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domingo, 9 de abril de 2017
1973- EL DORMILÓN – Woody Allen
No resulta fácil hacer comedia con la CF. Hay autores que la abordado con éxito, como William Tenn, Rudy Rucker, Robert Sheckley o Douglas Adams; y series de TV que han atraído a mucha audiencia, como “Enano Rojo”. Pero las incursiones en este subgénero han sido en general escasas y muy espaciadas.
En el cine, las mejores comedias han sido versiones bufas de grandes éxitos anteriores, como “La Loca Historia de las Galaxias” de Mel Brooks o la cariñosa sátira de “Star Trek” que fue “Héroes fuera de Órbita”; hay algunas películas dirigidas a un público infantil (“Lilo & Stich”) o adolescente (“Regreso al Futuro”, “Las Alucinantes Aventuras de Bill y Ted”) que también gustan a los adultos; pesimistas sátiras que contienen suficientes elementos de CF como para ser reclamadas por este género, como “Teléfono Rojo, ¿Volamos Hacia Moscú?”, “Estrella Oscura” o “El Show de Truman”.
“El Dormilón” sigue siendo hoy uno de los títulos más destacados dentro de esa corta lista de comedias de CF. Y ello aun cuando su director, Woody Allen, lo desprecie como uno de sus trabajos menos logrados. Resulta chocante que Allen sea uno de los directores de género fantástico menos reconocido. Se ha internado en la fantasía más veces que James Cameron o George Lucas, si bien él nunca ha reconocido ser tal y, de hecho, ha utilizado el género como herramienta o ingrediente para contar otro tipo de historias. “El Dormilón” es claramente el trabajo de un director principiante dando sus primeros pasos en un género en el que no se siente del todo cómodo. Más adelante llegarían los films con mayor contenido intelectual y de autoanálisis, como “Annie Hall” (1977), “Manhattan” (1979) o “Recuerdos” (1980). “El Dormilón” pertenece todavía a su etapa de humor absurdo y enloquecido, en el que también se inscriben “Toma el Dinero y Corre” (1969) o “Todo lo que Usted Siempre Quiso Saber Sobre el Sexo Pero Nunca Se Atrevió a Preguntar” (1972).
Hay que reconocer que Allen, aun no teniendo conocimientos de ciencia ficción, trató de ser respetuoso con los aficionados más veteranos del género. Cuando él y su coguionista Marshall Brickman terminaron el guión, se lo enviaron nada más y nada menos que a Isaac Asimov para que les diera su opinión. Allen quería que los elementos de ciencia y ciencia ficción de su historia estuvieran adecuadamente representados. Asimov, al que habían gustado los tres films anteriores del director, le aconsejó que no cambiara nada. Eso sí, cuando Allen le pidió que ocupara el puesto de asesor científico de la película –que se rodó en Colorado- rechazó el ofrecimiento. El popular escritor tenía fobia a volar (sólo lo hizo dos veces en su vida) y prefirió recomendar para el trabajo a otro autor amigo suyo, Ben Bova.
El argumento está claramente basado en la novela de H.G.Wells “Cuando el Durmiente Despierta” (1899), pasado por el filtro de “Un Mundo Feliz” (1932) de Aldous Huxley. Woody Allen encarna a Miles Monroe, propietario de una tienda de comida sana de Greenwich Village que ingresa en un hospital de Nueva York en 1973 para someterse a una intervención rutinaria y se despierta doscientos años más tarde, en un futuro que puede ser descrito como una dictadura cuyo líder fuera un guru New Age californiano. Dado que la policía no tiene registrada su identidad, un grupo subversivo quiere reclutarle como topo; por el camino, secuestra a una alocada poeta, Luna (Diane Keaton), que acaba convirtiéndose en su pareja y cómplice en la misión de derribar al gobierno. Se suceden todo tipo de persecuciones, lavados y contralavados de cerebro y planes para robar la única parte del líder que aún se conserva tras sufrir un atentado: su nariz.
