No hay que ser muy avispado para comprender que el propósito de “Monarch: el Legado de los Monstruos” es el de imitar lo ya hecho -con éxito variable- por otras franquicias, como Marvel o Star Wars, en la era de las plataformas de streaming, a saber, trasladar su universo cinematográfico a la pequeña pantalla en formato seriado. No es que la idea sea nueva porque ya en los 80, por ejemplo, se prolongó el éxito de ciertos personajes cinematográficos en forma de series de dibujos animados o colecciones de comics (ahí están, por ejemplo, Alien, RoboCop o Terminator). En este caso, la propiedad intelectual que se lanza por ese camino es el Monsterverso, un conjunto interrelacionado de películas de monstruos gigantes, principalmente protagonizadas por Godzilla y King Kong, interaccionando ambos con otras criaturas colosales. Ese universo ha venido siendo desarrollado por Legendary Entertainment y Warner Bros. (en colaboración con Toho para las películas de Godzilla).
“Monarch”,
creada por Chris Black y desarrollada por él y Matt Fraction para Apple TV+, consta
por el momento de diez episodios que siguen de forma no lineal la vida de tres
generaciones de personajes en dos corrientes temporales separadas seis décadas.
La actual transcurre en 2015, justo después de los trágicos eventos narrados en
la película “Godzilla” (2014), dirigida por Gareth Edwards. Fue en ese film
donde se presentó una organización secreta conocida como Monarca, que llevaba
décadas rastreando e investigando a las colosales criaturas como Godzilla, a
las que denomina Titanes, y que llegan a nuestro mundo desde el interior hueco
de nuestro planeta (información ésta revelada en “Godzilla vs Kong”, 2021).
Al
empezar la serie, hay un cameo de John Goodman retomando su personaje del
criptozoólogo Bill Randa en “Kong: La Isla Calavera” (2017). Perseguido por una
monstruosa araña gigante, tira al mar una cartera con documentación de Monarca.
Décadas después, en el presente, San Francisco ha quedado arrasada tras la apocalíptica
batalla entre Godzilla y un MUTO (Organismo Terrestre Masivo No Identificado).
Cate Randa (Anna Swai) es una joven maestra que está tratando de sobreponerse a
un doble trauma. Por una parte, haber sobrevivido a la destrucción de San
Francisco por parte de Godzilla, una catástrofe en la que murió su novia; por
otra, el reciente fallecimiento –o, más bien desaparición- de su padre Hiroshi
Randa (Takehiro Hira). Precisamente para resolver los asuntos pendientes de
éste, viaja a Tokio y cuando acude a la dirección de un piso cuyas llaves
encontró entre las pertenencias de su padre, Cate descubre que no sólo había
llevado una doble vida manteniendo una familia en ese país, sino que ella tiene
un medio hermano del que no sabía nada, Kentaro (Ren
Watabe). Ni éste ni su
madre tenían conocimiento alguno de la familia que Hiroshi mantenía en Estados
Unidos.
Siguiendo con sus pesquisas, descubren que Hiroshi estaba relacionado de forma poco clara con Monarca (Cate recordaba el aterrador día “G” en San Francisco y los misteriosos individuos que aparecieron por el lugar llevando en sus uniformes una insignia con una “M”). A su búsqueda para descubrir las intrigas de Monarca, se les une la examante de Kentaro, May (Kiersey Clemons), que tiene el conocimiento informático necesario para descodificar la información hallada en el despacho de Hiroshi. Pero cuando acceden a ésta, también activan una alarma en los ordenadores de Monarca, que inmediatamente envía agentes para detenerlos e interrogarlos, si bien consiguen zafarse de ellos.
