En las últimas dos décadas se ha producido un auténtico florecimiento de la literatura juvenil de género. En el caso de la CF, el subgénero predilecto ha sido el de la Distopía. Son éstas novelas dirigidas específicamente a un público juvenil, protagonizadas por valientes y honestos muchachos de ambos sexos que emprenden un viaje de autodescubrimiento mientras se enfrentan a un sistema o individuo opresor. Son narrativas que abordan los temas de la identidad, la adopción de unos valores, el idealismo, el tránsito a la madurez en un mundo que no es lo que parece, el valor de la amistad y el amor… todo ello salpimentado con mucha angustia adolescente y edulcorado con romance.
Habida
cuenta del éxito que han registrado estas novelas (a menudo publicadas como
trilogías) y su consecuente proliferación, no es de extrañar que el fenómeno
captara la atención de Hollywood, siempre dispuesta a capitalizar cualquier
moda o tendencia que demuestre cierta amplitud y duración. Aunque estas
adaptaciones se han solido promocionar mucho y algunas han disfrutado de un
considerable éxito (“Los Juegos del Hambre”, “Divergente”, “El Corredor del
Laberinto”), podría decirse que la mayoría han tenido un desempeño mediocre que
las ha mutilado desde la primera entrega, dejando a los espectadores sin conocer
el desenlace. Las razones son múltiples, desde la dilución del contenido
original de la obra literaria, la ejecución deslustrada, castings desnortados
o, simplemente, una sobreabundancia de productos muy similares entre sí que han
acabado por aburrir al público potencial. Entre la división de fracasadas
tenemos “Eragon” (2006, basado en la serie de Christopher Paolini), “Cazadores
de Sombras: Ciudad de Hueso” (2013, adaptación del primer libro de la serie de
Cassandra Clare); “The Host” (2013, del libro homónimo de Stephanie Meyer); “La
Quinta Ola” (2016, novela de Rick Yancey); “Mortal Engines” (2018, traslación
de la primera entrega de la tetralogía del mismo nombre firmada por Phillip
Reeve)… y la que ahora nos ocupa, “Chaos Walking”.
“Chaos Walking” es la adaptación un tanto libre del primer volumen de una trilogía de novelas de CF juvenil del mismo título (en español, publicada como “El Cuchillo en la Mano”) escrita por Patrick Ness, cuyo premiado libro infantil “Un Monstruo Viene a Verme” ya había sido trasladado a la pantalla en 2016. El novelista participó también en la escritura del guion de “Chaos Walking” junto a Christopher Ford, quien había firmado el libreto de cintas como “Un Amigo para Frank” (2012) o “Spiderman: Homecoming” (2017).
La
trilogía se publicó entre 2008 y 2010 y los derechos de adaptación
cinematográfica fueron rápidamente vendidos a Lionsgate, una productora ansiosa
por replicar su anterior éxito distópico juvenil, la serie de “Los Juegos del
Hambre”. Lo que no se esperaban es que la producción se dilatara casi diez
años, barajando entretanto nombres célebres como el del guionista Charlie
Kaufman y el director Robert Zemeckis y esperando a encontrar las apropiadas
estrellas protagonistas que dieran lustre al cartel. Estas resultaron ser dos
jóvenes actores que habían alcanzado el éxito recientemente gracias a su
participación en sendas franquicias: Tom Holland en “Spiderman” y Daisy Ridley”
en “Star Wars”. Finalmente, el proyecto cayó en manos de Doug Liman, un
realizador que emergió a finales de los 90 con películas independientes bastante
interesantes como “Swingers” (1996) o “Viviendo sin Límites” (1999),
demostrando a continuación su capacidad para moverse en el cine mainstream con
“El Caso Bourne” (2002) y “Sr. y Sra Smith” (2005). Tuvo menos éxito con su
primera película de CF, “Jumper” (2008), pero remontó con “Al Filo del Mañana”
(2014). También de CF fue la serie de TV “Nightflyers” (2018) que él produjo.
