viernes, 9 de mayo de 2025

2023- MONARCH : EL LEGADO DE LOS MONSTRUOS

 

No hay que ser muy avispado para comprender que el propósito de “Monarch: el Legado de los Monstruos” es el de imitar lo ya hecho -con éxito variable- por otras franquicias, como Marvel o Star Wars, en la era de las plataformas de streaming, a saber, trasladar su universo cinematográfico a la pequeña pantalla en formato seriado. No es que la idea sea nueva porque ya en los 80, por ejemplo, se prolongó el éxito de ciertos personajes cinematográficos en forma de series de dibujos animados o colecciones de comics (ahí están, por ejemplo, Alien, RoboCop o Terminator). En este caso, la propiedad intelectual que se lanza por ese camino es el Monsterverso, un conjunto interrelacionado de películas de monstruos gigantes, principalmente protagonizadas por Godzilla y King Kong, interaccionando ambos con otras criaturas colosales. Ese universo ha venido siendo desarrollado por Legendary Entertainment y Warner Bros. (en colaboración con Toho para las películas de Godzilla).

 

“Monarch”, creada por Chris Black y desarrollada por él y Matt Fraction para Apple TV+, consta por el momento de diez episodios que siguen de forma no lineal la vida de tres generaciones de personajes en dos corrientes temporales separadas seis décadas. La actual transcurre en 2015, justo después de los trágicos eventos narrados en la película “Godzilla” (2014), dirigida por Gareth Edwards. Fue en ese film donde se presentó una organización secreta conocida como Monarca, que llevaba décadas rastreando e investigando a las colosales criaturas como Godzilla, a las que denomina Titanes, y que llegan a nuestro mundo desde el interior hueco de nuestro planeta (información ésta revelada en “Godzilla vs Kong”, 2021).

 

Al empezar la serie, hay un cameo de John Goodman retomando su personaje del criptozoólogo Bill Randa en “Kong: La Isla Calavera” (2017). Perseguido por una monstruosa araña gigante, tira al mar una cartera con documentación de Monarca. Décadas después, en el presente, San Francisco ha quedado arrasada tras la apocalíptica batalla entre Godzilla y un MUTO (Organismo Terrestre Masivo No Identificado). Cate Randa (Anna Swai) es una joven maestra que está tratando de sobreponerse a un doble trauma. Por una parte, haber sobrevivido a la destrucción de San Francisco por parte de Godzilla, una catástrofe en la que murió su novia; por otra, el reciente fallecimiento –o, más bien desaparición- de su padre Hiroshi Randa (Takehiro Hira). Precisamente para resolver los asuntos pendientes de éste, viaja a Tokio y cuando acude a la dirección de un piso cuyas llaves encontró entre las pertenencias de su padre, Cate descubre que no sólo había llevado una doble vida manteniendo una familia en ese país, sino que ella tiene un medio hermano del que no sabía nada, Kentaro (Ren Watabe). Ni éste ni su madre tenían conocimiento alguno de la familia que Hiroshi mantenía en Estados Unidos.

 

Siguiendo con sus pesquisas, descubren que Hiroshi estaba relacionado de forma poco clara con Monarca (Cate recordaba el aterrador día “G” en San Francisco y los misteriosos individuos que aparecieron por el lugar llevando en sus uniformes una insignia con una “M”). A su búsqueda para descubrir las intrigas de Monarca, se les une la examante de Kentaro, May (Kiersey Clemons), que tiene el conocimiento informático necesario para descodificar la información hallada en el despacho de Hiroshi. Pero cuando acceden a ésta, también activan una alarma en los ordenadores de Monarca, que inmediatamente envía agentes para detenerlos e interrogarlos, si bien consiguen zafarse de ellos.

