en los cielos de las imágenes que se ven por televisión, algo que bien podría haberse hecho utilizando una cámara portátil y unas linternas. Sólo muy al final se ven algunos borrosos, oscuros y rápidos planos del alien, tan breves de hecho que como gires la cabeza te los pierdes. En este sentido, “Señales” bien podría haber sido uno de los films de terror psicológico producidos por Val Lewton en los años cuarenta (“La Mujer Pantera”, 1942; “Yo Anduve con un Zombi”, 1943), cuyo impacto emanaba de su ambigüedad respecto a lo sobrenatural –nunca se veían monstruos y era el espectador quien tenía que decidir si lo que sucedía era “real” o bien delirios de los personajes.
Se puede decir que el de Shyamalan es cine de autor: no sólo escribe sus propias historias, las dirige y las produce, como es el caso de “Señales”, sino que incluso participa en ellas como actor. Sería mucho pedir que, además, lo hiciera todo bien. Entre las cosas por las que destaca de forma especial se cuentan el conseguir unos personajes verosímiles sobre los que dirige una mirada cercana e íntima; las relaciones entre los adultos y los niños; y escribir diálogos inquietantes. Pero al mismo tiempo, sus ambiciones conceptuales resultan ser excesivas, corriendo el riesgo incluso de caer en lo risible.
“El Sexto Sentido” fue la película en la que todo lo que hizo funcionó a la perfección, de tal forma que cuando descubrió la sorpresa del final, todo el mundo quedó asombrado y en vez de sentirse engañados, los espectadores, al revisitar la película, pudieron comprobar lo bien atadas que estaban todas las escenas. Hay quien ha comparado a Shyamalan con Rod Serling, el creador y guionista de la serie de CF de los sesenta “La Dimensión Desconocida”, en el sentido de que ambos estructuran sus historias en base a giros inesperados. Efectivamente, tras “El Sexto Sentido”, “El Protegido”, “Señales” y “El Bosque” trataron –se esforzaron, podría decirse- de arrancar del público otra exclamación de sorpresa al final… sin conseguirlo del todo. A Shyamalan le gusta jugar con el espectador y ofrecerle el desafío de resolver un rompecabezas conceptual. “El Protegido”, “Señales” y “El Bosque” tienen el irritante defecto de construir un clímax hacia lo que parece va a ser un gran final sorpresa que, cuando se desvela, resulta contener tan sólo algunas revelaciones bastante flojas o, al menos, bastante menos impactantes que en “El Sexto Sentido” o de lo que el departamento de marketing del estudio había hecho esperar.
Toda la campaña promocional de “El Protegido”, por ejemplo, se basó en sugerir una gran sorpresa final que pondría patas arriba todo lo visto en las dos horas anteriores. Pero a la hora verdad lo único original de la película desde el punto de vista conceptual es que, a pesar de su estética oscura, su ausencia de épica y lento ritmo, estábamos ante una historia de superhéroes. Muchos espectadores se rieron con el final de “El Bosque” tan forzado resultaba el prometido giro. Y “Señales” tiene un problema similar. El poster promocional consistía solo en uno de esos círculos de las cosechas apuntando hacia una granja y las palabras: “Del director de “El Sexto Sentido”. Ni siquiera se mencionaba el nombre de Mel Gibson en esos carteles. Y, como “El Protegido”, la única sorpresa consiste en descubrir que de lo que va en realidad la historia. Sobre ello volveré después.
Como he dicho, Shyamalan es capaz de escribir buenos guiones, pero en “Señales” parece andar un poco perdido, mezclando los hallazgos con los tropiezos. La idea de una película que abordara el fenómeno de los círculos de las cosechas era original. Se trataba de aquellas formas geométricas labradas en los campos de maíz y trigo que se vieron por todo el mundo en los años setenta y cuyo origen (tras abundante literatura y peregrinas teorías al respecto) fue desvelado en 1991 cuando los autores originales salieron del anonimato, unos bromistas que demostraron con qué facilidad podía hacerse el truco. Como tantos “fenómenos paranormales”, los círculos de las cosechas siguieron vivos y coleando tras explicarse su auténtica naturaleza y mucha gente ha preferido olvidar –o nunca supieron- que se trató de un gran fraude. Pues bien, ni siquiera la televisiva “Expediente X” y su amplísimo catálogo de rarezas paranormales había tocado el tema.