La
película se rodó en en 2017, pero los pobres resultados que arrojaron unas
proyecciones de prueba la congelaron en el limbo durante nada menos que cuatro
años. Que ese periodo fuera tan dilatado parece haber respondido a la necesidad
de esperar a que las ocupadas agendas de Tom Holland y Daisy Ridley con las
películas de “Spiderman” y “Star Wars” respectivamente, les permitieran volver
a rodar algunas escenas. Para colmo, sobrevino la pandemia del Covid-19, lo que
retrasó todavía más el estreno. Al final, toda la demora y los esfuerzos
invertidos resultaron innecesarios porque cuando la película por fin llegó a
los cines en 2021 con menos publicidad de la esperable (quizá porque el estudio
sabía que tenía entre manos un producto fallido) la respuesta del público fue
de indiferencia y la de los críticos principalmente negativa.
En
el año 2257, una primera oleada de colonos humanos se ha establecido en un
planeta al que han llamado simplemente Nuevo Mundo. Aunque por lo demás es muy
parecido a la Tierra, allí se da un fenómeno muy peculiar que consiste en que
los pensamientos de los varones se manifiesten visible y sonoramente en forma
de una especie de proyección neblinosa alrededor de sus cabezas. A esta
anomalía, que algunos han aprendido a enmascarar en mayor o menor medida, le
llaman Ruido.
Todd
Hewitt (Tom Holland) es un muchacho que nació en el planeta y que se ha criado
en la granja de su padre adoptivo, en un asentamiento llamado Prentisstown,
cuyas mujeres fueron, según le han contado, asesinadas por los nativos
humanoides del planeta. Aunque sin mucho éxito, se esfuerza todos los días por
contener su Ruido. Un día, una cápsula proveniente de una nave nodriza
terrestre que transporta a la segunda oleada de colonos, se destruye durante la
reentrada matando a todos sus ocupantes excepto a una joven, Viola (Daisy
Ridley), a la que encuentra Todd no lejos de su granja. Es la primera mujer que
ve en su vida e inmediatamente se da cuenta de que ella no tiene el Ruido. La
lleva ante el Alcalde Prentiss (Mads Mikkelsen), que, siendo mujer e inmune al
Ruido, la considera una amenaza. Cuando Viola se entera accidentalmente de que
lo que pretende aquél es engañar a los nuevos colonos que viajan en la nave
recién llegada y tomar el control de la misma para escapar de un planeta que ha
llegado a odiar, huye.
Tod
la encuentra escondida en el granero de su granja y huye con ella perseguidos
por Prentiss y la gente del pueblo a la que éste controla. Conforme atraviesan
los bosques rumbo a otro asentamiento, Farbranch, desde donde quizá ella pueda
contactar con su nave, Viola trata de acostumbrarse a la extrañeza que le causa
ver y oir los pensamientos de Todd, mientras que éste, avergonzado por verse
tan expuesto ante una extraña que le atrae, tiene que lidiar con la dura
realidad de que lo que le habían contado sobre ese mundo y la historia de los
colonos es mentira.
Hay
que reconocer que la premisa central, un planeta en el que los pensamientos de
la gente se manifiestan continuamente, no es sencilla de trasladar a imágenes,
pero el director la ejecuta de una manera original que antes no habíamos visto
y que no se parece a la tradicional telepatía. Por otra parte, la construcción
del mundo sobre el que se desarrolla la historia y el planteamiento de arranque
son interesantes. Eso sí, hay ciertas cuestiones que el guion deja sin
responder o, quizá, evita abordar. Por ejemplo, Tom se encuentra continuamente
traicionado por sus propios pensamientos, que expresan su deseo de besar a
Viola, a lo que ella responde rechazándole con incómoda tolerancia. Sospecho
que en una situación tal, la realidad sería más parecida a la de hombres
paseándose por ahí mientras manifiestan fantasías pornográficas bastante más
ex
plícitas. Aunque podemos perdonar esa divergencia tratándose de una aventura juvenil
dirigida a un público con edad acorde a la de los protagonistas, el espectador
adulto puede preguntarse cómo lidiaría la gente de ese mundo con el sexo, dado
que no pueden ocultarse los pensamientos lascivos hacia, por ejemplo, la mujer
del vecino. Por otra parte, en una sociedad sin mujeres, ¿por qué las
relaciones homosexuales no se han normalizado entre los varones supervivientes?