Allen desarrolla esta enloquecida historia con su habitual combinación de humor absurdo, inteligente y neurótico distribuido en abundantes gags. Son esos gags lo que ha soportado mejor el paso del tiempo, algo que no tiene nada de raro dado que en esta etapa de su carrera Allen seguía de cerca la senda abierta por Buster Keaton o Charles Chaplin -cuyas películas siguen gustando hoy a las personas que se molestan en verlas-. Allen nunca se ha avergonzado de sus influencias y referentes. Sus primeras películas sobre todo, recuperaron el tono y tipo de humor de los primeros días del cine cómico. “El Dormilón” es básicamente una comedia de Mack Sennet con participación de Bob Hope o Red Skelton y trasladada al futuro. Allen suelta ocurrencias como las de Hope, acelera las persecuciones como Sennett, exagera las muecas como Skelton y se relaciona con la tecnología futurista tan torpemente como lo hacían Buster Keaton o Charles Chaplin. De hecho, es como si “El Dormilón” aspirara a ser una película muda, recurriendo a menudo a la cámara rápida con acompañamiento musical de ragtime. El guión no consiste tanto en el desarrollo de una trama como en el encadenamiento de gags; cuando llega el final, éste es más un corte arbitrario que una resolución del drama precedente.
Una escena en la que Allen trata de robar una fruta de tamaño gigante sólo para resbalar con una piel de plátano del tamaño de un saco de dormir, sigue siendo válida en sí misma y son este tipo de gags a los que el público se refiere cuando dicen que les gustan más los filmes antiguos de Allen, aunque a medida que pasa el tiempo éstos son cada vez son menos. El momento en que Miles se disfraza de robot camarero y tiene que pasar a los asistentes a una fiesta una bola cuyo contacto tiene efectos alucinógenos mientras trata de aparentar que no le afecta, es hilarante. Miles y Luna se dan la réplica el uno al otro superándose en cada intervención en otra enloquecida y absurda escena en la que, disfrazados de cirujanos, tratan de clonar al líder a partir de su nariz. Al final, la cogen y salen huyendo hasta que, a punto de ser capturados, Miles la apunta con una Magnum amenazando a sus perseguidores: “¡Alto o le vuelo la nariz!”
Eso sí, el reloj sigue corriendo para la película; gran parte del humor está siendo superado por la tecnología o, simplemente, pasándose de moda. En cierto modo, ver “El Dormilón” es como viajar en una máquina del tiempo…hacia el pasado. Por ejemplo, parte del humor verbal de la cinta es divertido en sí mismo, como cuando al final Luna le pregunta a Miles en qué cree y éste responde sin dudar: “El sexo y la muerte…Dos cosas que llegan una vez en la vida, pero al menos tras la muerte a uno no le entran nauseas”. Es una réplica ingeniosa y atemporal.
Pero otra parte del humor sólo resulta cómico siempre y cuando se conozcan las referencias culturales que utiliza y el problema es que, con el tiempo, cada vez menos gente se acuerda de Rod McKuen (cantante y poeta norteamericano) o Howard Cosell (periodista deportivo), lo que hace que esta vertiente cómica esté condenada a perder su sentido. Otro ejemplo es el de una de las más celebradas frases de la película: cuando los científicos le explican a Miles que han perdido la mayoría de los registros históricos después de una guerra que comenzó “cuando un hombre llamado Albert Shanker se hizo con un ingenio nuclear”. El público que acudió a las salas de cine a ver la película estallaba en carcajadas al escucharlo hasta el punto de que resultaba imposible oír las siguientes líneas de diálogo. Hoy el espectador no cambiará el gesto y se preguntará quién demonios era ese tal Shanker. En honor a la verdad, hay que decir que el actor que tuvo que pronunciar la frase tampoco lo sabía y Allen tuvo que tranquilizarlo explicándole que se trataba del agresivo líder del sindicato de profesores de Nueva York.
Otro ejemplo de referencia oscura es cuando Miles sale de un McDonald´s en el que puede leerse en un cartel : vendidos 100.000.000.000.000.000.000.000.0000.000.000.000.000.000.000.000.000.000”. Puede que esto hoy no tenga tanta gracia porque desde abril de 1994 la publicidad de la famosa cadena de comida rápida se limita a decir “Billions and Billions served”. Antes de ese año, sin embargo, los locales sí exhibían un contador siempre creciente con las hamburguesas vendidas en todo el mundo. Allen se limitó a llevar esa estrategia publicitaria a sus últimas y más absurdas consecuencias. Ese es el problema con el humor referenciado a tópicos bien conocidos en una época determinada. El tiempo corre y lo que entonces todo el mundo entendía hoy necesita explicaciones y notas al pie.
