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domingo, 1 de enero de 2017
1972- SOLARIS – Andrei Tarkovski
El autor polaco Stanislaw Lem sigue hoy recordándonos que aunque el inglés sea la principal lengua de la ciencia ficción tanto en la literatura como en el cine, no es ni mucho menos la única. Sus libros han vendido millones de ejemplares en cuarenta idiomas de todo el mundo, pero para tratarse de ciencia ficción, tienen un nivel intelectual inusualmente elevado y parejo con la poca importancia que el autor daba al erotismo o el romance, lo que ha dificultado su adaptación a otros medios como la televisión o el cine. Su primera novela, “Los Astronautas” (1951) se llevó a la pantalla en Alemania oriental como “Der Schweigende Stern” (La estrella silenciosa). En 1968, la televisión rusa produjo una adaptación de “Solaris” de dos horas y media de duración dividida en dos partes; y en 1972, el cineasta de esa nacionalidad Andrei Tarkovski recuperó la misma obra, que había leído diez años antes siendo todavía estudiante, para una película en pantalla grande.
Mediante una prolongada secuencia de planos largos, la trama nos traslada desde la belleza natural de la Rusia rural hasta el congestionado tráfico de una gran ciudad para acabar en una degradada estación espacial que orbita el lejano planeta Solaris, cuya superficie está compuesta por un inmenso mar. Allí es donde es enviado el psicólogo Chris Kelvin (Donatis Banionis) con la misión de investigar los misteriosos sucesos que están teniendo lugar en su interior. Nada más llegar, se encuentra con que de los tres científicos residentes, uno se ha suicidado y los otros dos sufren evidentes trastornos mentales y son incapaces de describir lo que les sucede. Mientras intenta averiguar lo que está ocurriendo, su esposa, Hari (Natalya Bondarchuk) aparece junto a él… solo que no puede tratarse de ella, ya que se suicidó años atrás. Su mente está en blanco en cuanto a cómo ha aparecido allí, pero sus sentimientos hacia Kelvin son los mismos que él recordaba.
Poco a poco, el científico se da cuenta de que no es en realidad Hari, sino una manifestación extraída de su propia mente, y que fenómenos similares están atormentando a sus dos colegas supervivientes. Intenta librarse de Hari metiéndola en un cohete y lanzándola al espacio, pero al poco tiempo vuelve a materializarse de la nada. Incluso cuando ella trata de acabar con su propia vida, resucita con sus heridas totalmente curadas. La conclusión a la que llega Kelvin es que se trata de proyecciones creadas por el planeta Solaris, del que se especula puede ser inteligente, quizá con la intención de comunicarse con los humanos. Aunque asustado y desconfiado al principio, Kelvin no puede impedir sentirse atraído hacia esa nueva Hari, con la que puede redimir sus fallos del pasado y recuperar la vida que nunca tuvo por mucho que ella no sea más que una ilusión extraída de su subconsciente.
Para muchos, el ruso Andrei Tarkovski es considerado como uno de los mejores directores de cine de la Historia. Prácticamente todas sus películas reciben comentarios y críticas entusiastas. Su reputación, no obstante, la ganó sólo al pasar el tiempo, porque no era nada fácil acceder a su trabajo, trabajo que, hasta que se pasó a Occidente a comienzos de los ochenta, fue realizado en la Unión Soviética. Tarkovski nunca fue particularmente afín a las autoridades comunistas de su país que, viendo subversivas sus películas, ponían trabas para que tuvieran una adecuada distribución.
La animadversión que por él sentía un régimen materialista y ateo tenía no obstante sentido, dado que varias de sus principales películas giran alrededor de la búsqueda de la fe, anatema para el sistema soviético. “Andrei Rublev” (1966) es una historia de corte épico acerca de un pintor de iconos del siglo XVI en la que se intenta retratar la belleza que puede aportar la religión en un mundo sofocado por el barbarismo y la brutalidad. “Stalker” (1979), sigue las mismas líneas que aquélla en cuanto a que trata de la fe en lo invisible en el entorno de un mundo futurista desolado y peligroso. El gobierno soviético vio confirmados sus temores cuando Tarkovski se trasladó a Italia a rodar “Nostalgia” (1983), una historia sobre un ruso a la búsqueda de vida espiritual en la Italia moderna, y ya no volvió a su país, completando la película con fondos de la RAI.
