martes, 28 de junio de 2016

1997- CONTACTO - Robert Zemeckis (y 2)


(Viene de la entrada anterior)

Un film para todos los públicos que trate a la Ciencia y a la Fe con respeto es difícil de encontrar; hallar uno que además salga airoso es casi, valga la comparación, un milagro. Eso, claro, si uno no busca rascar demasiado en el asunto. Porque lo que a la postre busca “Contacto” es demostrar que Ciencia y Fe no son conceptos necesariamente encontrados y que, de hecho, pueden ser complementarias. Aparentemente, es una idea que merece la pena tenerse en cuenta, una idea que aboga por la tolerancia, la comprensión mutua y la conquista de terrenos comunes a través del diálogo.



Ahora bien, lo cierto es que no estoy seguro de que la película satisfaga a los más ardientes creyentes de ambas posturas. Y ello porque el mensaje que lanza, a pesar de su aparente valentía, resulta tan tibio y buenista como aquella moraleja final de “Metrópolis”, en la que el capitalista se reconciliaba con el obrero a través del corazón. Y es que la religión que contempla “Contacto” es un concepto muy vago, personificado en la figura del reverendo Joss Palmer, un autodidacta independiente, ajeno a cualquier iglesia organizada y cuyo mensaje es uno de espiritualidad difusa basado en la experiencia personal y algo ambigua de la divinidad . Dado que la existencia o no de Dios no es materia de estudio científico –puesto que no pueden recogerse evidencias materiales y/o medibles ni reproducir fenómenos con el fin de estudiarlos y llegar a través de ellos a teorías-, las discusiones que se plantean no interfieren realmente con el trabajo de observación y explicación de las leyes de la naturaleza que sí es objeto de la Ciencia.

El verdadero problema surge con aquellas creencias que sí pretenden dar explicaciones acerca del origen de nuestro universo, su evolución, funcionamiento y propósito (por ejemplo, los creacionistas, opuestos a la ley de la evolución). ¿Cómo puede hallarse un término medio entre aquéllos que defienden una explicación racional y apoyada en evidencias de, por ejemplo, la historia de la vida en nuestro planeta, y aquellos que sostienen sus argumentos esgrimiendo tan solo un libro de interpretación variable y autoría desconocida?

Tampoco el pensamiento científico es compatible con los argumentos de autoridad esgrimidos por la religión organizada. En las iglesias, sean del signo y creencia que sean, la jerarquía ordena e interpreta y las bases han de aceptarlo sin dudar ni rebatir, una actitud sumisa que choca frontalmente con el escepticismo y la exigencia de demostración propios de la Ciencia. Y claro, es en este último bloque de problemas con los que el argumento de la película no quiere entrar. ¿Pensaron los guionistas quizá que reflexiones más elaboradas ralentizarían la acción y
perjudicarían el ritmo? ¿O, más probablemente, los productores consideraron que profundizar en estos temas era arriesgarse a suscitar polémicas que podían entorpecer el recorrido comercial de la cinta debido al boicot del poderoso Cinturón de la Biblia estadounidense?

Sagan, en su novela, sí aludía claramente a los problemas que Ellie había tenido con la religión organizada y su rebeldía a aceptar sin cuestionárselo los mandatos y explicaciones que se le daban. La irritaban las evidentes incoherencias de la Biblia y los problemas para casar lo allí narrado con la evidencia. Cuando sus continuas preguntas y requerimientos de aclaración respecto a lo que no entendía llevaron a su expulsión de los grupos de catequesis a los que asistía, se dio cuenta de que no eran foros de pensamiento libre y ello condicionó para el resto de su vida su actitud hacia la religión.

Ciertamente, como he mencionado más arriba, “Contacto” sí trata de analizar -e incluso cerrar hasta cierto punto- la perpetua brecha divisoria entre Religión y Ciencia. Carl Sagan albergaba el deseo optimista (y así lo plasmó en su novela) de que la Ciencia también podía ofrecer esperanza e incluso, algún día, evidencia de la existencia de un poder superior. Sin embargo, la película apaga la tesis de Sagan evitando señalar a Palmer Joss como un cristiano fundamentalista y convirtiendo el debate entre Ciencia y Religión en una dialéctica poco sólida entre Ciencia y una nebulosa espiritualidad “New Age”.