Aunque
Kurt Russell figura en el plantel protagonista de esta serie, no lo vemos en
los dos primeros episodios. Su personaje, Lee Shaw, en su versión más joven de
los años 50, lo interpreta su hijo Wyatt Russell. Fue tras la Segunda Guerra
Mundial cuando le asignaron la tarea de guardaespaldas de la abuela de Cate, la
científica japonesa Keiko (Mari Yamamoto). Inicialmente, Shaw acomete con
desagrado esa misión, tanto por la nacionalidad de ella (los ánimos aún estaban
caldeados entre ambas naciones tras la contienda) como por su condición
femenina. Poco a poco, sin embargo, su inteligencia, ingenio y decisión se
ganan su aprecio y luego su corazón. Mientras siguen la pista de una de esas
criaturas por Filipinas, se cruzan con un científico independiente, Bill Randa
(Anders Holm, interpretando una versión más joven del personaje presentado en
“Kong: Isla Calavera”), que a partir de ese momento hará equipo con los o
tros
dos y serán financiados por el ejército de los Estados Unidos, preocupado por
el posible surgimiento de esos Titanes. Dado que el apellido de Cate es Randa,
obviamente es descendiente de Bill y Keiko a través del hijo de éstos, Hiroshi.
El
trío se pasará la mayor parte de los años 50, buscando a los Titanes, reuniendo
información sobre ellos y sentando las bases para lo que será Monarca. Mientras
que el segmento temporal moderno es más un thriller en el que unos personajes
tratan de resolver un misterio conspirativo, el de los años 50 incluye la
mayoría de las escenas de acción. La que tiene lugar en un viejo barco embarrancado
en plena selva, el USS Lawton, en el que mora una criatura similar a un dragón
es espeluznante, como también aquella que transcurre en el foso de una central
nuclear abandonada en Kazajstán donde pulula un enjambre de criaturas
terroríficas. Personalmente, las aventuras del trío de investigadores en la
década de los 50 me parecen mucho más interesantes que las que corren Cate,
Kentaro y May en el presente. Desde luego, en ello tiene que ver la mayor
ausencia de monstruos en la línea temporal más moderna, pero también la actuación
poco convincente de los actores más jóvenes, particularmente la de Watabe, y la
mejor química que destilan los personajes más maduros.
El carismático
Kurt Russell asume por fin el protagonismo en el tercer episodio, cuando el
trío de jóvenes conoce al mayor Lee Shaw. Éste es un personaje rebelde,
decidido y pícaro que, gracias a su ingenio y sus conocimientos de los
misterios que rodean a Monarca (al fin y al cabo, él fue uno de sus fundadores)
insufla una energía renovada a los aspirantes a aventureros. Su peripecia en
Alaska buscando a Hiroshi –que resulta no estar tan muerto como las autoridades
decían- resulta ser, de lejos, lo más peligroso a lo que se han enfrentado,
dado que al monstruo que les aguarda allí deben sumar el gélido clima y la
ausencia de apoyo.
Medio
siglo después de que Shaw empezara a cazar monstruos con Keiko y Bill, Monarca
se encuentra amenazado por lo que aquél descubrió. Esta organización no puede
permitirse un verso suelto como Shaw, y lanza tras él y sus juveniles asociados
todos los recursos de los que dispone. En este sentido, mejoraría algo el
suspense si los agentes de Monarca (Joe Tippett, Elisa Lasowski) resultaran
algo más amenazantes, pero ambos acaban siendo más molestos que letales.
En
un momento en el que Marvel y Star Wars parecen haber saturado el tiempo y la
paciencia de sus aficionados con sus múltiples spin-offs, secuelas, precuelas y
desvíos, el Monsterverso es, por comparación, un modelo de comedimiento. En su
décimo aniversario, la franquicia ha producido “solamente” un total de cinco
largometrajes y dos series de televisión (la otra es “Isla Calavera”, emitida
por Netflix en 2023), suficiente contenido para poblar de ideas, personajes y
acontecimientos un universo construido alrededor de Godzilla y King Kong pero sin
llegar a convertirlo en un lugar demasiado familiar. Por eso, “Monarch: el
Legado de los Monstruos”, la primera serie de televisión de acción real del
Monsterverso, todavía puede ofrecer momentos interesantes, como el vistazo que se
da al plan de evacuación de Tokio en caso de un “evento” Godzilla (“San Francisco fue un engaño; lo hicieron con
CGI”, le informa un taxista a Cate antes de pasar a promocionar su
podcast).