(sólo se presenta una pareja tal, la de los padres adoptivos de Todd).
En
cuanto a la presentación del mundo, la ambientación, utillaje y escenarios, el
equipo hace un buen trabajo teniendo en cuenta que, seguramente, la mayoría de
los 100 millones de dólares de presupuesto fueron destinados a contratar a las
estrellas y al costoso proceso de volver a rodar ciertas escenas. Aunque los
valores de producción quizá sean algo mejorables, funcionan dentro del contexto
que se describe, al tiempo mundano (asentamientos primitivos, caballos,
herramientas convencionales) y fantástico (el Ruido, la fauna nativa, los
habitantes originales). No hay nada en la dirección artística, la decoración,
el diseño de producción, la fotografía o la música que destaque demasiado, pero
todos esos aspectos cumplen su cometido.
El
auténtico problema de la película es que el prometedor arranque acaba
diluyéndose en algo mucho menos atractivo. Mientras que la primera mitad está
dedicada casi exclusivamente a la construcción de ese mundo, la segunda no es
más que una persecución en la que los dos protagonistas huyen de unos villanos
que tratan de capturarlos. Para ser justos, hay que reconocer que las películas
de persecuciones son complicadas de sacar adelante porque suelen seguir siempre
la misma fórmula: el o los perseguidos van encontrándose en su huida con una
variedad de aliados, enemigos y obstáculos. Liman sigue la receta al milímetro,
pero sin aportar algún toque especial que haga del viaje de la pareja algo
memorable. Muchas de las escenas de caminata de Tom y Viola por el bosque son
bastante aburrid
as, sin que suceda nada más allá de algún intercambio verbal,
el Ruido de Tom y uno o dos problemas fácilmente solventables. Este ciclo se
repite durante gran parte de la película, incluyendo el final del primer acto y
casi todo el segundo, lo cual genera muchos problemas de ritmo y contribuye a
transmitir una sensación de lentitud, de que no ocurre gran cosa a pesar de su
metraje de hora y cuarenta y nueve minutos. Aunque el clímax tiene lugar en el
evocador escenario de una enorme nave estelar estrellada en el bosque, para
entonces lo más probable es que el espectador haya perdido el interés tras más
de media hora de caminatas y carreras.
Por
otra parte, y probablemente debido a las mencionadas dificultades con las que
se encontró la producción en sus etapas finales, la película parece un
revoltijo de escenas dispares que Liman (que ya había demostrado su pericia en
las narrativas complejas con “Al Filo del Mañana”) intentó ensamblar en una narración
coherente. Además, aunque el efecto del Ruido se utiliza puntualmente de formas
originales (como proyectar imágenes mentales de otras personas o crear
ilusiones), el guion no solo abusa de él (la sorpresa acaba agotándose a los
pocos minutos) sino que deja demasiados agujeros al respecto, convirtiéndolo en
un recurso polivalente para resolver ciertas escenas. ¿Por qué algunos hombres
del Nuevo Mundo tienen mayor control que otros sobre ese fenómeno? ¿Es
realmente capaz el Alcalde, tal y como parece, de controlar mentalmente a sus
subordinados como si fueran poco más que drones?
Y,
para colmo y de forma sorprendente dado que el propio Patrick Ness estuvo
involucrado en el guion, la película finaliza dejando un buen número de cosas
sin resolver. Quizá fuera inevitable tratándose de la adaptación del primer
volumen de una trilogía que en el cine quedará inconclusa debido a la falta de
éxito comercial. Así, se dejan sin explorar adecuadamente aspectos importantes
de ese mundo que sólo se dejan apuntados. Por ejemplo, todo lo relacionado con
los nativos del Nuevo Mundo (que en las novelas acabarán yendo a la guerra
contra los humanos), los cuales apenas vemos más allá del tiempo justo para
encajar un comentario facilón sobre lo pernicioso del colonialismo; la
existencia de otras colonias en el planeta con diferente grado de desarrollo; o
la conquista de Farbranch por parte del Alcalde Prentiss. Se prepara también el
terreno para un comentario sobre la masculinidad tóxica que ha emergido en
Prentisstown, pero se op
ta por no desarrollarlo, ya sea manteniéndolo en la
periferia del arco de Todd o utilizándolo como mero potenciador de la villanía
de Prentiss. En las novelas quedaba mucha más historia que contar, pero la
película (ATENCIÓN SPOILER) no tiene más remedio que echar un abrupto cierre
matando al Alcalde y llevando a Todd a bordo de la nave colonizadora,
concluyendo con la idea de que todo irá bien en el futuro, tanto su relación
con Viola como la de los colonos entre sí y con los nativos.
