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viernes, 1 de julio de 2016
CHRIS FOSS
El británico Chris Foss fue uno de los nombres más importantes en la ilustración de ciencia ficción durante la década de los setenta. Sus portadas para novelas del género ayudaron a vender incontables ejemplares de ediciones en tapa blanda e inspiró a una legión de imitadores.
La primera aspiración de Foss fue la de convertirse en dibujante de tiras de prensa, un campo en el que dio algunos pasos mientras estudiaba arquitectura en la Universidad de Cambridge. Pero su carrera profesional como artista arrancó en una plataforma inesperada: en la revista erótica Penthouse. Poco después de que esa cabecera se fundara en Inglaterra en 1965 –no sin mucha controversia, como puede imaginarse- Foss envió a su editor, Bob Guccione, muestras de su trabajo y éste no tardó en contratarle para dibujar una serie y ayudar a otros artistas. Aunque el tema de esa serie era predeciblemente adulto, su trasfondo gráfico debía mucho al entorno en el que había crecido Foss y anticipaba la dirección que posteriormente tomaría su estilo.
Y es que Foss nació y se crió en Guernsey, en las islas del Canal, donde tras la Segunda Guerra Mundial habían quedado abandonados multitud de artefactos bélicos, desde fortificaciones defensivas en ruinas hasta piezas de artillería, pasando por la maquinaria minera y naval en la que se basaba la economía de la isla tras el conflicto. Sus recuerdos de aquellas estructuras junto al de las oxidadas locomotoras de vapor (otra de sus pasiones) que solía contemplar desde la casa del apartamento de su tío en Londres, toman forma en muchas de sus ilustraciones de ciencia ficción.
Ilustraciones de ciencia ficción que podrían no haber existido jamás si no hubiera sido por el interés que sentía Guccione por la ciencia ficción. Más adelante en su carrera, se convertiría en el editor de “OMNI”, en cuyas páginas se publicaron historias hoy clásicas de autores como William Gibson o George R.R.Martin. Fue siguiendo la recomendación de Guccione que Foss acudió al cine para ver “2001: Una Odisea del Espacio” (1968), una cinta que, como a tanta gente, le dejó fascinado. Los estilizados diseños de la película tienen poco que ver con las masivas naves de las ilustraciones de Foss, pero sirvieron de catalizador para su talento. Su gusto por dibujar y pintar sin recurrir a referencias fotográficas lo hacían un candidato natural para el arte relacionado con la ciencia ficción.
A finales de los sesenta, las ediciones populares de novelas de ciencia ficción tenían cubiertas decoradas con motivos poco más elaborados que remolinos abstractos. Cuando Foss entró en ese campo a partir de 1970, lo revolucionó todo. Los motivos de sus ilustraciones eran celebraciones de la Tecnología: naves de apariencia orgánica de las que sobresalían antenas y protuberancias; vehículos voluminosos, extraños, angulares, claramente asimétricos y pintados con colores tan brillantes como los de un insecto venenoso que se alejaban mucho de los diseños elegantes, estilizados y monocromáticos que predominaban hasta entonces en el género; grandes robots de aspecto peligroso; inmensas construcciones que se levantaban sobre paisajes alienígenas de los que la especie humana estaba ausente… Foss utilizaba su arte para exaltar un futuro soñado de osadía tecnológica en la que se fundía lo práctico con lo sublime. Sus máquinas encarnaban la cara más épica de la space opera y los libros que las lucían en sus portadas sobresalían claramente de entre las muchas que compartían estantería en las librerías.