Lo que ocurre es que en “Señales” ese “enigma” resulta no ser más que el gancho, la excusa de partida, porque el director-guionista pierde rápidamente todo interés en él. No se ofrece explicación alguna acerca de lo que son esas formaciones aparte de que podrían ser ayudas de navegación para los extraterrestres, una idea absurda en tanto en cuanto éstos utilizan tecnología de viaje interestelar y escudos de invisibilidad. Tan estúpida, de hecho, como sugerir que deberían encenderse hogueras en las pistas de aterrizaje de los aeropuertos para ayudar a los pilotos a encontrarlas. Igualmente incoherente es que unos alienígenas para los que el agua es anatema elijan invadir un planeta cuya superficie está compuesta primordialmente de ese elemento; o qué sentido tiene invertir su tiempo simplemente aterrorizando a la gente.
Shyamalan juega con los límites y convenciones del subgénero de invasiones alienígenas, mostrándonos un ataque en el que se ven pocos extraterrestres (de hecho, sólo aparece uno al final y únicamente tiene noventa segundos en pantalla) y en el que la invasión propiamente dicha sucede fuera de plano, narrándose escuetamente a través de imágenes de televisión en lugar de construir espectaculares secuencias de destrucción masiva recurriendo a efectos digitales de última generación. Que aparezcan o no extraterrestres es irrelevante, porque el propósito de la película es suscitar emoción y sentimientos mediante la dirección, la interpretación, la música (a cargo de James Newton Howard) y el sonido. No es sólo que asuste lo que se oye, sino que Shyamalan obliga al espectador a escuchar con la máxima intensidad aun cuando no haya nada que escuchar. En esta película el silencio y la quietud asustan.
Ahora bien, lo que verdaderamente importa a Shyamalan no es tanto la historia de la invasión como servirse de ésta para abordar otros temas y, sobre todo, presentar y hacer evolucionar un personaje. Si “El Sexto Sentido” trataba sobre la enfermedad mental, el abuso infantil y la falta de comunicación, y “El Protegido” del destino y la dicotomía entre el bien y el mal focalizada en el duelo psicológico entre dos personajes, “Señales” es una parábola sobre un hombre que aprende a reencontrarse con su fe perdida. Como sus dos anteriores películas, esta gira alrededor de personajes sumidos en una profunda crisis personal y familiar y que acaban comprendiendo su verdadera naturaleza y su meta en la vida –o la muerte-, un destino que de una u otra forma estaba predestinado por fuerzas más allá de nuestra comprensión. En este sentido, hay una buena escena en la que Graham le explica a Merrill la diferencia entre aquellos que ven el mundo en términos de señales milagrosas y aquellos que no; y otra en el comedor en la que el protagonista se niega en redondo a decir la bendición antes de cenar. Los personajes y su evolución están bien escritos aun cuando Gibson, por mucho que se esfuerza, no acaba de convencer como sacerdote descreído.
Es una lástima que Shyamalan fracase en su propósito justo al final. (ATENCIÓN: SPOILER). Quiere convencernos de que no existen las coincidencias, que todo lo que ocurre forma parte de un designio divino. En los tres primeros cuartos de la película, el guión había ido presentando sucesos o enfermedades que parecen apuntar a la ausencia de Dios: la estúpida muerte de la esposa de Graham, el asma de Morgan, la obsesión enfermiza de Bo con el agua contaminada, el fracaso deportivo de Merrill… Y precisamente al final, todos esos detalles dispersos encuentran su sentido. Las últimas palabras de la esposa habían sido “batea fuerte, Merrill”, una referencia a la carrera de su cuñado en el beisbol. Graham creía que era una frase producto del delirio y el trauma, pero cuando él y su hermano se enfrentan cara a cara al alienígena, esas palabras que tanto obsesionaban a Graham y que no puede olvidar son las que les salvan, dándole la pista para que su hermano coja el bate colgado de la pared y atice al alien. De igual forma, el asma de Morgan le protege del gas venenoso de aquél. Y la manía de Bo de dejar vasos de agua por toda la casa decide la batalla de la familia contra la criatura. El título de la película, por tanto, no se refiere a las figuras de los cultivos, sino a esa miríada de pequeños acontecimientos y coincidencias cotidianas que podrían ser señales de la existencia de una presencia divina.