 

Aunque Kurt Russell figura en el plantel protagonista de esta serie, no lo vemos en los dos primeros episodios. Su personaje, Lee Shaw, en su versión más joven de los años 50, lo interpreta su hijo Wyatt Russell. Fue tras la Segunda Guerra Mundial cuando le asignaron la tarea de guardaespaldas de la abuela de Cate, la científica japonesa Keiko (Mari Yamamoto). Inicialmente, Shaw acomete con desagrado esa misión, tanto por la nacionalidad de ella (los ánimos aún estaban caldeados entre ambas naciones tras la contienda) como por su condición femenina. Poco a poco, sin embargo, su inteligencia, ingenio y decisión se ganan su aprecio y luego su corazón. Mientras siguen la pista de una de esas criaturas por Filipinas, se cruzan con un científico independiente, Bill Randa (Anders Holm, interpretando una versión más joven del personaje presentado en “Kong: Isla Calavera”), que a partir de ese momento hará equipo con los otros dos y serán financiados por el ejército de los Estados Unidos, preocupado por el posible surgimiento de esos Titanes. Dado que el apellido de Cate es Randa, obviamente es descendiente de Bill y Keiko a través del hijo de éstos, Hiroshi.

 

El trío se pasará la mayor parte de los años 50, buscando a los Titanes, reuniendo información sobre ellos y sentando las bases para lo que será Monarca. Mientras que el segmento temporal moderno es más un thriller en el que unos personajes tratan de resolver un misterio conspirativo, el de los años 50 incluye la mayoría de las escenas de acción. La que tiene lugar en un viejo barco embarrancado en plena selva, el USS Lawton, en el que mora una criatura similar a un dragón es espeluznante, como también aquella que transcurre en el foso de una central nuclear abandonada en Kazajstán donde pulula un enjambre de criaturas terroríficas. Personalmente, las aventuras del trío de investigadores en la década de los 50 me parecen mucho más interesantes que las que corren Cate, Kentaro y May en el presente. Desde luego, en ello tiene que ver la mayor ausencia de monstruos en la línea temporal más moderna, pero también la actuación poco convincente de los actores más jóvenes, particularmente la de Watabe, y la mejor química que destilan los personajes más maduros.

 

El carismático Kurt Russell asume por fin el protagonismo en el tercer episodio, cuando el trío de jóvenes conoce al mayor Lee Shaw. Éste es un personaje rebelde, decidido y pícaro que, gracias a su ingenio y sus conocimientos de los misterios que rodean a Monarca (al fin y al cabo, él fue uno de sus fundadores) insufla una energía renovada a los aspirantes a aventureros. Su peripecia en Alaska buscando a Hiroshi –que resulta no estar tan muerto como las autoridades decían- resulta ser, de lejos, lo más peligroso a lo que se han enfrentado, dado que al monstruo que les aguarda allí deben sumar el gélido clima y la ausencia de apoyo.

 

Medio siglo después de que Shaw empezara a cazar monstruos con Keiko y Bill, Monarca se encuentra amenazado por lo que aquél descubrió. Esta organización no puede permitirse un verso suelto como Shaw, y lanza tras él y sus juveniles asociados todos los recursos de los que dispone. En este sentido, mejoraría algo el suspense si los agentes de Monarca (Joe Tippett, Elisa Lasowski) resultaran algo más amenazantes, pero ambos acaban siendo más molestos que letales.

 

En un momento en el que Marvel y Star Wars parecen haber saturado el tiempo y la paciencia de sus aficionados con sus múltiples spin-offs, secuelas, precuelas y desvíos, el Monsterverso es, por comparación, un modelo de comedimiento. En su décimo aniversario, la franquicia ha producido “solamente” un total de cinco largometrajes y dos series de televisión (la otra es “Isla Calavera”, emitida por Netflix en 2023), suficiente contenido para poblar de ideas, personajes y acontecimientos un universo construido alrededor de Godzilla y King Kong pero sin llegar a convertirlo en un lugar demasiado familiar. Por eso, “Monarch: el Legado de los Monstruos”, la primera serie de televisión de acción real del Monsterverso, todavía puede ofrecer momentos interesantes, como el vistazo que se da al plan de evacuación de Tokio en caso de un “evento” Godzilla (“San Francisco fue un engaño; lo hicieron con CGI”, le informa un taxista a Cate antes de pasar a promocionar su podcast).