Aunque Tarkovski consideraba a “Solaris” como una de sus películas menos conseguidas, hoy sigue siendo una de las más apreciadas por el público occidental. En ella pueden encontrarse muchos de los planteamientos visuales, conceptos y temas que caracterizaron toda su obra, desde “La Infancia de Iván” (1961) hasta su postrera “El Sacrificio” (1986). Fue, además, su gran presentación al público occidental que, embelesado, le otorgó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes en 1972.
“Solaris” es una especie de historia de fantasmas ambientada, en vez de en una casa encantada, en una estación espacial; y los espectros son, en este caso, manifestaciones psicológicas. Ciertamente, la aproximación que realiza Tarkovski, al menos inicialmente, es similar a la de un film de casas embrujadas: formas entrevistas fugazmente entre la chatarra, pasillos y corredores inquietantes, gente encerrada en sus habitaciones sin querer salir, la enigmática aparición de Hari en el camarote de Kelvin… Pero el director no se contentó con sobresaltar a su público con los típicos sustos derivados de ese escenario (como sí hizo, por ejemplo, “Horizonte Final”, 1997, una especie de “Hellraiser” en el espacio), sino que lo utilizó como plataforma para reflexiones mucho más complejas.
Por ejemplo, un elemento importante de la filmografía de Tarkovski es el peso que el pasado acumula sobre la vida de cada individuo (su siguiente film, por ejemplo, “El Espejo”, 1975, era una historia autobiográfica en forma del recorrido que un hombre moribundo de mediana edad hace de su propio pasado). Todas sus películas de CF incluyen el deseo de hacer realidad las fantasías sólo para descubrir que cuando éstas se cumplen, no resultan ser como se imaginaban. En “Stalker”, los viajeros se dirigen hacia un misterioso lugar que supuestamente satisface el deseo particular de cada cual; el protagonista de “El Sacrificio” ofrece todo lo que tiene a cambio de revertir una guerra nuclear. En “Solaris”, Chris Kelvin se reconcilia con su fallecida esposa solo para darse cuenta de que esa Hari es un ser distinto que, aunque modelado a partir de sus recuerdos, desarrolla una personalidad propia. Una de las escenas más emotivas es precisamente aquella en la que Kelvin ya no puede seguir ignorando la naturaleza alienígena de Hari tras verla destrozar el metal con sus manos (no entiende la acción de abrir una puerta), regresar tras haber sido expulsada de la estación en un cohete o curar de forma imposible unas heridas que habrían acabado con una fisiología humana. Ante la genuina personalidad y sinceros sentimientos de Hari, Kelvin acaba abandonando sus sospechas y temores iniciales y abraza la extraña situación, actitud que contrasta con la de su compañero Sartorius (Anatoli Solonitsyn), que se niega a considerar esas manifestaciones como reales.
Hari es sin duda el personaje con mayor fuerza de la película, y ello aun cuando no se trata de un ser humano. Habiendo sido recreada por el océano inteligente con las emociones auténticas de la mujer fallecida que puebla el subconsciente de Kelvin pero ninguno de sus recuerdos, Hari se encuentra atormentada por una terrible ausencia de propósito vital que ni siquiera la devoción teñida de arrepentimiento de Kelvin puede llenar. Hari es la contrapartida emocional de las diversas crisis existenciales que puntean la película y no se puede culpar a los espectadores de preferir con mucho a ese personaje porque su presencia amplifica el mensaje psicológico del film aun cuando el centro y destino de éste sea Kelvin, no Hari, tal y como demuestra la escena final. El propio Tarkovsky lo expresó así: "la historia de la relación de Hari con Kelvin es la historia de la relación entre el hombre y su propia consciencia, con su propio espíritu, cuando no tiene ninguna posibilidad de hacer nada, cuando está constantemente absorbido por la exploración y el desarrollo de la tecnología".
