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miércoles, 27 de septiembre de 2017
1998- COWBOY BEBOP (1)
Shinichiro Watanabe tenía ya una considerable experiencia como supervisor de diferentes animes del estudio Sunrise y codirector de “Macross Plus” cuando propuso el que sería su primer proyecto personal. Según sus propias declaraciones: “La gente, con el tiempo, ve muchas cosas. Algunas de ellas les gustan y a día de hoy muchos recrean lo que han visto. Eso no es lo que yo quería hacer. Quería crear algo que yo nunca hubiera visto antes”. Una ambición esta un tanto vaga pero que cuando se concretó en la forma de “Cowboy Bebop”, triunfó sobre las siempre inciertas circunstancias de producción y emisión, haciendo de ella un trabajo seminal que ha resistido inesperadamente bien el paso del tiempo. Casi dos décadas después de su creación, muchos aficionados siguen introduciéndose en el anime a través de esta serie. Los críticos generalistas, a menudo muy distanciados del “gueto” del anime, la citan junto a “Akira” y las películas de Miyazaki como pináculos del medio, alabando la originalidad de su planteamiento, historias y narrativa.
“Cowboy Bebop” es, por tanto, una serie de animación de género mixto en la que confluyen elementos de space opera, western y serie negra, y que contabilizó 26 episodios emitidos originalmente en la televisión japonesa entre septiembre de 1997 y junio de 1998.
A finales del siglo XXI, tras un cataclísmico accidente que devastó la Tierra, la Humanidad se ha extendido por todo el sistema solar gracias al desarrollo de “Portales Hiperespaciales”. Pero, como es de esperar, allá donde va el hombre acarrea consigo el delito y el crimen. La Policía Espacial es incapaz de abarcar lo que ahora es una jurisdicción multiplanetaria y opta por reinstaurar la figura del cazarrecompensas al estilo del viejo Oeste. Si uno de estos aventureros captura vivo a un fugitivo y lo entrega a la justicia, se le pagará la recompensa asignada al caso en concreto.
Sobre este contexto general, la serie narra las aventuras y desventuras de un pintoresco equipo de cazarrecompensas que a duras penas trata de ganarse la vida y salir indemnes de tan arriesgado oficio. Jet Black es un antiguo oficial de policía que perdió un brazo en una misión y lo reemplazó por uno biónico. Es el robusto, rudo y sensato propietario de la nave en la que todos viajan, la destartalada Bebop. Su socio, Spike Spiegel, es un espigado artista marcial que excepto cuando entra en acción vive sumido en una indolencia con la que trata de olvidar su sangriento pasado; Faye Valentine es la mujer fatal grupo, una atractiva joven amnésica –su pasado se desvela a medias en un episodio-, descarada, temperamental, independiente y competitiva. Ed es una niña bastante loca y genio de los ordenadores. Y Ein, un perro de inteligencia genéticamente incrementada.
La tripulación de la Bebop se enfrenta a peligrosos criminales, organizaciones en la sombra, gurús religiosos, traficantes de drogas, ecoterroristas, hackers, dementes asesinos… pero también a problemas más cotidianos, como el hambre que sufren por estar siempre arruinados o los fantasmas de sus respectivos pasados, nunca tan lejanos como ellos quisieran.
Sobre todo, “Cowboy Bebop” es recordado por su originalidad. Originalidad no entendida sólo como novedad. A menudo, lo nuevo lo es sólo por breve tiempo antes de caer en lo trillado o el autoplagio; y en otras muchas ocasiones genera imitadores que pueden mejorar aquel primer paso y apagar su brillo para las nuevas generaciones. La originalidad de “Bebop” radica en el eclecticismo alcanzado al sumar las obsesiones de sus diversos creadores. Intentar separar en qué medida cada elemento contribuye al éxito del resultado final es tarea imposible por lo que difícilmente aparecerá un imitador.
Y es que “Cowboy Bebop” es el producto no sólo de la imaginación de Watanabe, sino de la contribución de muchos otros artistas que ofrecieron algunos de los mejores trabajos de su carrera. La voz de Yoko Kanno , por ejemplo, destaca en el episodio “La Balada de los Ángeles Caídos”, combinando una letanía de sinsentidos infantiles con la imaginería propia de las películas de John Woo. Es imprescindible mencionar el cariño del guionista Keiko Nobumoto con los conceptos cósmicos y trascendentales; el talento de los diseñadores de producción Kimitoshi Yamane y Satoshi Toba a la hora de crear un futuro tecnológico pero muy apegado a nuestro presente en el que se mezclan una pintoresca estética multicultural, la atmósfera de serie negra y la aproximación industrial a la ciencia ficción de Syd Mead. Y, por supuesto, la atracción que siente el propio Watanabe hacia la cultura norteamericana, western y jazz incluidos.
Bebop recuerda, como he dicho, al western y al film noir, pero también toma elementos de las películas de acción asiáticas de los ochenta y noventa dirigidas por John Woo. Lupin III también puede listarse entre sus influencias, dado que el trío protagonista bien puede interpretarse como una versión futurista de Lupin, Jigen y Fujiko. Bajo la capa de ciencia ficción y acción de los diferentes episodios va desarrollándose intermitentemente una trama reminiscente de otro género favorito de los japoneses, los Yakuza.