Algo parecido ocurre con los gags relacionados con el progreso de la tecnología. En una época, la nuestra, en la que la televisión por cable ofrece cientos de canales, cuando se puede comprar una mascota robot en cualquier juguetería y adquirir millones de productos a través de Internet, algunos momentos de la película ya no son hoy tan divertidos como solían. Por lo demás, encontramos los previsibles gadgets futuristas, como robots o pistolas de rayos. No hay monstruos espaciales estrictamente hablando, pero Luna se refiere a Miles como “el alien” y hay una escena con un pudding inteligente al que el protagonista tiene que enfrentarse con una escoba. No obstante, se hacen pocos intentos para parodiar la propia CF o reflexionar sobre sus temas principales. Los elementos del género están dispersos a lo largo de la película y se usan generalmente como excusa para gags y bromas.
El diseño de producción de todo ello –muy justo de presupuesto- combina el arte pop de los sesenta con el estilo chic de los setenta, pero llevados ambos a niveles absurdos de utilitarismo. Un orbe plateado que parece una escultura minimalista es pasado de mano en mano durante una fiesta para drogarse; el Orgasmatron, un estilizado cilindro que parece una ducha, le proporciona a su usuario orgasmos automáticos en una época en la que los hombres son impotentes y las mujeres frígidas; el vestuario, diseñado por un joven Joel Schumacher, es divertido y frívolo.
Por otra parte, “El Dormilón” es, como suele ser habitual en la ciencia ficción, una reflexión sobre el tiempo presente disfrazado de mirada futurista. Eso sí, como si de una farsa de los hermanos Marx se tratara, lo hace sin dejar títere con cabeza. Para Allen no hay persona o institución sagrada y la ambientación futurista le facilita atacar a muchos personajes, estamentos, instituciones y modas de su época, desde Richard Nixon a la cultura de las drogas, los artistas pagados de sí mismos, los revolucionarios ignorantes, los científicos, la religión, los políticos… Miles y Luna acuden a la casa del típico gay sofisticado cuyo mayordomo es un robot afeminado llamado Reagan, un entorno tan exagerado que para la sensibilidad actual probablemente sea considerado ofensivo. Los científicos ofrecen a Miles un cigarrillo y le animan a que inhale profundamente el humo: resulta que todo lo que hoy damos por sentado en relación a la salud, es erróneo: la ciencia ha demostrado en el futuro que lo más sano que podemos consumir son la comida grasienta, el tabaco o el azúcar. También se satiriza la creciente automatización de una sociedad cada vez más impersonal. Miles va a confesarse y un ingenio computerizado le absuelve y simultáneamente le ofrece una muñequita. También está Rags, el perro robótico parlante del que Miles se pregunta si no será demasiado manso o irá excretando pequeñas baterías por toda la casa. Son gags que nos hacen reír, pero es una risa proveniente del reconocimiento, de la identificación en ellos de las ansiedades presentes en nuestro propio tiempo.
Aunque la película tiene un tono ligero y cómico, su mensaje final dista de ser optimista. Para empezar y como era frecuente en los films del género, plantea una supuesta utopía hedonista de entornos asépticos y vestuarios de tonos luminosos que recuerdan al estilo de la todavía reciente “THX 1138” (1971) de George Lucas, pero que también funciona como burla de toda una tradición visual y conceptual en el cine y televisión de CF en la que se incluyen desde “Star Trek” (1966) a “La Vida Futura” (1936), de “2001: Una Odisea del Espacio” (1968) a “La Amenaza de Andrómeda” (1971). Dicha utopía, por supuesto, es en realidad una dictadura represiva en la que medran los cretinos autocomplacientes. Pero cuando Miles y Luna escapan de ese sistema y vuelven a la naturaleza, no sólo tienen que aceptar la suciedad, las incomodidades y los modales trogloditas de sus compañeros, sino que tampoco escapan de los celos, la violencia y la estupidez. Luna era una mema decadente cuando formaba parte de la sofisticada élite de esa impersonal sociedad futurista, pero no mejora demasiado tras reconvertirse en una revolucionaria con el cerebro tan lavado como lo tenía antes de unirse a la causa. Al final, Miles consigue destruir la nariz del líder por el expeditivo método de aplastarla con una apisonadora, pero confiesa a Luna que no cree que el ascenso al poder del revolucionario Erno (John Beck) vaya a cambiar nada: el poder corrompe y en unos pocos años tendrá que verse en la tesitura de robar su nariz.