En este sentido también conviene resaltar la forma en que la película cambia el mensaje
subyacente del libro. Éste anhelaba encontrar un mensaje religioso en la Ciencia. Pero el film rechaza el interesante final propuesto por Sagan en el que los alienígenas sugieren a Ellie que busque en el número “pi”; tras meses de utilizar un ordenador para extraer la mayor cantidad posible de los infinitos decimales de ese número irracional, Ellie encuentra una cadena de unos y ceros imposible de alcanzar por mero azar y que forman un diseño circular. Ello demuestra -en la novela, claro- que la inteligencia superior que creó el Universo delata su presencia a través de mensajes ocultos en las matemáticas, un conocimiento que nosotros, los humanos, podemos adquirir. Supongo que es un desenlace que convencerá más a unos que a otros; pero en cualquier caso los guionistas Michael Goldenberg y James V. Hart entendieron que era algo muy difícil de explicar en pantalla a una audiencia generalista ajena a los números primos o la radiación cósmica de fondo.

Sin embargo, ese cambio final no respondió únicamente al miedo a confundir al espectador sino, una vez más, a suscitar polémicas. Y es que la película elimina a los otros cuatro científicos de diferentes nacionalidades e idiosincrasias que en el libro acompañaban a Ellie a bordo de la cápsula. Con ello se pretende concentrar todo el peso dramático en su figura pero, además y sobre todo, hacer que ella sea la única testigo de lo que ocurre durante el viaje. Así, al regresar de su experiencia sin documentación ni registros, se encuentra que lo que para ella fue un viaje de dieciocho horas, para todos los que se quedaron en la Tierra no transcurrieron más que unos pocos segundos en los que nada ocurrió. Así que cuando declara ante una comisión del Congreso sin evidencia alguna que sustente su historia, se ve obligada a rogar a sus miembros que tengan fe en ella.

Donde Carl Sagan quería encontrar un sentimiento religioso oculto en los principios científicos, el
film parece ofrecer la insatisfactoria y bastante cobarde tesis de que, en último término, la religión y la ciencia creen en las mismas cosas; donde Sagan nos decía que, efectivamente, el ser humano podía acceder a un ser superior mediante el conocimiento de las matemáticas y la física, el film deja abierta la posibilidad de que todo haya sido una simple alucinación de Ellie suscitada por su necesidad de dar sentido a su vida encontrando inteligencias extraterrestres. Es una solución indefinida, abierta a la opinión del espectador y poco comprometida aun cuando, de una forma un tanto forzada, se intenta, otra vez, dar un volantazo de guión, ya que tras la comparecencia de Ellie ante el Congreso se nos informa de que puede que, al fin y al cabo, no todo haya sido una ilusión: los instrumentos que llevaba Ellie a bordo de la cápsula grabaron sólo estática, sí, pero durante dieciocho horas, no unos pocos segundos. Así pues, sí había pruebas de que algo sucedió, pero son escamoteadas a la opinión pública por un gobierno desconfiado y conspirador. Esta validación científica de última hora trata de subrayar la convicción de Sagan de que la Ciencia es la única herramienta fiable de la especie humana cuando se trata de descubrir la verdad, y que la Fe sólo sirve para atenuar nuestros miedos al tiempo que entorpece nuestra búsqueda de auténticas respuestas.

El desdeño de Sagan por la religión tradicional aflora en otros momentos de la película. Ya desde el principio se sientan las bases para justificar el agnosticismo de la protagonista. En la novela, el padre de Ellie es retratado como un escéptico de la religión revelada; piensa que la Biblia es “mitad historia de los bárbaros y mitad cuentos de hadas”. En la película, Ellie le cuenta a Palmer Joss que a su padre le pidieron que ella dejara de asistir a las catequesis porque hacía demasiadas preguntas que no se podían responder, como “¿De dónde salió la esposa de Caín?”

Cuando en la película muere el padre de Ellie, el clérigo le ofrece palabras poco reconfortantes
sobre la incognoscible voluntad de Dios y nuestra obligada sumisión a la misma. La reacción de Ellie a los torpes intentos de consuelo del religioso es atormentarse pensando que debería haber dejado la medicina en un lugar más accesible en caso de emergencia. El sentido de la responsabilidad sobre sus propios actos y el pensamiento analítico superan con mucho el vago discurso del pastor. Más adelante, en una conversación con Palmer Joss, Ellie afirma que fuimos nosotros los que creamos a Dios para no sentirnos pequeños y solos.

Otros dos personajes abundan en la misma postura. Por un lado, el predicador de pelo largo se presenta como un individuo exaltado y peligroso, fuera de control y ajeno a la realidad que no duda en cometer un atentado suicida con tal de desbaratar la construcción de la Máquina; por otro, el personaje de Richard Rank, consejero presidencial, representa la porción más rancia e hipócrita de la derecha religiosa cuyo objetivo no es la virtud, sino el poder político.