Hay
una disonancia inherente a las películas de monstruos gigantes. Los kaiju son
fuerzas de destrucción, causan la muerte y el sufrimiento a cientos o miles de
personas y su propósito, claramente, es el de resultar aterradores. Pero
también son los protagonistas, aunque sean amorales o agentes de un caos
natural terrible pero necesario. Por otra parte, tenemos a Monarca como sustituto
de la autoridad, otro concepto divisivo. Es deseable que alguien externo supervise
sus actividades, pero también es peligroso que éstas se vean comprometidas si
salen a la luz pública. En las películas originales de Gojira, el gobierno
solía estar formado por burócratas torpes, un obstáculo más que los intrépidos
héroes tenían que sortear. Ese enfoque era el reflejo de un sentimiento bastante
extendido en el Japón de la posguerra. Si alguien esperaba que “Monarch”
explorar
a o deconstruyera esa disonancia, se equivocaba, porque, al contrario,
lo que hace es rendirle homenaje. Monarca es una organización opaca y manipuladora
y, sin embargo, queda claro que hace más por la seguridad mundial que cualquier
gobierno nacional. Los personajes son profesionales serios y educados excepto
cuando se traicionan mutuamente; los científicos son testarudos y comprometidos
con la causa, pero tampoco tienen idea de cómo interactuar con las fuerzas
(humanas o de otro tipo) de las que dependen.
Pero
lo que más choca es que todos los implicados, desde los protagonistas hasta el
gobierno y los misteriosos agentes de Monarca, resultan ser unos incompetentes.
Los científicos toman decisiones tan estúpidas como peligrosas y luego, para
colmo, se quedan sorprendidos por las consecuencias. El equipo principal apenas
logra zafarse de los operativos de Monarca; los cerebros de esa organización investigan
lo suficiente como para encontrar rápidamente a una sola persona en una calle
de Tokio, pero no tanto como para averiguar que sufre de un fuerte trastorno de
estrés postraumático y que reaccionará violentamente si le ponen una bolsa en
la cabeza; el coronel Shaw tiene el gatillo fácil y ningún plan concreto… En
las películas antiguas, estas incoherencias y exageraciones podían resultar
divertidas si se disfrutaban con espíritu condescendiente, pero tal
aproximación es más problemática en “Monarch” habida cuenta del tono serio y
realista que la serie se esfuerza en adoptar.
La
principal crítica que se le hace a la mayoría de las películas de monstruos
gigantes es la falta de profundidad de sus personajes humanos (una crítica sólo
parcialmente justificada, puesto que gran parte de los espectadores acuden a
verlas para disfrutar de las criaturas más que de los dramas de los humanos).
Se diría que la serie de “Monarch” está tratando de rectificar ese borrón en el
currículo del subgénero, introduciendo historias personales y relaciones más
sofisticadas que el simple drama de supervivencia ante un puñado de monstruos
invencibles. Obviamente, esto es una necesidad tanto como una elección porque la
serie carece del presupuesto necesario para que en cada episodio aparezca un
Titán pisoteando ciudades durante media hora.
Los
personajes de “Monarch” no solo aspiran a involucrar al espectador en sus
problemas personales sino que, de diferente forma, todos están conectados tanto
con las criaturas que encuentran como con el espectro siempre omnipresente de
Monarca. Hay que reconocer el interés que se han tomado los guionistas en
trabajar la caracterización y admitir que consiguen que la historia avance más
gracias al impulso de los personajes y sus interacciones que por el mero
encadenamiento de escenas espectaculares. Y no es un logro menor que, además,
lo hagan con pocas caras conocidas. En contraste, las películas se dedicaron a
malgastar el talento de figuras como Bryan Cranston, Charles Dance, John
Goodman o Tom Hiddleston.
También
es cierto que no siempre el resultado de esta faceta humana resulta tan
entretenido como cabría esperarse. En particular, las interacciones entre
Kentaro y May se hacen bastante tediosas y la dinámica entre los medio hermanos
bordea lo melodramático. Los actores jóvenes tienen el material menos
interesante con el que trabajar, oscilando entre el culebrón familiar y los
pasajes en los que tienen que poner cara de terror ante el monstruo de turno.
Así y todo, la fórmula de equilibrar acción, espectacularidad visual y dramas
personales está mucho mejor sintetizada en “Monarch” que en las películas
precedentes; y no sólo por la pericia de los guionistas sino, en no poca medida,
gracias a que cuenta con mucho más metraje para desarrollar a los personajes.
