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lunes, 27 de julio de 2015
2012- JOHN CARTER – Andrew Stanton
John Carter fue una creación del escritor de aventuras pulp Edgar Rice Burroughs, probablemente más conocido por ser el padre literario de Tarzán. De hecho, la historia en la que debutó Carter, “Bajo las Lunas de Marte” (1912), fue el primer trabajo publicado de Burroughs, serializado en la revista “The All-Story”, si bien aquel primer relato se haría más famoso con el título “Una Princesa de Marte” con el que se rebautizó para su edición en libro en 1917.
Aunque al principio a Burroughs le preocupó que escribir este tipo de literatura popular coartara su posible carrera como autor “serio”, sus reparos pronto desaparecieron a la vista del éxito que obtuvo su personaje, del que firmaría una decena más de títulos protagonizados tanto por Carter como por sus descendientes.
El Marte imaginado por Burroughs era el que en el último tercio del siglo XIX describiera el astrónomo aficionado Percival Lowell, que creía haber visto sobre la superficie del planeta rojo una intrincada red de canales que, según especulaba, podían ser los restos de una civilización moribunda o ya extinta. Era una interpretación de Marte que a comienzos del siglo XX ya había sido superada, pero a Burroughs le dio igual: era un entorno perfecto para el tipo de aventuras que quería contar. De hecho, se sirvió de ella y de su héroe John Carter, para crear todo un subgénero de la ciencia ficción al que se conoce como “Romance Planetario”, una mezcla de space opera y fantasía pura en el que se narran los lances de un héroe en un planeta extraño poblado por exóticos seres.
Es difícil hacerse una idea de la enorme influencia que tuvieron estas historias. A lo largo de las décadas siguientes surgieron copias descaradas como la serie de “Gor” escrita por John Norman u homenajes más o menos velados como “Flash Gordon”, la saga de “Star Wars” creada por George Lucas o “Avatar”, de James Cameron. Obras de ciencia ficción como la serie “Marte” de Kim Stanley Robinson o la televisiva “Babylon 5” bautizaron a sus primeras ciudades marcianas con el nombre de Burroughs; John Carter apareció en la “Liga de los Extraordinarios Caballeros” de Alan Moore; Philip Jose Farmer deconstruye el mundo de Barsoom en su saga “Mundo de Tiers”… Los fans declarados de John Carter van desde Carl Sagan a Josef Stalin.
Sin embargo, y a diferencia de otras series creadas por Burroughs, las aventuras marcianas de John Carter nunca fueron adaptadas al cine. Tarzán, por ejemplo, ha protagonizado alrededor de ochenta películas y series de televisión; el mundo perdido de la saga de Caspak apareció en tres películas: “La Tierra Olvidada por el Tiempo” (1975), “Viaje al Mundo Perdido” (1977) y, directamente para video, “The Land That Time Forgot” (2009). Incluso de las aventuras de Pellucidar se rodó una cinta: “En el Corazón de la Tierra” (1976).
John Carter, en cambio, resultó ser un hueso más duro de roer, quizá por la dificultad de recrear con un mínimo de verosimilitud el complejo entorno marciano de ciudades, criaturas y artefactos que tal adaptación requeriría. Por ello se consideró inicialmente la posibilidad de recurrir a la animación. Entre 1931 y 1936, Bob Clampett, que llegaría a ser director de muchos cortos animados de la Warner, trabajó en un proyecto en MGM que adaptaría “Una Princesa de Marte” al formato de la animación. Pero las pruebas iniciales no convencieron a los exhibidores de la América más profunda –que consideraron el concepto demasiado extravagante para sus potenciales espectadores- y la idea fue abandonada. Hoy se puede ver en YouTube un fragmento de un minuto y medio de aquel metraje de prueba.
El legendario especialista en stop-motion Ray Harryhausen consideró seriamente la idea en varias ocasiones desde los años cincuenta a los setenta, también sin poder llevarla a cabo. A finales de los setenta y en plena fiebre de la ciencia ficción desatada por “Star Wars” (1977), Disney pensó en realizar su propia película de acción real. John McTiernan, director de “Depredador” (1987) o “La Jungla de Cristal” (1988) firmó con el estudio a finales de los ochenta y se pensó en Tom Cruise para protagonizar la adaptación. Una vez más, la exuberante imaginación de Burroughs resultó estar más allá de las posibilidades técnicas de la época y McTiernan se vio obligado a reconocer que los efectos especiales de ese momento no podrían nunca estar a la altura de lo que él pretendía. El proyecto se congeló, aunque los derechos permanecieron en poder de Disney a la espera de tiempos mejores.
El origen de la película que ahora comentamos se encuentra en 2004, cuando Paramount compró los derechos, supuestamente después de que el influyente crítico de cine Harry Knowles alabara las novelas de Burroughs. Robert Rodríguez, director de “Abierto hasta el Amanecer” (1996) o “Sin City” (2005) firmó para dirigir la cinta e insistió en que el mítico ilustrador Frank Frazetta, que había dibujado muchas de las portadas de las reediciones de los libros, fuera incluido en el proyecto como artista conceptual.
Sin embargo, Rodríguez fue obligado a abandonar la producción después de ser expulsado del Sindicato de Directores a raíz de su negativa a compartir los créditos de director de “Sin City” con Frank Miller. Dicha expulsión hacía imposible que ningún estudio de Hollywood le contratara y fue reemplazado por Kerry Conran, quien durante un corto periodo de tiempo estuvo en boca de todos gracias a su original película retro-futurista “Sky Captain y el Mundo del Mañana” (2004). Jon Favreau (director de “Iron Man” y “Cowboys and Aliens”) le sucedió al frente del proyecto, pero ninguna de estas posibles versiones consiguió salir adelante.
Entre tanto, con los derechos del libro ya en el dominio público, aparece “Una Princesa de Marte” (2009), horrible película producida directamente para video por Asylum, una compañía especializada en films de bajo presupuesto que se aprovechan del tirón de producciones más lujosas y de éxito probado. Protagonizada por Antonio Sabato Jr como John Carter y Traci Lords como Dejah Thoris, la trama resultó ser sorprendentemente fiel al relato original.
Y de Paramount, el proyecto volvió a Disney en 2007, siendo recogido por Andrew Stanton, quien había trabajando durante años como animador en Pixar, colaborando en los guiones de películas como “Toy Story” (1995), “Bichos” (1998), “Toy Story 2” (1999) o “Monstruos S.A.” (2001) antes de encargarse de su primera película como realizador, “Buscando a Nemo” (2003). En 2008 dirige “Wall-E”, una obra maestra de la ciencia ficción y quizá la mejor película de Pixar hasta la fecha.
En 2011, Brad Bird, otro animador veterano de la escudería Pixar, había saltado al cine de acción real con “Misión Imposible: El Protocolo Fantasma”. Andrew Stanton siguió sus pasos asumiendo la producción de “John Carter” y escribiendo el guión con Michael Chabon, un novelista ganador del Premio Pulitzer cuya obra ha bordeado regularmente la literatura de género, desde los superhéroes hasta la historia alternativa. De hecho, fue co-guionista de “Spiderman 2” (2004).
Por fin, en 2010, 79 años después de que Bob Clampett tratara de hacer la primera película del héroe marciano de Burroughs, comenzó el rodaje en Londres. Si no otra cosa, “John Carter” puede presumir de haber sido uno de los proyectos más dilatados de la historia del cine. Su estreno, en 2012, coincidió con el centenario de la publicación de la primera historia del personaje.
En 1881, un joven Edgar Rice Burroughs (Daryl Sabara) acude a la lectura del testamento de su recién fallecido tío, John Carter (Taylor Kitsch), para recibir una extraña herencia. Entre las posesiones del difunto se encuentra un diario en el que Burroughs encuentra una historia maravillosa. En 1868, Carter buscaba oro en Arizona cuando se encontró a la vez perseguido por un ejército americano dispuesto a reclutarlo a la fuerza y los indios apaches. En su huida, se escondió en una caverna de las colinas, donde mata a un extraño individuo que se materializa en su interior. Al coger el amuleto del muerto, se encuentra súbitamente transportado a otro mundo al que sus nativos llaman Barsoom (y que luego averiguará que se trata de Marte).
Allí, gracias a la inferior fuerza de la gravedad, la fisiología terrestre de Carter le permite realizar grandes proezas físicas, como dar enormes saltos o golpear con fuerza sobrehumana. Con todo, es capturado y hecho prisionero por los Tharks, unos gigantes de tres metros, piel verde y cuatro brazos.