Aun cuando esta versión de su novela esté considerada por muchos como uno de los mejores films de ciencia ficción de la Historia, el propio Lem arremetió contra ella afirmando que él y Tarkovski mantenían serias diferencias en cuanto al fondo de la novela, algo que salta a la vista. Para él, la nostalgia espiritual y reflexiones metafísicas que impregnaban el libro se convertían en la película en ironía y escepticismo. Además, le disgustó la adición de material inventado por el propio director, que decidió que parte de la acción se desarrollara en la Tierra extendiéndose en desentrañar las relaciones emocionales que Kelvin mantenía con dos mujeres.
Los ácidos comentarios de Lem no serían los últimos y su afilada pluma acabó provocando que le rescindieran su título de miembro honorario de la Asociación de Escritores Americanos de Fantasía y Ciencia Ficción en 1976 después de hacer una serie de declaraciones un tanto ofensivas acerca de la calidad de la ciencia ficción occidental. Lem vivía en Polonia, al otro lado del Telón de Acero, y escribió su obra en total aislamiento de los diferentes movimientos del género. Su aproximación a la CF es sobre todo intelectual y se apoya mucho en temas sociales y en la interacción del hombre tanto con la máquina como con lo alienígena. Cuando las barreras políticas se relajaron, la decepción que experimentó al descubrir lo que él consideró como intrascendencia y mediocridad de la ciencia ficción occidental lo lanzó a una cruzada en solitario contra las revistas del género, lo que al final causó su expulsión de la asociación y provocó una respuesta por parte de Phillip K.Dick, quien envió una carta al FBI acusándolo de formar parte de un conspiración marxista (lo que no deja de ser irónico, puesto que las primeras novelas de Lem fueron censuradas por el Partido Comunista de su país).
Cuando se estrenó en Occidente, “Solaris” fue inmediata e incorrectamente etiquetada como el “2001” ruso. Dio igual que Tarkovski no hubiera visto el film de Kubrick (1968) en su momento (debido a que en la Unión Soviética se prohibía el cine occidental casi por completo). En la época de la Guerra Fría, establecer ese tipo de simetrías era lo natural. Para cada logro americano debía haber uno soviético y viceversa; y dada la peculiaridad narrativa y temática de ambos films y su adscripción a la CF, esa equivalencia resultó un reclamo irresistible para críticos y publicistas. Sí es cierto que ambas tienen algunos puntos en común, como determinadas ambientaciones (la estación espacial), el hecho de que se rodaran con pocos años de diferencia, la utilización de los elementos de la CF para abordar una cuestión trascendental, cierta sensibilidad austera y el tema de la interacción entre los humanos y lo alienígena y la incapacidad de los primeros para comprender lo segundo (en “2001”, los monolitos; en “Solaris”, el océano que cubre el planeta).
Pero, por lo demás, uno y otro film son muy diferentes, empezando por sus referentes (Arthur C.Clarke es un escritor completamente distinto a Stanislaw Lem) y terminando por su estética. Kubrick estaba fascinado por las naves y la maquinaria futurista propias de la CF, así como de la poesía visual que podía extraerse del viaje espacial. Sin duda hubo poca gente que comprendiera realmente lo que Kubrick quería decir en su película, (ver las entradas dedicadas a “2001: Una Odisea del Espacio” en este mismo blog), pero lo que nadie le puede negar es que su propuesta es un festín visual por el que no ha pasado el tiempo. Tarkovski, en cambio, elimina todo lo externo a la estación –sólo se ve una maqueta de la instalación y el viaje inicial hasta la misma ni siquiera aparece. “2001” mostraba una tecnología que empequeñecía al ser humano; “Solaris”, en cambio, tiene más en común con “Estrella Oscura” (1974, John Carpenter) en tanto en cuanto muestra un entorno dominado por el caos y el abandono. Puede que Tarkovski quisiera evitar lastrar su película con tecnocháchara y efectos especiales para centrarse exclusivamente en el aspecto humano. O puede, sencillamente, que no contara ni con los medios técnicos suficientes como para crear un entorno mínimamente sofisticado. Desde luego, quien se acerque a esta película esperando escenas de naves surcando el espacio o personajes evolucionando por cuidados escenarios, se llevará una gran decepción.