El problema es que ese final en el que todas las piezas hallan su lugar en el puzzle, parece no una intervención celestial sino un truco de prestidigitador cinematográfico: Shyamalan ha ido colocando estratégicamente en la trama varios elementos aparentemente aleatorios para luego, de forma harto improbable y arbitraria, relacionarlos todos y tratar con ello de construir una moraleja filosófico-religiosa. Al menos, el discurso no se articula de manera demasiado moralizante o decantada hacia una forma particular del cristianismo. Shyamalan fue educado por sus padres en el hinduismo aunque asistió en su infancia y juventud a escuelas católicas y episcopalianas. Más que uno de esos pseudoproductos evangelistas tan seguidos por muchos americanos, “Señales” se limita a sugerir la existencia de una fuerza omnisciente y benevolente que nos guía en la vida. (FIN SPOILER).
(Coincidencia o no, el tema de una invasión extraterrestre mezclado con la predestinación religiosa volvió a verse siete meses después en “El Cazador de Sueños” (2003), de Lawrence Kasdan, con guión de William Goldman basado en una de las novelas más flojas de Stephen King).
Mencioné arriba Rod Serling como “antecesor” de Shyamalan, pero éste también le debe mucho a Spielberg, de quien ha sido auténtico fan desde su juventud. Y “Señales” es la película donde más se nota esta influencia. Como en un episodio de “La Dimensión Desconocida”, la historia se desarrolla en un solo lugar. No aparece el pueblo y apenas los alrededores. Todo se centraliza en la granja y los inquietantes campos de maíz que la rodean. Esta decisión narrativa funciona en varios sentidos. Por una parte, consigue transmitir una mayor sensación de aislamiento, claustrofobia y peligro. Por otra, es más sencillo sumergirse en el torbellino emocional y la angustia de una familia que se refugia en su particular microcosmos, físico y espiritual, literal y figurado, mientras trata de asimilar los informes que llegan por la radio y la televisión que si el guión los hubiera mezclado con agentes especiales y científicos que enfrentan el peligro de una forma más abierta. Que toda la película verse sobre Graham y su familia permite al espectador ponerse en su lugar, lo que, al fin y al cabo, es el objetivo de cualquier cineasta. Y, por último, ese entorno rural le proporciona a la historia una especie de atemporalidad que impedirá que el tiempo le haga demasiada mella.
Pero, como digo, el toque de Spielberg también se hace presente en varios aspectos. No en vano Shyamalan se refiere a esta obra como su “película más palomitera”. Mucha de su iconografía está extraída de los primeros blockbusters veraniegos de Spielberg. Las interpretaciones realistas y los diálogos entre Morgan y Bo recuerdan a los niños de “E.T”. Como en “Encuentros en la Tercera Fase”, “Señales” trata sobre gente corriente que trata de asumir la idea de que los alienígenas no sólo son reales sino que están en la puerta de su casa. Y, como sucedía en “Tiburón”, los monstruos de Shyamalan permanecen ocultos durante prácticamente todo el metraje. La primera vez que el espectador ve una de esas criaturas –un video casero en el que aparece de fondo en el cumpleaños de un niño- es verdaderamente aterrador aun cuando apenas se le distingue.