En cualquier caso, quienes sólo deseen ver monstruos, deberían quedar avisados
de que en “Monarch” pesa mucho más el elemento puramente dramático.
Quizá
un espectador no dispuesto a invertir un mínimo de atención en la serie pueda
encontrar algo difíciles de seguir los continuos saltos temporales entre las
diferentes tramas, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de los
episodios consisten en ver a los personajes viajando de un lugar a otro y, cada
treinta o sesenta minutos, mostrar algún monstruo. Pero precisamente esa
continua alternancia de épocas y personajes es la clave para mantener el ritmo
y el interés, dado que el espectador debe tratar de hilar los acontecimientos
del pasado con los del presente. Además, los cambios entre épocas, aunque no a
la altura de, por ejemplo, “Estación Once” (2021), sí, están hábilmente utilizados
para conformar una narrativa global recurriendo a proyecciones, imágenes y bien
medidos cortes en la sala de montaje. En este aspecto, elegir al hijo del actor
Kurt Russell, Wyatt, para interpretar el mismo personaje que su padre pero más
joven, fue también un acierto, dado que ambos guardan un parecido, obviamente,
muy natural.
En cuanto a los efectos especiales, no puede ser una sorpresa que no estén a la altura de los de una producción cinematográfica, pero los diseños de los Titanes, muchos de ellos tomados de las películas, son parte del atractivo de la serie y las escenas de acción están bien rodadas.
Dicho
todo lo cual, tengo que admitir que la historia, al menos para mí, empezó a
perder empuje hacia mitad de temporada. En parte ello se debe a que los
segmentos ambientados en el pasado, como he apuntado, son más interesantes que
los del presente por lo mucho que aportan a los orígenes de Monarca y los
personajes que la fundaron. El drama, los misterios y los giros de guion a lo
largo de esa trama funcionan bien. Pero esa historia del pasado, a la hora de
la verdad, es sólo el plato de acompañamiento de la principal, la del presente.
Esa
pérdida progresiva de fuelle tiene también que ver, una vez más, con los
personajes. A pesar de la atención que se le presta en la primera mitad de la temporada,
Kentaro se convierte en la segunda casi en un secundario. Y aunque tienen sus
propios secretos, pasados y traumas, las historias de Cate y May no me
parecieron particularmente interesantes. Mientras que la dinámica entre Lee,
Billy y Keiko rebosaba energía, carisma y afecto, la de Cate, Kentaro y May es
plana, hosca y sin vida. May en concreto, una vez se revela su secreto, se
infrautiliza en algunas partes claves de los episodios finales en lugar de
utilizarlo para definir mejor su papel en la trama. Da la sensación de que,
sobre la marcha, los guionistas optaron por descartar a quienes en principio
habían sido dos de los protagonistas en favor de destacar solamente a Cate como
la principal. Y ello aun cuando, paradójicamente, acaba siendo el personaje
menos desarrollado.Tras desvelarse una información muy relevante sobre ella en
el quinto episodio y que debería ser definitoria, su evolución se estanca en
lugar de aprovecharla e incorporarla a su arco.
Más
allá de sus personajes, el segmento de la actualidad termina pareciendo circular.
En el primer episodio se presentaba a Monarca no tanto como una organización
malvada como una que estaba sobrereaccionando tratando de descubrir por qué
Cate y sus amigos tenían en su poder información secreta. Después, tenemos
escenas que dan a entender que Monarca sí tiene una agenda oculta y no
necesariamente buscando proteger a la Humanidad. Y, por fin y a medida que se
desarrolla la historia, se hace evidente que las partes en conflicto lo están sólo
por falta de comunicación ya que todas ellas comparten el mismo intéres, algo
que resta intensidad y suspense al drama.
Teniendo
en cuenta que “Monarch: El Legado de los Monstruos” es una serie cuya total comprensión
depende de haber visto al menos las dos primeras películas de la franquicia y
que, en el fondo, no es más que un material complementario que dista de ser
esencial, ofrece buenas dosis de entretenimiento con una fórmula que equilibra
la construcción de un universo realista con las implausibilidades y fantasías
propias del subgénero de kaijus. Recomendado sobre todo para los entusiastas de
los monstruos gigantes y, obviamente, quienes hayan disfrutado de las películas
del Monsterverso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario