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“Fragmentos de Honor” (1986), la primera novela que publicó Bujold, es un buen ejemplo de ciencia ficción apoyada en los personajes y no en la tecnología. Podrían sustituirse los cañones y pistolas de rayos por espadas y flechas y las naves espaciales por barcos, y la novela, transformada en fantasía medieval, seguiría funcionando igualmente bien. Y ello es porque el centro de la narración lo ocupan unos personajes que Bujold caracteriza con mucho acierto desde el mismo comienzo, haciendo que el lector se sienta cercano a ellos, comprenda lo que sienten, se preocupe por su destino y quiera saber qué les ocurre a continuación. De hecho, Bujold describió "Fragmentos de Honor" como "un romance gótico travestido de ciencia ficción".
Se trata de la primera narración propiamente dicha del ciclo de
Vorkosigan, ya que cuenta la historia del encuentro de los padres del joven
Miles, dos oficiales militares de dos sistemas planetarios enemigos, Aral
Vorkosigan y Cordelia Naismith, y la evolución gradual que experimenta su
relación inicial de captor y prisionera a la de marido y mujer.
Como todos los habitantes de la Colonia Beta, Cordelia Naismith, comandante de la nave de exploración científica Rene Magritte en misión al recién descubierto planeta Sergyar, ha oído hablar mucho de la reputación del ejército de Barrayar: eficaz, desalmado y despiadadamente brutal. Por eso, cuando el campamento base de su equipo de Investigación Astronómica en la superficie del deshabitado planeta es arrasado y ella hecha prisionera por el capitán barrayareño Aral Vorkosigan, conocido como “el Carnicero de Komarr”, tiene sobrados motivos para preocuparse. Sin embargo, conforme ambos avanzan en su larga caminata de cinco días para llegar a la base de las tropas barrayaresas, Cordelia empieza a descubrir que no siempre la reputación define la auténtica naturaleza de un hombre. Aral es muy diferente a lo que esperaba: además de un brillante militar, alguien leal, honorable y compasivo.
Aunque oficialmente es una prisionera, a Cordelia se le dispensa el
trato de una invitada... al menos, mientras está bajo la custodia de Aral. Pero,
sobre todo y además del romance entre los protagonistas, “Fragmentos de Honor” trata
específicamente del contraste entre Beta y Barrayar. Simbolizando al primero,
está Cordelia, mujer, religiosa, competente, pragmática y exploradora.
Representando los valores del segundo está Aral, hombre, ateo, militarista y, a
su manera, romántico.
Es cuando ambos se separan temporalmente y regresan a sus respectivos
mundos, cuando el objetivo se abre y empezamos a conocer algunos rasgos de esos
planetas, tan distintos entre sí como Cordelia y Aral lo son el uno del otro. Beta
tiene un sistema democrático (aunque nadie admite haber votado por el
presidente) y talante liberal y humanista. Los malhechores son tratados con
terapia, un sistema que parece muy progresista hasta que es a Cordelia a la que
le toca pasar por ello, descubriendo que no todo es tan positivo como se
pretende. Por el contrario, Barrayar es feudal y militarista y ha venido
manteniendo órganos de propaganda y educación política con los que el emperador
ha tenido serios problemas hasta decidir deshacerse de ellos no sin pagar un
precio terrible.
A medida que avanza la guerra, Cordelia comienza a tratar a Aral con el mismo respeto que él a ella, llegando a desarrollar primero admiración y, más tarde, algo que no puede sino definir como amor. Pero rendirse a estos sentimientos no es sencillo: una vez que es repatriada, a Cordelia le resulta difícil vivir en un mundo el que todos creen que el hombre al que ama es un criminal de guerra. ¿Podría entonces exiliarse a Barrayar? Pero, en ese caso, ¿cómo podría ella, una Betana librepensadora y liberada, ganarse la vida en un mundo tan rígido y tradicionalista como ese?
Existen todavía muchos elementos poco asentados en esta novela
episódica y no tan bien argumentada como lo estarán las entregas posteriores,
pero “Fragmentos de Honor”, después de todos los años transcurridos desde su
publicación original, sigue funcionando muy bien como introducción a la saga de
Vorkosigan, aunque sólo sea porque los acontecimientos que aquí se narran son
trascendentales para las vidas de Aral y Cordelia y, por extensión, para la de
Miles, su hijo aún no nacido.
La redacción del primer borrador de "Fragmentos de Honor" le
llevó a Bujold desde diciembre de 1982 hasta el otoño de 1983 (llevó a cabo las
revisiones a finales de 1984). Al principio, le resultó difícil imaginar cómo desarrollar
la historia de Cordelia y, en un momento dado, incluso se planteó la idea de
introducir una invasión alienígena que uniera a la Colonia Beta y Barrayar,
conectando así como incómodos aliados a los dos futuros amantes. De haber
seguido ese camino, que hubiera implicado incluir alienígenas –ya fueran
enemigos o aliados-, la saga habría resultado ser algo muy diferente. Pero, en
último término, se decidió por la idea de una fallida invasión del planeta
Escobar por parte de Barrayar, "descubriendo
así accidentalmente la primera aplicación de mi regla para encontrar argumentos
de novelas centradas en los personajes, y que consiste en preguntarme: ¿qué es
lo peor que puedo hacerle a este tipo? Y luego, hacerlo".
Bujold ya sabía en ese punto que Aral y Cordelia engendrarían un hijo discapacitado y, "aunque no era realmente consciente de ello cuando escribí el primer capítulo", hacer que Dubauer, oficial betano compañero de Cordelia, resultara gravemente herido al comienzo de la novela, constituiría "mi primera exposición a este tema (de la discapacidad)". Tener un hijo con problemas físicos era lo peor que podía hacerles a Cordelia y Aral, dado que los barrayarenses exaltan la perfección y rechazan cualquier desviación de lo que consideran corporalmente “normal”.
Originalmente, Bujold tenía la intención de que el nacimiento de Miles
tuviera lugar ya en este primer libro, pero se extendió tanto detallando el
primer y sucesivos encuentros de Aral y Cordelia que, para cuando llegó a su
matrimonio, se dio cuenta de que la novela se había alargado en exceso. Así que
escribió un final para "Fragmentos de Honor" (que, inicialmente, iba
a titularse Espejos"), dejó a un lado lo que años más tarde se
convertirían en las escenas iniciales de la inmediata secuela (posteriormente titulada
"Barrayar" y publicada en 1991) y comenzó a escribir "El
Aprendiz de Guerrero”.
A la vista de la inmensa cantidad de series literarias y novelas de CF
(por no hablar de películas y series de televisión) que en los últimos tiempos
han protagonizado adolescentes inmersos en el proceso de maduración vital,
resulta muy refrescante encontrarse con una ficción narrada en tercera persona
pero desde el punto de vista de una mujer madura que no padece de todos los
tropos asociados a las féminas de la literatura adolescente: angustia
existencial, desesperación por demostrar la propia valía, amor eterno e
incondicional… Cordelia es una mujer que sabe quién es, lo que quiere y en lo
que cree y está dispuesta a luchar por todo ello.
De hecho, aunque “Fragmentos de Honor” es, en el fondo, una historia
romántica, ésta no es fácilmente etiquetable como “convencional”. Sus protagonistas,
Cordelia y Aral, no están cegados por la pasión ni se echan inmediatamente el
uno en los brazos del otro. Ambos están ya en la mediana edad, tienen carreras
profesionales bien asentadas, gozan de prestigio entre sus colegas y superiores
y son perfectamente conscientes de la desafortunada incompatibilidad de las
vidas que llevan. Así que su relación se desarrolla despacio, abordándola ambos
desde el pragmatismo y la responsabilidad. Cordelia no va a dejarlo todo para
salir corriendo al planeta de Aral; y éste, conocedor de la terrible reputación
que arrastra, es lo suficientemente realista como para saber que jamás será
aceptado en el mundo de ella. Su sutil y contenido romance es el hilo que une
el resto de acontecimientos de la historia.
Aunque los protagonistas y la relación que los une son el principal
hallazgo y el motivo por el que tantos lectores quedaron atrapados por la saga,
la trama de “Fragmentos de Honor”, ya lo he apuntado, no está a la altura. Hay
algunos elementos que parecen algo forzados, como por ejemplo el segmento
inicial en el que Cordelia y Aral quedan varados en el planeta Sergyar. Esta
premisa de reunir a dos personas muy diferentes, incluso opuestas, para que
aprendan a sobrevivir juntos en un entorno hostil y aislado y que
paulatinamente superan sus prejuicios y se convierten en amigos/amantes se ha
utilizado hasta el cansancio en la ficción y no resulta nada original. También
es cierto que Bujold no se contenta con aplicar la fórmula al pie de la letra.
Así, introduce un factor nuevo en la forma de Dubauer, que ha sufrido un daño
cerebral severo y del que Cordelia debe ocuparse; y tampoco los dos futuros
amantes tienen la edad, el tiempo o la energía como para entregarse a un
romance arrebatador y vertiginoso.
La otra situación que, al menos en lo que a mí respecta, resulta algo chirriante es la batalla personal de Cordelia contra los terapeutas. En ese punto de la historia, había atravesado algunas experiencias verdaderaderamente traumáticas y obtenido una información de alto secreto que hubiera preferido no conocer. Aún así, su actitud es la de arrogante rechazo a la terapia, como si ese tratamiento estuviera solo destinado a personas psicológicamente débiles. Quizá hubiera tenido más sentido que ella reconociera su necesidad de recibir ayuda psicológica, pero que tuviera miedo de someterse a ella so pena de revelar involuntariamente secretos muy peligrosos.
Ahora bien, aunque no exenta de puntos mejorables y con una prosa que
Bujold deberá mejorar en entregas posteriores, la novela ya contiene muchas de
las virtudes, fortalezas, temas y elementos que caracterizarán a la saga y que
Bujold irá refinando y desarrollando a lo largo de los años. Hacerle a sus
protagonistas lo peor que pueda imaginarse significa, en este caso concreto,
que Cordelia a punto esté de ser violada, una agresión que no suele ser común
en la ópera espacial. Más tarde, llega otra sorpresa al descubrir que su
aparentemente benevolente gobierno betano está dispuesto a cualquier cosa para asegurarse
la lealtad de Cordelia. Ella, por su parte, sortea todos los obstáculos con el
ingenio, habilidad y fiereza que serán heredadas por su hijo Miles.
Por otra parte, Bujold sabe ir salpicando la trama con giros poco
predecibles que mantienen el interés y disipan la sospecha inicial –apoyada por
la elección de las portadas de algunas ediciones- de ser una historia romántica
ñoña para mujeres sentimentalmente necesitadas. Y es que, ya en este primer
libro, la autora demuestra su habilidad para jugar con las emociones del
lector. En muchas de sus novelas podemos identificar lo que Tolkien denominó “eucatástrofe”,
"la alegría del final feliz" o "el repentino "giro"
alegre" que consideraba característico de los cuentos de hadas pero que
tiene una aplicación mucho más amplia dentro de la literatura de género. Aún con
mayor frecuencia, encontramos en la serie la agonía asociada a un dilema ético
con la que define a sus personajes y que, a menudo, se convierte en un
importante motor de la trama. En “Fragmentos de Honor” hay varios de ellos,
como la decisión del sargento Bothari de asesinar al almirante Vorrutyer en
lugar de dejar que viole a Cordelia. De mayor alcance es la decisión de
Vorkosigan de permitir que le involucren en la muerte de decenas de miles de
sus propios compatriotas en lo que sabía de antemano iba a ser un ataque
condenado al fracaso contra el planeta Escobar.
La caracterización es asimismo muy destacable. La depravación de
Vorrutyer y el Príncipe Serg y la relativa pequeñez de su perversidad en
relación con el plan de Ezar es impactante. De los personajes secundarios, sin
embargo, quizá el más interesante sea Bothari, un monstruo fascinante y
tridimensional. Y, además, y como en toda buena space opera, la trama incluye
abundantes maniobras políticas, intrigas de poder y batallas espaciales. El
ritmo es muy rápido, hay acción y muchos desafíos que los protagonistas deben
afrontar, resolviendo una crisis tras otra.
De manera inusual, pero muy efectiva, el libro se cierra con "Después
de la Batalla”, una especie de apéndice en el que no aparece ninguno de los
personajes que han ido presentándose en la novela y en el que se expone el
terrible coste personal que la guerra inflige a familias e individuos. Las emociones intensas y las decisiones de
carácter ético pasan de la alta política al ámbito puramente doméstico mientras
una mujer busca el cadáver de su hija entre los restos de la batalla espacial
que se ha librado en los alrededores de Escobar. La crianza de los hijos es un
tema que permea todo el libro, comenzando cuando Cordelia se convierte en la
“madre” de un discapacitado Dubauer y terminando con una madre que busca una
forma de asumir la muerte de su hija.
Al final, “Fragmentos de Honor” es una novela de presentación de la saga y, sin duda, el mejor lugar por el que entrar en la misma. Aunque someramente en relación a lo que más adelante se conocerá, introduce ya aquí las culturas de Barrayar y de la Colonia Beta, aportando también alguna información de Escobar y Komarr. Presenta a Aral Vorkosigan y Cordelia Naismith, los progenitores de Miles, además de otros personajes que volverán a aparecer en futuras novelas. Un texto, en definitiva, que muestra el tablero de juego y las piezas que evolucionarán sobre él a través de una historia rápida, entretenida, bien hilada de principio a fin y que deja con ganas de más.
(Continúa en la siguiente entrada)
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