Entretanto, la ciudad de Helium se halla bajo la amenaza de la ciudad móvil de Zodanga, cuyo señor de la guerra, Sab Than (Dominic West), cuenta en secreto con la ayuda de los Therns, unos seres de apariencia y poderes divinos que le han otorgado el poder del Noveno Rayo. Con tal de poner punto y final al conflicto, el gobernante de Helium, Tardos Mors (Ciarand Hinds) está dispuesto a entregar a su hija Dejah Thoris (Lynn Collins) en matrimonio a Sab Than. La temperamental princesa, sin embargo, rechaza someterse a tan humillante acuerdo y huye. Es perseguida por Sab Than, pero Carter, que entretanto ha sido adoptado por los primitivos Tharks como guerrero de la tribu, la salva.
Dejah trata de convencer de Carter para que se involucre en la guerra entre Helium y Zodanga, pero éste solo quiere recuperar el amuleto que le permitió viajar a Barsoom y regresar a la Tierra. Poco a poco, a medida que ambos se enfrentan a diversos peligros en sus respectivas búsquedas, Carter descubre en su interior sentimientos hacia Dejah y cuando ésta es secuestrada por Sab Than, toma finalmente su decisión: luchar por Helium.
“John Carter” resultó ser uno de los mayores descalabros financieros de la historia de Disney. Las pérdidas ascendieron a 84 millones de dólares, y ello a pesar de que la cinta funcionó bastante mejor de lo esperado fuera del mercado americano, donde la popularidad del personaje era considerablemente menor por no decir inexistente. ¿Qué ocurrió? ¿Fue una película tan mala? ¿No era John Carter un personaje tan querido y conocido en Estados Unidos?
Una parte importante del fracaso se ha atribuido a la desastrosa campaña de promoción que se llevó a cabo, empezando por la continua confusión respecto al título definitivo de la cinta, confusión que se prolongó incluso hasta poco antes del estreno del film. Lo que empezó siendo “Una Princesa de Marte” se cambió a “John Carter de Marte” y, finalmente, “John Carter”.
Al respecto se han aducido diversas razones como que se considerara que las películas con la palabra “Marte” en el título ejercían un efecto negativo entre los espectadores, una interpretación majadera de los estudios de mercado que arrancaba a la película del ámbito de la ciencia ficción para situarlo en una especie de terreno de nadie. Pocos títulos más anónimos y carentes de seducción que el de “John Carter”. Se temió también que “Una Princesa de Marte” sugiriera a los espectadores que estaban ante una película más de princesitas típicas de Disney. También se dijo que el departamento de marketing o el propio Andrew Stanton querían dirigirse a una franja más amplia de público; o que Disney esperaba iniciar una franquicia cinematográfica protagonizada por Carter, por lo que titular la primera entrega con su nombre resultaría más apropiado.
A la falta de concreción sobre el tipo de producto que se quería vender se sumaron cambios en los cargos directivos del departamento de marketing de Disney y la ausencia del necesario merchandising y obras derivadas (novelas, comics…) que suelen ser necesarias para apoyar el lanzamiento de películas tan costosas como esta. Los trailers estrenados en la segunda mitad de 2011 no consiguieron generar ningún entusiasmo y, ya en postproducción, se decidió modificar la película para estrenarla en 3D, una maniobra que no responde a criterio creativo alguno sino al mero interés en aumentar la recaudación pero que en muchos aficionados inspira inmediatamente un sentimiento de rechazo.
Por si todo esto fuera poco, el estudio se dedicó a enfadar a los mismos críticos que debían opinar favorablemente sobre la película. La mayor parte de los medios no tuvieron oportunidad de realizar entrevistas a los actores y en los pases de prensa les confiscaron los teléfonos móviles y los ordenadores con la excusa de que la película estaba bajo un Nivel de Seguridad Uno.
Una semana después del estreno, ya se hablaba de que “John Carter” había sido un fracaso histórico. Ni que decir tiene que las dos secuelas sobre las que ya se había empezado a trabajar se tiraron inmediatamente al cubo de la basura.