Los seres humanos del futuro en “2001” habían acabado por convertirse en seres casi mecánicos, fríos y desapasionados hasta el punto de que su ordenador de a bordo, HAL 9000, les superaba ampliamente en emotividad. Tarkovski, en cambio, nos dice que da igual lo lejos que nos adentremos en el universo, nos llevaremos con nosotros nuestras virtudes y defectos más humanos. Mientras que “2001” utilizaba el tiempo y el espacio para resaltar la pequeñez e insignificancia de la mente humana en relación al salto evolutivo que tiene lugar al final de la película, “Solaris” recurre al mismo esquema para describir el gran vacío y soledad de la condición humana y especialmente la forma en que los recuerdos pueden crear páramos emocionales. Tarkovski no examina tanto cuestiones de gran calado metafísico como el poder de la nostalgia y la memoria y la importancia del amor, el perdón y la reconciliación.
Ambas películas se diferencian también en los clímax trascendentales con los que culminan sus respectivas tramas. En las dos historias, el protagonista hace un descubrimiento cuya auténtica naturaleza escapa a la comprensión del público. “2001” opta por un espectáculo de luz y escenas surrealistas ambientadas en imposibles habitaciones de hotel. El Chris Kelvin de “Solaris”, por el contrario, alcanza su revelación final recreando su casa terrestre en el planeta alienígena –aunque esa imagen no nos aclara si ha llegado a comprender lo que es el planeta y cómo se relacionará con él. Mientras que el astronauta Bowman de “2001” finalizaba su recorrido vital dejando atrás su forma humana y evolucionando hacia algo más avanzado, “Solaris” va en dirección contraria, reivindicando el poder de la nostalgia por la infancia perdida. En este sentido, la película tiene más en común con títulos como “Planeta Prohibido” (1956) o “Esfera” (1998) en tanto en cuanto el contacto con una fuerza alienígena no inicia una transformación en los humanos, sino que magnifica lo que éstos llevan dentro de sí mismos.
Los más sesudos estudiosos del noveno arte afirman con rotundidad que “Solaris” es el mejor film de CF de lengua no inglesa y que, junto a “Metrópolis” y “2001”, es una de las pocas películas del género que los estudiantes de cine deben ver. Pues bien, sabiendo que voy a ser políticamente incorrecto, he de decir que no comparto en absoluto el entusiasmo de esos eruditos hacia “Solaris”. Los espectadores menos serios como yo, enfrentados a la misma película que los críticos, probablemente encontrarán una historia de dos horas y 45 minutos insoportablemente lenta y aburrida y muchos sospecharán que la razón por la que los intelectuales sienten tanta pasión por ella es porque cualquier film con tantas pausas, escenas ininteligibles e implicaciones filosóficas impenetrables, por fuerza ha de ser revelador y profundo.
Para esos eruditos, el uso que hacía Tarkovski de planos largos y estáticos y pasajes aparentemente vacios, obliga al espectador a contemplar el significado profundo de lo que está en la pantalla y relacionarlo con todo lo que ha aparecido antes. Pero en realidad, muchas de las elecciones de montaje no respondían tanto a elaboradas reflexiones conceptuales como a explicaciones más pragmáticas. Por ejemplo: una secuencia con escenas de autopistas en el primer acto representa para esos inteligentes críticos el largo viaje psicológico que debemos emprender para comprendernos a nosotros mismos y nuestras acciones. Pero claro, su inclusión igualmente podría tener otra razón mucho menos elegante: Tarkovski hubo de discutir y negociar mucho con la siempre suspicaz industria cinematográfica soviética para que le dejaran volar a Japón y rodar escenas, por lo que al final metió un montón de ellas en la película justificando así su viaje.