La trilogía de la Fundación de Isaac Asimov, la serie de los Hombres de la Lente de E.E.Smith, novelas de Arthur C.Clarke, Philip K. Dick o Jack Vance entre muchos otros se beneficiaron de su imaginación. Trabajaba a un ritmo frenético: durante la cima de su carrera llegó a entregar tres portadas a la semana; el número de ilustraciones para libros que ha realizado excede el millar. Y no sólo eso: también aportaba diseños y dibujos para agencias de publicidad y arte conceptual para el cine, campo en el que trabajó con Moebius y Alejandro Jodorowsky en la mítica pero nunca completada producción de “Dune”; con H.R.Giger en “Alien: el 8º Pasajero”, “Flash Gordon” o la primera película de “Superman” (y, más adelante, con Stanley Kubrick para “I.A.Inteligencia Artificial”).
Ese frenético ritmo de trabajo tenía más que ver con la necesidad económica que con una visión artística: Foss no había cumplido entonces a la treintena y ya tenía una familia que mantener. Por otra parte, ello implicaba que no tenía tiempo para leerse los libros cuyas portadas debía ilustrar. Lo cual no le importaba demasiado; en primer lugar porque, irónicamente, no le gustaba demasiado la ciencia ficción; le decepcionaba la mala calidad y lo absurdo del argumento de muchas de las novelas que debía ilustrar. Y, en segundo lugar, porque prefería trabajar con total libertad: “Mi director artístico favorito era el que solía llamarme y decir: “Chris, necesitamos otro Asimov”. Y yo contestaba, “Ah, vale, ¿qué quieres?” Y él: “Bueno, el último era azul, mándame uno verde”. Y eso era todo. Así de breve. Nada de molestarme en leer el libro ni nada de eso”.
Así que sus ilustraciones son genéricas y no suelen guardar relación con la historia que narra el libro tras ellas; pero eso no les quita un ápice de su espectacularidad ni de su capacidad para atraer al lector. Los editores sabían muy bien que un libro con una portada firmada por Foss se vendería mejor que otro sin ella, lo que explica su larga trayectoria profesional en el género. A finales de los noventa, sin embargo, dejó ese aspecto de su carrera, siendo ya capaz de ganarse la vida cómodamente vendiendo su arte por otros medios (en su página web, por ejemplo, vende reproducciones de algunas de sus más famosas ilustraciones, firmadas y numeradas, por 400 libras la unidad).
Aunque su predilección recaía sobre enormes construcciones mecánicas o arquitectónicas, Foss era igualmente capaz de representar la figura humana, tal y como se puede apreciar en sus portadas para “The Uncertain Midnight” (1971) o “Kronk” (1972). Quizá el acierto con el que dibujó esas mujeres semidesnudas fue el mérito que le permitió ilustrar con sus figuras románticamente eróticas los manuales de sexología “The Joy of Sex” (traducido incorrectamente al castellano como “El Placer de Amar”), de Alex Comfort y su secuela “More Joy of Sex”, hoy algo caducos pero de inmensa popularidad en los setenta.
Sus pinturas fueron la vanguardia de una nueva revolución en la ilustración de libros de género fantástico en los años setenta de la que bebió toda una nueva generación de aristas. Su hábil utilización del aerógrafo mezclado con el pincel, por ejemplo, influyó en el trabajo de Jim Burns, que sustituyó a Foss como gran referente artístico de la ciencia ficción después de que éste se dedicara a otras cosas. Por desgracia, la popularidad de su estilo y temas junto a su incapacidad para satisfacer la inmensa demanda de su arte, hizo que proliferaran un sinnúmero de imitadores de inferior calidad que convirtieron sus motivos más característicos en una imagen repetitiva y gastada. Fueron los años en que surgió la nueva vanguardia de la ciencia ficción artística británica: Peter Elson, Tony Roberts, Chris Moore o Angus McKie, cuyos estilos seguían de cerca el de Foss.
Para muchos, Chris Foss siempre será el artista que insufló una nueva vida al arte de la ciencia ficción.
¿Está bien esa ilustración erótica?
ResponderEliminarhttp://elartederubenreveco.blogspot.com.ar/2016/03/los-moais-no-son-extraterrestres.html
ResponderEliminarChris Foss es muy distintivo por sus "Chubby Naves"... XD.
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