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viernes, 15 de agosto de 2014
1943- GARTH
El concepto de superhombre ha quedado hoy muy ligado en la mente colectiva al de superhéroe, entendido este como el justiciero disfrazado que domina el panorama del comic book norteamericano. Sin embargo, la idea de un hombre dotado de extraordinarias características físicas o mentales es muy antiguo, pudiendo remontarnos para encontrarla a algunos héroes clásicos de la antigüedad, desde Aquiles a Hércules. La llegada de la revolución científica y tecnológica supuso un abandono del misticismo a favor de la ciencia y la tecnología, y autores como W.H.Rhodes (“El ojo telescópico”, 1876) o J.H.Rosny Aines (“Otro Mundo”, 1895), ya presentaban seres –en ambos casos niños- con capacidades portentosas.
A comienzos del siglo XX, confluyeron dos elementos que contribuyeron a impulsar aún más la atractiva idea del superhombre. Por una parte, la aparición de una hipótesis formulada a partir de la Teoría de la Evolución darwiniana en virtud de la cual se afirmaba que, si nuestra especie es producto de infinitas mutaciones a partir de un modelo biológico más “primitivo”, ¿por qué no pueden darse todavía cambios adicionales que supongan un nuevo ascenso en la escala evolutiva? Por otra parte, el interés que por lo sobrenatural empezó a calar entre cierto sector de la comunidad científica, comenzando a realizarse experimentos y publicarse libros acerca de las supuestas extrañas capacidades mentales de ciertos individuos, desde la telepatía a la telekinesis. Esas posibilidades fueron exploradas en novelas como “La maravilla de Hampdenshire” (1911), de J.D.Beresford, "Drowsy" (1917) de J.A.Mitchell, "Niños del átomo" (1953) de Wilmar H.Shiras, "Gladiador" (1930) de Philip Wylie, "Juan Raro" (1936) de Olaf Stapledon, "Slan" (1940) de A.E.van Vogt…
En 1938 debuta Superman en la revista “Action Comics” nº 1, y desde ese momento, el concepto del superhombre pasó a estar monopolizado por las viñetas, si bien la CF literaria siguió dando excelentes muestras de cómo ahondar en el concepto desde un punto de vista menos infantil y maniqueo que el de los justicieros de pintorescos nombres (como muestra, léase “El fin de la Eternidad”, de Arthur C.Clarke).
Al otro lado del Atlántico, no faltó quien vio el atractivo –más comercial que estrictamente creativo- del superhombre. Entre ellos se encontraba el editor del diario londinense Daily Mirror, quien animó al artista Steve Dowling y al productor de la BBC y guionista Gordon Boshell, a aportar un personaje heroico y aventurero que pudiera serializarse en ese diario. Así en la edición del 24 de julio de 1943, debutó Garth, que, a diferencia de Superman, respondía al arquetipo de belleza clásica occidental: alto, musculoso, rubio, de mandíbula cuadrada… un arquetipo que ya había sido utilizado anteriormente en otros héroes de la ciencia ficción viñetera como “Buck Rogers”, “Flash Gordon” o “Brick Bradford”.
Cargado de trabajo, Boshell se vio incapaz de escribir los guiones de la tira y se buscó a otro escritor que pudiera encargarse de ella. Éste fue Don Freeman, quien tomó el relevo a mitad de la primera aventura. Insatisfecho con el misterioso origen del protagonista, decidió proporcionarle un pasado más sólido. Así, en la aventura titulada “Las Siete Edades de Garth” (septiembre 1944-enero 1946), introdujo la figura del genio científico/compañero fiel/mentor ineludible en este tipo de aventuras, un equivalente al Doctor Zarkov de Flash Gordon llamado Profesor Lumiere, quien psicoanalizó al héroe y lo transportó a sus anteriores encarnaciones en lo que sería el primer viaje espacio temporal de los muchos que viviría Garth.