El cine de Tarkovski, incluida la película que nos ocupa, me parece aburrido, lento e innecesariamente hermético. Admito humildemente que quizá sea culpa mía, puede que yo carezca de la sensibilidad necesaria para apreciar su obra o esté demasiado condicionado por el estilo narrativo occidental. Pero sus secuencias me resultan lentas y sus planos estáticos: Tarkovski no tenía inconveniente en hacer planos fijos de dos o tres minutos (hasta diez minutos en una ocasión). El obvio resultado es que ninguna de sus películas dura menos de dos horas y media, lo que me parece más señal de un problema que de una virtud. Aunque “Solaris” es uno de sus films más cortos, se me antoja no solo larguísimo, sino difícil de comprender si no se ha leído previamente la novela de Solaris. Ciertamente, esto también puede argumentarse contra “2001: Una Odisea del Espacio”, pero al menos Kubrick ofrecía un espectáculo visual sin parangón hasta el momento, cosa que Tarkovski ni quiso ni probablemente hubiera podido hacer.
Lo cual es otro problema, porque “Solaris” es incapaz de transmitir el sentido de la maravilla que contenía la novela. Ésta, sin duda, tenía una vertiente de psicodrama pero también proporcionaba detalladas explicaciones acerca del planeta, los extraños fenómenos de dimensiones colosales que allí tenían lugar, sus espectaculares ocasos y amaneceres… además de plantear una multiplicidad de hipótesis acerca de la verdadera y enigmática naturaleza de ese mundo. Nada de eso se trasladó a la película. Mucho se ha hablado de la belleza y poesía de las imágenes que insertó Tarkovski en esta adaptación, pero a mí, he de decirlo, no me han impresionado en absoluto. Sí, la escena final resulta chocante y ambigüa (ATENCIÓN: SPOILER: básicamente, una recreación de los mismos planos con los que se abría la película, con la diferencia de que la cámara va alejándose y al abrirse el plano se descubre que Kelvin y la granja de su padre están en una isla, sugiriendo que el científico ha preferido quedarse en Solaris con sus recuerdos, a partir de los cuales el planeta ha recreado tal escenario. ¿Significa por tanto el triunfo del subconsciente? ¿O una forma de expresar la incapacidad de Kelvin de penetrar en la naturaleza alienígena de Solaris? FIN SPOILER); pero lo cierto es que no creo que haya nada en la cinta que pueda igualarse a las ingeniosas ideas y la altura intelectual que tiene el libro de Stanislaw Lem.
Dicho todo lo cual, se me hace difícil recomendar sin reservas una película que, sin duda, divide al público. Algunos la encontrarán intrigante y extremadamente bella, otros, lenta e incomprensible. Lo mejor, como siempre, es darle una oportunidad y tratar de averiguar con qué bando puede sintonizar mejor nuestra sensibilidad y no sentirse mal si no es el de los entusiastas. Puede que nuestras opiniones nunca acaben leyéndose en una revista especializada o sean citadas por reputados críticos del cine, pero sin duda no estamos solos con ellas.
Pues a mi sí me parecen esta y Stalker excepcionales. Son rusas y son orientales así que no hay acción, el tono es lírico-nostálgico, el plano-secuencia lo domina todo... pero te llevan a otro sitio... como otras pelis más convencionales, no lo olvidemos. Tarkovski se llevó esta novela a un terreno muy personal por lo que querer ver aquí una adaptación de la misma lo único que va a hacer es estropear el visionado. Así que si uno se va a atrever a ver una peli hecha con una mentalidad muy diferente a la moderna y conoce la novela, mejor olvidarse della. Tarkosvki vio en ella justo lo contrario de lo que escribió Lem. Si para este el tema es los enormes límites de la humanidad, para el ruso es que el humano aunque no puede comprender si puede sentir, y eso es suficiente. En fin, no hay que empeñarse en que esto ha de gustar a todo el mundo ni lo contrario. Es una cuestión de gustos. Es una manera diferente de contar una historia. Pero aquí, ni en Stalker, hay mucha Ciencia Ficción porque ambas van sobre la fe, o sea, todo lo contrario a lo que es la ciencia moderna.
ResponderEliminarYa sabía yo que iba a recibir opiniones encontradas... Perfectamente. Aunque no comparto tu satisfacción con la película, sí coincido en tus argumentos. Ya decía en la entrada que el que no me guste la película es porque no sintonizo ni con lo que cuenta ni con como lo cuenta. En este caso, es cuestión de gustos.