“El Dormilón” apareció al mismo tiempo que estallaba el escándalo del Watergate, salpicando a un gobierno ya hundido ante la hostilidad de su propio pueblo a causa de la intervención en Vietnam. Por eso no puede extrañar la escasa confianza que transmite la película en cuanto a la capacidad de cualquier gobierno para resolver problemas, una sensación que no ha cambiado demasiado con el paso del tiempo.
Cuando se estrenó en 1973, “El Dormilón” cosechó un éxito comercial enorme: sobre un presupuesto de dos millones de dólares, recaudó nada menos que dieciocho. Desde el punto de vista artístico, fue quizá el mejor de los films de Woody Allen previos a “Annie Hall”. Después de él, el realizador dio un salto de gigante pasando de las comedias basadas principalmente en los gags a las historias románticas que se desarrollaban apoyándose casi exclusivamente en los diálogos.
Demasiado a menudo, guionistas y directores se acercan a la ciencia ficción con reparos y vergüenza. En las entrevistas se apresuran a asegurar que lo que ellos hacen no es ciencia ficción sino que su trabajo versa sobre ideas y personajes. Eso demuestra lo ignorantes que son respecto a lo que es el género. Woody Allen fue un visitante puntual al mismo, pero mostró el suficiente respeto como para tratar de hacer las cosas bien y pedir consejo cuando creyó necesitarlo. El resultado no sólo es una película que goza del cariño de los fans del director, sino una comedia de ciencia ficción que sigue sirviendo de modelo para otros realizadores y que ha envejecido mejor que otras producciones más “serias” y pretenciosas de la misma época..
Por otra parte, la película demostró que los tópicos del cine de CF se habían integrado tan perfectamente en la cultura popular que ya era posible realizar una cinta dirigida a un público adulto y generalista basada en su sátira. Aunque dista de ser una obra maestra y, en mi opinión, ni siquiera se cuenta entre las mejores cintas de Woody Allen, sí que es, junto a las mucho más posteriores entregas de “Men In Black”, uno de los pocos ejemplos de comedias de ciencia ficción con guión original (esto es, no parodias de otros productos muy conocidos) y dirigidas a un público adulto.
Posiblemente “El Dormilón” sea uno de los clásicos de la CF que podrían beneficiarse de una actualización. El problema es que hoy los estudios de Hollywood posiblemente escogerían a alguien como Will Ferrell o Adam Sandler para interpretar el papel protagonista, actores que difícilmente podrán desarrollar el tipo de humor inteligente e intelectual en el que se especializó Woody Allen.
Pensar que a esta pelìcula la vi de refilón cunado lo miraban mis viejos...yo no entendía nada y creo que me habré ido a jugar a la pelota. Luego (décadas en realidad)la miré cuando pasaban los clásicos de este director, captando el fino desprecio y la burla hacia (casi) todo. No sabìa que tenía la aprobación en cuanto a CF de ASimov, un maestro en mi biblioteca, mejor todavía. Gracias por la reseña
ResponderEliminarcierto cuando vi esta película me pareció genial, pocas veces se junta la cf y la comedia. una de ellas me la topé en la novela "Congreso de futorología" que empieza flojita pero llega un momento que es una risa tras otra a cuento de los "futurologos". y me chocó porque es de un escritor tan serio como Lem, nada menos. incluso creo llegaron hacer una película o corto animado pero no la llegué a ver y no volví pensar en ello, asi que aprovecho para preguntar ¿existe esa película o similar? ¿se parece en algo a la novelita?
ResponderEliminarSí, hay una adaptación reciente de ese relato, "El Congreso" (2013), una coproducción de varios países protagonizada por Robin Wright y Paul Giamati y que mezcla animación y acción real. No te puedo decir nada acerca de ella porque no le ha visto aún... se aceptan comentarios. Un saludo!
ResponderEliminarok, me quedaré con el nombre porque nunca se sabe cuando te la vas a encontrar y la intentaré ver/comprar si me la cruzo.
ResponderEliminaraparte me acabo de acordar que una vez vi una peli de europa del este similar a la del "dormilon" una comedia rarita donde el protagonista aparece en un bunker futurista donde solo hay mujeres tras el tipico desaste nuclear, mas al estilo de las películas de esteso y pajares. no está a la altura de el dormilon pero es curiosa, del titulo o nacionalidad ni idea
Lo siento, esas referencias son demasiado vagas... ahí me pillas.
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