Casi todas las películas de contacto con alienígenas contienen en mayor o menor grado un
subtexto religioso. Obras como “2001: Una Odisea del Espacio” (1968), “Encuentros en la Tercera Fase” (1977) o “E.T.” (1982) interpretan el encuentro con otras formas de vida en términos de una espiritualidad que trasciende el racionalismo y apela a nuestro sentido de lo maravilloso. Hay una fina línea entre esa capacidad de asombro y el sentimiento religioso, línea que se torna borrosa en películas como “El Abismo Negro” (1979), “Stalker” (1979), “Horizonte Final” (1997), “Señales del Futuro” (2009) o incluso “Interstellar” (2014).

No debe ser casual que en el mundo real también exista una delgada divisoria entre la religión y el
contacto alienígena, como lo demuestran la expansión de cultos a los ovnis como Heaven´s Gate, los Raelianos o la Iglesia de la Cienciología, que transfieren los elementos tradicionales de la religión (salvación, liberación y reencarnación) a manos de criaturas extraterrestres. Es como si la noción del contacto alienígena aglutinara y se situara por encima de los puntos de referencia comunes a toda la cultura humana, por lo que la única manera de imaginar tal suceso en la ficción es estableciendo analogías religiosas.

El viaje estelar también cobra en la película un peso más sentimental y reverencial que en el libro,
aderezado con una banda sonora llena de coros y con Jodie Foster siendo saludada al final del mismo por su padre muerto, reconstruido por los alienígenas a partir de sus recuerdos infantiles. Es en lo que podríamos haber imaginado que se convertiría el viaje a través de la Puerta Estelar de “2001” si ésta se hubiera rodado después de “E.T.”De hecho, en ambas películas tenemos una esfera siendo impulsada a través de un túnel de estrellas y que llegan a un entorno surrealista y claramente artificial donde el viajero recibe la promesa de unos aliens nunca vistos de que nuestra especie podrá dar un salto hacia la conciencia cósmica y ocupar el lugar que merece entre la hermandad de civilizaciones galácticas.

El defecto común a muchos de estos films de contactos alienígenas es su incapacidad para imaginar formas de vida extraterrestres verdaderamente distintas a nosotros. De hecho, “Contacto”, la película, prescinde de gran parte de lo que sucede en el libro cuando los científicos llegan a Vega, donde formulan muchas preguntas y obtienen una imagen de la cultura galáctica allí asentada. Como sucede en “Encuentros en la Tercera Fase” o “E.T.”, esta película reduce al espectador a las dimensiones de un niño sentado a los pies del Universo. Como mucho, tanto “Contacto” como “2001”, sugieren que necesitamos madurar como especie si queremos conseguir una auténtica comunión con el cosmos.

Además, muchas de esas películas ni siquiera tratan en el fondo del contacto con alienígenas, sino de una búsqueda interior. “E.T.” es la historia de un niño en busca de un padre y un amigo; “Starman” (1984) trata sobre una viuda reconciliándose con su difunto esposo; “Cocoon” (1985) muestra a unos ancianos aprendiendo a sentirse jóvenes de nuevo… La aproximación al encuentro entre lo alienígena y lo humano que ofrece “Contacto” se parece a la de “Solaris”
(1972), con su imagen final del psicólogo en la isla, en mitad del océano, junto a la recreada casa familiar del astronauta. Aquí, Jodie Foster viaja a las estrellas sólo para encontrarse con una réplica virtual de su padre, la culminación de su anhelo tal y como nos lo han presentado durante toda la película: utilizar la radioastronomía para comunicarse con el Universo, allá donde han ido sus seres queridos. El cosmos, por tanto, le ha ofrecido una suerte de reconciliación, de sanación de sus heridas emocionales. En este sentido, el tramo final de “Contacto” equivale al de una historia de ultratumba del tipo reconfortante, en la que alguien se aventura más allá de la luz y el fantasma de un ser querido aparece rodeado de una brillante aura para asegurar que el mundo del más allá es un lugar maravilloso que escapa a la compresión humana y en el que un día todos nos reuniremos, pero que por el momento deben regresar al mundo de los vivos.