 

Hay una disonancia inherente a las películas de monstruos gigantes. Los kaiju son fuerzas de destrucción, causan la muerte y el sufrimiento a cientos o miles de personas y su propósito, claramente, es el de resultar aterradores. Pero también son los protagonistas, aunque sean amorales o agentes de un caos natural terrible pero necesario. Por otra parte, tenemos a Monarca como sustituto de la autoridad, otro concepto divisivo. Es deseable que alguien externo supervise sus actividades, pero también es peligroso que éstas se vean comprometidas si salen a la luz pública. En las películas originales de Gojira, el gobierno solía estar formado por burócratas torpes, un obstáculo más que los intrépidos héroes tenían que sortear. Ese enfoque era el reflejo de un sentimiento bastante extendido en el Japón de la posguerra. Si alguien esperaba que “Monarch” explorara o deconstruyera esa disonancia, se equivocaba, porque, al contrario, lo que hace es rendirle homenaje. Monarca es una organización opaca y manipuladora y, sin embargo, queda claro que hace más por la seguridad mundial que cualquier gobierno nacional. Los personajes son profesionales serios y educados excepto cuando se traicionan mutuamente; los científicos son testarudos y comprometidos con la causa, pero tampoco tienen idea de cómo interactuar con las fuerzas (humanas o de otro tipo) de las que dependen.

 

Pero lo que más choca es que todos los implicados, desde los protagonistas hasta el gobierno y los misteriosos agentes de Monarca, resultan ser unos incompetentes. Los científicos toman decisiones tan estúpidas como peligrosas y luego, para colmo, se quedan sorprendidos por las consecuencias. El equipo principal apenas logra zafarse de los operativos de Monarca; los cerebros de esa organización investigan lo suficiente como para encontrar rápidamente a una sola persona en una calle de Tokio, pero no tanto como para averiguar que sufre de un fuerte trastorno de estrés postraumático y que reaccionará violentamente si le ponen una bolsa en la cabeza; el coronel Shaw tiene el gatillo fácil y ningún plan concreto… En las películas antiguas, estas incoherencias y exageraciones podían resultar divertidas si se disfrutaban con espíritu condescendiente, pero tal aproximación es más problemática en “Monarch” habida cuenta del tono serio y realista que la serie se esfuerza en adoptar.

 

La principal crítica que se le hace a la mayoría de las películas de monstruos gigantes es la falta de profundidad de sus personajes humanos (una crítica sólo parcialmente justificada, puesto que gran parte de los espectadores acuden a verlas para disfrutar de las criaturas más que de los dramas de los humanos). Se diría que la serie de “Monarch” está tratando de rectificar ese borrón en el currículo del subgénero, introduciendo historias personales y relaciones más sofisticadas que el simple drama de supervivencia ante un puñado de monstruos invencibles. Obviamente, esto es una necesidad tanto como una elección porque la serie carece del presupuesto necesario para que en cada episodio aparezca un Titán pisoteando ciudades durante media hora.

 

Los personajes de “Monarch” no solo aspiran a involucrar al espectador en sus problemas personales sino que, de diferente forma, todos están conectados tanto con las criaturas que encuentran como con el espectro siempre omnipresente de Monarca. Hay que reconocer el interés que se han tomado los guionistas en trabajar la caracterización y admitir que consiguen que la historia avance más gracias al impulso de los personajes y sus interacciones que por el mero encadenamiento de escenas espectaculares. Y no es un logro menor que, además, lo hagan con pocas caras conocidas. En contraste, las películas se dedicaron a malgastar el talento de figuras como Bryan Cranston, Charles Dance, John Goodman o Tom Hiddleston.

 

También es cierto que no siempre el resultado de esta faceta humana resulta tan entretenido como cabría esperarse. En particular, las interacciones entre Kentaro y May se hacen bastante tediosas y la dinámica entre los medio hermanos bordea lo melodramático. Los actores jóvenes tienen el material menos interesante con el que trabajar, oscilando entre el culebrón familiar y los pasajes en los que tienen que poner cara de terror ante el monstruo de turno. Así y todo, la fórmula de equilibrar acción, espectacularidad visual y dramas personales está mucho mejor sintetizada en “Monarch” que en las películas precedentes; y no sólo por la pericia de los guionistas sino, en no poca medida, gracias a que cuenta con mucho más metraje para desarrollar a los personajes. En cualquier caso, quienes sólo deseen ver monstruos, deberían quedar avisados de que en “Monarch” pesa mucho más el elemento puramente dramático.