Independientemente de que el estudio no consiguiera ni de lejos recaudar el dinero que costó la película y que fallara a la hora de promocionarla, lo cierto es que Andrew Stanton y sus coguonistas, Mark Andrews y Michael Chabon, realizaron una buena labor de adaptación. “John Carter” recoge todos los elementos esenciales de la obra de Burroughs añadiendo, eso así, algunos cambios. Por ejemplo, el film dedica todo el prólogo y epílogo a narrar las aventuras de Carter en la Tierra, mientras que Burroughs sólo invirtió en ello un capítulo de tres páginas en el que se bosquejaba el pasado del personaje y su escondite en la caverna a partir de la cual se trasladará a Marte. El introducir a Burroughs como personaje responde al deseo de mantener el espíritu original, porque en el libro el escritor afirmaba que había extraído la historia de un manuscrito entregado por un amigo de la familia (aunque no su tío, como ocurre en la película).
Burroughs nunca fue muy claro acerca de cómo se trasladaba Carter a Marte y los guionistas del film tratan de explicarlo mediante un amuleto que, además, les servirá de McGuffin: su pérdida y esfuerzos por recuperarlo harán avanzar la trama y dar forma a la personalidad del protagonista. Las aventuras de Carter entre los Tharks y su rescate de Dejah Thoris son pasajes igualmente respetuosos con el libro. En éste sin embargo, el núcleo dramático consiste en los desvelos del héroe por unir a los marcianos verdes y rojos y evitar que las bombas de oxígeno que mantienen respirable la atmósfera de Barsoom dejen de funcionar. En la película, el argumento se centra en un fragmento de la novela en el que Carter tiene que salvar a Dejah Thoris de un destino peor que la muerte: casarse con el villano de turno.
Tampoco en el primer libro aparecen los Therns, que Burroughs presentaría en la segunda novela, “Dioses de Marte” (1913), describiéndolos como descendientes de los primeros marcianos y practicantes de una cruel religión que exige a sus fieles sacrificios humanos en el rio Iss. La película, en cambio, los introduce desde el principio como seres casi divinos de origen alienígena que interfieren en los destinos de los mundos en los que se establecen.
Por supuesto, tratándose de un personaje como John Carter, tan conocido y apreciado por muchos fans, surgió la cuestión de si era mejor respetar meticulosamente el material original o tratar de mejorarlo. Hay un momento rayano en lo absurdo en el que se ve a Carter luchando contra docenas de Tharks. Gracias a su constitución terrícola, el héroe aplasta enemigo tras enemigo sin aparente dificultad y va apilando los cuerpos alrededor de él mientras experimenta flashbacks del momento en que tuvo que enterrar a su familia, muerta tras un ataque indio, en la Tierra. Cada mandoble de su espada se funde en su mente con el sonido de su pala arrojando tierra a las tumbas de su esposa e hija. Es una escena muy poderosa porque consigue transformar un momento casi de dibujo animado en una alegoría de los horrores de la guerra.
Por desgracia, no hay muchos momentos así en “John Carter”; pero los que hay nos recuerdan que la película, si hubiera optado por distanciarse de las novelas originales, podría haber sido mucho más profunda de lo que acabó resultando. Al fin y al cabo, ya cuando aparecieron por primera vez hace más de cien años, los relatos de Barsoom eran retrofuturistas; hoy, sus planteamientos todavía parecen más anacrónicos y, en último término, el tímido intento que hacen los guionistas de fusionar la sensibilidad de principios del siglo XX con la actual no termina de funcionar del todo bien. Por ejemplo, el padre de Dejah Thoris tiene el poder de casarla con el jefe enemigo a pesar de que ella sea la directora de la Academia de Ciencias y una ciudadana de pleno derecho. ¿Es una cultura atrasada en la que las mujeres no pintan nada? ¿O una avanzada en la que ellas pueden convertirse en científicas superguerreras? Ese es el problema de tratar de actualizar una obra escrita por un autor maduro que vivió antes de que las mujeres tuvieran derecho a voto en su país. Algo parecido sucede en el ámbito del colonialismo y la política racial que retrata la película: los Tharks son el análogo alienígena de los apaches y los Hombres Rojos son la potencia europea que trata de controlar America, una metáfora que tenía sentido hace cien años pero que ahora ha perdido buena parte de su sentido.