ResponderEliminarClaro :) Nunca hemos de olvidar que no somos iguales de modo que aunque el Cine nos guste a todos, eso no quiere decir que todas las pelis nos han de gustar de la misma manera. Sorprendentemente esto se suele olvidar mucho. Una de las mejores cosas de tu hacer es que nunca lo olvidas.
ResponderEliminaryo creo que el problema de este tipo de películas es que el espectador es el que le tiene que buscar las cosquillas a lo que ve, como la escena esa de la autopista tan larga y aburrida hasta... que aparece la puñeta del niño ese en el asiento de atras, ¿que pinta ahí? ¿es otro de los avatares de Solaris? ¿da mal rollo no?
ResponderEliminarpor citar otra película acabo de ver la de Passenguers y otro tanto como esta, pero cuando estaba a punto de quedarme frito en la butaca de lo lenta que era un personaje dice algo como : creemos llevar el timón de nuestras vida pero solo somos pasajeros en la nave del destino. y entonces me crujieron las neuronas y desperté y ya vi la peli de otra forma, que no iba de naves y astronautas, va de otra cosa, incluso me pareció al final muy buena. en fin cada uno verá una cosa distinta
No te digo que no... pero es que a mi eso no me convence. Cuando el artista (y me refiero también a pintores, músicos, etc) hace algo que sólo él comprende y te dice que lo tienes que interpretar tú, me parece que me toman el pelo. A ver, el arte es expresión personal, sí, pero se supone que va dirigido a un público -sobre todo el cine, que es, además, narración- y si tu mensaje no llega -porque al artista no le da la gana o porque no lo consigue-, esa comunicación se ha roto. Vale, puedo contemplar la obra y pensar lo que me sugiere a mí o si su estética me gusta, pero es que lo que yo quiero saber es lo que el autor quiere decirme. Si veo una película y me encuentro con escenas que por mucho que las vea no consigo entender qué me quiere decir el director en ellas... pues, en lo que a mí respecta, o ha fracasado o es un perezoso. Puede ser que estéticamente sean bellas -no creo que sea el caso en "Solaris", sí en "2001"- pero narrativamente no funcionan. Es como si en una novela me dejaran páginas en blanco y el autor me dijera: "no, si esto es para que lo rellenes tú mismo, usa tu imaginación y dale tu interpretación". Es un juego en el que o entras o no, y a mi no me gusta. Vaya discurso me ha salido... :( Un saludete y gracias por tu comentario!
ResponderEliminarYa, pero a veces el artista quiere apelar a lo irracional como aquí. En Cine es raro porque desde los años 30 del siglo pasado es dominante el cine narrativo o discursivo y eso nos ha deformado. La pintura ya no la vemos como mímesis pero el Cine sí como si no pudiese hacer otra cosa. Para Tarkovski, que es una especie de místico, pretende mostrar nuestra parte emocional no la lógica y por eso puede llevarnos hasta un punto pero desde ahí es cosa nuestra. Es como un chamán, nos da la droga y pilota el inicio del viaje pero a partir de ahí es cosa nuestra. No hay que empeñarse en que hay al que comprender. Pero esto no quiere decir que eso ha de valernos. Es una propuesta rechazable. No se trata de saber sino de experimentar.
ResponderEliminares que la gracia en el arte es que no a todos gusta lo mismo creo yo, no vamos a ser todos iguales en gustos, pero de todo tipo, yo por ejemplo jamás me compraría un BMW pero se de gente que deja de comer por tunear el coche, cada uno con sus cosas.
ResponderEliminary hablando de 2001 una vez leí una entrevista al director que supongo será auténtica donde le preguntaban por el final de su famosa película y va y contesta que: ¡todos los finales imaginados son validos! todos!! da igual lo que el director quisiese decir o contar, es el espectador el que tiene que pensar por si mismo sin que lo dirigan a ningún sitio, que los espectadores no son marionetas, que las propias marionetas si quieren pueden mover los hilos hacia donde quieran.
(yo por cierto encantado de comentar!)
