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miércoles, 23 de noviembre de 2011
1914- TINIEBLAS Y AMANECER - George Allan England
Hoy, los relatos de CF que giran alrededor de desastres naturales y el consiguiente fin de la vida humana son uno de los tópicos más extendidos del género. Pero mucho antes de que M.Night Shyamalan, Roland Emmerich o J.G.Ballard se regodearan en horribles catástrofes, los autores que cultivaron la CF a comienzos del siglo XX hicieron especulaciones –algunas veces con mejor criterio del que sería deseable- acerca de las posibles causas de cambios extremos en la biosfera. Hemos visto ya varios ejemplos. Aquí hay otro: George Allan England.
England –a pesar de su apellido, nació en Estados Unidos-fue un hombre de intereses diversos: escritor, aventurero, explorador y político, reflejó en sus escritos sus ideas socialistas. Su trilogía “Darkness and Dawn” (“The Vacant World”, “Beyond the Great Oblivion” y “Afterglow”) fue publicada entre 1912 y 1914) y cuenta la historia de una pareja (hombre y mujer) que despiertan de un estado de animación suspendida dos mil años después de que la Tierra haya sido arrasada por un meteorito. Ambos se pondrán manos a la obra para construir un nuevo mundo y guiar a los ahora degenerados seres humanos hacia un futuro brillante pleno de prosperidad.
La tarea no será sencilla, claro. El mundo postcatástrofe ha quedado sumido en la barbarie y la Naturaleza se ha convertido en una enemiga peligrosa en todas sus formas, vegetales, minerales y animales. Habrá que luchar contra fieras y salvajes y sortear todo tipo de amenazas propias de un entorno hostil. En resumen, pura literatura de evasión, muy del gusto de lo que los lectores de pulps de la época esperaban encontrar en sus revistas favoritas.
El problema es que, para disfrutarlo, hay que pasar por alto una serie de cuestiones nada baladíes. En primer lugar, el estilo es tosco y plano cuando no cursi. Y en segundo lugar, su incorrección política según los estándares actualmente aceptados, es total.
Para empezar, los dos supervivientes son un ingeniero –paradigma del profesional del futuro en la CF de finales del XIX y principios del XX- y su secretaria, lo que ya deja claro, según el autor, quien va a poner el cerebro y quien va a servir de sumisa hembra reproductora del Nuevo Hombre. Pero eso, claro, sólo después de casarse, porque England, timorato además de machista, les convierte en individuos castos y responsables que evitan el contacto sexual si antes no han pasado por el altar (cosa que solucionan, como son los únicos supervivientes de los antiguos tiempos, utilizando ¡un gramófono! para que pronuncie las sagradas palabras de enlace).
Por otra parte, tampoco es que el cerebro de ingeniero le luzca mucho al machote protagonista, porque más parece un alocado héroe de acción que un aventurero reflexivo y maduro, más propenso a meterse en todo tipo de líos y con la filosofía de “pegar y luego preguntar” que partidario del análisis de situaciones. Y líos nos les faltan: extrañas criaturas, entornos adversos, catástrofes naturales… Y por si fuera poco, al machismo, se une el racismo: los malos de la historia son los descendientes de los antiguos afroamericanos, a los que derrotarán los dos excelsos representantes de la raza blanca.
Si la paciencia del lector –o su coincidencia ideológica con el autor- logra superar estos baches, se encontrará con un relato de aventura puro, sin mayores complicaciones ni pretensiones intelectuales. Indigne o no, “Tinieblas y Amanecer” , aunque no uno de los más brillantes y recordados, es un clásico.
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