Y
hablando de los villanos de la historia, son dos igualmente mediocres: el ya
mencionado Alcalde Prentiss, deseoso de apoderarse de la nave en órbita y
dispuesto a agredir sin remilgos a las otras colonias cuya existencia ha
mantenido oculta a Todd; y el predicador Aaron (David Oyelowo), un personaje
deslucido que existe tan sólo para proferir amenazas apocalípticas, perseguir a
los protagonistas y causarle a Todd una gran pérdida. Aunque al menos el Alcalde
tiene cierto peso dramático por su inicial relación paternalista con Todd,
tanto él como Aaron carecen de motivaciones claras más allá de lo mínimo
indispensable para ser calificados de villanos. El resultado es una falta de
carisma que impide que el espectador se preocupe por ellos y que no compensan
las indiscutibles presencias tanto de Mikkelsen como de Oyelowo. Otro ejemplo
de personaje poco o nada desarrollado es el del hijo del alcalde, David
Prentiss (Nick Jonas), al que inicialmente se presenta como casi un rival de Tom
Hewitt, pero que es marginado casi por completo después del primer acto.
El
elenco de “Chaos Walking” está compuesto por un grupo de actores y actrices
reconocidos y competentes. Por desgracia, la mayoría están muy infrautilizados y
el guion no consigue elevarlos por encima de la insulzez. Holland y Ridley
hacen lo mejor que pueden con el material disponible, aunque el primero, ya sea
porque es mejor actor o porque su personaje tiene mayor carga dramática y
tiempo de metraje, sobresale bastante más que la segunda, la cual no sabe
profundizar en su personaje, limitándose en la mayor parte de los casos a
lanzar miradas inexpresivas discordantes con la situación en que está inmersa.
Debido a sus respectivas experiencias vitales, Todd y Viola son jóvenes reservados y gran parte de la historia consiste en el desarrollo de su relación, empezando por una mezcla de miedo y hostilidad y terminando en algo potencialmente romántico, aunque nunca llega a culminar (de nuevo, un aspecto en el que sin duda se iba a profundizar en una segunda parte). El problema es que esa transición es poco creíble habida cuenta no sólo del concepto de masculinidad que le ha sido inculcado a Todd desde su infancia (no hace más que repetirse internamente "¡Sé un hombre!”) sino por el obstáculo que para una relación sentimental supondría algo como el Ruido, dado que el varón vería involuntariamente expuestos todos sus pensamientos mientras que los de la mujer permanecerían privados. De hecho, los pensamientos de Todd traicionan continuamente su deseo sexual, lo que hace sentir a Viola comprensiblemente molesta dado que su sentimiento no es recíproco. El repentino giro de esa relación inicialmente turbia hacia algo más profundo, parece una progresión incongruente, como si varias escenas ampliando la evolución de su vínculo se hubieran quedado en la mesa de montaje.
A
pesar de tener una interesante premisa y un plantel protagonista capaz de
atraer al público juvenil, “Chaos Walking” es una película que lucha
infructuosamente por encontrar el equilibrio entre el entretenimiento y la
lealtad al material original, dejando demasiados agujeros de guion e hilos sin
rematar. Es, sin duda, una película técnicamente bien hecha y ofrece algunos
momentos satisfactorios, pero globalmente tiene demasiados problemas (ritmo,
personajes, agujeros de guion, sobreutilización del gancho inicial, argumento
genérico) como para que este nuevo intento de explotar una distopía juvenil
literaria tuviera alguna oportunidad de convertirse en éxito de taquilla.
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