Donde sí funciona mejor el retrofuturismo es en el apartado visual. Toda la trama marciana transcurre en un exuberante decorado que demuestra lo bien utilizados que estuvieron los 250 millones de dólares de presupuesto: desde las impresionantes batallas aéreas a las épicas luchas filmadas en los desiertos de Utah, del viaje fluvial por el laberíntico curso del río Iss a las ciudades en ruinas del desierto pasando por el minucioso retrato de la vida urbana en Helium, Zodanga o el campamento Thark. Los efectos especiales están tan bien logrados que es difícil determinar dónde empiezan éstos y acaban las tomas reales. Por desgracia, esto ya no es suficiente para asegurar el éxito de una película: lo que diez años atrás hubiera sido un logro increíble, hoy pasa desapercibido entre el amplio número de superproducciones que cuentan con los mismos prodigios digitales.
Sin embargo, aunque la película tiene una factura visual lujosa y épica, no es perfecta. Cierto, la acción contiene todo el exaltado heroísmo que fascina a los seguidores de las novelas –como las escenas en las que Carter lucha contra los monos gigantes en la arena de los gladiadores o en la batalla final por Helium-, pero no llega a inspirar ese sentimiento de pura maravilla creador de fans incondicionales al estilo de “Star Wars”. Irónicamente, quizá George Lucas tomó tanto prestado de la obra de Burroughs que todo lo que le quedó a “John Carter” fue tratar de encontrar una originalidad perdida en las manos de otros cineastas. Efectivamente, el espectador tiene la sensación de haberlo visto todo ya antes –aun cuando transpire más originalidad, imaginación y vida que cualquiera de las precuelas de “Star Wars”.
El otro defecto que puede apuntarse es que, aunque los omnipresentes efectos especiales ayudan a dar forma al exótico Barsoom en todo su esplendor, los Tharks siguen pareciendo criaturas digitales. En alguna parte, enterrados bajo el programa de captura de movimiento, hay actores tan conocidos como Willem Dafoe, Samantha Morton, Thomas Haden Church o Polly Walker, aunque jamás se adivinaría su participación si no fuera por los títulos de crédito. Quizá con la excepción de Sola, el personaje “interpretado” por Samantha Morton, ninguno de esos actores consiguen traspasar el muro digital de la forma en que los Na´vi lo hicieron en “Avatar”.
Los actores humanos no consiguen hacerlo mucho mejor. Tanto Dominic West como James Purefoy, Mark Strong o Ciaran Hinds, actores británicos con un más que respetable trabajo a sus espaldas, parecen demasiado atrapados en sus taparrabos, armaduras y capas como para insuflar algo de vida a sus unidimensionales personajes. Dominic West en particular parece demasiado sensible como para irradiar la astucia y maldad que se supone anida en Sab Than; lo mismo se puede decir de Daryl Sabara, de apariencia en exceso juvenil como para interpretar a Edgar Rice Burroughs.
Encarnando a Carter tenemos a un Taylor Kitsch todavía en ascenso gracias a su participación en “Lobezno” (2009). Sin ser nada excepcional y habiendo muchos otros actores de cara bonita y cuerpo musculoso que hubieran sido adecuados para este papel, Kitsch conduce a su personaje razonablemente bien aportando las dosis necesarias de heroísmo, romance, humor y unas motivaciones y sensibilidad ausentes en la obra de Burroughs pero necesarias en el cine si se quiere suscitar la empatía del espectador.
Algo parecido se puede decir de Lynn Collins, que aporta el perfecto equilibrio entre el exotismo lujurioso, la fiereza de carácter y la dignidad de un noble. Su Dejah Thoris, como en el caso de Carter, ha experimentado ciertos cambios –en realidad, mejoras- respecto a la imaginada por Burroughs, en aras de acercarla a las mujeres de hoy. Así, Dejah no solo es, según lo requiera la situación, damisela en peligro o aventurera competente, sino también una científico de grandes conocimientos.
En resumen, podríamos decir “John Carter” ofrece hoy en el cine lo mismo que en su día Edgar Rice Burroughs en el ámbito de la literatura popular: emoción, aventura, épica, entornos y criaturas asombrosos… Hay romance, heroísmo y emoción en las dosis necesarias para que “John Carter” hubiera sido el gran entretenimiento familiar que Disney esperaba, al tiempo que lo suficientemente leal al espíritu de las novelas de Burroughs como para satisfacer a sus aficionados.