He hablado mucho aquí sobre cómo el núcleo de la película descansa en el debate Religión-Ciencia. Pero dicho todo eso y retomando lo que mencionaba al comienzo del artículo, “Contacto” es, a pesar de sus connotaciones metafísicas, una película de ciencia-ficción que se toma verdaderas molestias por asentarse en unos presupuestos científicos válidos y realistas. Como siempre sucede, ha habido quien ha tratado de buscarle tres pies al gato, afirmando, por ejemplo, que el complejo de radiotelescopios de Socorro, Nuevo México, no sería el más adecuado para un proyecto SETI, y que fue elegido por la belleza de su entorno y la posibilidad de obtener buenas tomas generales. Ellie y su colega ciego, Kent, prefieren un sistema acústico de detección de mensajes de radio, lo que parece absurdo teniendo en cuenta que la mayoría de ordenadores astronómicos pueden explorar cientos de longitudes de onda simultáneamente mientras que el oído humano solo puede prestar atención a una. Hay otros detalles que parecen poco consistentes, como que al final, en vez de construir una complicada teoría de la conspiración orquestada por Hadden, no manden a otro viajero por el agujero de gusano y comprueben si Ellie dice o no la verdad. Es más, dado que observatorios de todo el mundo rastreaban la señal desde diferentes localizaciones geográficas, hubieran averiguado enseguida que la señal era emitida por un satélite geosincrónico y no por la estrella Vega tal y como sugiere el villanesco Kitz, aparente cabeza de una conspiración cuyo objetivo es, precisamente, ocultar la verdad: que Ellie sí viajó a otra estrella aun cuando instrumentos y testigos no registraron nada de lo que ella afirma.

Pero dejando de lado esas lagunas, “Contacto” es, por ejemplo, uno de los pocos films en los que no se toman atajos en forma de mensajes instantáneos entre las estrellas sino que se deja bien clara la dificultad de una comunicación dadas las distancias involucradas. Además, podemos ver a científicos concentrados en auténtica ciencia en lugar de esos habituales tecnomagos que parecen agitar su varita y dar con lo que buscan ipso facto. Cualquiera que se apasione con los descubrimientos científicos encontrará genuina emoción en los momentos en los que se recibe la señal y se confirma su origen extraterrestre, el desciframiento del mensaje o el viaje de Ellie a través de la galaxia.

En ello tiene mucho que ver el excelente trabajo de los actores. Mientras que el tratamiento que
Sagan hacía de sus personajes resultaba algo frío y distante, los actores aquí suplen esa carencia. Es difícil imaginar a la protagonista interpretada por otra actriz que pudiera proyectar la misma determinación, pasión y capacidad intelectual que Jodie Foster, pareciendo al mismo tiempo una persona normal que arrastra consigo frustraciones e inseguridades.

De Mathew McConaughey ya hablé algo más arriba. John Hurt casi le roba a Foster las escenas que ambos comparten, pero ello es sin duda debido a que el magnífico actor inglés se lo pasó realmente bien encarnando al excéntrico y manipulador Hadden. James Woods interpreta con su habitual mezcla de dureza y grima a Michael Kitz, Asesor de Seguridad Nacional, quizá lo más cercano a un villano que tenga la película. Igualmente sólida es la interpretación de Tom Skerritt
como individuo cínico y eficaz mentiroso. Y, respondiendo quizá a un fino sentido de la ironía, Rob Lowe fue elegido como portavoz de la “Coalición Conservadora” (Lowe por entonces trataba de recuperar su carrera del golpe que supuso la filtración de dos cintas domésticas de contenido sexual).

Además de la de Lowe, hay otras pullas y guiños en la película. Cuando Ellie conoce a Palmer Joss, ella describe el efecto invernadero de Venus, que fue precisamente el tema de la tesis doctoral de Sagan. Más tarde, cuando Hadden hace un rápido recorrido por la vida de Ellie, señala que ella rechazó un puesto de profesora en Harvard, algo que también hizo Sagan.

En general, “Contacto” es uno de esos raros casos en los que viendo la película puede entenderse la esencia del libro en que se basa (naturalmente, ello no quiere decir que la lectura de éste no merezca la pena. Todo lo contrario). El triunfo de “Contacto” tanto en taquilla como entre la crítica demostró que se trata de una película que ofrece algo a todo tipo de espectadores, incluso aquellos que normalmente no vean ciencia ficción. Como toda buena obra del género, suscita discusiones y reflexiones sobre temas muy profundos y actuales que rara vez encuentran su lugar en el cine contemporáneo.


3 comentarios:

  1. Te felicito por tan esplendida crítica y crónica de este film, que a mi no me dejo del todo convencido, pero que disfruté cuando lo vi.
    Te admiro tu forma de escribir , y compartimos ambos el amor por el séptimo arte.

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  2. Gracias y un saludo. Las películas, independientemente de sus valores estéticos o intelectuales, tienen un factor de conexión con el espectador. Si a uno no le interesa el tema o encuentra algo que le disgusta, pues no le gustará por muy buena que todo el mundo le diga que es.

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