No fue hasta el siguiente arco argumental, “La Saga de Garth” (enero-julio 1946), que los lectores descubrirían el verdadero origen del protagonista: de niño había sobrevivido a un naufragio y llegado a las costas de las islas Shetland, en Escocia, donde fue rescatado por una pareja de ancianos que lo adoptaron y criaron (un origen, como vemos, muy similar al de Superman). Más tarde se hizo capitán de la Armada y cuando su navío fue torpedeado, arribó como –otra vez- como náufrago a Tíbet (inexcusable error geográfico por cuanto ese país asiático nunca ha tenido costa), que es donde los lectores lo conocieron en su debut en 1943. Mucho más tarde se desvelaría en la historia “Viaje al Miedo” (1970) que Garth tenía en realidad un origen extraterrestre, puesto que su bisabuelo había sido nada menos que el Comandante de Exploración Espacial Wolfen, del planeta Saturnis y que en el curso de una misión se había enamorado de una mujer terrestre. Fruto de esa relación, nació Garth.
Garth no parecía tener superpoderes como tales, aunque quedaba claro que su físico, además de formidable, era casi indestructible, capacitándolo tanto para enfrentarse a especies alienígenas como a espías humanos al estilo James Bond. Pero lo que hacía de él algo especial era su psique hipersensible, capaz de trasladarle a los cuerpos de personas de otros tiempos, ya fuera la Venecia del siglo XVI o al Oeste americano del XIX, si bien no puede cambiar la historia, sólo experimentar lo que vivieron otros antes que él.
Los mejores guiones pudieron leerse, firmados por Peter O´Donnell, entre 1953 y 1966, quien en la aventura “La Última Diosa” (1965) presentó al que sería eterno interés romántico de Garth: Astra. Jim Edgar se encargaría de imaginar nuevas historias moderadamente interesantes durante las dos décadas siguientes recurriendo a tres temas básicos: el desplazamiento temporal, los viajes a planetas distantes y las aventuras localizadas en la Tierra pero con elementos propios de la CF. Angus Allan escribió algunos arcos argumentales a finales de la década de los ochenta. En los noventa, el especialista en el personaje Philip Harbottle se responsabilizó de varias aventuras.
Steve Dowling, que había dibujado durante décadas la tira con un estilo realista, se jubiló en 1969, siendo sustituido por el que había sido su ayudante desde el principio, John Allard. Pero en 1971, el Daily Mirror se hizo con los servicios del magnífico y ya muy popular Frank Bellamy, uno de los mejores dibujantes e ilustradores de su tiempo. Bellamy convirtió a Garth en la tira más interesante y espectacular del panorama británico, atrayendo a nuevos lectores que inicialmente no habían prestado atención al personaje. Sus dinámicas composiciones, dramáticos juegos de sombras y esculturales figuras humanas (especialmente las de las hermosas féminas que encontraba Garth en el curso de sus aventuras) catapultaron la tira a nuevas cotas de popularidad.
La inesperada muerte de Bellamy en 1976 hizo que las labores artísticas recayeran en Martin Ashbury, cuyos dibujos fueron creativos, elegantes y entusiastas hasta que a mediados de los ochenta comenzaron a experimentar un importante deterioro.
Tras 165 aventuras, la tira llegó a su final el 22 de marzo de 1997, aunque regresó brevemente en 2008, con un tono más moderno y en la forma de comic digital en la web del periódico, a manos del guionista David Seidel y el dibujante Huw J.Davis, cuyo estilo está claramente influenciado por el manga. Esta nueva versión, sin embargo, no consiguió atraer a los lectores veteranos que recordaban con agrado el tono más clásico de la tira –y que eran, después de todo, quienes compraban las periódicas reediciones del personaje en formato álbum-. Desde 2011, el Daily Mirror publica en su versión impresa reediciones de las historias clásicas.
Garth, una mezcla de personajes clásicos tan variopintos como Superman, Conan, el Dr. Who o el Campeón Eterno de Michael Moorcock, sigue siendo el rey de los héroes de los comics de prensa británicos. Especialmente recomendable la etapa del gran Frank Bellamy.
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