Burroughs no fue nunca un gran escritor: sus personajes eran planos y sus tramas predecibles y repetitivas. Pero es que el mérito de sus novelas consistió en despertar el sentido de la maravilla de innumerables jóvenes y adultos y hacerles anhelar su participación en aquellas peripecias. Esta película ofrece exactamente eso, con el aliciente de que Andrew Stanton sí es un buen narrador.
No hay razón pues, para pensar que el fracaso financiero de la cinta fue la consecuencia de un fracaso creativo. Ni mucho menos. Al igual que las novelas de Burroughs, el film “John Carter” sólo tiene una pretensión: entretener. Y si recuperamos nuestro espíritu infantil y dejamos atrás cualquier pretensión intelectual, disfrutaremos tanto de aquéllas como de éste.
Bien por donde empezamos... El fracaso de la película John Carter es como bien lo señalas multifactorial, no hay un gran culpable pero si un conjunto de ellos, desde la mala campaña publicitaria a él casi desconocimiento del personaje por parte del gran público, en lo personal puedo decir que John Carter es una buena película de aventuras, que es aceptablemente respetuosa con la obra original y que tiene un excelente diseño de producción. Por contraposición tiene un mal casting de los dos protagonistas para Dejah que es una mujer guerrera esperaba una mujer más “voluptuosa” (la actriz es hermosa sin duda pero de constitución algo delgada para que pueda creer que puede luchar con éxito) y para Carter alguien más maduro y con más presencia de hombre rudo del viejo oeste alguien más curtido, solo por soñar algún actor como Josh Brolin o Russell Crowe. El corte final de la película tiene un tremendo fallo lo primero que nos presenta es Barsoom naves voladoras rayos y unos nombres que aparentemente deberíamos de conocer y luego la historia de Burroughs en un Londres algo estéril y después nos vamos a América para ver por fin al protagonista que empieza peleando con soldados e indios y después la bendita cueva donde mata a un calvo albino para aparecer en un campo donde brinca ridículamente, para este momento un espectador que en su vida a escuchado de John Carter ya se está diciendo que “coño” es esto, tan fácil que hubiera sido presentar a Burroughs que recibe el diario de su “Tio Muerto” la breve narración de quien era y después empezar a maravillarnos descubriendo Barsoom poco a poco hasta darnos cuenta que no es otra cosa que nuestro vecino el planeta Marte, Por último esta ese toque Disney que también ha afectado a las películas de Marvel y que no permite que existan escenas con sangre ni sexo, disculpa si me extendido demasiado.
ResponderEliminarHola Doctor. De acuerdo más o menos en lo que comentas. Es cierto que el baile temporal con flashbacks y elipsis contando la historia del Carter terrestre, puede ser algo confuso para quien no esté acostumbrado a ello, aunque a mí personalmente no me molestó demasiado, aunque sí coincido en que quizá tardaba algo en llegar a Barsoom. De todas formas, creo que lo que intentaban era establecer las bases del carácter del personaje (rebelde, amargado -luego se vería por qué-, asilvestrado, buen luchador...). En cuanto al casting...a mí sí me gustó Lynn Collins como princesa, supongo que es cuestión de gustos; En cuanto al John Carter que plantean, desde luego no es el que Burroughs hubiera tenido en mente cuando lo escribió, pero ahora los cánones de bellleza y los gustos -sobre todo femeninos- parece que apuntan a alguien menos varonil, con rasgos más neutros y menos pelo en pecho y axilas.
ResponderEliminarGracias por tu interesante comentario!!
Enhorabuena por el artículo, me ha gustado mucho por lo completo que es. Es significativo que en el éxito de una producción cinematográfica (o de cualquier otro producto) no dependa solo de su calidad y de sus méritos, sino también de cuestiones de mercado: distribución, publicidad, estrategia comercial... Saludos!
ResponderEliminarPues sí, en el mundo de la mercadotecnia el cine es un producto más: tienes que publicitarlo y atraer a los posibles consumidores. Al fin y al cabo, el cine es tanto o más una industria que un arte... Un saludo y gracias por tu comentario.
ResponderEliminares una muy buena película , solo le falto publicidad ...me gusta la ciencia ficcion
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