Como el jazz que conforma la música de la serie, todos esos géneros se dan cita en una diversidad de historias con diferentes tonos y melodías y que, sin embargo, forman una unidad coherente. “Pierrot le Fou” es un thriller de acción y terror; “Arañazo Cerebral” funciona como crítica social minimalista y atmosférica; “La Samba de las Setas” es una sátira-homenaje de las comedias blaxploitation. Otros episodios son tragedias de corte criminal que ahondan en el pasado de los diferentes personajes … No parecen historias compatibles entre sí, pero lo cierto es que colectivamente conforman una buena antología de cortos (cada episodio dura veinte minutos) extrañamente armónica.
Lo cual no quiere decir, por supuesto, que todos los episodios sean perfectos. La mayor parte de los capítulos juegan un papel relevante en el conjunto de la historia, proporcionando nueva información a la trama subyacente o acerca del pasado de los personajes, desarrollando éstos o añadiendo escenarios a ese mundo futurista. Pero la calidad argumental está irregularmente distribuida y capítulos como “Boogie Woogie Feng Shui” o “Puerta de Escape” difícilmente figurarán entre los preferidos de nadie; a lo que hay que añadir que el humor de la serie es, en mi opinión, excesivamente japonés e histriónico (sobre todo en lo que a Ed respecta). Otros episodios son simple relleno que no aportan gran cosa. Dicho lo cual, habría que matizar que el “relleno” no tiene por qué ser necesariamente algo malo. A menudo son vitales para mantener cierto ritmo en una serie. Tras un episodio rebosante de acción o que funcione como un clímax dramático, suele ser un buen recurso introducir un segmento ligero que permita al espectador coger aire antes de continuar. También proporcionan a los creadores espacio para experimentar con cosas nuevas (argumentos, personajes, desarrollos) que quizá no tendrían cabida en la narrativa principal.
“Cowboy Bebop” no parece tanto una historia como el epílogo de una que nunca veremos. Epílogo, en realidad, de tres narraciones: la de Spike, la de Jet y la de Fay. A lo largo de la serie vemos sólo breves flashes de sus auténticas historias, sus pasados, y cómo éstos les llevaron eventualmente a bordo del Bebop.
Cada uno de los tres personajes tiene una relación diferente con su respectivo pasado. Spike trata de desconectar completamente del suyo aun cuando no lo consigue y, de hecho, es quien más atormentado vive por él. Compara su tiempo a bordo del Bebop con un sueño: su tarea de cazarrecompensas le ofrece asombrosas aventuras y nuevos amigos, pero al final siempre tiene que despertar y hacer frente al mundo real y a los recuerdos de su pasado. Jet no ha renunciado del todo al suyo y sigue en contacto con sus amigos de la policía, pero no ha conseguido librarse de sus fantasmas y de cierta sensación de vacío y desapego. Faye, por otra parte, está viviendo el sueño de Spike: una completa ruptura con su pasado, si bien forzada por una amnesia. Sin embargo, en el fondo, lo que más desea es recuperar su memoria y saber qué lugar ocupa en el mundo.
Para ser una serie que se suele vender como aventuras repletas de acción (lo cual no es sino un espejismo. Debido al presupuesto, las escenas de verdadera acción en cada episodio no superan los cuatro minutos) “Bebop” tiene una narrativa subyacente teñida de oscuridad, pesimismo, crueldad y tragedia deudora del mejor film noir. Incluso sus momentos cómicos están a menudo articulados alrededor de las extremas circunstancias en las que vive la tripulación: ruina financiera, hambre y resentimiento mutuo. Si no fuera por la participación de Ed y Ein la tripulación no sería más que un trío de almas atormentadas viviendo las existencias vacías que han decidido llevar en lugar de construirse nuevos futuros ya fuera juntos o por separado.
Watanabe ha afirmado que Spike era una versión del mencionado personaje Lupin III, pero, aparte de su aspecto, resulta difícil ver la relación entre ambos. La alegría de vivir que desprendía éste tiene poco que ver con la perpetua depresión y apatía suicida de Spike. De todas formas, hay una referencia directa a Lupin en “Simpatía por el Diablo”. El “diablo”, un malvado niño al que Spike acaba disparando entre los ojos, viste igual que Lupin III. La pregunta que deja en el aire al morir el niño es frecuente en “Cowboy Bebop”: “¿Comprendes?”. Spike espera hasta que expira y luego le quita del bolsillo lo que había sido su única conexión con lo mejor de sí mismo: su armónica. Pero cuando trata de tocarla, no emite ningún sonido aunque el niño extraía de ella una hermosa música. Spike le dice al cadáver que no entiende nada, lanza la armónica al aire, la apunta con su dedo y dice “Bang”.
Bajo su exterior ligero y enérgico, “Bebop” es una historia profundamente adulta que abraza una visión muy amarga del mundo. Quizá fue esto lo que tocó el nervio sensible de una amplia audiencia pero igualmente deja a muchos preguntándose cuál es el significado o moraleja último de la historia, si es que la había. La duradera reputación de “Cowboy Bebop” suele atribuirse a elementos más bien superficiales como la accesibilidad, la acción, la estética o la animación, pero de todo esto hay en abundancia en otros programas. Lo que lo hace diferente es algo que raras veces se menciona: la profundidad de sus personajes y la valentía de los temas que aborda.
(Finaliza en la siguiente entrada)
20 años ya? Pensar que la conocí por los viejos VHS copiados (y truchos) claro, que se vendían en las comiquerías... La banda de sonido era, simplemente, fenomenal.
ResponderEliminarTendría que volver a verla, porque recuerdo que algunas cosas de la historia de los personajes no me habían quedado del todo claras.
Saludos! Gracias por el recuerdo.
J.
Gracias por el comentario. Termino el artículo en la próxima entrada. Un saludo
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