 

Quizá un espectador no dispuesto a invertir un mínimo de atención en la serie pueda encontrar algo difíciles de seguir los continuos saltos temporales entre las diferentes tramas, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de los episodios consisten en ver a los personajes viajando de un lugar a otro y, cada treinta o sesenta minutos, mostrar algún monstruo. Pero precisamente esa continua alternancia de épocas y personajes es la clave para mantener el ritmo y el interés, dado que el espectador debe tratar de hilar los acontecimientos del pasado con los del presente. Además, los cambios entre épocas, aunque no a la altura de, por ejemplo, “Estación Once” (2021), sí, están hábilmente utilizados para conformar una narrativa global recurriendo a proyecciones, imágenes y bien medidos cortes en la sala de montaje. En este aspecto, elegir al hijo del actor Kurt Russell, Wyatt, para interpretar el mismo personaje que su padre pero más joven, fue también un acierto, dado que ambos guardan un parecido, obviamente, muy natural.

 

En cuanto a los efectos especiales, no puede ser una sorpresa que no estén a la altura de los de una producción cinematográfica, pero los diseños de los Titanes, muchos de ellos tomados de las películas, son parte del atractivo de la serie y las escenas de acción están bien rodadas.

 

Dicho todo lo cual, tengo que admitir que la historia, al menos para mí, empezó a perder empuje hacia mitad de temporada. En parte ello se debe a que los segmentos ambientados en el pasado, como he apuntado, son más interesantes que los del presente por lo mucho que aportan a los orígenes de Monarca y los personajes que la fundaron. El drama, los misterios y los giros de guion a lo largo de esa trama funcionan bien. Pero esa historia del pasado, a la hora de la verdad, es sólo el plato de acompañamiento de la principal, la del presente.  

 

Esa pérdida progresiva de fuelle tiene también que ver, una vez más, con los personajes. A pesar de la atención que se le presta en la primera mitad de la temporada, Kentaro se convierte en la segunda casi en un secundario. Y aunque tienen sus propios secretos, pasados y traumas, las historias de Cate y May no me parecieron particularmente interesantes. Mientras que la dinámica entre Lee, Billy y Keiko rebosaba energía, carisma y afecto, la de Cate, Kentaro y May es plana, hosca y sin vida. May en concreto, una vez se revela su secreto, se infrautiliza en algunas partes claves de los episodios finales en lugar de utilizarlo para definir mejor su papel en la trama. Da la sensación de que, sobre la marcha, los guionistas optaron por descartar a quienes en principio habían sido dos de los protagonistas en favor de destacar solamente a Cate como la principal. Y ello aun cuando, paradójicamente, acaba siendo el personaje menos desarrollado.Tras desvelarse una información muy relevante sobre ella en el quinto episodio y que debería ser definitoria, su evolución se estanca en lugar de aprovecharla e incorporarla a su arco.  

 

Más allá de sus personajes, el segmento de la actualidad termina pareciendo circular. En el primer episodio se presentaba a Monarca no tanto como una organización malvada como una que estaba sobrereaccionando tratando de descubrir por qué Cate y sus amigos tenían en su poder información secreta. Después, tenemos escenas que dan a entender que Monarca sí tiene una agenda oculta y no necesariamente buscando proteger a la Humanidad. Y, por fin y a medida que se desarrolla la historia, se hace evidente que las partes en conflicto lo están sólo por falta de comunicación ya que todas ellas comparten el mismo intéres, algo que resta intensidad y suspense al drama.

 

Teniendo en cuenta que “Monarch: El Legado de los Monstruos” es una serie cuya total comprensión depende de haber visto al menos las dos primeras películas de la franquicia y que, en el fondo, no es más que un material complementario que dista de ser esencial, ofrece buenas dosis de entretenimiento con una fórmula que equilibra la construcción de un universo realista con las implausibilidades y fantasías propias del subgénero de kaijus. Recomendado sobre todo para los entusiastas de los monstruos gigantes y, obviamente, quienes hayan disfrutado de las películas del Monsterverso.

 


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