¿existe una versión gringa de esta película con Farrah Fawcett en el protagónico de la mujer? O la estoy confundiendo con otra película que solo ví una parte, si se que existe una versión más moderna con George Clooney, la tengo en Dvd pendiente de ver
ResponderEliminarAsí de memoria, la Farrah Fawcett solo me sale en "Saturno 3", que también transcurría en una base en el espacio. Pero aquello no tenía nada que ver con Solaris, sino con un robot que se volvía loco y perseguía a la chica. Los otros actores eran un envejecido Kirk Douglas y un jovencito Harvey Keitel. La versión americana moderna es la dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por Clooney. Un saludo
ResponderEliminarTienes razón, la película de la Farrah Fawcett es "Saturno 3", yo me había confundido y me voy a hacer el tiempo de ver la Solaris gringa de Steven Soderbergh
ResponderEliminarLeí la novela, quedé fascinado.
ResponderEliminarVi la película, me encontré con una hora y pico de planos soporíferos, hasta llegar a la estación espacial, donde la cosa se pone un poco más movida... pero la verdad que como adaptación de la novela, es horrible.
Como película en sí, es interesante, tiene bellos planos, pero hay escenas (la autopista en Japón) que me parecen una ridiculez sin sentido alguno.
Hace unos años vi STALKER de este mismo director, y me pareció una película muy linda, más interesante y llevadera (a pesar de tener planos larguísimos)
Me pareció un rollazo, igual que la nueva versión.
ResponderEliminarComo dices, pierde las cosas más interesantes del libro. Además, y que los dioses de la cf me perdonen, la prosa de Lem en general, me parece aburrida, exceptuando las fábulas de robots que me encantan. Me cuesta creer que en un mismo autor haya tanta diferencia entre obras. En general, las ideas que Lem introduce en sus obras me ofrecen bastante normalitas comparado con otros contemporáneos suyos. En el fondo, Solaris se basa en un par de ideas y todo el misterio hasta llegar a ellas, que además se intuye al poco de empezar la trama.
De Lem, Los Diarios de las Estrellas protagonizados por Ijon Tichy me gustan mucho. También Solaris.
ResponderEliminarComo curiosidad en Alemania se hizo una serie de humor basada en el personaje de Tichy (El título original Ijon Tichy Raumpilot).
La escena final de Solaris es apoteotica.- El pantano, el perro que lo recibe.- La casa .- Su padre .- Y el agua que cae, siempre presente en Tarkosvky.- Obra maestra , sin duda.-
ResponderEliminarUmmm la vi me deja pensando en lo insidiosa que es la mente humana, aferrada a las vivencias pasadas, ciertamente a las negativas y nostálgica a demás por los momentos bellos!
ResponderEliminarAkros
ResponderEliminarDesde la escena inicial hasta su reflejo final pero como oasis en la superfice del planeta Solaris, la película de Tarkovski es una absoluta obra maestra. Nadie puede negar su indudable magnetismo, su lírica visual y emocional, hasta volcar todo su fondo en una posibilidad no descartable en nuestro propio mundo: la locución que puede nacer de nuestro interior y manifestarse en el mundo sensible de los sentidos. Sin arraigarse al planteamiento lineal de la obra de Lem en la que está basada, Tarkovski usa unas ideas brillantes del escritor polaco y las hilvanar con dulzura y emotividad a su propia visión del hombre y de sí mismo en particular. En la novela, el personaje de Hari está ligada totalmente a Kris; en cambio, hábilmente, Tarkovski le da voluntad y objetivos propios, volviéndolo indispensable en la trama. Aunque, finalmente, quien decide volver a reencontrarse con lo que fue en un pasado es nuestro protagonista. Y eso es solamente creación de Tarkovski. En la novela, Kris decide adentrarse en la materia desconocida del planeta; mientras que, en la película, éste le recrea el hogar que tenía Kris en su infancia.
Podría reflexionar mucho más sobre lo que consideró una de las obras indispensables para la historia del cine, pero dejo que cada uno se adentra en sus incontables sugerencias emocionales y, en definitiva, humanos.
Como bien ha expresado el autor de este artículo, el espectador occidental se halla demasiado contaminado con el cine popular y simple y tendría serias dificultades para acceder a esta obra voluntariamente y llegase a disfrutarla en toda su dimensión.