Está claro que todo este desvío respecto a las reglas del blockbuster de ciencia ficción enfadó a muchos espectadores que esperaban una película de invasiones extraterrestres más convencional. Pero no se puede atacar a una película por no responder a nuestras expectativas temáticas o narrativas. “Señales” pertenece a esa tradición de mestizaje entre el cine de autor y el mainstream que puede rastrearse hasta “2001: Una Odisea del Espacio” (1968), al menos en cuanto a sus ambiciones conceptuales. En forma y contenido, más que a Kubrick, “Señales” bebe, además de Serling o Spielberg, de Romero o Hitchock. Como este último, Shyamalan suele participar como actor en sus películas, aunque no solamente como inocuo cameo. En esta ocasión interpreta al atormentado granjero vecino de los Hess que mató accidentalmente a la esposa de Graham. Así, sus diálogos ofrecen momentos de auténtico metalenguaje puesto que, como director y como personaje, es el responsable del sufrimiento de esa familia,
Shyamalan, aunque tras esta película tuvo un bache en su carrera, ya había demostrado ser un narrador sobresaliente, alguien que podía mezclar en sus películas los sentimientos, los debates conceptuales y el terror. Terror que más allá de lo sobrenatural o extraterrestre de su naturaleza, sabe transmitir mediante pequeños detalles cotidianos: el sonido del viento, un campo de maíz, el ladrido de un perro, el miedo de una niña a beber agua, los sonidos que salen de un walkie-talkie… señales en definitiva.
“Señales”, con todos los defectos comentados, es una valerosa reinvención de las convenciones del subgénero de las invasiones extraterrestres, un subgénero que a comienzos del siglo XX se utilizó para criticar el colonialismo y el racismo, que a mediados de esa misma centuria sirvió para abordar la paranoia comunista y el temor a una cultura de masas alienante; y cuyos tópicos Shyamalan, ya entrado el siglo XXI, filtra a través de una lente existencialista y religiosa. Una película, en resumen, en la que importan más los personajes y la atmósfera que la trama, el drama personal que la épica visual.
hola, gran comentario como siempre, muy superior a lo que comentan los criticos de cine que no ven tantas cosas como vos, y solo dan su opinion subjetiva la mas de las veces, la pelicula para mi no esta mal pero se excedio en varias cosas, es muy larga, algunas partes pesadas, y junta demasiados temas, y no los hilvana bien, como hizo en su magnifica el sexto sentido que era un mecanismo de relojeria. para mi es un 6. el tipo si es un gran director pero en su afan de innovar constantemente, fue haciendo sus peliculas cada vez mas raras y perdiendo publico, cuando retorno a algo mas logico con su ulima pelicula la gente volvio. En la aldea armo una pelicula muy buena con un final ridiculo, en esta el final esta bien pero junta caoticamente los detalles, podria haber sido muy buena pelicula, pero junto demasiadas cosas, hitchcock serling y spielberg estan bien pero no todos juntos y amontonados, y menos si no le aplicas una dosis de logica, como que los monstruos espaciales parecen salidos de un cuento de maupassant o poe mas que seres que manejan naves espaciales. en fin gran trabajo, saludos.
ResponderEliminarBuen comentario, con el que coincido bastante. No obstante, al menos Shyamalan lo intenta y su cine es -o lo era, vamos a ver si va recuperando pulso con sus últimas películas- personal, lo cual ya tiene mérito en el panorama contemporáneo. Un saludo
ResponderEliminarHola. La duda es: si el agua es el elemento que afecta a los extraterrestres, ¿Por qué intentan invadir un planeta que es un 2/3 agua...?
ResponderEliminarPero bueno... Es Shyamalan...
Saludos,
J.
No lo sabian por eso se fueron entre otras cosas xd
Eliminarhola querido bloquero del universo de ciencia ficcion
ResponderEliminaros dejo peli para ver, para comer con palomitas :)
http://www.cliver.tv/pelicula/the-beyond/
os gustara
pd= crees realmente que los circulos de las cosechas son obra de los jubilados que salieron por tele en la bbc en los años 80?
siguen apareciendo a dia de hoy, como es posible?
Para averiguar más sobre el fraude de los círculos de las cosechas puedes revisar el libro El Mundo Y Sus Demonios, de Carl Sagan. Bromistas y buscadores de notoriedad los ha habido siempre y saben que mucha gente no se entero de la revelación del fraude o bien la olvidaron.
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